"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

viernes, 16 de abril de 2010

MITOLOGIA -LOS VIENTOS DESTRUYEN EL SUEÑO DE ENEAS-

MITOLOGIA
Los vientos destruyen el sueño de Eneas


El odio de Juno (Hera) hacia el pueblo troyano venía de lejos. Venía del día en que Eris, la Discordia, irritada por no haber sido invitada a las bodas de Peleo y Tetis, arrojara entre los presentes una manzana con la inscripción: “Para la mas bella”.
Tres eran las diosas más bellas del Olimpo: la misma Juno, Venus (Afrodita) y Minerva (Atenea). Sin embargo, ningún inmortal se arriesgaba a elegir. Con su prudencia, Júpiter resolvió confiar el encargo al joven Paris, príncipe pastor de Troya.
El mozo eligió a Venus. Minerva, diosa de la sabiduría, acepto la derrota. Pero Juno jamás perdono al mortal.
Cuando Paris rapto a Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, el odio de la soberana olímpica creció aún más. Por ser Juno la protectora de los matrimonios, no podía admitir el adulterio.
Así, al desencadenarse la guerra de Troya, resolvió ayudar a los griegos y, para vengarse de la afrenta de Paris, arrasarlo junto con su pueblo, solidario con el príncipe.
Pero los duros combates también terminaron. Troya es una ruina. El pueblo vencido, conducido por el pío Eneas –que había aconsejado devolver a Helena- parte en busca de otra patria. En busca de pan y ropas, de justicia. Eneas está dispuesto a cruzar todos los mares y todas las tierras para encontrar un lugar sin recuerdos, sin luchas, donde poder iniciar una nueva vida. Quiere paz. Olvido.
El mar es un desconocido, pero está calmo. No lleve, no truena, no hay tormenta. Los troyanos cantan y ríen. Y desde lo alto del Olimpo la majestuosa Juno se estremece de furor. Decidida a matar hasta la última alegría de los troyanos, la diosa va a Eolia a conspirar con el rey de los Vientos. Le suplica que haga naufragar los navíos de Eneas. A cambio, le ofrece doce hermosas ninfas para que lleven un poco de alegría a la isla.
Eolo no puede rehusarse al pedido de Juno: fue ella quien lo envió al Olimpo y pidió a Júpiter (Zeus) que lo hiciese rey de los Vientos.
Eolo reúne a sus súbditos y les ordena que se lancen sin piedad sobre la flota de Eneas. Los Vientos parten inmediatamente en busca de las embarcaciones troyanas.
Nubes negras rodean los navíos. Los pilotos no consiguen recuperar el rumbo. Desorientados, ciegos, comienzan a lamentarse de no haber muerto con sus parientes y camaradas.
Una ráfaga furiosa alcanza la vela y quiebra los remos. La proa cambia de rumbo ofreciendo el flanco a las ondas furiosas. Soplan vientos de todos lados. Es el terror, el pánico.
Tres navíos son arrojados contra las rocas. El viento Noto arrastra otros tres y los destroza contra las piedras.
Neptuno (Poseidón) oye el ruido del naufragio, empuña el tridente y sube a la superficie de las aguas. Profundamente irritado por invasión de su imperio, y conmovido por la tragedia de los troyanos, llama a Euro y Céfiro, y les dice: “¿Tamaña osadía os da vuestra estirpe? ¿Os atrevéis, Vientos, a confundir el cielo y la tierra sin mi venia, y a levantar esas masas enormes? Conviene que aplaquéis ya las ondas agitadas. Más tarde pagaréis el mal que habéis hecho. Apresuraos a huir e id a decir a vuestro rey que no es a él sino a mí a quien cupo por destino el imperio del mar y el terrible tridente. El tiene las enormes rocas vuestra morada. Que Eolo se enorgullezca de su palacio y reine en la cárcel donde se aprisiona a los Vientos”.
Dicho esto, calma las aguas revueltas y aleja las negras nubes de la tempestad. Los barcos de Eneas se reúnen nuevamente. Los Vientos vuelven a su cárcel y explican a Eolo lo ocurrido. Eolo no puede hacer nada contra Neptuno, tan poderoso como él.
Ayudada por el dios de los mares, la flota troyana prosigue su camino rumbo a la nueva patria.


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