"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

domingo, 29 de noviembre de 2009

EL MITO DE TELEPINU (MITOLOGIA HITITA)

MITOLOGIA HITITA
El Mito de Telepinu



La cólera del dios, su desaparición y sus consecuencias
El tercio superior de la tablilla, unas 20 líneas, está roto. Probablemente exponía las razones de la ira del dios.


(1) Telepinu [hirvió en cólera y gritó]: "¡No debe haber inter[ferencia!" En su agitación] trató de poner [su calzado derecho] en su pie izquierdo y su [calzado] izquierdo [en su pie derecho]....[...].
(5) La niebla se apoderó de las ventanas, el vapor se adueñó de la casa. En el lar los leños se apagaron, en los altares los dioses se sofocaron, en el aprisco las ovejas se sofocaron, en el establo el rebaño se sofocó. Las ovejas descuidaron su corderillo, la vaca descuidó su becerro.
(10) Telepinu se fue y tomó grano, (fértil) brisa, ..., ... y saciedad del país, el prado, las estepas. Telepinu se fue y se perdió en la estepa: la fatiga le abrumó. Así el grano (y) la espelta ya no prosperan. Así el ganado, las ovejas y el hombre ya no (15) procrean. Y aun los que tienen hijos no los sacan adelante. La vegetación se agostó; los árboles se secaron y no dieron pimpollos. Los pastos se secaron. Los manantiales se secaron. En la tierra surgió la carestía para que el hombre y los dioses perecieran de hambre. El gran dios Sol dispuso un festín e invitó a los mil dioses. Comieron (20), pero no saciaron su hambre; bebieron, pero no aplacaron su sed.

La búsqueda del dios desaparecido

El dios de la Tempestad sintió ansiedad por Telepinu, su hijo: "Telepinu, hijo mío, (dijo) no está aquí. Se airó y se llevó (consigo) todas las cosas buenas". Los grandes dioses y los dioses menores empezaron a buscar a Telepinu. El dios Sol despachó la veloz Aguila (diciendo): "¡Vete!: Registra cada monte (25) altivo".
"¡Registra los valles profundos; registra la acuosa hondura!" Partió el Aguila, pero no le halló. Al dios Sol llevó su mensaje: "No encuentro a Telepinu, el dios noble". El dios de la Tempestad dijo a Hannahannas: "¿Qué haremos? (30) Pereceremos de hambre". Hannahannas dijo al dios de la Tempestad: "¡Haz algo, oh dios de la Tempestad! ¡Ve; busca tú mismo a Telepinu!"
El dios de la Tempestad comenzó la búsqueda de Telepinu. [Llamó] a la puerta de su ciudad, pero no está allí y no se abre. Forzó su cerrojo y su cerradura, [pero] el dios de la Tempestad [no tiene suerte]. Renunció, pues, y sentóse a descansar. Hannahannas (35) envió [la Abeja]: "¡Ve; busca tú a Telepinu!"
[El dios de la Tempestad d]ijo [a Hannahannas]: "Los grandes dioses (y) los dioses menores le han buscado sin [encontrar]le. ¿Saldrá, pues, esta [Abeja a encontrarle]? Pequeñas son sus alas, ella misma es pequeña. ¿Admitirá que es más grande que ellos?"
Hannahannas dijo al dios de la Tempestad: "¡Basta; irá a buscarle!" Hannahannas despachó la pequeña Abeja: "¡Ve; busca a Telepinu! Cuando le halles, ¡pica sus manos (y) sus pies! ¡Que salte! Toma cera y frota sus ojos y sus pies, purifícale y tráele ante mi".
La Abeja se fue y registró... los ríos caudalosos y escrutó los rumorosos veneros. La miel de su interior se consumió, [la cera de su interior] [hallóle] se consumió. Entoncesen un prado en el bosque de Lihzina. Le picó las manos y los pies. Le hizo saltar en pie, tomó cera y frotó sus ojos (y) sus pies, [le purificó] y [...].
[Telepinu . . . ] declara: "Por mi parte me enojé [y me fui. ¿Cómo osas] des[pertarme] de mi sueño? ¿Cómo te atreves a forzarme a hablar en mi ira?" [Más se enfu]reció. [Detuvo] las fuentes murmurantes, desvió los ríos caudalosos e hizo que se desbordaran sobre sus riberas. [Obstruyó] las hoyas de arcilla, destrozó [las venta]nas, quebró las casas.
Hizo que los hombres perecieran, hizo que perecieran los ganados menor y mayor. [Ocur]rió que los dioses [desesperaro]n (preguntando): "¿Por qu[é Te]lepinu se ha [enfureci]do [tanto]? ¿[Qu]é haremos? ¿[Qué] haremos?"
[El gran dios Sol (?) decl]ara: "¡[Traedme] un hombre! ¡Que [co]ja el manantial Hattara del monte Ammuna [por...]! ¡Que (el hombre) le haga mover! ¡Que le haga mover con el ala del águila! ¡Que el hombre le haga mover ! ¡Con el ala del águila [el hombre le haga mover]!" Sigue una laguna en la que Kamrusepas, diosa de la magia y la curación, recibe el cometido de apaciguar a Telepinu y traerlo de regreso.

El ritual. Súplica

(II) "¡Oh Telepinu! [Aquí hay] suave y calmante [esencia de cedro. Como si...], [aun así hace que] el envarado [recobre la soltura].
¡Aquí [tengo] savia rezumante [con la que te purificarás]. (10) Que [corrobore] tu corazón y tu alma, ¡oh Telepinu! ¡Hacia el rey [vuélvete] favorable !
¡Aquí hay aechaduras. [¡Que su corazón (y) su alma] se segreguen [como ellas]! Aquí hay una espiga [de grano]. ¡Atraiga su corazón [(y) su alma]!
¡(15) Aquí hay sésamo. [Que su corazón (y) su alma] se consuelen con él. Aquí [hay] higos. ¡Así como [los higos] son dulces, así [el corazón de] Te[lepinu (y) su alma] se endulcen!
¡Como la aceituna [contiene] aceite, [como la uva] (20) contiene vino, ¡ten tú, Telepinu, en (tu) corazón (y en tu) alma buenos sentimientos [para el rey]! ¡Aquí hay ungüento. ¡Unjanse [el corazón (y) el alma de] Telepi[nu]! ¡Así como la malta (y) los panes de malta están armoniosamente fundidos, así esté tu alma en armonía con las cosas de la humanidad! ¡[Como la espelta] (25) está limpia, así se limpie el alma de Telepinu!¡[Como la] miel es dulce, como la nata es suave, así se endulce y así se suavice el alma de Telepinu!
"¡Mira, oh Telepinu! He rociado tus caminos con aceite escogido. ¡Anda tú, Telepinu, por los caminos rociados de aceite escogido! (30) ¡Estén a mano la madera šahiš y la madera happuriašaš! ¡Que te veamos justo, oh Telepinu; sea cual fuere el estado de ánimo, equitativo!"
Telepinu llegó enfurecido. El rayo deslumbró, tronó mientras la tenebrosa tierra era un torbellino. (35) Kamrusepas le vio. El ala del águila le hizo salir de allí. Le arrebató (III) la cólera, le arrebató la ira, le arrebató [el enfado], le arrebató la furia.

