MITOLOGIA
Baco y su ascensión al Olimpo
El recuerdo de Semele acompañaba siempre al dios en sus viajes a través de la vieja Grecia, en sus luchas para imponerse como divinidad, y en los ensordecedores alaridos de las fiestas.
Con tal frecuencia y tan intensamente pensaba en su madre, que un día resolvió ir en su búsqueda para conducirla al Olimpo con honores y pompas dignos de una diosa.
La princesa tebana se encontraba en el lúgubre y sombrío mundo de los muertos, donde reinaba Hades, hermano de Zeus y señor de los infiernos, y Persefone, su divina esposa, hija de Deméter. Hacia allá partió Dioniso, emprendiendo su último viaje. Con Hades nada habló de sus intensiones, pues contaba con su seguro rechazo. Prefirió dirigirse a la hermosa Persefone, a quien prodigó palabras dulces y ricos presentes que le valieron obtener la vuelta de Semele.
Apenas aferró la mano de la princesa. Dioniso abandonó sin demora las tristes sombras del Erebo, dirigiéndose al templo de Artemisa, donde se refugió de la persecución emprendida por Hades, furioso y vengativo.
Calmada por fin la furia del señor de los infiernos, abandonó el escondrijo y tomó el camino del Olimpo.
Al trasponer los limites de la morada de los dioses, juzgó prudente llamar Tione a su madre, para de ese modo no suscitar la cólera de la celosa Hera, a quien el nombre de Semele recordaría inmediatamente a la antigua rival tan duramente castigada.
Mientras introducía a su madre en la comunidad divina, el propio Dioniso –por el poder del vino- adquiría finalmente el derecho de participar de los honores de los seres olímpicos. Y tan importante se volvió entre ellos que, sin encontrar la menor resistencia ni provocar desagrados, desplazó a Hestia, la diosa del hogar, de su puesto junto a Zeus, y ocupó ese sitial privilegiado en su lugar, afirmándose para siempre como divinidad de capital importancia.
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