HISTORIA ECLESIÁSTICA
Eusebio de Cesarea
Fuente: Historia Eclesiástica, de
Eusebio de Cesarea, tomo I. Editorial CLIE
EUSEBIO DE CESAREA vivió bajo la
persecución de Diocleciano, asistió a los cambios que trajeron la paz a la
Iglesia, y se encontró enseguida en el centro de la controversia arriana.
Nació probablemente en Cesarea de
Palestina, hacia el 263. Fue discípulo de Pánfilo de Cesarea y, a través de él,
de Orígenes, y conservó siempre una gran veneración por ambos. Cesarea era
entonces un centro importante del saber, por obra de Orígenes, y la biblioteca
que éste había fundado era extremadamente rica. El año 313, Eusebio comienza a
ser obispo de Cesarea.
Cuando estalló la gran crisis
arriana, no parece que Eusebio se diera cuenta de la gravedad del problema. Al
principio defendió a Arrio; luego se pronunció por la divinidad del Hijo, pero
se opuso al empleo del término homousios, pues le parecía que llevaba al
modalismo, e insistía en que esa divinidad del Hijo se debe formular con
expresiones bíblicas, y no con términos filosóficos; al final acabó firmando
las actas del concilio de Nicea, aunque protestando interiormente.
Tuvo una actuación destacada en
el sínodo de Antioquía (330) que substituyó al obispo de esta ciudad por uno
arriano, y en el sínodo de Tiro (335), que excomulgó a San Atanasio. También
escribió dos tratados contra el obispo Marcelo de Ancira, niceno, que fue
depuesto poco después. Eusebio murió el año 339.
Su posición doctrinal se suele
definir como semiarriana pues, aunque se oponía a la terminología de Nicea,
defendía que el Hijo era Dios.
Eusebio de Cesarea no es un
pensador profundo, y su estilo no es elegante ni diáfano. En cambio su
erudición era inmensa, y notable su espíritu de investigador. Entre los padres
griegos, sólo Orígenes le supera en la amplitud de sus conocimientos, tanto
sagrados como profanos. Por eso, mientras sus obras de controversia tienen en
general un valor relativo a causa de esta misma falta de profundidad, sus obras
de historia son una mina de información; a algunos autores cristianos y a sus
obras los conocemos sólo a través de él, pues a menudo cita textualmente largos
párrafos de sus escritos. De manera que Eusebio se considera como el fundador
de la Historia de la Iglesia y, podríamos también añadir, de la Patrología. Son
esas obras históricas las que le han dado su merecida fama.
La primera que escribió, en los
alrededores del 303, es la Crónica; se conserva en una traducción armenia del
siglo vi que a su vez se basa en una revisión hecha por el mismo Eusebio. Es un
resumen de la historia de la humanidad, desde los principios conocidos, en la
que sigue a una serie de autores clásicos; su segunda parte está formada por
unos cuadros sincrónicos construidos a partir de Abraham. Con ella pretendía
demostrar que la religión judía, de la que la cristiana es continuación, es la
más antigua de todas. El sentido crítico de Eusebio es bueno, y esta obra
constituye una de las fuentes en que más se ha podido apoyar la investigación
histórica moderna.
La Historia eclesiástica cubre
desde los principios hasta el año 324. Es sobre todo una colección muy valiosa
de hechos y documentos de la vida de la Iglesia, recogidos también con un
notable sentido crítico. Tuvo un gran éxito y fue muy copiada y conocida, tanto
en Oriente como en Occidente. Es una de las fuentes mejores que tenemos para
conocer la antigüedad cristiana.
Los mártires de Palestina
describe la persecución del año 303 al 311, y los hechos que narra son bien
conocidos del autor, contemporáneo de ellos.
En el terreno de las Sagradas
Escrituras y de la exégesis, Eusebio continuó con la labor de restitución del
texto bíblico que había iniciado Orígenes; compuso una tabla para localizar
fácilmente los pasajes comunes de los cuatro evangelios (cánones eusebianos); preparó un diccionario
geográfico de los lugares nombrados en la Biblia (Onomasticón) que se conserva,
y que era una parte de una obra más completa de geografía bíblica. También
tiene algunas obras de exégesis (de los Salmos, de Isaías) y tratados
destinados a esclarecer algunos puntos obscuros (preguntas y respuestas sobre
los evangelios, la poligamia de los patriarcas, la Pascua).
Libro 1
Nota: el subrayado es mío, me pareció interesante remarcar algunos párrafos. (Sergio – Nuestros Antepasados)
Fundamento de la
promesa
I 1. Me he propuesto redactar las
sucesiones de los santos apóstoles desde nuestro Salvador hasta nuestros días;
cuántos y cuán grandes fueron los acontecimientos que tuvieron lugar según la
historia de la Iglesia y quiénes fueron distinguidos en su gobierno y dirección
en las comunidades más notables, incluyendo también aquellos que, en cada
generación, fueron embajadores de la Palabra de Dios, ya sea por medio de la
escritura o sin ella, y los que, impulsados por el deseo de innovación hasta el
error, se han anunciado promotores del falsamente llamado conocimiento, devorando
así el rebaño de Cristo como lobos rapaces.
2. Añadiré a todo esto los
incidentes que sobrevinieron a todo el pueblo judío desde el momento de su
complot contra nuestro Salvador, y también el número; el modo y el tiempo de
los paganos que lucharon contra la palabra divina y la grandeza de los que en
su tiempo atravesaron, por ella, la prueba de sangre y tortura; señalando
además los martirios de nuestro tiempo y el auxilio benigno y favorable para
con todos de nuestro Salvador. Daré comienzo a esta obra partiendo de la
dispensación de nuestro Salvador y Señor Jesús, el Cristo de Dios.
3. Por lo cual la obra
requiere la indulgencia de lectores benévolos para conmigo, pues confieso que
presentar la obra perfecta y completa se halla más allá de nuestras fuerzas, ya
que hasta el momento presente somos los primeros en entrar en esta labor como
intentando seguir un sendero desierto y sin hollar. Así pues, pedimos a
Dios su dirección y la ayuda del poder del Señor, pues no hemos logrado
encontrar ninguna huella de hombres que nos hayan precedido en este sendero, a
no ser por las pequeñas indicaciones que de modos diversos nos han dejado
algunos relatos parciales de los tiempos pasados alzando sus voces desde lejos
a modo de una antorcha desde lo alto de un punto lejano clamando y
exhortándonos, desde una torre, cómo nos es necesario caminar y dirigir la
senda de la palabra sin error ni peligro.
4. Nosotros, habiendo recogido de
estos testimonios todo lo que consideramos útil para la presente obra, y como
si lamiéramos de prados espirituales los dichos apropiados de los antiguos
escritores, intentaremos conferirle forma histórica, contentándonos al
recobrar, si no todas, por lo menos las más notables de las sucesiones de los
apóstoles de nuestro Salvador, las que todavía se recuerdan en la iglesias más
insignes.
5. Considero que es absolutamente
necesario que trabaje en esta obra, pues no conozco ningún escritor
eclesiástico que se haya preocupado en escribir acerca de este tema. Así pues,
confío en que se mostrará sumamente beneficiosa para aquellos que tienen empeño
en adquirir conocimientos históricos.
6. Ya narré brevemente todas
estas cosas en los Cánones Cronológicos que redacté, pero sin embargo he
resuelto componer esta obra, mucho más completa.
7. Tal como ya mencioné, empezaré
con la dispensación y la divinidad de Cristo, que superan la capacidad humana.
8. Pues quien pretenda redactar
los orígenes de la historia eclesiástica será necesario que empiece
rigurosamente con la primera dispensación de Cristo mismo (ya que de Él tenemos
el honor de recibir el nombre), que es más divino de lo que a muchos parece.
Resumen de los
aspectos principales de la preexistencia y de la divinidad de nuestro Salvador
y Señor, el Cristo de Dios
II 1.La naturaleza de Cristo es
doble: una es como la Cabeza del Cuerpo (por la que le reconocemos Dios); la
otra es comparable a los pies (la que tomó forma de hombre con las mismas
pasiones que nosotros para nuestra salvación). Por ello nuestra declaración de
lo siguiente será completa si tomamos como punto de partida lo principal y lo
más prominente de toda su historia. Así también quedará demostrada la
antigüedad, juntamente con el carácter divino de los cristianos, ante los que
suponen que son recientes y extraños, que no salieron a luz antes de ayer.
2. Ningún tratado sería
suficiente para exponer el linaje, la dignidad, la esencia y la naturaleza de
Cristo; por esto el Espíritu divino dice en su profecía: «Su generación, ¿quién
la contará?» Porque nadie conoció al Padre, sino el Hijo, ni nunca nadie
conoció al Hijo debidamente, sino solamente el Padre que lo engendró.