Ritual de purificación de Kamrusepas

Kamrusepas dice a los dioses: "¡Venid, oh dioses! ¡Ved! Hapantallis pastorea las ovejas del dios Sol. (5) ¡Elegid doce carneros! Quiero determinar largos días para Telepinu. He cogido la muerte, mil ojos. He diseminado las ovejas selectas de Kamrusepas.
¡Por Telepinu las llevé de aquí para allá. (10) Del cuerpo de Telepinu he quitado el mal, he quitado la malicia. He quitado la rabia, he quitado la cólera, he quitado la ira, he quitado la furia.
"Cuando Telepinu estaba airado, su corazón (y) (como) su alma estaban amortiguadostizones. (15) Como cuando ardían aquellas brasas, ¡así la rabia, la cólera, la malicia (y) la furia de Telepinu se consuman! ¡Así como [la malta] es estéril, (si) la gente no la lleva al campo para usarla como semilla, (si) el pueblo no la convierte en panes (o si) no la pone en el almacén, así la rabia, [la cólera], (20) la malicia (y) la furia de Telepinu sean estériles!
"Cuando Telepinu estaba airado, [su corazón (y) su alma] eran fuego ardiente.¡Como ese fuego [se apaga], así (su) rabia, cólera (y) furia [se apaguen]! "¡Oh Telepinu! ¡Depón tu rabia, [depón] tu cólera, (25) depón tu furia! ¡Así como (el agua en) una cañería no mana hacia arriba, así [la rabia, cólera (y)] furia de Telepinu no [vuelvan]! "Los dioses [estaban reunidos] en asamblea debajo del árbol hatalkešnaš. Pues el árbol hatalkešnaš he establecido para largos [años]. (30) Todos los dioses están presentes ahora, (incluso) los [Is]tustayas, las buenas mujeres (y) (y) las diosas Madre, el dios del Grano, Miyatanzipas, Telepinu, el dios Patrón, Hapantaliyasel Patrón del campo. Porque a estos dioses establecí largos años;¡le he purificado, [oh Telepinu]! "(35) [...] He quitado el mal [del] cuerpo de Telepinu, he quitado su [rabia], [he quitado] su có[lera], he quitado su [ira], [he quitado] [he quitado su] su furia, he quitado su malicia,mal[dad]". (pequeña laguna)

El ritual del hombre

El principio se ha perdido, pero se habla a Telepinu

"... (Cuando)[partiste] (Cuando) del árbol hatalkešnaš un día estival, la cosecha se perdió.el buey se fue [contigo], (IV) tú arruinaste su forma. (Cuando) la oveja se fue contigo, tu arruinaste su forma. ¡Oh Telepinu! ¡Detén la rabia, la cólera, la malicia (y) la furia!
"(Cuando) el dios de la Tempestad se encoleriza, el sacerdote del dios de la Tempestad (5) le detiene. (Cuando) una olla de comida rebosa al hervir, la cuchara (agitándola) la detiene. ¡Así una palabra mía, de un mortal, detenga la rabia, cólera y furia de Telepinu !
"¡Cesen la rabia, cólera, malicia (y) furia de Telepinu! ¡Deja que vayan a la casa, deja que al interior... que vayan, (10) deja que a la ventana vayan ! ¡A la... al patio interior deja que vayan, deja que vayan a la puerta, deja que vayan a la entrada, deja que vayan al camino del rey! (No dejes que vayan al campo ubérrimo, al jardín (o) al soto! ¡No dejes que vayan por el camino del dios Sol del mundo inferior!
"El portero ha abierto las siete puertas, ha corrido los siete cerrojos. (15) Bajo la oscura tierra hay calderos de bronce, cuyas tapaderas son de metal abaru, sus asas de hierro. El que entra allí no torna a salir; allí perece. ¡Deja que reciban también la rabia, la cólera, la malicia (y) la furia de Telepinu! ¡Haz que no vuelvan!"
El regreso del dios

(20) Telepinu volvió a su casa y cuidó (de nuevo) de su tierra. Retírese la niebla de las ventanas, retírese el vapor de la casa. Los altares se erigieron para los dioses, el hogar limpia del leño. Permitió que las ovejas fueran al aprisco, que el ganado mayor entrara en el establo. La madre atendió a su hijo, la oveja atendió a su cordero, (25) la vaca atendió a su becerro. Asimismo Telepinu atendió al rey y a la reina, y les proporcionó vida y vigor prolongados.
Telepinu atendió al rey. Una pértiga se plantó delante de Telepinu y de esta pértiga un vellón de oveja se suspendió. Significa grosura de la oveja, significa grano del trigo (y) (30) vino, significa ganado mayor (y) ganado menor, significa largos años y progenie. Significa el favorable mensaje del cordero. Significa... ...Significa brisa fructífera. Significa... saciedad ....
(Perdido el final del texto.)

LOS CONCILIOS ECUMENICOS - I DE LYON -

LOS CONCILIOS ECUMENICOS
I De Lyon (1245 d.c.)


Papa Inocencio IV. Contra el Emperador Federico II y por la reforma del clero. Llevó a cabo una sentencia de deposición contra el emperador Federico II, usurpador de bienes y opresor de la Iglesia, y reguló el proceso de los juicios eclesiásticos.

