"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

sábado, 21 de abril de 2012

MITOS HEBREOS -LOT EN SODOMA-


MITOS HEBREOS 
LOT EN SODOMA

POR ROBERT GRAVES y RAPHAEL PATAI


Dios vaciló antes de comunicar a Abraham su propósito de destruir a Sodoma, pero lo hizo después de haber sido acogido hospitalariamente en Mambré.
Le dijo: "El clamor de Sodoma y Gomorra ha crecido mucho y su pecado se ha agravado en extremo; voy a bajar, a ver si sus obras han llegado a ser como el clamor que ha venido hasta mí". Abraham se le acercó y preguntó: "¿Pero vas a exterminar juntamente al justo con el malvado? ¿Los exterminarías acaso y no perdonarías al lugar por los cincuenta justos?" Dios respondió: "Si hallare en Sodoma cincuenta justos perdonaría por ellos a todo el lugar". Abraham regateó con Dios y le preguntó: "Si de los cincuenta justos faltaran cinco, ¿destruirías por los cinco a toda la ciudad? ¿Y si se hallasen allí cuarenta? ¿Y si se hallasen allí treinta justos? ¿Y si se hallasen allí veinte justos?" A cada pregunta respondió Dios:
"Por ellos no destruiría la ciudad". Por fin accedió a no castigar a la ciudad si encontraba solamente a diez justos. Y se apresuró a alejarse.
Dos de los ángeles cuya forma había tomado Dios llegaron a Sodoma ya de tarde. Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad y al verlos se levantó y les salió al encuentro, inclinó su rostro a tierra y les d i j o : "Mirad, señores, os ruego que vengáis a la casa de vuestro siervo, para pernoctar en ella y lavaros los pies.
Cuando os levantéis por la mañana seguiréis vuestro camino". Ellos contestaron:
"No, pasaremos la noche en la plaza". Pero Lot los convenció para que entraran en su casa, donde coció panes ácimos y ellos comieron en su compañía.
Entretanto, una multitud de sodomitas rodeó la casa de Lot y le dijeron:
"¿Dónde están los hombres que han venido a tu casa esta noche? Sácanoslos para que los conozcamos". Lot salió a la puerta y cerrándola tras sí les d i j o : "Por favor, hermanos míos, no hagáis semejante maldad. Mirad, dos hijas tengo que no han conocido varón; os las sacaré para que hagáis con ellas como bien os parezca; pero a esos hombres no les hagáis nada, pues para eso se han acogido a la sombra de mi techo". Ellos le respondieron: "Quítate allá. Quien ha venido como extranjero, ¿va a querer gobernarnos ahora? Te trataremos a ti peor todavía que a ellos".
Empujaron a Lot a un lado, y trataron de entrar por la fuerza, pero los ángeles los cegaron, abrieron la puerta desde dentro, introdujeron a Lot y la cerraron de nuevo. Los sodomitas, después de buscar a tientas la puerta inútilmente, se retiraron maldiciendo.
Los ángeles preguntaron a Lot: "¿Tienes aquí alguno, yerno, hijo o hija?
Todo cuanto tengas en esta ciudad sácalo de aquí, porque vamos a destruir este lugar, pues es grande su clamor en la presencia de Yahvéh, y éste nos ha mandado para destruirla".
Lot salió en busca de sus yernos y les instó a que huyeran con é l , pero ellos tomaron a broma su profecía de destrucción inmediata.
En cuanto salió la autora, dieron prisa los ángeles a Lot, diciéndole:
"Levántate, toma a tu mujer y las dos hijas que tienes, no sea que perezcas tú también por las iniquidades de la ciudad".
Como se retardaba, los ángeles tomaron de la mano a Lot, su mujer y sus dos hijas y los pusieron fuera de la ciudad. Una vez fuera, le dijeron: "Sálvate. No mires atrás y no te detengas en parte alguna del valle; huye al monte, si no quieres perecer". Lot replicó: "No, por favor, señor mío; vuestro siervo ha hallado gracia a vuestros ojos, pues me habéis hecho el gran beneficio de salvarme la vida, pero yo no podré salvarme en el monte sin riesgo de que me alcance la destrucción y perezca. Ahí cerca está esa ciudad en que podré refugiarme; es bien pequeña; permitid que me salve en ella". Ellos le dijeron: "Te concedo también la gracia de no destruir esta ciudad de que hablas. Pero apresúrate a refugiarte en ella, pues no