3. ¿Quién, excepto el Padre,
hubiera sido capaz de considerar con pureza la luz previa al mundo, la
sabiduría inteligente y real antes de los siglos, el Verbo vivo que es Dios y
se encuentra desde el principio con el Padre, el primero y único Hijo de Dios,
anterior a toda creación y producción de todas las cosas tanto visibles como
invisibles, el capitán del ejército espiritual e inmortal del cielo, el ángel
consejero, el servidor del Padre en su plan inefable, el hacedor de todas las
cosas con el Padre, la causa segunda del universo después del Padre, el
verdadero y unigénito hijo de Dios, el Señor, el Dios y el Rey de toda
criatura, que ha recibido del Padre la soberanía, la supremacía, la propia
divinidad, el poder y el honor? Porque acerca de su divinidad en las Escrituras
leemos: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era
Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas,
y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.»
4. También dice esto el gran
Moisés, siendo el profeta más antiguo, cuando esboza, por el Espíritu divino,
la formación y la ordenación del universo: El creador y hacedor de todas las
cosas permitió únicamente al Verbo, divino y primogénito, formar las criaturas
inferiores. Y comenta con Él acerca de la creación del hombre: «Entonces dijo
Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza».
5. Otro profeta refuerza esta afirmación
hablando de Dios en sus himnos del modo siguiente: «Porque Él dijo, y fue
hecho; Él mandó, y fue creado.»Por un lado presenta al Padre y creador como
soberano universal, actuando como espíritu real, y por otro lado, al Verbo
divino (el mismo que nos ha sido anunciado) como segundo después de Él,
realizando las órdenes del Padre.
6. Y ya desde el principio de la
creación del hombre lo reconocieron, al verlo con los ojos puros de su mente,
todos los que se dice que destacaron en la justicia y la excelencia de la
piedad: los seguidores del gran siervo Moisés. Abraham, el primero antes de él,
sus hijos y todos aquellos que posteriormente demostraron ser justos y
profetas. Los cuales le rindieron la veneración debida al Hijo de Dios.
7. Asimismo Él, no olvidando en
modo alguno la piedad al Padre, vino a ser, para todos los hombres, maestro del
conocimiento del Padre. Así pues, se menciona que el Señor Dios fue visto
semejante a un hombre común por Abraham, que estaba sentado junto a la encina
de Mambre. Pero Abraham, a pesar de verlo con sus ojos como un hombre,
echándose inmediatamente a sus pies le adora como a Dios, le suplica como al
Señor, y manifiesta que no desconoce su personalidad, ya que menciona sus
propias palabras: «El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?»
8. Por lo tanto, si es contra
toda razón que el Ser no engendrado e inmutable de Dios omnipotente se
transforme en apariencia de hombre o que burle los ojos de los que le
contemplan con una visión semejante a la de un ser engendrado, e incluso que la
Escritura presente tales relatos (aparentemente mitológicos), ¿a qué otra
persona puede anunciar como Dios y Señor que juzga toda la tierra y lleva a
cabo la justicia y además es visto en forma de hombre, si no es voluntad divina
que sea llamado la causa primera del universo, sino sólo a su Verbo
preexistente? También se habla acerca de Él en los Salmos: «Envió su palabra, y
los sanó, y los libró de su ruina.»
9. Moisés con suma claridad lo
anuncia Señor, segundo después del Padre, al decir: «Entonces el Señor hizo
llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte del Señor».De
nuevo, cuando aparece en forma humana a Jacob, la Escritura divina lo proclama
Dios, diciéndole: «No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has
luchado con Dios...»; y entonces «llamó Jacob el nombre de aquel lugar
"Visión de Dios ; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi
alma».
10. Y ciertamente tampoco es
correcto conjeturar acerca de las apariciones divinas mencionadas, pensando que
son ángeles inferiores y servidores de Dios, porque siempre que uno de ellos se
aparece a los hombres, la Escritura no lo oculta, sino que los llama ángeles
(no Dios ni Señor) como es fácil demostrar con millares de testimonios.
11. También Josué, el sucesor de
Moisés, lo llama príncipe de las fuerzas del Señor, habiéndolo visto únicamente
en forma y apariencia de hombre; y así lo considera jefe de los ángeles y
arcángeles de los cielos y de las potestades superiores, la fuerza y la sabiduría
del Padre y quien ha recibido la segunda soberanía y autoridad sobre todas las
cosas.
12. Acerca de esto está escrito:
«Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante
de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia
él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? El respondió: No;
mas como Príncipe del ejército del Señor he venido ahora. Entonces Josué,
postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor
a su siervo? Y el Príncipe del ejército del Señor respondió a Josué: Quita el
calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo».
13. Por estas mismas palabras
entenderás que no se trata de otro, sino del mismo que también se dirigió a
Moisés, porque la Escritura usa los mismos vocablos: «Viendo el Señor que él
iba a ver, lo llamó el Señor de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés!
Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus
pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.»
14. Además de las pruebas
aportadas, que demuestran que en verdad hay un ser vivo y que existe antes del
mundo, el cual sirvió al Padre y Dios de todo el universo en la creación de
toda criatura, y es llamado Verbo y Sabiduría de Dios, también encontramos a
nuestra disposición el ofrlo de la misma Sabiduría, la cual, por medio de
Salomón, nos acerca a su misterio: «Yo, la sabiduría, habito en la cordura, y
hallo la ciencia de los consejos. Por mf reinan los reyes, y los príncipes determinan
justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la
tierra».
15. Y a estas palabras añade: «El
Señor me creó como principio de sus caminos para sus obras, me estableció antes
de los siglos. En el principio, antes que hiciera la tierra, antes que brotasen
las fuentes de las aguas, antes que los montes fuesen formados, antes de los
collados, ya había sido yo engendrada. Cuando formaba los cielos, allí estaba
yo; cuando afirmaba las fuentes bajo el cielo, con Él estaba yo ordenándolo
todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de El en todo
tiempo, cuando se regocijaba por su universo terminado».
16. Con estas pocas palabras
hemos demostrado que el verbo divino era preexistente y hemos mencionado a
quienes se apareció (ya que no se apareció a todos).
17. Pero la razón por la cual no
fue anunciado anteriormente a todo hombre del mismo modo que lo es ahora, tal
vez quede demostrada con la siguiente explicación: la vida de los hombres en la
antigüedad no era capaz de retener la enseñanza de Cristo, lleno de sabiduría y
virtud.
18. Pues, efectivamente, el
primer hombre, después de su tiempo inicial de vida colmada de bendiciones, se
precipitó en este modo de vivir mortal y perecedero, despreocupándose de la
instrucción divina, y tomó esta tierra maldita a cambio de la vida regalada con
Dios. Y los que vinieron después de él poblaron toda nuestra tierra y
demostraron ser en gran manera peores asumiendo una forma de vivir animal e
insoportable (exceptuando uno o dos casos excepcionales).
19. Y pasaban la vida como
nómadas duros e incultos en un desierto, sin concebir siquiera la idea de
ciudades, o constituciones u oficios, ni preocupándose del saber, de las leyes
o juicios ni del honor. e incluso desconociendo el mismo nombre de la
filosofía. Pervirtieron los razonamientos naturales y toda semilla intelectual
y civilizada, propios del alma del hombre, por su exceso de maldad tomada
deliberadamente. Además se dieron completamente a todo tipo de impiedad, de
manera que tan pronto se pervertían unos a otros, como se mataban practicando
incluso el canibalismo. Finalmente alcanzaron el colmo de su desfachatez al
pretender luchar contra Dios y contra los gigantes conocidos por todos, y
proyectaron, en el extravío de su mente, fortificar la tierra contra el cielo
disponiéndose para combatir contra el que está por encima de todas las cosas.
20. Mas Dios, que cuida de todas
las cosas, persigue a los que obran de este modo con inundaciones y con fuego
consumidor como a un bosque salvaje dispersado por toda la tierra. Por esto
también a ellos les oprimió con hambres, pestes y guerras, e incluso
fulminándolos desde lo alto, como si tratara una horrible y muy dura enfermedad
del alma con los medios de corrección más amargos.
21. Cuando la cumbre de la maldad
estaba ya por lanzarse sobre todos, sofocando y oscureciendo el alma de casi
todos los hombres a modo de una horrible embriaguez, la Sabiduría de Dios, su
primogénito, el Verbo preexistente (movido por su supremo amor para con los
hombres), se apareció a los seres inferiores como poder de Dios para su
salvación —a uno o dos de los antiguos hombres que amaban a Dios—, ya sea por
visiones de ángeles o a través de sí mismo; y lo hizo en forma de hombre,
porque sólo de ese modo podía revelarse a ellos.
22. Cuando la semilla de la
piedad fue infundida por ellos a muchos hombres y un pueblo entero, de los
primeros hebreos, se acercó sobre la tierra a la piedad, Dios, a través del
profeta Moisés, les dio unas imágenes y símbolos de un sábado misterioso, y les
concedió el poder ver otras visiones espirituales, pero no todo el misterio
claramente, ya que muchos seguían en sus antiguas costumbres.