Condenación de Federico Segundo.- Declaraciones rituales y doctrinales para los griegos (Sacramentos, legitimidad de las segundas nupcias, Purgatorio, Paraíso, Infierno.)

Los griegos orientales deseosos de coincidir con Roma y alcanzar la unión, incentivaron la convocación de un nuevo concilio a sólo treinta años del anterior. Concretaron los temas discutidos y los aprobaron y firmaron en su gran mayoría.

Cuando regresaron a sus respectivas comunidades, las autoridades, monjes, clero y pueblo se opusieron rotundamente y los llamaron traidores y vendidos a los romanos; la unión fracasó. Sin embargo, algunos grupos aislados quedaron adheridos a Roma y se les llama en su lengua eslavo, "Uniatas", que aún hoy mantienen lazos de jerarquía y de fidelidad a la Iglesia Católica.

Magisterio del C.E I de Lyon
XIII ecuménico (contra Federico II)

No publicó decretos dogmáticos
Acerca de los ritos de los griegos
[De la Carta Sub catholicae, al obispo de Frascati, Legado de la Sede Apostólica entre los griegos, de 6 de marzo de 1254]

§ 3. 1. Acerca, pues, de estas cosas nuestra deliberación vino a parar en que los griegos del mismo reino mantengan y observen la costumbre de la Iglesia Romana en las unciones que se hacen en el bautismo.2. El rito, en cambio, o costumbre que según dicen tienen de ungir por todo el cuerpo a los bautizados, si no puede suprimirse sin escándalo, se puede tolerar, como quiera que, hágase o no, no importa gran cosa para la eficacia o efecto del bautismo.3. Tampoco importa que bauticen con agua fría o caliente, pues se dice que afirman que en una y en otra tiene el bautismo igual virtud y efecto.

4. Sólo los obispos, sin embargo, signen con el crisma en la frente a los bautizados, pues esta unción no debe practicarse más que por los obispos. Porque de solos los Apóstoles se lee, cuyas veces hacen los obispos, que dieron el Espíritu Santo por medio de la imposición de las manos, que está representada por la confirmación o crismación de la frente.5. Cada obispo puede también, en su Iglesia, el día de la cena del Señor, consagrar, según la forma de la Iglesia, el crisma, compuesto de bálsamo y aceite de olivas. En efecto, en la unción del crisma se confiere el don del Espíritu Santo. Y, ciertamente, la paloma que designa al mismo Espíritu Santo, se lee que llevó el ramo de olivo al arca. Pero si los griegos prefieren guardar en esto su antiguo rito, a saber, que el patriarca juntamente con los arzobispos y obispos sufragáneos suyos y los arzobispos con sus sufragáneos, consagren juntos el crisma, pueden ser tolerados en tal costumbre.

6. Nadie, empero, por medio de los sacerdotes o confesores, sea sólo ungido por alguna unción, en vez de la satisfacción de la penitencia.7. A los enfermos, en cambio, según la palabra de Santiago Apóstol [Iac. 5, 14], administreseles la extremaunción.

8. En cuanto a añadir agua, ya fría, ya caliente o templada, en el sacrificio del altar, sigan, si quieren, los griegos su costumbre, con tal de que crean y afirmen que, guardada la forma del canon, de una y otra se consagra igualmente.9. Pero no reserven durante un año la Eucaristía consagrada en la cena del Señor, bajo pretexto de comulgar de ella los enfermos. Séales, sin embargo, permitido consagrar el cuerpo de Cristo para los mismos enfermos y conservarlo por quince días y no por más largo tiempo, para evitar que, por la larga reserva, alteradas tal vez las especies, resulte menos apto para ser recibido, si bien la verdad y eficacia permanecen siempre las mismas y no se desvanecen por duración o cambio alguno del tiempo.10. En cuanto a la celebración de las Misas solemnes y otras, y en cuanto a la hora de celebrarlas, con tal de que en la confección o consagración observen la forma de las palabras por el Señor expresada y enseñada, y en la celebración no pasen de la hora nona, permítaseles seguir su costumbre...

18. Respecto a la fornicación que comete soltero con soltera, no ha de dudarse en modo alguno que es pecado mortal, como quiera que afirma el Apóstol que tanto fornicarios como adúlteros son ajenos al reino de Dios [1 Cor. 6, 9 s].

19. Además, queremos y expresamente mandamos que los obispos griegos confieran en adelante las siete órdenes conforme a la costumbre de la Iglesia romana, pues se dice que hasta ahora han descuidado y omitido tres de las menores en los ordenados. Sin embargo, los que ya han sido así ordenados por ellos, dada su excesiva muchedumbre, pueden ser tolerados en las órdenes así recibidas.

20. Mas, como dice el Apóstol que la mujer, muerto el marido, está suelta de la ley del mismo, de suerte que tiene libre facultad de casarse con quien quiera en el Señor [Rom. 7. 2; 1 Cor. 7, 39]; no desprecien en modo alguno ni condenen los griegos las segundas, terceras y ulteriores nupcias, sino más bien apruébenlas, entre personas que, por lo demás, pueden lícitamente unirse en matrimonio. Sin embargo, los presbíteros no bendigan en modo alguno a las que por segunda vez se casan.

23. Finalmente, afirmando la Verdad en el Evangelio que si alguno dijere blasfemia contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni el futuro [Mt. 12, 32], por lo que se da a entender que unas culpas se perdonan en el siglo presente y otras en el futuro, y como quiera que también dice el Apóstol que el fuego probará cómo sea la obra de cada uno; y: Aquel cuya obra ardiere sufrirá daño; él, empero, se salvará; pero como quien pasa por el fuego [1 Cor. 3, 13 y 15]; y como los mismos griegos se dice que creen y afirman verdadera e indubitablemente que las almas de aquellos que mueren, recibida la penitencia, pero sin cumplirla; o sin pecado mortal, pero sí veniales y menudos, son purificados después de la muerte y pueden ser ayudados por los sufragios de la Iglesia; puesto que dicen que el lugar de esta purgación no les ha sido indicado por sus doctores con nombre cierto y propio, nosotros que, de acuerdo con las tradiciones y autoridades de los Santos Padres lo llamamos purgatorio, queremos que en adelante se llame con este nombre también entre ellos. Porque con aquel fuego transitorio se purgan ciertamente los pecados, no los criminales o capitales, que no hubieren antes sido perdonados por la penitencia, sino los pequeños y menudos, que aun después de la muerte pesan, si bien fueron perdonados en vida.

