MITOS HEBREOS
LA CAÍDA DEL HOMBRE
POR ROBERT GRAVES y RAPHAEL PATAI
Dios permitió que Adán y su esposa Eva comieran los frutos de todos los árboles de Edén menos los del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, pues probarlos e inclusive tocarlos implicaría la muerte. La Serpiente que estaba allí preguntó astutamente a Eva: "¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?", Y ella respondió: "No, pero nos advirtió bajo pena de muerte que nos abstengamos de comer del fruto del que está en medio de este jardín". La Serpiente exclamó: "¡Entonces, Dios os ha engañado! Su fruto no causa la muerte;
sólo confiere sabiduría. Os mantiene en la ignorancia". Así convenció a Eva para que probase el fruto, y Adán hizo lo mismo.
Cuando hubieron comido, Adán y Eva se miraron, y viendo de pronto que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones.
Oyeron que Dios se paseaba por el jardín al fresco del día y se escondieron entre los árboles.
Pero Dios llamó al hombre, diciendo: "¿Dónde estás?" Y Adán contestó: "Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo, me escondí". Dios preguntó: "¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol que te prohibí comer?" Adán respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio de él y comí". Dios preguntó a Eva: "¿Por qué has hecho eso?" Y Eva contestó: "La serpiente me engañó y comí". Dios maldijo a la serpiente: 'Tor
haber hecho esto maldita serás entre todos los ganados y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida- Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza y tú le morderás a él el calcañal".
Luego maldijo a Eva: "Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará".
Su siguiente maldición recayó sobre Adán: "Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol de que te prohibí comer, diciéndote: no comas de é l , por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado, ya que polvo eres y al polvo volverás." .
Como los cinturones de hojas de higuera eran demasiado frágiles para un trabajo tan duro, Dios misericordiosamente dio a Adán y Eva túnicas de pieles. Pero se d i j o : "He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida y, comiendo de é l, viva para siempre." Y arrojó a Adán de Edén y apostó en su puerta oriental un querubín que blandía una espada flameante para guardar el camino del árbol de la vida.
La serpiente empujó rudamente a Eva contra el Árbol de la Ciencia y le dijo: "No has muerto después de tocar este árbol; ni morirás después de comer su fruto." También d i j o : "Todos los seres anteriores son gobernados por los posteriores. Tú y Adán, creados los últimos de todos, gobernáis el mundo; comed, por consiguiente, y sed sabios, no sea que Dios envíe nuevos seres que usurpen vuestro gobierno." Cuando los hombros de Eva tocaron el árbol, ella vio que la
Muerte se acercaba. "Ahora voy a morir —gimió— ¡y Dios le dará a Adán una nueva esposa! Le persuadiré para que coma como yo, de modo que si los dos debemos morir, moriremos juntos; pero si no, viviremos juntos." Arrancó un fruto y comió y luego, llorando, suplicó a Adán, hasta que éste accedió a compartirlo.
Más tarde Eva convenció a todos los animales y aves para que probasen el fruto, o a todos excepto al prudente fénix, el que es inmortal desde entonces.
Adán admiraba la desnudez de Eva, porque su espléndida piel exterior, una lámina de luz pulida como la uña de un dedo, había desaparecido. Pero aunque la belleza de su cuerpo interior, brillante como una perla blanca, lo embelesaba, luchó durante tres horas contra la tentación de comer y hacerse igual a ella, y entretanto tenía el fruto en la mano. Por fin dijo: "Eva, prefiero morir a sobrevivirte. Si la Muerte reclama tu ánima, Dios nunca podría consolarme con otra
mujer que igualase tu belleza." Dicho eso, probó el fruto y la piel de luz exterior desapareció también de él.
Algunos sostienen que Adán, al comer el fruto, consiguió el don de la profecía; pero que, cuando trató de arrancar hojas para hacerse un delantal, los árboles lo rechazaron gritando: "¡Vete, ladrón, que has desobedecido a tu Creador! ¡No tendrás nada de nosotros!" Sin embargo, el Árbol de la Ciencia le dejó tomar lo que deseaba —eran hojas de higuera—, aprobando que prefiriera la sabiduría a la inmortalidad.
Otros dicen que el Árbol de la Ciencia era un inmenso tallo de trigo, más alto que un cedro; o una cepa, o un cidro, cuyo fruto es utilizado en la celebración de los Tabernáculos. Pero Enoc dice que era una palmera datilera.
Según algunos, las ropas que dio Dios a Adán y Eva se parecían a los finos lienzos egipcios de Bet San, que se amoldan al cuerpo, según otros, eran de piel de cabra o de conejo, o de lana circasiana, o de pelo de camello, o de la piel de la serpiente.
Otros más dicen que el vestido de Adán era una túnica de Sumo Sacerdote, la que legó a su hijo Set, quien la legó a Matusalén, cuyo heredero fue el Padre Noé. Aunque su hijo primogénito Jafet debía haber heredado esa túnica, Noé previo que los Hijos de Israel provendrían de Sem, a quien la confió en consecuencia.
Sem dio la túnica a Abraham, quien, como el servidor amado de Dios, podía reclamar el derecho de primogenitura; Abraham a Isaac, e Isaac a Jacob. Luego pasó a Rubén, el primogénito de Jacob, y así el legado continuó, generación tras generación, hasta que Moisés quitó al primogénito de la casa de Rubén el privilegio de ofrecer sacrificios y se lo dio al levita Aarón.
Adán y Eva fueron expulsados de Edén en el Primer Viernes, el día en que ambos fueron creados y pecaron. En el Primer Sábado, Adán descansó y rogó el perdón de Dios. Cuando terminó fue al Alto Guijón, el más caudaloso de los ríos, y allí hizo penitencia durante siete semanas, metido en medio de la corriente con el agua hasta el mentón, hasta que su cuerpo quedó tan blando como una esponja.
Después un ángel fue a consolar a Adán y le enseñó a utilizar tenacillas para el fuego y un martillo de herrero, así como a manejar los bueyes, para que no se retrasase al arar.
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