23. Entonces su legislación fue
conocida y se extendió como viento fragante divulgándose entre todos los
hombres, de manera que los espíritus de ellos y los de la mayoría de los
paganos fueron refrenados por legisladores y filósofos de todas partes, hasta
el punto en que la crueldad salvaje y animal se convirtió en mansedumbre, y de
este modo incluso tenían, entre ellos, paz profunda, amistad y tratos. Fue en
esta situación cuando, finalmente, en el principio del Imperio Romano, el mismo
maestro de virtudes, el servidor del Padre en todo el bien, el divino y
celestial Verbo de Dios se reveló a todos los otros hombres, a todos los
pueblos de la tierra, estimándolos listos y aptos para recibir el conocimiento
del Padre, y esta revelación la llevó a cabo un hombre en absoluto diferente a
nosotros en lo que se refiere a sustancia corporal, que cumplió y sufrió todas
las cosas conforme a las profecías, las cuales anunciaban con anterioridad que
un hombre y Dios a la vez se hallaría en esta vida, sería autor de obras
maravillosas, y sería dado a conocer como maestro de la piedad del Padre para
todos los pueblos; además, también proclamaban la maravilla de su nacimiento,
su nueva enseñanza, sus admirables obras, la manera en que murió, la
resurrección de entre los muertos y, sobre todas estas cosas, su
restablecimiento divino en el cielo.
24. El profeta Daniel,
comprendiendo por el Espíritu divino el reinado fmal del Verbo, inspirado,
describe la visión divina con términos humanos, diciendo: «Estuve mirando hasta
que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era
blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama
de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego procedía y
salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones
asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.»
25. Y sigue: «Miraba yo en la
visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de
él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieran: su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su
reino uno que no será destruido.»
26. Todas estas cosas se refieren
claramente a nuestro Salvador, el Verbo divino que desde el principio estaba
con Dios, al cual llama Hijo del Hombre por su encarnación.
27. Puesto que ya reuní todas las
profecías concernientes a nuestro Salvador Jesucristo en otros comentarios, y
habiendo demostrado con mayor exactitud lo que hemos mencionado acerca de Él,
nos contentaremos con lo dicho en la presente obra.
Cómo el nombre de
Jesús, e incluso el de Cristo, eran conocidos desde el principio y venerados
por los profetas inspirados por Dios
III 1. Éste es el momento
oportuno para mostrar que los nombres de Jesús y de Cristo ya eran verdaderos
incluso entre los antiguos profetas, amigos de Dios.
2. Moisés fue el primero en
reconocer cuán sumamente augusto y glorioso es el nombre de Cristo, cuando
ministró los modelos de cosas celestiales, los símbolos y las imágenes
misteriosas, de acuerdo con el oráculo que dice: «Mira y haz todas las cosas
conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte»;y comentando acerca del
sumo sacerdote de Dios, le llama Cristo, dentro de las probabilidades humanas;
y así, además del honor y la gloria, añade el nombre de Cristo a esta dignidad
del sumo sacerdocio, la cual, a sus ojos, es superior a cualquier cargo
principal entre los hombres. Así ciertamente conocía el carácter divino de
Cristo.
3. Moisés también conoció anticipadamente
el nombre de Jesús, por el Espíritu de Dios, y de nuevo lo tuvo como un
privilegio insigne. Así pues, nunca antes se pronunció este nombre a los
hombres hasta que Moisés lo conoció, y él por primera vez concedió este título
sólo a la persona que, según la figura y el símbolo, había de sucederle en el
mando supremo después de su muerte.
4. En efecto, no usó con
anterioridad el nombre de Jesús, sino el de Ausé (el que recibió de sus
padres). Pero Moisés, cuando lo llama Jesús, le concede un precioso honor en
gran número superior a una corona real; y lo hace porque el mismo Jesús, hijo
de Yavéh, llevaba la imagen de nuestro Salvador, el cual, después de Moisés y
de haber concluido el culto simbólico entregado por él, fue el único que había
de recibir el mando de la verdadera y más pura piedad.
5. De esta manera, a modo de un
supremo honor, Moisés dio el nombre de nuestro Salvador Jesucristo a aquellos
dos hombres que en verdad y en gloria sobrepasaban a todo el pueblo, es decir,
el sumo sacerdote y el que tomaría el mando después de él.
6. Es evidente que los profetas
posteriores proclamaron a Cristo nombrándolo de antemano, y asimismo dieron
testimonio del complot que en contra de él habían de llevar a cabo los judíos,
y del llamamiento a las naciones por medio de él. En una ocasión Jeremías dice:
«El aliento de nuestras vidas, el ungido del Señor, de quien habíamos dicho: A
su sombra tendremos vida entre las naciones, fue apresado en sus lazos.» Pero
en otro momento David, perplejo, dice: «Por qué se amotinan las gentes y los
pueblos piensan vanidad? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes
consultarán unidos contra el Señor y contra su ungido» (Sal. 2:1, 2); y
continúa hablando de la persona de Cristo: «El Señor me ha dicho: Mi hijo eres tú;
yo te engendré hoy. Pídeme y te daré por herencia las naciones y por posesión
tuya los confines de la tierra.»
7. Pero entre los hebreos no sólo
se ordenaba con el nombre de Cristo a los que eran honrados con el sumo
sacerdocio y eran ungidos como símbolo con el óleo preparado, sino también a
los reyes, los cuales, por el Espíritu de Dios, eran hechos símbolos de Cristo,
pues en ellos mismos llevaban las imágenes del poder real y soberano del único
y verdadero Cristo, del Verbo divino que gobierna sobre todas las cosas.
8. También conocemos que algunos
profetas, por la unción, llegaron a ser Cristos figurativamente, de manera que
todos ellos señalan al verdadero Cristo, el Verbo divino y celestial, el cual
es el único sumo sacerdote del universo, y el único rey de toda la creación y
de todos los profetas, el único sumo profeta del Padre.
9. Esto es confirmado por el
hecho de que ninguno de los antiguos ungidos simbólicamente (ni sacerdotes, ni
reyes, ni profetas) jamás obtuvo una potestad de la virtud divina semejante a
la que demostró poseer nuestro Salvador y Señor Jesús, el único y verdadero
Cristo.
10. Pero ninguno de ellos, aunque
brillando por su dignidad y su honor sobre los suyos en numerosas generaciones,
en ninguna ocasión atribuyó el nombre de cristianos a sus súbditos, como
extendiendo la figura del nombre de Cristo. Ellos tampoco recibieron el honor y
la adoración de sus súbditos, ni éstos estaban dispuestos a morir por el hombre
que honraban. Y tampoco tuvo lugar en toda la tierra una conmoción tan grande
por ninguno de ellos, pues el poder del símbolo que ellos tenían no era
suficiente como para actuar del modo que lo hizo la presencia de la verdad
demostrada por medio de nuestro Salvador.
11. Y éste a pesar de que no tomó
los símbolos y las imágenes del sumo sacerdote de nadie; ni descendía de
sacerdotes según la carne; ni tomó poder real llevado por un cuerpo de guardia
de hombres, ni fue un profeta como los antiguos; ni ostentó dignidad o
presidencia alguna entre los judíos; fue honrado por el Padre en todas estas
cosas, pero no simbólicamente sino en la realidad.
12. No obstante, aunque no
recibió honores semejantes a los que hemos expuesto, es proclamado Cristo mucho
más que los otros, y al ser él el único y verdadero Cristo de Dios, llenó todo
el mundo de cristianos, que es un nombre precioso y santo. Ahora ya no ha dado
figuras ni imágenes a los suyos, sino las propias virtudes descubiertas y la
vida celestial en la doctrina de la verdad.
13. Y recibió la unción, no la
preparada fisicamente, sino la divina, por el Espíritu de Dios, y por la
participación en la divinidad no engendrada del Padre. Esto enseñaba Isaías
cuando clamaba como si hablara el mismo Cristo: «El Espíritu del Señor está
sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los
cautivos, y vista a los ciegos».
14. Pero no sólo Isaías; David
también se dirige al propio Cristo y dice: «Tu trono, oh Dios, es eterno y para
siempre; cetro de justicia es el cetro de tu Reino. Has amado la justicia y
aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de
alegría más que a tus compañeros.»
La palabra en el primer versículo
lo llama Dios, y en el segundo le honra con el cetro real.
15. En tercer lugar, después de
su poder divino y real, presenta al Cristo ungido, no con aceite material, sino
con el aceite divino del regocijo; con lo que indica su carácter
extraordinario, superior y distinguido por encima de los antiguos, que fueron
ungidos más corporalmente a través de imágenes.
16. También en otra parte da a
conocer más detalles acerca de Cristo con las siguientas palabras: «El Señor
dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies»; y: «De mi seno te engendré antes del alba; y juró el
Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, segun el orden de
Melquisedec.»
17. Y este Melquisedec es
considerado en las Escrituras sacerdote del Dios Altísimo, pero sin haber sido
designado con unción preparada, ni siquiera perteneciendo al linaje de la
sucesión sacerdotal de los hebreos; por esta razón nuestro Salvador es llamado
con juramentos Cristo y sacerdote según el orden de Melquisedec, y no según el
orden de los otros que rechazaron símbolos y figuras.
18. Por lo cual la historia no
nos ha dado a conocer que Cristo fuera ungido por los judíos y ni que
procediera de la tribu de los sacerdotes, sino que vino del mismo Dios antes
del lucero de la mañana, es decir, antes de la creación del mundo, y que obtuvo
un sacerdocio inmortal y eterno, conservándolo por los siglos sin fin.