24. Mas si alguno muere en pecado mortal sin penitencia, sin género de duda es perpetuamente atormentado por los ardores del infierno eterno.25. Las almas, empero, de los niños pequeños después del bautismo y también las de los adultos que mueren en caridad y no están retenidas ni por el pecado ni por satisfacción alguna por el mismo, vuelan sin demora a la patria sempiterna.

***

UNIATAS
Las Iglesias uniatas son >Iglesias orientales católicas, la mayoría de las cuales fueron reconciliándose con la Iglesia a lo largo de los siglos, aunque dos de ellas, la Iglesia católica maronita (principalmente en el Líbano) y la Iglesia católica ítalo-albanesa (en el sur de Italia), nunca estuvieron en cisma o herejía. Agrupadas por ritos, las veintiuna Iglesias uniatas son: de rito alejandrino: la Iglesia copta (patriarcado; >Coptos) y la Iglesia etíope; de rito antioqueno: la Iglesia malankar, la Iglesia maronita (patriarcado) y la Iglesia siria (patriarcado); de rito armenio: la Iglesia armenia (patriarcado); de rito caldeo: la Iglesia caldea (patriarcado) y la Iglesia siro-malabar; de rito constantinopolitano/bizantino: la Iglesia albanesa, la bielorrusa, la búlgara, la griega, la húngara, la ítalo-albanesa, la melquita (patriarcado), la rumana, la rusa, la rutena, la eslovaca, la ucraniana y la yugoslava (croata). El número total de sus miembros, algo más de 10 millones, en un total de más de 550 millones de católicos en todo el mundo, no guarda proporción con su importancia, ya que mantienen en la Iglesia católica las tradiciones y los ritos de Oriente como parte de la herencia de toda la Iglesia (OE 5). De este modo potencian la diversidad en la unidad, que es uno de los dones de la catolicidad (>Católico) de la Iglesia. Es común entre los católicos romanos considerar a estas Iglesias como puentes hacia las Iglesias ortodoxas y orientales; el Vaticano II dijo: «Corresponde a las Iglesias orientales en comunión con la sede apostólica romana la especial misión de promover la unión de todos los cristianos, especialmente de los orientales» (OE 24). Pero la actitud hacia ellas de la Iglesia ortodoxa y de las Iglesias orientales es en general negativa; se las considera infieles a la ortodoxia; engañadas por Roma o romanizadas/latinizadas; se piensa que han renunciado a su propia identidad; que constituyen un obstáculo para toda auténtica comunicación entre la ortodoxia y el catolicismo romano. Estas acusaciones siguen haciéndose a pesar de los intentos del Vaticano II de tratar de modo íntegro y abierto con la Iglesia ortodoxa y con las otras Iglesias orientales en el Decreto sobre ecumenismo (UR 14-18) y en el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas (OE). Se ha dejado sentir particularmente el nombramiento de obispos uniatas en la Europa del Este tras la caída del comunismo en 1989. Son muchos los ortodoxos que creen que la Iglesia católica está llevando a cabo un >proselitismo encubierto.

El Decreto sobre las Iglesias orientales católicas del Vaticano II fue un paso importantísimo en la comprensión y valoración de la tradición oriental dentro de la Iglesia. Muy influenciado por los observadores de las Iglesias orientales, tuvo en algunas de ellas, de manera significativa, una acogida al mismo tiempo positiva y cautelosa, aunque hubo algún distinguido teólogo ortodoxo que lo consideró «un texto latino sobre la tradición oriental». Se pueden distinguir en el documento seis partes: tras la introducción, trata en general (OE 2-4) de las Iglesias o >ritos particulares, afirmando claramente que «gozan de igual dignidad: ninguna de ellas aventaja a las demás por razón del rito» (OE 3); la herencia espiritual de Oriente (OE 5-6) se ve reforzada por el hecho de gobernarse ellas mismas según su propia tradición y a través de un conocimiento cada vez mayor de su propio rito; los >patriarcas (OE 7-11) son padres y maestros de sus patriarcados, por lo que el concilio decreta «que sus derechos y privilegios sean restaurados según las antiguas tradiciones de cada Iglesia y los decretos de los sínodos ecuménicos»; se promulgan leyes canónicas en relación con los sacramentos (OE 13-18), el culto divino (OE 19-23) y las relaciones con los hermanos de las Iglesias separadas (OE 24-29); en la conclusión se afirma que las disposiciones jurídicas «se establecen para las circunstancias actuales, hasta que la Iglesia católica y las Iglesias orientales separadas lleguen a la plenitud de la comunión» (OE 30). A las Iglesias uniatas se les dio en 1990 un Código de Derecho canónico denominado Código de cánones de las Iglesias orientales (abreviado en latín CCEO, >Derecho canónico); en este código se refleja el Vaticano II y el trabajo de décadas anteriores.

Un desarrollo importante fue la legislación sobre la communicatio in sacris (>Intercomunión). Dado que los peligros asociados habitualmente a la intercomunión están en gran medida ausentes entre la Iglesia católica y las otras Iglesias de Oriente, puede seguirse «una manera de obrar más suave» (OE 26): si están bien dispuestos y ellos mismos lo piden espontáneamente, hay que administrar a los miembros de las otras Iglesias orientales los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la unción de enfermos; los católicos, por su parte, pueden pedir estos mismos sacramentos «a ministros acatólicos de Iglesias que tienen sacramentos válidos, siempre que lo aconseje la necesidad o un verdadero provecho espiritual y sea física o moralmente imposible acudir a un sacerdote católico» (OE 27). Este desarrollo no ha tenido correspondencia por parte ortodoxa.

Un importante ámbito para la renovación es la forma específicamente oriental del monaquismo, que ha desaparecido casi por completo en algunas Iglesias uniatas o ha sido desplazada por congregaciones religiosas de estilo occidental. Llevará varias décadas comprobar hasta qué punto dará resultados la revisión del derecho canónico oriental de 1990 en este y otros terrenos (>Ritos, >Derecho canónico). Pero el principal reto con que se enfrentan las Iglesias uniatas y el Occidente latino es dar testimonio vivo de la descripción que hace el Vaticano II del primer milenio: «Las Iglesias de Oriente y de Occidente, durante muchos siglos, siguieron su propio camino, unidas, sin embargo, por la comunión fraterna de la fe y de la vida sacramental, siendo la sede romana, por común consentimiento, la que resolvía cuando entre las Iglesias surgían discrepancias en materia de fe o de disciplina» (UR 14). La Iglesia ortodoxa observa atenta y continuamente para ver si esto vuelve a ser realidad hoy.

