TEXTOS SUMERIOS
INANNA Y SHUKALLETUDA
Samuel Noah
Kramer
Shukalletuda
[…],
cuando
vertía el agua en los surcos,
cuando
cavaba regueros a lo largo de los cuadros de la tierra […],
tropezaba
con las raíces, era arañado por ellas.
Los vientos
furiosos con todo lo que traen,
con el polvo
de las montañas, le azotaban el rostro:
a su rostro
[…] y sus manos […],
la
dispersaban, y él ya no reconocía a sus […]
Entonces él
alzó los ojos hacia las tierras bajas,
miró las
estrellas al este,
alzó los
ojos hacia las tierras altas,
miró las
estrellas al oeste;1
contempló el firmamento donde se escriben los
signos.
En este
cielo inscrito, aprendió los presagios;
vio cómo
había que aplicar las leyes divinas,
estudió las
decisiones de los dioses.
En el
jardín, en cinco, en diez sitios inaccesibles,
en cada uno
de estos lugares plantó un árbol como sombra protectora.
La sombra
protectora de este árbol
–el sarbatu
de opulento follaje–
la sombra
que da al despuntar el día,
al mediodía
y al anochecer, nunca desaparece.
Ahora bien,
un día, mi reina, después de haber atravesado el cielo,
atravesado
la tierra,
Inanna,
después de haber atravesado el cielo, atravesado la tierra,
después de
haber atravesado Elam y Shubur,
después de
haber atravesado […],
la
hieródula,2 vencida por el cansancio,
se acercó al
jardín y se adormeció.
Shukalletuda
la vio desde el extremo de su jardín.
Abusó de
ella, la tomó en sus brazos,
y después
volvió al extremo de su jardín.
Despuntó el
alba, salió el sol:
la mujer
miró a su alrededor, espantada;
Inanna miró
a su alrededor, espantada.
Entonces, la
mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
Inanna, a
causa de su vagina, ¡lo que hizo!
Todos los
pozos del país los llenó de sangre;
todos los
bosquecillos y los jardines del país,
ella los
saturó de sangre.
Los siervos
que habían ido a buscar leña no bebieron más que sangre,
las
sirvientas que fueron a llenar el balde de agua
no lo
llenaron más que de sangre.
– «Quiero
descubrir a aquel que ha abusado de mí,
por todos
los países», dijo ella.
Pero al que
había abusado de ella, no lo encontró.
Porque el
joven entró en la casa de su padre;
Shukalletuda
dijo a su padre:
– «Padre:
cuando yo vertía el agua en los surcos,
cuando
cavaba regueros a lo largo de los cuadros de tierra […],
tropezaba
con las raíces, era arañado por ellas.
Los vientos
furiosos, con todo lo que traen,
con el polvo
de las montañas, me azotaban el rostro,
a mi rostro
[…] y a mis manos […],
la dispersaban
y yo ya no reconocía sus […]
Entonces
alcé los ojos hacia las tierras bajas,
miré las
estrellas al este,
alcé los
ojos hacia las tierras altas,
miré las
estrellas al oeste;
contemplé el
cielo donde se inscribían los signos.
En el cielo
inscrito aprendí los presagios;
vi cómo
había que aplicar las leyes divinas,
estudié las
decisiones de los dioses.
En el
jardín, en cinco, en diez sitios inaccesibles,
En cada uno
de estos sitios planté un árbol
como una
sombra protectora.
La sombra
protectora de ese árbol
–el sarbatu,
de opulento follaje–
la sombra
que da al despuntar el día,
a mediodía y
al anochecer, nunca desaparece.
Ahora bien,
un día, mi reina, después de haber atravesado el cielo,
atravesado
la tierra,
Inanna,
después de haber atravesado el cielo, atravesado la tierra,
después de
haber atravesado Elam y Shubur,
después de
haber atravesado […],
la
hieródula, vencida por el cansancio,
se acercó al
jardín y se adormeció.
Yo la vi
desde el extremo de mi jardín.
Abusé de
ella, la tomé en mis brazos,
y después
volví al extremo de mi jardín».
Despuntó el
alba, salió el sol:
la mujer
miró a su alrededor, espantada.
Inanna miró
a su alrededor, espantada.
Entonces, la
mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
Inanna, a
causa de su vagina, ¡lo que hizo!
Todos los
pozos del país los llenó de sangre.
Todos los
bosquecillos y jardines del país,
ella los
saturó de sangre.
Los siervos
que habían ido a buscar leña no bebieron más que sangre,
Las
sirvientas que fueron a llenar el balde de agua
no lo
llenaron más que de sangre.
– «Quiero
descubrir a aquel que ha abusado de mí,
por todos
los países», dijo ella.
Pero al que
había abusado de ella no lo encontró,
porque el
padre respondió al joven,
el padre
respondió a Shukalletuda:
– «Hijo mío:
quédate cerca de las ciudades de tus hermanos.
Dirige tus
pasos y ve hacia tus hermanos,
los de la
cabeza negra,3
y la mujer jamás te encontrará en medio de
esos países».
Shukalletuda
se quedó, pues, cerca de las ciudades de sus hermanos.
Dirigió sus
pasos hacia sus hermanos, los de la cabeza negra,
y la mujer
jamás lo encontró en medio de esos países.
Entonces, la
mujer, a causa de su vagina, ¡cuánto mal hizo!
Inanna, a
causa de su vagina, ¡lo que hizo!
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1 Tomando en
cuenta el curso de los ríos Tigris y Éufrates, las tierras altas hacen
referencia al norte y las tierras bajas al sur. De esta forma Shukalletuda mira
a los cuatro puntos cardinales.
2 hieródula
viene del griego ιεροσ (ieros) «sagrado» y δουλοσ (doulos) «siervo» por lo que
su sentido etimológico es «sierva sagrada». Es un epíteto dado a la diosa
Inanna.
3 Los
sumerios se llamaban a sí mismos sag-giga «el pueblo de cabezas negras».