19. La evidencia más clara e
importante de su unción inmaterial y divina es que de todos los hombres de su
tiempo y de los que han existido hasta hoy en toda la tierra, sólo Él es
llamado y confesado como Cristo, y todos dan testimonio de Él con este nombre,
recordándolo así tanto los griegos como los bárbaros.
Además, todavía hoy entre sus
seguidores, en toda la tierra, es honrado como rey, es contemplado como siendo
superior a un profeta y es glorificado como el verdadero y único sumo sacerdote
de Dios; y, por encima de todo esto, es adorado como Dios por ser el Verbo
Divino preexistente, anterior a todos los siglos, y habiendo recibido del Padre
el honor de ser objeto de veneración.
20. Y lo más singular de todo es
que los que estamos consagrados a Él no le honramos solamente con la voz o con
los sonidos de nuestras palabras, sino con una completa disposición del alma,
llegando incluso a preferir el martirio por su causa a nuestra propia vida.
Cómo el carácter de
la religión anunciada por Cristo a todas las naciones no era nuevo ni
desconocido
IV 1. Todo esto sea suficiente
como prólogo de la historia, para que nadie piense que nuestro Salvador y Señor
Jesucristo sea de existencia reciente al considerar el tiempo de su encamación.
Pero para que nadie suponga que la enseñanza de Cristo es nueva o extraña, como
si fuera forjada por un hombre joven, sin diferenciarse de los demás hombres,
detengámonos en este tema en breves palabras.
2. De este modo, hace poco la
venida de nuestro Señor Jesucristo a todos los hombres resplandeció, pero ya ha
surgido (de acuerdo con las inefables predicciones en el tiempo) un pueblo que
todos consideran nuevo. No es pequeño ni débil; tampoco se ha establecido en
una nación de la tierra, sino que es el más religioso y numeroso de todos los
pueblos, imperecedero e invencible, porque siempre encuentra su socorro en
Dios, el cual es honrado por todos con el nombre de Cristo.
3. También uno de los profetas,
cuando vio antes de tiempo por los ojos del Espíritu de Dios, esto que había de
acontecer, exclamó asombrado: «¿Quién oyó cosá semejante? ¿Quién vio tal cosa?
¿Concibió la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?» El mismo en otro
lugar indica también el nombre que había de recibir, cuando dice: «A mis
siervos se les llamará por un nombre nuevo, que será bendito sobre la tierra.»
4. Aunque claramente somos nuevos
y el nombre de cristianos se ha conocido recientemente entre todas las
naciones, vamos a demostrar que nuestra vida, y también el carácter de nuestro
comportamiento, de acuerdo con la religión, no ha aparecido simultáneamente con
nosotros, sino que prosperó desde la primera creación del hombre, y debido al
sentido común de los hombres antiguos amigos de Dios.
5. Los hebreos no son un pueblo
nuevo, sino que siempre ha sido honroso entre todos los hombres por su
antigüedad. Sus escritos y tratados se refieren a hombres antiguos (esparcidos
y escasos) eminentes en piedad, en justicia y en toda otra virtud; algunos
fueron anteriores al diluvio, pero otros después entre los hijos de Noé y sus
descendientes, pero muy especialmente Abraham, al cual se jactan los hebreos de
tener por padre.
6. Si alguien afirmara que todos
estos hombres que dieron testimonio por su justicia, desde Abraham hasta el
primer hombre, fueron cristianos en sus obras, sin serlo de nombre, no se
hallará lejos de la verdad.
7. Pues lo que el nombre
significa es que el cristiano, a causa del conocimiento de Cristo y de su
enseñanza, se distingue por su sensatez, por su justicia, por la constancia de
su carácter, por el valor de su virtud y por la confesión de un solo Dios sobre
todas las cosas; y aquellos hombres tenían celo por todas estas cosas en nada
inferior al nuestro.
8. Ciertamente no se preocupaban
de la circuncisión corporal, ni en observar los días de reposo y de la
abstención de unos y otros alimentos como tampoco nosotros, pues todas estas
cosas fueron instituidas primeramente por Moisés para que fueran cumplidas en
simbolismo; pero ahora los cristianos no las llevamos a cabo.
Sin embargo, reconocieron al
Cristo de Dios cuando, como ya hemos demostrado, se apareció a Abraham,
deliberó con Isaac, habló con Israel y conversó también con Moisés y con los
profetas posteriores.
9. Con todo esto verás que
aquellos amigos de Dios también son dignos del nombre de Cristo, de acuerdo con
la palabra dicha acerca de ellos: «No toquéis —dijo— a mis ungidos, ni hagáis
mal a mis profetas.»
10. De tal modo, que claramente
se da a entender que la primera y más antigua religión, hallazgo de aquellos amigos
de Dios seguidores de Abraham, es justamente la enseñanza de Cristo que ahora
se anuncia a todos los pueblos.
11. Pero aunque se diga que
Abraham recibió el mandamiento de la circuncisión largo tiempo después, se debe
recordar que enteramente ya fue dado testimonio de su justicia por la fe, así:
«Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.»
12. Siendo él justificado así
antes de la circuncisión, Dios (éste era el Cristo, el Verbo de Dios) se le
apareció y le dio a conocer el oráculo acerca de los que habían de ser
justificados del mismo modo posteriormente; a ellos les prometió como sigue: «Y
serán benditas en ti todas las familias de la tierra»; y «habiendo de ser
Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las
naciones de la tierra?»
13. Por lo tanto, es justo creer
que esto se ha cumplido en nosotros, pues él fue justificado por la fe en
Cristo, el Verbo de Dios que se le apareció; y después de abandonar las
supersticiones de sus padres y su previa vida extraviada, habiendo confesdo que
Dios es uno en todas las cosas, le sirvió con obras de virtud, pero no por las
prácticas de la Ley de Moisés que fue posterior; y también a él, tal como era,
se lo anunció: que todas las tribus de la tierra y toda nación serían
bendecidos en él.
14. Y precisamente, en nuestros
días, sólo los cristianos por toda la tierra habitada practican aquella forma
de religión de Abraham con los hechos, que son más radiantes que las palabras.
15. De este modo, ¿qué obstáculo
nos queda ya para no reconocer que el modo de vida y la religión de los que
seguimos a Cristo son exactamente los mismos que los de los antiguos amigos de
Dios? Por lo tanto, hemos demostrado que la religión que hemos recibido por la
enseñanza de Cristo no es nueva ni extraña, sino que, hablando con claridad, es
la primera, la única y la verdadera sea esto suficiente.
Sobre el tiempo en
que Cristo se apareció a los hombres
V 1. Después de este preámbulo
imprescindible para la composición de la historia eclesiástica propuesta por
nosotros, proseguimos, como si emprendiéramos una travesía con la manifestación
de nuestro Salvador en carne, tras invocar en nuestro auxilio, y para la
veracidad de la exposición, al Dios Padre del Verbo y a su siervo Jesucristo,
Salvador y Señor nuestro, el celestial Verbo de Dios.
2. Así pues, nuestro Señor y
Salvador Jesucristo nació, de acuerdo con las profecías, en Belén de Judá, en
el año 42 del reinado de Augusto, y en el año 28 del sometimiento de Egipto y
muerte de Antonio y Cleopatra (con ello se extinguía la dinastía egipcia de los
Ptolomeos), en el primer censo, siendo Cirenio gobernador de Siria.
3. Flavio Josefo, el más insigne
historiador judío, también recuerda este censo de Cirenio; y además se refiere
a otros acontecimientos relativos a una secta de galileos que surgió en aquel
tiempo, la cual también menciona mucho Lucas en el libro de los Hechos de los
Apóstoles: «Después de éste, se levantó Judas el galileo, en los días del
censo, y llevó en pos de sí a mucho pueblo. Pereció también él, y todos los que
le obedecían fueron dispersados.»
4. De acuerdo con todo esto, el
autor mencionado añade, en el libro 18 de sus Antigüedades, las siguientes
palabras textualmente: «Pero Cirenio, miembro del Senado, después de pasar por
todos los demás cargos, siendo un cónsul grande por su dignidad, vino a Siria
con unos pocos hombres, enviado por César como juez dc la nación y censor de
los bienes.»
5. A continuación dice: «Pero
Judas el galaumita, de la ciudad de Gaula, tomando consigo al fariseo Sadoc,
inició una revuelta arguyendo que el censo sólo conducía a la esclavitud, y
exhortaba al pueblo a preocuparse por la libertad.»
6. Y él mismo escribe acerca de
este tema, en la segunda historia de Las guerras de los judíos, lo siguiente:
«Entonces, un hombre galileo, llamado Judas, instigó a una revuelta a los
habitantes del país, acusándoles porque se sometían al pago del tributo de los
romanos y soportaban soberanos mortales después de Dios.». Todo esto según
Josefo.