Durante siglos el uniatismo fue la estrategia principal de la Iglesia católica. En el diálogo entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica romana, la Comisión Conjunta, en su declaración de Balamand (1993), afirmaba que el uniatismo «no puede seguir aceptándose como un método a seguir ni como el modelo de la unidad que buscan nuestras Iglesias»>. Dada la aprensión que suscita la palabra entre los ortodoxos, se ha sugerido recientemente sustituir el nombre de «uniatas» por el de «católicas» para referirse a las Iglesias orientales en comunión con Roma.

domingo, 8 de noviembre de 2009

LA LEYENDA DE SARGON

La Leyenda de Sargón


Sargón, el soberano potente, rey de Agadé, soy yo. Mi madre fue una variable, a mi padre no conocí. Los hermano(s) de mi padre amaron las colinas. Mi ciudad es Azupiranu, situada en las orillas del Éufrates.
Mi variable madre me concibió, en secreto me dio a luz. (Éx 2,3)
Me puso en una cesta de juncos, con pez selló mi tapadera. Me lanzó al río, que no se levantó (sobre) mí. El río me transportó y me llevó a Akki, el aguador.
Akki, el aguador, me sacó cuando hundía su p[o]zal.
(10) Akki, el aguador, [me aceptó] por hijo suyo (y) me crió.
Akki, el aguador, me nombró su jardinero. Mientras era jardinero, Istar me otorgó (su) amor, Y durante cuatro y [... ] años ejercí la realeza. El [pueblo] de los cabezas negras regí, gob[erné];
Poderosos [mon]tes con azuelas de bronce conquisté, Las sierras superiores escalé, Las sierras inferiores [atra]vesé, Las [tierr]as del mar tres veces recorrí. Dilmun mi [mano] cap[turó],
[Al] (20) gran Der [subí], yo [...],
[...] alteré y [...]. Cualquier monarca que me suceda,
[...], R[ija, gobierne] el [pueblo] de los cabezas negras;
[Conquiste] poderosos [montes] con azuela[s de bronce], Escale las sierras superiores, [Atraviese las sierras inferiores],
¡Recorra las [tierr]as del mar tres veces!
[Capture Dilmun su mano],
(30) ¡Suba [al] gran Der y [ ]!
[...] de mi ciudad, Aga[dé ...]
[... ]...[...].
(Resto fragmentario)

Ex. 2,3: Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río.

LOS CONCILIOS ECUMENICOS -IV DE LETRAN-

LOS CONCILIOS ECUMENICOS

IV De Letrán (1215 d.c.)


Papa Inocencio III. Por la fe y la moral. Condenó a los albigenses y a los valdenses. Decidió la organización de una cruzada.
Revisó y fijó la legislación eclesiástica sobre los impedimentos matrimoniales y, en fin, impuso a los fieles la obligación de la confesión anual y de la comunión pascual. Es uno de los más importantes.
Se condenó la herejía de los Albigenses y de los Valdenses. Hubo importante definiciones sobre la Trinidad, la creación, Cristo Redentor, los Sacramentos y otros errores.
El emperador Federico Segundo fue al principio obediente y sumiso al Papa Inocencio III, que había actuado como tutor del joven príncipe, incluso participó en una Cruzada a Tierra Santa, por la ambición política se opuso a la Iglesia y tuvo que ser condenado.
Los griegos, que en el siglo once formaron parte del bloque oriental que se separó de la Iglesia, dos siglos más tarde, deseaban se reanudaran la relaciones con el Papado. Para concretar la doctrina en discusión tuvo lugar el concilio.

Magisterio del C.E IV de Letrán
XII ecuménico (contra los albigenses, Joaquín, los valdenses, etc.)
De la Trinidad, los sacramentos, la misión canónica, etc.

Cap. I. De La fe católica
[Definición contra los albigenses y otros herejes]
Firmemente creemos y simplemente confesamos, que uno solo es el verdadero Dios, eterno, inmenso e inconmutable, incomprensible, omnipotente e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres personas ciertamente, pero una sola esencia, sustancia o naturaleza absolutamente simple. El Padre no viene de nadie, el Hijo del Padre solo, y el Espíritu Santo a la vez de uno y de otro, sin comienzo, siempre y sin fin. El Padre que engendra, el Hijo que nace y el Espíritu Santo que procede: consustanciales, coiguales, coomnipotentes y coeternos; un solo principio de todas las cosas; Creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, espirituales y corporales; que por su omnipotente virtud a la vez desde el principio del tiempo creó de la nada a una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana, y después la humana, como común, compuesta de espíritu y de cuerpo. Porque el diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismos, se hicieron malos. El hombre, empero, pecó por sugestión del diablo. Esta Santa Trinidad, que según la común esencia es indivisa y, según las propiedades personales, diferente, primero por Moisés y los santos profetas y por otros siervos suyos, según la ordenadísima disposición de los tiempos, dio al género humano la doctrina saludable.
Y, finalmente, Jesucristo unigénito Hijo de Dios, encarnado por obra común de toda la Trinidad, concebido de María siempre Virgen, por cooperación del Espíritu Santo, hecho verdadero hombre, compuesto de alma racional y carne humana, una sola persona en dos naturalezas, mostró más claramente el camino de la vida. Él, que según la divinidad es inmortal e impasible, Él mismo se hizo, según la humanidad, pasible y mortal; Él también sufrió y murió en el madero de la cruz por la salud del género humano, descendió a los infiernos, resucitó de entre los muertos y subió al cielo; pero descendió en el alma y resucitó en la carne, y subió juntamente en una y otra; ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir según sus obras, ora fueren buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna.
Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino, después de transustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos nosotros de lo suyo lo que Él recibió de lo nuestro. Y este sacramento nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere Sido debidamente ordenado, según las llaves de la Iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores. En cambio, el sacramento del bautismo (que se consagra en el agua por la invocación de Dios y de la indivisa Trinidad, es decir, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo) aprovecha para la salvación, tanto a los niños como a los adultos fuere quienquiera el que lo confiera debidamente en la forma de la Iglesia. Y si alguno, después de recibido el bautismo, hubiere caído en pecado, siempre puede repararse por una verdadera penitencia. Y no sólo los vírgenes y continentes, sino también los casados merecen llegar a la bienaventuranza eterna, agradando a Dios por medio de su recta fe y buenas obras.

