MITOLOGIA
Céfalos y Procris unidos en el cielo
Céfalos y Procris unidos en el cielo
Céfalo, hijo de Mercurio (Hermes) y Herse, cae victima del implacable amor de Aurora. Para la diosa nada significa el sufrimiento que causará a la princesa Procris, tierna y amorosa esposa del joven.
Siempre fiel al marido, jamás había ella pensado en una aventura que arriesgara su felicidad conyugal.
Enamorada e insaciable como siempre, Aurora rapta a Céfalo, mientras él cazaba en las proximidades del monte Himeto.
Pero, a pesar de todo el esfuerzo que la diosa hace para seducirlo, el joven continúa enamorado de la suave Procris. Y se rebela cada día contra esa convivencia forzada.
Aurora empieza entonces a pensar en una estratagema que pueda arrancar del corazón de Céfalo a la amada princesa.
Después de constantes insinuaciones, consigue infundirle la duda sobre la fidelidad de su esposa. Para probarle que Procris no es el modelo de virtudes que él cree, sino que, por el contrario, es capaz de cometer adulterio, Aurora lo incita a presentarse ante su mujer disfrazado de rico comerciante y a ofrecerle valiosos presentes para obtener sus favores amorosos.
Atormentado por la duda, Céfalo sigue el engañoso plan. Parte para la tierra natal, y va a llamar a la puerta de su antiguo hogar.
En un principio, Procris intenta con delicadeza convencerlo de que no aceptará que le haga la corte. Ni las joyas que le ofrece a cambio de su amor.
Pero, finalmente, la tentación es grande: las hermosas joyas que relucen frente a sus ojos podrían ser una forma de disminuir el desamparo de la casa que el marido abandonara. La hermosa princesa acaba dejándose seducir.
Céfalo está desesperado: la esposa no era fiel como él pensaba, sino que se demostraba capaz de conceder, en un trato comercial, sus amores a un extraño. Puesto que, en ese momento, él era un extraño para Procris.
Se da a conocer a la joven. La acusa, sumiéndola en profunda vergüenza y dolorosa sentimiento de deshonra, como si toda dignidad hubiese rodado por el suelo.
Procris huye. Camina atravesando tierras y ríos, cargando su miseria, hasta que por fin llega a Eubea, donde Diana, la valiente diosa de la caza, gobierna a sus súbditos.
Llorando, cuenta a la diosa lo acontecido. Para mitigar su dolor, Diana le da un perro de caza de olfato preciso, que no deja escapar ningún animal. Y un dardo que jamás yerra el blanco.
Tras mucho conversar con su nueva amiga, y trazando un plan de venganza, Procris decide volver a su antigua casa y presentarse al marido bajo un disfraz perfecto.
Al llegar, ofrece a Céfalo el perro y el dardo, también a cambio de amor, como el mismo hiciera antes.
La codicia nuevamente es mayor que la fidelidad y Céfalo cede, incurriendo así en la misma falta que su esposa.
Ahora Procris está vengada. Falta por falta, torpeza por torpeza, tiene en la mano un arma para defenderse. Y se reconcilia con su marido.
Céfalo sale de caza, y ella, temiendo un nuevo ataque de la divina rival, lo sigue.
Confundiéndola con un animal, Céfalo, sin vacilar, arroja contra su mujer el invencible dardo de Diana.
Procris cae muerta, herida en el corazón. Su marido ve, todavía incrédulo, el cadáver extendido sobre la hierba. Después camina decidido hasta el promontorio de Léucade (Laukás Petra) y de un salto se arroja al mar.
Conmovido por aquel trágico amor. Júpiter colocó a los esposo entre los astros.
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