Cómo, según las
profecías, cesó en tiempo de Cristo la línea de los primeros gobernadores de
los judíos, y Herodes, el primer extranjero, fue su rey
VI 1. Precisamente en el momento
en que Herodes tomó el gobierno del pueblo judío (siendo el primer extranjero
en ser nombrado para este cargo) se cumplió la profecía anunciada a Moisés,
diciendo: «No faltará jefe salido de Judá, ni legislador salido de sus muslos,
hasta que llegue aquel para quien está reservado», a quien señala como
esperanza de las naciones.
2. En efecto, la predicción se
mantuvo incumplida mientras pudieron gobernar los judíos, desde el principio
con Moisés hasta el imperio de Augusto. Pero fue entonces cuando por primera
vez el mando de los judíos fue entregado a un extranjero, a Herodes, el cual
—según Josefo— era idumeo por parte de su padre y árabe por parte de su madre;
pero según dice Africano, que no es un historiador cualquiera, los que han
investigado con exactitud, concluyen que Antipatro, padre de Herodes, era hijo
de cierto Herodes ascalón, de los heieródulos en el templo de Apolo.
3. Este Anfipatro, cuando era
niño, fue apresado por unos bandidos idumeos y vivió con ellos porque su padre,
por su pobreza, no pudo pagar por él; así es educado entre ellos, y
posteriormente entabló amistad con Hircano, sumo sacerdote de los judíos. De él
nació el Herodes del tiempo de nuestro Salvador.
4. De modo que, con la llegada al
reino de los judíos de una tal persona, también estaba a la puerta la esperanza
de las naciones, de acuerdo con la profecía, ya que con su entrada en el poder
desaparecieron los gobernantes y dirigentes según la sucesión, entre otros, del
mismo Moisés.
5. Ciertamente reinaron antes de
la cautividad y la deportación a Babilonia, empezando primero por Saúl y por
David. Pero antes de los reyes también cuidaron de ellos unos gobernantes, los
jueces, empezando a partir de Moisés y de su sucesor Josué.
6. Después del retorno desde
Babilonia, dispusieron ininterrumpidamente de una oligarquía en constitución
aristocrática (los sacerdotes estaban al frente de todo asunto) hasta que el
general romano Pompeyo, enfrentándose a Jerusalén, la sitió por la fuerza y
profanó las cosas santas, entrando en el lugar más íntimo del templo; envió
preso a Roma con sus hijos a Aristóbulo, quien hasta el momento, siguiendo la
sucesión de su padres, era rey y sumo sacerdote, y deparó el sumo sacerdocio a
su hermano Hircano. Desde entonces el pueblo judío pasó a ser tributario de los
romanos.
7. En el momento en que Hircano,
el último que sostenía la sucesión de los sumos sacerdotes, fue apresado por
los partos, Herodes, el primer extranjero, como ya mencioné anteriormente,
recibió el pueblo judío de manos del Senado romano y del emperador Augusto.
8. Entonces, evidentemente, tuvo
lugar la venida de Cristo, acompañada, según la profecía, de la anhelada
salvación y del llamamiento de las naciones. Desde aquel momento los
gobernadores y dirigentes de Judá —me refiero a los que pertenecían al pueblo
judío— cesaron, y consecuentemente fueron desatendidos los asuntos del sumo
sacerdocio, que con regularidad había sido transmitido de padres a hijos en
cada generación.
9. Un testigo fidedigno de todo
esto lo tenemos en Josefo, el cual muestra cómo Herodes, cuando recibió el
reino de manos de los romanos, ya no instituyó el sumo sacerdocio según el
linaje inicial, sino que concedió este honor a ciertos desconocidos. Asimismo
—añade también Josefo—, su hijo Arquelao y los romanos que posteriormente
tomaron el mando de los judíos, obraron del mismo modo que Herodes en la
institución del sumo sacerdocio.
10. También Josefo narra cómo
Herodes fue el primero en guardar bajo su propio sello las santas vestiduras
del sumo sacerdote e impidió que los sumos sacerdotes las usaran (igualmente
obraron Anjuelao y los romanos posteriores a él).
11. Todo esto es útil para
confirmar otra profecía acerca de la manifestación de nuestro Salvador
Jesucristo. En el libro de Daniel la palabra especifica el número de ciertas
semanas hasta el Cristo-príncipe (sobre esto traté en otro lugar), y profetiza
que la unción entre los judíos sería aniquilada una vez concluidas estas
semanas.
Todo esto se cumplió
evidentemente con el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo. Estos detalles
son suficientes como preámbulo para establecer la exactitud de las fechas.
Sobre la supuesta
contradicción en los Evangelios con relación a la genealogía de Cristo
VII 1. Debido a que Mateo y
Lucas transmiten en los Evangelios la genealogía de Cristo de diversos modos y
muchos los consideran contradictorios, y por su parte cada creyente se ha
afanado en inventar alguna explicación para justificarlos, nosotros aportamos a
continuación la información que nos ha llegado, la cual Africano (el que ya
hemos mencionado) recuerda a Arístides cuando le escribe una carta acerca de la
unanimidad de la genealogía en los Evangelios. Rechaza las opiniones de los
demás como forzadas y falsas, y redacta la información que él ha recibido como
sigue:
2. «Así pues, los nombres de
las familias de Israel eran calculados o bien por naturaleza o bien por la Ley.
Por naturaleza, según la sucesión del nacimiento legítimo; pero se realzaba
según la Ley cuando alguien engendraba un hijo en favor de un hermano muerto
sin descendencia, (pues como todavía no habían recibido la esperanza clara
de la resurrección, imitaban la prometida resurrección que había de venir con
lo mortal, para perpetuar el nombre del difunto).
3. »En consecuencia, los que
se hallan en esta genealogía son tanto los que se sucedieron legítimamente de
padres a hijos, como los que fueron engendrados con el nombre de otros, y
se hace memoria por igual de ambos; de los engendrados y de los que representa
que lo han sido.
4. »De suerte que ninguno de
los dos Evangelios miente, sino que enumeran siguiendo el linaje natural y
siguiendo el linaje por la ley, lógicamente, pues las familias de Salomón y
de Natán estaban entrelazadas debido a las resurrecciones de los que murieron
sin descendencia, de las segundas nupcias y de las resurrecciones de los hijos;
de manera que es lícito creer que unos son hijos de distintos padres en
diversas ocasiones: de los ficticios y de los reales; concluimos, pues, que ambas
genealogías son legítimamente verdaderas y llegan hasta José con exactitud,
aunque de modo complicado.
5. »No obstante, para que quede
más claro lo que hemos expuesto, paso a explicar el enlace de las familias. Al
contar las generaciones partiendo de David y pasando por Salomón se encuentra a
Matán (tercero por el final), que engendró a Jacob, padre de José. En cambio
desde Natán hijo de David, según Lucas, el tercero por el final es Melquí, y
José era hijo de Elí, hijo de Melquí.
6. »Ya que nuestro objetivo está
fijado en José, nos es preciso demostrar por qué razón dos personas distintas
aparecen como su padre: Jacob partiendo de Salomón y Elí desde Natán; tenemos
que ver cómo Jacob y Elí son hermanos y cómo sus padres Matán y Melquí parecen
ser abuelos de José, siendo ellos de distinto linaje.
7. »Matán y Melquí se casaron
sucesivamente con la misma mujer y engendraron hijos de la misma madre, pues la
Ley no prohibió que una mujer en soledad, ya fuera por haber sido repudiada por
su marido o por la muerte de éste, se casara con otro varón.
8. »Por consiguiente, de Esta
(que es el nombre de la mujer según la tradición) en primer lugar Matán (de la
familia de Salomón) engendró a Jacob, pero cuando él murió, Melquí (de la
familia de Natán) se casó con la viuda, que, como ya dijimos, era de otra
familia pero de la misma tribu. Este tuvo un hijo, Elí.
9. »Así Jacob y Elí son hermanos
de la misma madre a pesar de pertenecer a distintas familias. Uno de ellos,
Jacob, muere sin hijos, y su hermano Elí, tomando la mujer de Jacob, engendró
de ella un tercer hijo: José. Este es por naturaleza de Elí, y según el texto
que está escrito: "Y Jacob engendró a José"; pero según la Ley era
hijo de Elí, pues Jacob, siendo su hermano, le levantó simiente. Por lo cual su
genealogía no será invalidada.
10. »El evangelista Mateo hace el
recuento como sigue: "Jacob engendró a José"; pero Lucas, en orden
inverso: "el cual era (también añade esto) "de José, hijo de Elí...
hijo de Melquí". No podía expresar con mayor precisión el nacimiento según
la Ley; va siguiendo hasta "Adán, hijo de Dios" y suprime el
"engendró" hasta el final, al tratar de este tipo de paternidad.
11. »Esto no son conjeturas sin
fundamento, pues los padres según la carne de nuestro Salvador, ya sea por
aparentar, ya sea simplemente por enseñar siempre siendo sinceros, nos
entregaron también lo siguiente: Unos bandidos idumeos asaltaron Escolan,
ciudad de Palestina, y se llevaron preso, junto con otros despojos del Templo
de Apolo, erigido entre los muros, a Antipatro, hijo de un tal Herodes,
hiriéndolo. Pero siéndole imposible al sacerdote satisfacer el precio del
rescate por su hijo, Antipatro fue criado en las costumbres de los idumeos, y
posteriormente entabló amistad con Hircano, el sacerdote de Judea.