Cap. 2. Del error del abad Joaquín
Condenamos, pues, y reprobamos el opúsculo o tratado que el abad Joaquín ha publicado contra el maestro Pedro Lombardo sobre la unidad o esencia de la Trinidad, llamándole hereje y loco, por haber dicho en sus sentencias: "Porque cierta cosa suma es el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y ella ni engendra ni es engendrada ni procede". De ahí que afirma que aquél no tanto ponía en Dios Trinidad cuanto cuaternidad, es decir, las tres personas, y aquella común esencia, como si fuera la cuarta; protestando manifiestamente que no hay cosa alguna que sea Padre e Hijo y Espíritu Santo, ni hay esencia, ni sustancia, ni naturaleza; aunque concede que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo son una sola esencia, una sustancia y una naturaleza. Pero esta unidad confiesa no ser verdadera y propia, sino colectiva y por semejanza, a la manera como muchos hombres se dicen un pueblo y muchos fieles una Iglesia, según aquello: La muchedumbre de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma [Act. 4, 32]; y: El que se une a Dios, es un solo espíritu con Él [1 Cor. 6, 17]; asimismo: El que planta y el que riega son una misma cosa [1 Cor. 3, 8]; y: Todos somos un solo cuerpo en Cristo [Rom. 12, 5]; nuevamente en el libro de los Reyes [Ruth]: Mi pueblo y tu pueblo son una cosa sola [Ruth, l, 16]. Mas para asentar esta sentencia suya, aduce principalmente aquella palabra que Cristo dice de sus fieles en el Evangelio: Quiero, Padre, que sean una sola cosa en nosotros, como también nosotros somos una sola cosa, a fin de que sean consumados en uno solo [Ioh. 17, 22 s]. Porque (como dice) no son los fieles una sola cosa, es decir, cierta cosa única, que sea común a todos, sino que son una sola cosa de esta forma, a saber, una sola Iglesia por la unidad de la fe católica, y, finalmente, un solo reino por la unidad de la indisoluble caridad, como se lee en la Epístola canónica de Juan Apóstol: Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, y los tres son una sola cosa [1 Ioh. 5, 7], e inmediatamente se añade: Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre: y estos tres son una sola cosa [1 Ioh. 5, 8], según se halla en algunos códices.
Nosotros, empero, con aprobación del sagrado Concilio, creemos y confesamos con Pedro Lombardo que hay cierta realidad suprema, incomprensible ciertamente e inefable, que es verdaderamente Padre e Hijo y Espíritu Santo; las tres personas juntamente y particularmente cualquiera de ellas y por eso en Dios sólo hay Trinidad y no cuaternidad, porque cualquiera de las tres personas es aquella realidad, es decir, la sustancia, esencia o naturaleza divina; y ésta sola es principio de todo el universo, y fuera de este principio ningún otro puede hallarse. Y aquel ser ni engendra, ni es engendrado, ni procede; sino que el Padre es el que engendra; el Hijo, el que es engendrado, y el Espíritu Santo, el que procede, de modo que las distinciones están en las personas y la unidad en la naturaleza. Consiguientemente, aunque uno sea el Padre, otro, el Hijo, y otro, el Espíritu Santo; sin embargo, no son otra cosa, sino que lo que es el Padre, lo mismo absolutamente es el Hijo y el Espíritu Santo; de modo que, según la fe ortodoxa y católica, se los cree consustanciales. El Padre, en efecto, engendrando ab aeterno al Hijo, le dio su sustancia, según lo que Él mismo atestigua: Lo que a mi me dio el Padre, es mayor que todo [Ioh. 10, 29]. Y no puede decirse que le diera una parte de su sustancia y otra se la retuviera para sí, como quiera que la sustancia del Padre es indivisible, por ser absolutamente simple. Pero tampoco puede decirse que el Padre traspasara al Hijo su sustancia al engendrarle, como si de tal modo se la hubiera dado al Hijo que no se la hubiera retenido para sí mismo, pues de otro modo hubiera dejado de ser sustancia. Es, pues, evidente que el Hijo al nacer recibió sin disminución alguna la sustancia del Padre, y así el Hijo y el Padre tienen la misma sustancia: y de este modo, la misma cosa es el Padre y el Hijo, y también el Espíritu Santo, que procede de ambos. Mas cuando la Verdad misma ora por sus fieles al Padre, diciendo: Quiero que ellos sean una sola cosa en nosotros, como también nosotros somos una sola cosa [Ioh. 17, 22], la palabra unum (una sola cosa), en cuanto a los fieles, se toma para dar a entender la unión de caridad en la gracia, pero en cuanto a las personas divinas, para dar a entender la unidad de identidad en la naturaleza, como en otra parte dice la Verdad: Sed... perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto [Mt. 5, 48], como si más claramente dijera: Sed perfectos por perfección de la gracia, como vuestro Padre celestial es perfecto por perfección de naturaleza, es decir, cada uno a su modo; porque no puede afirmarse tanta semejanza entre el Creador y la criatura, sin que haya de afirmarse mayor desemejanza. Si alguno, pues, osare defender o aprobar en este punto la doctrina del predicho Joaquín, sea por todos rechazado como hereje.
Por esto, sin embargo, en nada queremos derogar al monasterio de Floris (cuyo institutor fue el mismo Joaquín), como quiera que en él se da la institución regular y la saludable observancia; sobre todo cuando el mismo Joaquín mandó que todos sus escritos nos fueran remitidos para ser aprobados o también corregidos por el juicio de la Sede Apostólica, dictando una carta, que firmó por su mano, en la que firmemente profesa mantener aquella fe que mantiene la Iglesia de Roma, la cual, por disposición del Señor, es madre y maestra de todos los fieles. Reprobamos también y condenamos la perversísima doctrina de Almarico, cuya mente de tal modo cegó el padre de la mentira que su doctrina no tanto ha de ser considerada como herética cuanto como loca.

