MITOLOGIA
APOLO
El nacimiento del dios solar
Días y noches, durante meses y meses, en busca de una sola cosa. De puerta en puerta, en los palacios y cabañas, en los templos y las chozas, la diosa Latona, pedía refugio para poder dar a luz a los gemelos que llevaba dentro de su ser. Hijos de Júpiter.
Justamente, la paternidad de sus retoños era la culpable de que todos le cerrarán las puertas. Porque Júpiter, señor supremo del Olimpo, estaba casado con Juno, la más celosa de las diosas, quien acostumbraba perseguir a las rivales que se dejaban seducir por el dios hasta los confines del mundo, y castigaba severamente a quien osara darle hospitalidad. Ni siquiera un inmortal de gran poder se atrevía a desafiar la cólera de la diosa protectora del matrimonio.
Neptuno, dios de los mares, decidió ayudar a la pobre Letona. Para darle refugio escogió a Délos, la isla a la deriva, sin fuentes ni vegetación. Nadie vivía en ella: ni dioses, ni hombres, ni animales. Tal vez por estar desierta la ira de Juno no llegase hasta allí. Y Neptuno amarró a Délos al fondo del mar, al mismo tiempo que le confiaba la misión de albergar a los hijos de Júpiter.
La isla tuvo miedo. Había oído profetizar que uno de los hijos del dios seria muy orgulloso y que bramaría de rabia cuando llegase a saber qué lugar tan miserable le había servido de patria. Quizás, incluso hundiría a Délos para siempre en las profundidades marinas. Pero Latona la tranquilizo. El joven dios no le traería la desgracia, sino la prosperidad y la alegría. Multitudes de hombres vendrían desde lejos a adorar el sitio de la sagrada cuna del dios, y la pequeña roca sin vida se convertiría en una isla respetada.
La isla, luego de estas palabras, consintió. Y Latona dio a luz allí a Diana y a Apolo. En ese instante, el suelo estéril de la isla floreció. Porque Apolo traía consigo sol y vida.
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