12. »Fue embajador a Pompeyo en
nombre de Hircano, para el que liberó el reino asolado por su hermano
Aristóbulo; pero él mismo fue afortunado, pues consiguió ser Epimeletes de
Palestina.
»Mas a Antipatro, asesinado por
envidia de sus abundantes y buenos éxitos, le sucedió el hijo de Herodes, quien
posteriormente fue escogido para reinar sobre los judíos por decreto de Antonio
y del senador Augusto. Herodes y los demás tetrarcas fueron hijos suyos. En
verdad, todos los detalles concuerdan con la historia de los griegos.
13. »Ahora bien, como que todas
las familias hebreas se hallaban registradas en los archivos, incluyendo los
prosélitos como Aquior el amonita, Rut la moabita y los egipcios que partieron
juntamente con los hebreos, Herodes, al no estar en nada relacionado con la
raza de los israelitas y acuciado por su origen oscuro, mandó quemar todos los
registros de las familias, pensando que él parecería un noble si tampoco otros
podían trazar sus linajes con documentos oficiales, hasta los patriarcas, o los
prosélitos, o los llamados geyoras, extranjeros mezclados.
14. »Pero unos pocos meticulosos
se jactaban de su linaje, preservado por tener registros privados, donde
figuraban los nombres, o simplemente por poseer alguna copia. Entre éstos se
encontraban los que antes mencionamos, los llamados despósinoi por su relación
con el linaje de nuestro Salvador; éstos expusieron la genealogía que hemos
propuesto nosotros desde el Libro de los días, hasta donde llegaron, visitando
las aldeas judías de Nazaret y Locoba y el resto de la tierra.
15. »Sea como fuere, no se puede
encontrar explicación más clara que ésta y por esta razón yo lo creo; asimismo
toda persona bondadosa. Y a pesar de no estar atestiguada, cuidémonos de ella,
porque una más consistente no puede explicarse. De todos modos, el Evangelio es
totalmente verdadero»
16. Y al final de la misma carta
expone lo siguiente: «Matán, del linaje de Salomón, engendró a Jacob. Pero una
vez muerto Matán y Melquí, del linaje de Natán, engendró a Elí de la mujer de
su hermano. De este modo Elí y Jacob son hermanos de la misma madre. Al morir
Elí sin hijos, Jacob le levantó simiente, y nació José, su hijo por naturaleza,
pero Elí según la Ley. En consecuencia, José era hijo de ambos.»
17. Hasta aquí, Africano. Una vez
trazada la genealogía de José,, también se puede mostrar que María era de su
misma línea, pues según la Ley de Moisés era ilícito entremezclar las distintas
tribus y se ordenaba unir en matrimonio con uno del mismo pueblo y de la misma
tribu, para que la heredad de la familia no pasara de una tribu a otra. Todo
esto sea suficiente para este asunto.
De la maquinación de
Herodes contra los niños, y de la catástrofe que le sobrevino
VIII 1. Así pues, al nacer Cristo,
de acuerdo con las profecías, en Belén de Judea en el tiempo indicado, los
magos de oriente consultaron a Herodes acerca del lugar donde se hallara el
nacido rey de los judíos (pues habían visto su estrella y ésta era la razón de
su viaje: adorar al recién nacido como a Dios). Pero él fue trastornado en gran
manera, pensando que su poder peligraba y aprendiendo de los maestros de la Ley
entre el pueblo en qué lugar esperaban que naciera el Cristo.
Cuando supo que la profecía de
Miqueas predecía que había de ser en Belén, mandó matar, por decreto, a todos
los niños de pecho en Belén, y en todo lugar a los niños de dos o menos años,
según el tiempo que los magos le comunicaron, con la intención de matar también
a Jesús entre todos los de su misma edad.
2. No obstante, el niño se
anticipó al complot y fue transportado a Egipto, porque sus padres supieron
previamente lo que estaba por acontecer, gracias a la aparición de un ángel.
Todo esto también nos lo enseña la Santa Escritura del Evangelio.
3. Pero, además, también merece
la pena considerar el pago que recibió Herodes por su audacia contra Cristo y
los niños de su edad; cómo inmediatamente después, aún estando en vida, lo
persiguió la justicia divina, mostrándole el principio de lo que le
sobrevendría después de su partida.
4. Nos es imposible enumerar con
detalle en esta obra de qué modo oscureció el supuesto esplendor de su reino
con las sucesivas desgracias familiares: los asesinatos de su esposa, de sus
hijos, sus parientes más allegados y de sus mejores amigos. Con todo esto,
cualquier idea acerca de estas calamidades sobrepasa toda representación
trágica. Josefo las explica extensamente en su historia acerca de Herodes.
5. Sin embargo, del mismo Josefo
podemos escuchar, en el Libro XVII de sus Antigüedades de los judíos, cómo
sobrevino a Herodes el tormento que lo llevó hasta la muerte, ya desde el mismo
momento en que ideó su complot contra nuestro Salvador y contra los otros
niños. Describe la catástrofe de su vida con las siguientes palabras: «La
enfermedad de Herodes iba creciendo más y más amarga. Dios aplicaba la justicia
a sus crímenes.
6. »Pues ciertamente era un
fuego débil, de modo que no mostraba a los que lo tocaban la inflamación que en
el interior aumentaba su quebranto. Además, un espantoso deseo de tomar algo,
sin existir nada que pudiese ayudarle, y llagas en los intestinos con grandes
dolores, especialmente en el colon, y una inflamación húmeda y ardiente en los
pies.
7. »Tenía un mal semejante
alrededor del vientre, y además sus partes pudendas se descomponían, criando
gusanos. Su respiración era irregular y muy molesta por su pesadez y por su
fuerte asma; en todos sus miembros sufría espasmos de una fuerza intolerable.
8. »En todo caso, los adivinos y
los que disponen de sabiduría para predecir estas cosas decían que Dios exigía
al rey la expiación de sus muchas infamias.» Esto es lo que expone en su obra
el autor ya mencionado.
9. Y en el libro segundo de sus
Guerras de los judíos, describe algo semejante como sigue: «Desde entonces la
enfermedad, habiéndose apoderado de todo su cuerpo, le destruía con fuertes
dolores; la fiebre era ciertamente suave, pero el escozor era insoportable por
todo el cuerpo; los dolores permanentes en el colon, los edemas en los pies
como un hidrópico y la inflamación del vientre y la degeneración agusanada de
sus partes pudendas, y además el asma, la disnea y los espasmos en todos sus
miembros. Hasta el extremo de que los adivinos comentaban que la enfermedad era
un castigo.
10. »Pero él, luchando con las
enfermedades, seguía aferrándose a la vida y con la esperanza de la salvación
imaginaba curaciones. Por ejemplo: Habiendo cruzado el Jordán, usó las aguas
termales de Calirroe, las cuales van a dar al mar del Asfalto, y al ser dulces
son potables.
11. »Allí los médicos creyeron
conveniente calentar en una bañera llena de aceite su cuerpo debilitado. Cerró
los ojos y se volvió como desfallecido. Entonces, con el gran tumulto de sus
criados, volvió en sí a su desgracia, pero en adelante perdió toda esperanza de
salvación y ordenó que se dieran 50 dracmas a los soldados y mucho dinero a
los jefes y amigos.
12. »Luego volvió a Jericó muy
melancólico y cercano a la muerte. Pero decidió planear una acción criminal.
Mandó encerrar en el hipódromo a todos los hombres ilustres de cada aldea de
Judea, después de haberles convocado él mismo.
13. »Poco después mandó llamar
a su hermana Salomé y a Alejandro su esposo y les dijo así: "Yo sé que los
judíos festejarán mi muerte, pero si vosotros tenéis a bien llevar a cabo mis
órdenes, puedo ser llorado por todos y tener un funeral glorioso. Cercad con
los soldados a estos hombres que yo tengo custodiados, y en el preciso momento
en que yo muera, inmediatamente matadles para que toda Judea y cada casa llore
por mí a pesar suyo".»
14. Más adelante añade:
«Posteriormente, y acosado por el hambre y con la tos espasmódica y
entristecido por tantos dolores, ansiaba anticipar su suerte. Por esto, tomando
una manzana, pidió también un cuchillo (tenía la costumbre de cortarla para
comérsela); entonces, mirando alrededor y cerciorándose de que no se hallaba
allí nadie para impedírselo, levantó la diestra como para herirse.»
15. El mismo escritor añade
que poco antes del final de su vida Herodes mandó matar a otro hijo legitimo
suyo, el tercero después de los dos que ya habían sido muertos anteriormente, e
inmediatamente, entre grandes sufrimientos, pereció.
16. De este modo, ciertamente
tuvo lugar el final de Herodes, castigo justo por la matanza de los niños en
Belén y por el complot en contra de nuestro Salvador.
A continuación un ángel vino a
José en sueños en Egipto y le ordenó marchar con el niño y su madre a Judea,
informándole que los que buscaban la muerte del niño ya habían muerto. Y el
evangelista añade: «Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de
Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero, avisado por revelación en sueños
se fue a la región de Galilea.»