Cap. 3. De los herejes (valdenses)
[Necesidad de una misión canónica]
Mas como algunos, bajo apariencia de piedad (como dice el Apóstol), reniegan de la virtud de ella [2 Tim. 3, 5] y se arrogan la autoridad de predicar, cuando el mismo Apóstol dice: ¿Cómo... predicarán, si no son enviados [Rom. 10, 15], todos los que con prohibición o sin misión, osaren usurpar pública o privadamente el oficio de la predicación, sin recibir la autoridad de la Sede Apostólica o del obispo católico del lugar, sean ligados con vínculos de excomunión, y si cuanto antes no se arrepintieren, sean castigados con otra pena competente.

Cap. 4. De la soberbia de los griegos contra los latinos
Aun cuando queremos favorecer y honrar a los griegos que en nuestros días vuelven a la obediencia de la Sede Apostólica, conservando en cuanto podemos con el Señor sus costumbres y ritos; no podemos, sin embargo, ni debemos transigir con ellos en aquellas cosas que engendran peligro de las almas y ofenden el honor de la Iglesia. Porque después que la Iglesia de los griegos, con ciertos cómplices y fautores suyos, se sustrajo a la obediencia de la Sede Apostólica, hasta tal punto empezaron los griegos a abominar de los latinos que, entre otros desafueros que contra ellos cometían, cuando sacerdotes latinos habían celebrado sobre altares de ellos, no querían sacrificar en los mismos, si antes no los lavaban, como si por ello hubieran quedado mancillados. Además, con temeraria audacia osaban bautizar a los ya bautizados por los latinos y, como hemos sabido, hay aún quienes no temen hacerlo. Queriendo, pues, apartar de la Iglesia de Dios tamaño escándalo, por persuasión del sagrado Concilio, rigurosamente mandamos que no tengan en adelante tal audacia, conformándose como hijos de obediencia a la sacrosanta Iglesia Romana, madre suya, a fin de que haya un solo redil y un solo pastor [Ioh. 10, 16]. Mas si alguno osare hacer algo de esto, herido por la espada de la excomunión, sea depuesto de todo oficio y beneficio eclesiástico.

Cap. 5. De la dignidad de los Patriarcas
Renovando los antiguos privilegios de las sedes patriarcales, con aprobación del sagrado Concilio universal, decretamos que, después de la Iglesia Romana, la cual, por disposición del Señor, tiene sobre todas las otras la primacía de la potestad ordinaria, como madre y maestra que es de todos los fieles, ocupe el primer lugar la sede de Constantinopla, el segundo la de Alejandría, el tercero la de Antioquía, el cuarto la de Jerusalén.

Cap. 21. Del deber de la confesión, de no revelarla el sacerdote y de comulgar por lo menos en Pascua
Todo fiel de uno u otro sexo, después que hubiere llegado a los años de discreción, confiese fielmente él solo por lo menos una vez al año todos sus pecados al propio sacerdote, y procure cumplir según sus fuerzas la penitencia que le impusiere, recibiendo reverentemente, por lo menos en Pascua, el sacramento de la Eucaristía, a no ser que por consejo del propio sacerdote por alguna causa razonable juzgare que debe abstenerse algún tiempo de su recepción; de lo contrario, durante la vida, ha de prohibírsele el acceso a la Iglesia y, al morir, privársele de cristiana sepultura. Por eso, publíquese con frecuencia en las Iglesias este saludable estatuto, a fin de que nadie tome el velo de la excusa por la ceguera de su ignorancia. Mas si alguno por justa causa quiere confesar sus pecados con sacerdote ajeno, pida y obtenga primero licencia del suyo propio, como quiera que de otra manera no puede aquél absolverle o ligarle. El sacerdote, por su parte, sea discreto y cauto y, como entendido, sobrederrame vino y aceite en las heridas [cf. Lc. 10, 34], inquiriendo diligentemente las circunstancias del pecador y del pecado, por las que pueda prudentemente entender qué consejo haya de darle y qué remedio, usando de diversas experiencias para salvar al enfermo.
Mas evite de todo punto traicionar de alguna manera al pecador, de palabra, o por señas, o de otro modo cualquiera; pero si necesitare de más prudente consejo, pídalo cautamente sin expresión alguna de la persona Porque el que osare revelar el pecado que le ha sido descubierto en el juicio de la penitencia, decretamos que ha de ser no sólo depuesto de su oficio sacerdotal, sino también relegado a un estrecho monasterio para hacer perpetua penitencia.

Cap. 41. De la continuidad de la buena fe en toda prescripción
Como quiera que todo lo que no procede de la fe, es pecado [Rom. 14, 23], por juicio sinodal definimos que sin la buena fe no valga ninguna prescripción, tanto canónica como civil, como quiera que de modo general ha de derogarse toda constitución y costumbre que no puede observarse sin pecado mortal. De ahí que es necesario que quien prescribe, no tenga conciencia de cosa ajena en ningún momento del tiempo.

Cap. 62. De las reliquias de los Santos
Como quiera que frecuentemente se ha censurado la religión cristiana por el hecho de que algunos exponen a la venta las reliquias de los Santos y las muestran a cada paso, para que en adelante no se la censure, estatuimos por el presente decreto que las antiguas reliquias en modo alguno se muestren fuera de su cápsula ni se expongan a la venta. En cuanto a las nuevamente encontradas, nadie ose venerarlas públicamente, si no hubieren sido antes aprobadas por autoridad del Romano Pontífice...