Acerca de los tiempos
de Pilato
IX 1.La toma de poder de Arquelao
en sucesión de Herodes, también está atestiguada por el historiador que ya
hemos mencionado anteriormente, y asimismo también describe cómo tomó el reino
de los judíos, en sucesión, por orden del testamento de Herodes su padre y por
la resolución de César Augusto, y cómo, cesando al cabo de diez años, se
ocuparon de sus tetrarquías sus hermanos Felipe y Herodes el Joven, juntamente
con Lisanias.
2. También Josefo, en el Libro
XVIII de sus Antigüedades, da a entender que en el año 12 del reinado de
Tiberio (después éste accedió a todo el mando, al final de los 57 años que lo
ostentó Augusto). Poncio Pilato recibió Judea y permaneció en el poder diez
años completos, casi hasta la muerte de Tiberio.
3. Con ello queda evidentemente
refutada la ficción acerca de nuestro Salvador, de unas memorias que se han
extendido recientemente, en las que las fechas establecidas denunciaban su
falsedad.
4. Se atreven a fijar la pasión
del Salvador en el cuarto consulado de Tiberio, el cual tuvo lugar durante el
año séptimo de su reinado, pero está demostrado que en este tiempo Pilato ni
siquiera había llegado a ninguna parte de Judea, porque Josefo (si es lícito
tomarlo por testigo) indica con certidumbre en la obra ya mencionada, que
Tiberio constituyó a Pilato como gobernador de Judea en el año 12 de su propio
reinado.
Acerca de los sumos
sacerdotes judíos bajo los cuales Cristo dio a conocer su enseñanza
X 1. Así pues, nuestro Salvador y
Señor Jesús, el Cristo de Dios, comenzando su ministerio alrededor de los
treinta años, vino al bautismo de Juan y empezó la proclamación del Evangelio
en el tiempo de estos gobernadores, cuando Tiberio César estaba en el
decimoquinto año de su soberanía. Poncio Pilato, en el cuarto año de su
mandato, y en el resto de Judea eran tetrarcas Herodes, Lisanias y Felipe.
2. La divina Escritura dice que
todo el tiempo de su enseñanza se dio siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás,
dando a entender que se cumplió entre los años del servicio de ambos.
Consecuentemente comenzó durante el sumo sacerdocio de Anás y se prolongó hasta
el principio del de Caifás, lo cual no llega a cuatro años completos.
3. Ahora bien, las instituciones
de la Ley estaban anuladas en aquel tiempo, por lo cual también se hallaba
invalidada la que disponía los cargos concernientes de por vida y por sucesión
hereditaria de padres a hijos, y en cambio los gobernadores romanos ordenaban a
otros que, a veces, no llegaban a un año de servicio.
4. De este modo, Josefo relata
que entre Anás y Caifás hubo cuatro sucesiones, y en la misma obra Antigüedades
comenta como sigue: «Valerio Grato cesó del sacerdocio a Anás y constituyó sumo
sacerdote a Israel, hijo de Fabio; pero también a éste cambió al cabo de poco
tiempo, y nombré sumo sacerdote a Eleazar, hijo del sumo sacerdote Anás.
5. Sin embargo, después de un año,
también cesó a éste y entregó el sumo sacerdocio a Simón, hijo de Camilo. Pero
tampoco sostuvo el honor un año entero y su sucesor fue José, llamado también
Caifás.
6. En consecuencia, se muestra
que el tiempo completo de la enseñanza de nuestro Salvador no llegó a cuatro
años, ya que cumplieron el servicio anual cuatro sacerdotes desde Anás hasta el
nombramiento de Caifás. Lógicamente, pues, la escritura del Evangelio reconoce
a Caifás como sumo sacerdote justamente en el alio de la Pasión del Salvador, y
partiendo de este punto se ve cómo la observación anterior concuerda también
con el tiempo de la enseñanza de Cristo.
7. No obstante, nuestro Salvador
y Señor llamé a los doce apóstoles poco después de empezar su predicación; pero
a estos doce, de entre todos sus discípulos, concedió el honor extraordinario
de ser llamados apóstoles; y «después de estas cosas, designó el Señor también
a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y
lugar adonde él había de ir».
Testimonios acerca de
Juan y de Cristo
XI 1. La divina Escritura de
los Evangelios también recuerda que después de no largo tiempo Juan el Bautista
fue decapitado por orden de Herodes el Joven; y además Josefo lo confirmó
cuando menciona a Herodiades, y cómo siendo ella la esposa de su hermano
Herodes, se casó con ella una vez que hubo repudiado a su primera y legítima
esposa (hija de Aretas, rey de Petra) y separado a Herodías de su marido,
todavía vivo; por ella ejecutó a Juan y además se levantó contra Aretas, tras
haber deshonrado a su hija.
2. Pero dice que en el
combate, al empezar la batalla, el ejército de Herodes quedó totalmente
derrotado, y que estas cosas le sucedían por haber actuado en contra de
Juan.
3. También Josefo confiesa que
Juan era justo en extremo y que bautizaba, corroborando así lo que de él se
dice en los Evangelios. Además relata que Herodes fue expulsado de su
reinado por motivo de la mismísima Herodiades, con la que fue desterrado y
condenado a vivir en una ciudad de la Galia, en Viena.
4. Estas cosas nos las da a
conocer también en el mismo Libro XVIII de las Antigüedades con los siguientes
términos: «Pero a algunos judíos les pareció que el ejército de Herodes había
sido destruido por Dios, y que de un modo extraordinariamente justo era
castigado por su acción en contra de Juan llamado el Bautista.
5. »Pues Herodes le mandó matar.
Sin embargo, Juan el Bautista era un hombre bueno y animaba a los judíos a
cultivar la virtud, a actuar con justicia unos a otros, a buscar la piedad, a
Dios y a venir al bautismo. De este modo consideraba aceptable el bautismo, no
para los que lo usaban para huir de ciertos pecados, sino para la pureza del
cuerpo, puesto que también su alma había estado purificada con la justicia.
6. »La gente iba agrupándose
alrededor de Juan (pues se maravillaban al oír sus palabras), y Herodes,
temiendo que una tal persuasión sobre los hombres acabara con una revuelta
(pues parecía que actuaban en todo siguiendo su consejo), decidió que era mejor
anticiparse y hacerlo matar antes de que alguien se alzara sobre él y luego
tener que arrepentirse enredado en asunto. Por eso Juan, por causa de la
sospecha de Herodes, fue llevado cautivo a Maqueronte, la fortaleza ya
mencionada, y en ella le mataron.»
7. Una vez relatado todo esto
acerca de Juan, también recuerda a nuestro Salvador en la misma obra histórica,
como sigue: «Por aquel tiempo vivió Jesús, hombre sabio, si se puede llamarle
hombre. Pues era hacedor de extraordinarias obras y maestro de los hombres, que
recibían la verdad de buen grado, y se atrajo tanto a judíos como a griegos.
8. »Este era el propio Cristo,
pero fue condenado a la cruz por Pilato inducido por nuestros primeros padres,
aunque los que primero le habían amado no desistieron y al tercer día se les
apareció de nuevo vivo. Todo esto e innumerables portentos más ya los habían
relatado los profetas de Dios. Además la tribu de cristianos, que tomó el
nombre de él, aún no ha desaparecido hasta nuestros días».
9. Con todo esto, y habiendo
surgido de los hebreos un escritor que nos informa acerca del bautismo de Juan
y acerca de nuestro Salvador en su propia obra, ¿qué opción queda para los que
forjaron las Memorias contra ellos, fuera de la evidencia de su osadía? Sea
esto suficiente.
Acerca de los
discípulos de nuestro Salvador
XII 1. El nombre de los
apóstoles del Salvador se halló claramente para todos en los Evangelios. Pero
de los setenta discípulos no existe ninguna lista. Se dice que Bernabé era uno
de ellos. Se le menciona especialmente en los Hechos de los Apóstoles, y
Pablo lo nombra del mismo modo en su epístola a los Gálatas. También aparece
como uno de ellos Sóstenes y el que juntamente con Pablo escribe una espístola
a los Corintios.
2. Esta información nos llega
de Clemente en el libro V de su Hypotyposeis, en la que además explica que
Cefas era uno de los setenta discípulos, de quien Pablo dice: «Cuando Cefas
vino a Antioquía le resistí en la cara», pero que se llama igual que el apóstol
Pedro por pura casualidad.
3. La tradición cuenta que
también compartieron el honor de la llamada de los setenta «Matías» (el que fue
incluido en la lista de los apóstoles en lugar de Judas) y el otro que
participé con él en la votación. También se incluye entre ellos a Tadeo,
acerca del cual nos ha llegado cierta información que voy a exponer
inmediatamente.
4. Pero si te detienes a
considerarlo observarás que el número de los discípulos del Salvador era
superior a los setenta, pues acudiendo al testimonio de Pablo, aconteció que
después de la resurrección de los muertos se apareció primero a Cefas, luego a
los doce y después a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales precisaba
que algunos ya habían muerto, pero que la mayoría todavía estaban en vida
cuando él escribía acerca de todo esto.
5. Posteriormente se dice se
apareció a Jacobo. Sin embargo, éste era otro de los llamados hermanos del
Salvador. Después, como además de éstos los apóstoles a imagen de los doce fueron
muchos más (como Pablo, por ejemplo), continúa diciendo: «Después se apareció a
todos los apóstoles».
Todo esto sea suficiente acerca
de este asunto.
Relato acerca del
soberano de Edesa
XIII 1. A continuación paso a
narrar el relato acerca de Tadeo. La noticia de la naturaleza divina de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo se extendía a todos los hombres debido a su
poder para llevar a cabo maravillas, y atrajo a numerosas personas (incluso a
extranjeros alejados de Judea) con la esperanza de curación de sus enfermedades
y de todo tipo de sufrimiento.
2. Así se encontraba el rey
Abgaro, que gobernaba muy diestramente sobre los pueblos de más allá del
Eufrates, y su cuerpo se iba destruyendo por una enfermedad terrible e
incurable dentro de las posibilidades humanas. Por lo tanto, cuando el
nombre de Jesús llegó a él reiteradamente y también su poder testificado por
todos con unanimidad, inmediatamente se convirtió en un suplicante suyo y le
envió una carta a través de un correo pidiendo le concediera la liberación de
su enfermedad.
3. No obstante, Jesús no
respondió a su llamado entonces, pero juzgó que era digno de una carta
particular en la que le prometía enviarle a uno de sus discípulos para
procurarle la curación de su dolencia juntamente con la salvación para él y
también para todos los suyos.
4. Poco después le cumplió la
promesa. Luego de la resurrección de los muertos y la ascensión a los cielos
de nuestro Salvador, Tomás —uno de los doce apóstoles—, impulsado por Dios,
envió a Edesa como heraldo y evangelista de la enseñanza de Cristo a Tadeo (que
pertenecía a los setenta discípulos de Cristo) y la promesa de nuestro
Salvador se vio completada por medio de él.
5. Hay testimonio escrito
disponible acerca de todo esto en los archivos de Edesa, que entonces era la
ciudad de la Corte. Todo esto se halla conservado esmeradamente hasta hoy en
los documentos oficiales de aquel lugar, que contienen los hechos antiguos y
los contemporáneos de Abgaro. De todos modos, nada será tan exacto como
escuchar las cartas que nosotros hemos sacado de los archivos y traducido del
siríaco como sigue:
Copia de la carta escrita por
Abgaro a Jesús, la cual le envió a Jerusalén a través del correo Ananías
6. «Abgaro Ucama Toparca, a
Jesús, Salvador bueno que se mostró en la región de Jerusalén, salud:
»He oído acerca de ti y de tus
curaciones, llevadas a cabo por ti mismo como si prescindieras de medicinas y
de hierbas, pues según la noticia que corre, haces que los ciegos vean y que
los cojos anden, sanas a los leprosos y echas fuera espíritus impuros y
demonios, sanas a los atormentados con enfermedades largas y resucitas muertos.
7. »Tras oír esto de ti creo que
hay dos opciones. O eres Dios y habiendo bajado del cielo llevas a cabo estas
obras, o puesto que las haces eres el hijo de Dios.
8. »Por esta razón, he escrito
suplicándote que vengas a mí y me sanes de mi enfermedad. También he sabido que
los judíos murmuran contra ti y quieren tu mal. Mi ciudad, aunque pequeña, es
responsable, y será suficiente para ambos».
9. Así escribía estando entonces
iluminado por un poco de luz divina. Sin embargo, merece la pena escuchar la
respuesta de Jesús a través del mismo correo; una carta breve, pero
contundente.
Respuesta de Jesús a Abgaro,
Toparca, por mediación del correo Ananías
10. «Bienaventurado si creíste en
Mí sin haberme visto. Pues de mí está escrito que los que me han visto no
crean, para que también los que no me han visto crean y sean salvos. Pero
acerca de lo que me escribes que vaya a ti, me es preciso cumplir todo mi
cometido aquí, y, una vez realizado, sea tomado al que me envió. Mas cuando
haya sido tomado te enviaré uno de mis discípulos para que te proporcione sanidad
y vida a ti y a los tuyos.»
11. A estas cartas acompañaba
también lo siguiente en siríaco: «Pero después de la ascensión de Jesús, Judas,
llamado Tomás, envió como apóstol a Tadeo, uno de los setenta, el cual,
habiendo llegado, se hospedó en casa de Tobías hijo de Tobías. Cuando se
extendió el rumor acerca de él, se comunicó a Abgaro que había ido a aquel
lugar un apóstol de Jesús, de acuerdo con lo prometido por carta.
12. »Así pues, Tadeo empezó
con el poder de Dios a sanar toda enfermedad y debilidad, de manera que todos
quedaban maravillados. Cuando Abgaro oyó los grandes y admirables hechos, y
como sanaba, sospechó que se trataba del discípulo del cual Jesús le había
escrito en la carta cuando le dijo: "Cuando sea tomado arriba en el aire,
enviaré a uno de mis discípulos para sanar tu enfermedad."
13. »Mandó llamar a Tobías, en
casa del cual se hospedaba, y le dijo: "He oído que posa en tu casa un
hombre poderoso, envíamelo." Tobías se dirigió a Tadeo y le dijo:
"Abgaro, Toparca, me llamó para decirme que te llevara a él para que le
sanes." Tadeo le dijo: "Subiré yo, que he sido enviado a él con
poder."
14. »Madrugando el día siguiente,
Tobías tomó a Tadeo y fue a Abgaro. Tadeo llegó estando en pie los magnates del
rey, y en el preciso momento en que él entró se apareció a Abgaro una gran
visión de la faz del apóstol Tadeo. Cuando Abgaro le vio se prosternó ante
Tadeo, sorprendiendo a los presentes; pues no veían la visión que sólo se
apareció a Abgaro.
15. »Entonces preguntó a Tadeo:
"¿Eres tú en verdad el discípulo de Jesús, el hijo de Dios, que me dijo:
'Te enviaré uno de mis discípulos, el cual te proporcionará sanidad y
vida'?" Y Tadeo dijo: "Porqúe has creído en gran manera en el que me
envió, he sido enviado a ti, y de nuevo, si creyeres en Él, tendrás los ruegos
de tu corazón."
16. »Abgaro respondió:
"Hasta tal punto creí, que hasta incluso deseé tomar un ejército y
destruir a los judíos que lo crucificaron, si no hubiera sido por el rechazo
del Imperio Romano." Pero Tadeo le dijo: "Nuestro Señor cumplió la
voluntad de su Padre."
17. »Le dijo Abgaro: "Yo
también he creído en Él y en su Padre." Y Tadeo respondió: "Por esta
misma razón pongo mi mano sobre ti en su nombre." Y al instante de hacerlo
Abgaro fue sanado de su enfermedad y de sus sufrimientos.
18. »Abgaro se maravilló de que
aquello que había oído acerca de Jesús ahora lo confirmaba éon los hechos, por
medio de su discípulo Tadeo, el cual, prescindiendo de medicinas y de hierbas,
le sanó, y no sólo a él, sino también a Abdón, hijo de Abdón, que tenía gota.
Este también acudió a Tadeo y, postrándose a sus pies, fue sanado mientras
suplicaba con sus manos. Tadeo también sanó a muchos conciudadanos y anunciaba
la Palabra de Dios, haciendo maravillas y grandezas.
19. »Luego Abgaro dijo: "Tú
con el poder de Dios haces estas cosas y nosotros nos maravillamos por ellas.
Pero yo también te suplico que nos des a conocer acerca de la venida de Jesús:
cómo tuvo lugar, y de su poder, con qué tipo de poder realizó las cosas que yo
he oído."
20. »Tadeo replicó: "No
hablaré ahora, pero ya que fui enviado a proclamar la palabra, mañana reúne a
todos los ciudadanos y les predicaré sembrando en ellos la Palabra de Vida.
Entonces hablaré de la venida de Jesús; cómo fue; de su cometido, por qué fue
enviado por el Padre; con qué poder lo hizo; de la novedad de su enseñanza, de
su pequeñez y de su humillación; cómo se humilló a sí mismo, se desprendió de
su divinidad y la empequeñeció, y cómo fue crucificado, y cómo habiendo
descendido al Hades derribó la barrera que había estado cerrada por los siglos
y resucité muertos, y cómo a pesar de haber descendido solo, ascendió a su
Padre con una multitud, cómo está sentado en los cielos con gloria a la diestra
de Dios Padre, y cómo vendrá de nuevo con poder para juzgar a los vivos y a los
muertos."
21. »Por lo tanto Abgaro, ordenó
que al alba se reunieran sus ciudadanos y prestaran atención al mensaje de
Tadeo. También mandó que se diera a Tadeo oro y plata no acuñada. Pero él la
rechazó con estas palabras: "Si hemos abandonado lo nuestro, ¿cómo
tomaremos lo ajeno?"»
22. «Esto tuvo lugar en el año
340». (?)
Por el momento, este relato
traducido del siríaco, no será inútil y me parece suficiente.