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ABAD JOAQUIN DE FIORI
De origen humilde, fue un sabio autodidacta que posteriormente fue escritor experto en temas de teología y filosofía. Entre 1156 y 1157, mientras viajaba por Palestina, tuvo una experiencia mística en el Monte Tabor luego del cual obtuvo el don de la exégesis. En 1159 ingresó a la orden cisterciense y en 1188 el Papa lo liberó bajo petición propia de sus obligaciones como abad.
Con sus discípulos, fundó una comunidad monástica en 1196 (con aprobación de Celestino III). Pese a ser un buen abad y a sus debates teológicos, también se distinguió por sus profecías, fundadas en la exégesis bíblica, gracias a la hermenéutica postulando la historia del mundo en tres eras distintas, una por cada persona de la Trinidad.
Defendió una concepción histórica de Dios y la Humanidad, en la cual la historia concluye con una renovación espiritual de la Iglesia, convirtiendo el mundo en un monasterio único que estaría habitado por monjes espirituales ideales. Afirmó que el fin del mundo estaría previsto para 1260.
Murió el 30 de marzo de 1202, fue uno de los influyentes proféticos y teológicos, no solo en el campo del catolicismo sino del protestantismo y en el desarrollo de las predicciones de Nostradamus.
En el IV Concilio de Letrán (1215-16), se condenaron algunas de sus opiniones respecto a la Trinidad, la creación, Cristo Redentor y los Sacramentos; sin embargo no se atacó a su persona, pues ya se había extendido la fama de santidad entre el pueblo. En 1220 el papa Honorio III lo declaró perfectamente católico y mandó divulgar esta sentencia. Los seguidores de Joaquín de Fiore enviaron una relación de milagros atribuidos a él, con vistas a la canonización.
El culto como beato se estableció espontáneamente. En 1688 fue incluido como beato en las Acta Sanctorum de los Bolandistas. En 2001 fue reabierto su proceso de canonización y la petición de nombrarlo Doctor de la Iglesia.

JOAQUINITAS
Seguidores del abad cisterciense Joaquín de Fiores, muerto el 20 de marzo de 1202, autor de un comentario al Apocalipsis, Apocalypsis nova, en el que anunciaba como próximo el inicio de la nueva era absolutamente espiritual del Espíritu Santo, tras aquella de la Ley o del Padre del Antiguo Testamento, o la del Hijo del Nuevo Testamento. El inicio de esta era espiritual, en la que habría dominado el Evangelio eterno con la desaparición, en la Iglesia, de toda contaminación temporal, fue fijado para el año 1260. Las ideas joaquinitas fueron condenadas en el Concilio Lateranense IV, en 1215.

(s. XIII) – movimiento formado alrededor de las ideas de neto corte milenarista promovidas por el monje cisterciense Joaquín de Fiore (Calabria 1155-1202).Tales fueron luego recogidas, enriquecidas y difundidas por discípulo, el franciscano Gerardo Di Borgo San Donino a través de su libro ‘Introductio ad Evangelium Aeternum’. Di Fiore, autor de numerosas obras entre las cuales se destacó la ‘Expositio ad Apocalypsim’ (para muchos estudiosos creador de una escuela exegética), creía en el inminente advenimiento del Mesías quien instalaría un reinado de paz con la consiguiente expansión del cristianismo por todos los rincones del orbe.
Dividía el proceso, según la historia de la humanidad, en tres etapas, la primera había acaecido en los tiempos del Antiguo Testamento y que denominaba la ‘Era del Padre’; la segunda tuvo su inicio con la Encarnación del Verbo, denominándola la ‘Era del Hijo’ y la tercera estaba aún por venir –que según sus cálculos ocurriría en el año 1260- y que llamaba la “Era del Espíritu Santo’. Esta última etapa, como dijéramos, se caracterizaría por un estado de paz generalizada, cuyo modelo era la vida de los monjes, en el que los hombres vivirían en un paraíso terrenal bajo el reinado de Cristo. Como consecuencia de ello, de Fiore creía en la innecesariedad futura de la Iglesia visible la que irremediablemente desaparecería absorbida por una Iglesia espiritual.
Por otro lado, la heterodoxia de su teología trinitaria fue la que trajo aparejadas las censuras del IV concilio de Letrán. Creía el abad Joaquín que aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueran una esencia, esta unidad no era verdadera, sino colectiva, con lo que sus ideas caían en el error del ‘triteísmo’ típico de los pueblos paganos de oriente, comprometiendo así la doctrina de la unidad divina. Años después de su muerte, durante el IV Concilio Ecuménico de Letrán (1215) llevado a cabo durante el pontificado de Inocencio III (1198-1216), sus doctrinas fueron condenadas. Sin embargo, ello no fue óbice para que tales ideas fueran recogidas por otros en el devenir de la historia, entre los cuales cabe destacar a la comunidad de origen franciscano conocido como los ‘Espirituales’ (s. XIII) y en nuestros días, seguidas por un sinnúmero de sectas de origen cristiano como es el caso de los Testigos de Jehová.

sábado, 7 de noviembre de 2009

MITOLOGIA: - BACO Y SU ASCENSION AL OLIMPO -

MITOLOGIA

Baco y su ascensión al Olimpo


El recuerdo de Semele acompañaba siempre al dios en sus viajes a través de la vieja Grecia, en sus luchas para imponerse como divinidad, y en los ensordecedores alaridos de las fiestas.
Con tal frecuencia y tan intensamente pensaba en su madre, que un día resolvió ir en su búsqueda para conducirla al Olimpo con honores y pompas dignos de una diosa.
La princesa tebana se encontraba en el lúgubre y sombrío mundo de los muertos, donde reinaba Hades, hermano de Zeus y señor de los infiernos, y Persefone, su divina esposa, hija de Deméter. Hacia allá partió Dioniso, emprendiendo su último viaje. Con Hades nada habló de sus intensiones, pues contaba con su seguro rechazo. Prefirió dirigirse a la hermosa Persefone, a quien prodigó palabras dulces y ricos presentes que le valieron obtener la vuelta de Semele.
Apenas aferró la mano de la princesa. Dioniso abandonó sin demora las tristes sombras del Erebo, dirigiéndose al templo de Artemisa, donde se refugió de la persecución emprendida por Hades, furioso y vengativo.
Calmada por fin la furia del señor de los infiernos, abandonó el escondrijo y tomó el camino del Olimpo.
Al trasponer los limites de la morada de los dioses, juzgó prudente llamar Tione a su madre, para de ese modo no suscitar la cólera de la celosa Hera, a quien el nombre de Semele recordaría inmediatamente a la antigua rival tan duramente castigada.
Mientras introducía a su madre en la comunidad divina, el propio Dioniso –por el poder del vino- adquiría finalmente el derecho de participar de los honores de los seres olímpicos. Y tan importante se volvió entre ellos que, sin encontrar la menor resistencia ni provocar desagrados, desplazó a Hestia, la diosa del hogar, de su puesto junto a Zeus, y ocupó ese sitial privilegiado en su lugar, afirmándose para siempre como divinidad de capital importancia.