puedo hacer nada mientras en ella no hayas entrado t ú " .
Cuando salió el sol Lot y su familia entraron en esa pequeña ciudad que luego se llamó Segor o Zoar en recuerdo de su súplica.
Luego Dios hizo llover azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra y destruyó todas las ciudades de la llanura con excepción de Segor, juntamente con sus habitantes, animales y plantas. Pero la mujer de Lot miró atrás y se convirtió en un bloque de sal.
Abraham vio que de Sodoma y Gomorra ascendía el humo como de un horno.
Los sodomitas figuraban entre las naciones más ricas, pues si un hombre necesitaba hortalizas le decía a un esclavo: "¡Ve a traérmelas!" El esclavo iba al campo y descubría oro bajo las raíces. Igualmente, cuando se cosechaba el cereal se encontraba plata, perlas y piedras preciosas bajo el rastrojo. Pero las grandes riquezas descarrían a los hombres. Un sodomita nunca daba ni siquiera una corteza de pan a un forastero; e inclusive podaba las higueras para que las aves no pudieran comer los frutos que colgaban fuera del alcance.
Sodoma estaba asegurada contra los ataques, pero para desalentar a sus visitantes los ciudadanos aprobaron una ley de acuerdo con la cual el que ofreciera a un forastero alimento sería quemado vivo. En cambio, se debía robar al forastero todo lo que poseía y expulsarlo de la ciudad completamente desnudo.
Una vez al año realizaban un banquete y bailaban en el césped junto a manantiales de agua al son de tambores. Después de beber en abundancia, cada hombre se apoderaba de la esposa de su vecino, o de su hija virgen, y la gozaba. A nadie le importaba que su esposa o su hija holgase con su vecino, pero todos se divertían juntos desde la aurora hasta el crepúsculo durante los cuatro días de
fiesta, y volvían a sus casas sin vergüenza.
En las calles de Sodoma ponían camas para medir a los forasteros. Si uno de ellos era más corto que la cama en la que lo habían acostado, tres sodomitas le asían las piernas y otros tres la cabeza y los brazos y lo estiraban hasta que se ajustaba a la cama. Pero si era más largo que ésta, le forzaban la cabeza hacia
abajo y las piernas hacia arriba. Cuando el pobre desdichado gritaba en su agonía mortal, los sodomitas le decían: "¡Silencio! Ésta es aquí una costumbre antigua".
En la ciudad de Adama, cerca de Sodoma, vivía la hija de un hombre rico.
Un día un viajero se sentó a la puerta de su casa y ella le dio pan y agua. Los jueces de la ciudad, enterados de su acto criminal, la desnudaron, la untaron con miel y la dejaron junto a un nido de abejas silvestres, las que se arrojaron sobre ella y la mataron a picaduras. Fueron sus gritos los que indujeron a Dios a destruir Sodoma, Gomorra, Adama y Seboyim, y también los que dio la hija mayor de Lot,
Paltit, la que había dado agua a un anciano necesitado y fue arrastrada a la hoguera por su contumacia en el delito.
Se dice que I d i t , la esposa de Lot, afligida por la suerte de sus otras hijas, miró hacia atrás para ver si la seguían. Su cuerpo, convertido en un alto bloque de sal, se alza todavía en Sodoma. Aunque cada día el ganado lame la sal hasta que no quedan más que los pies, por la noche el bloque de sal se restablece
milagrosamente.

2 comentarios:

  1. Está claro que se busca en el retrato de Sodoma el describir a la ciudad más vil posible. En esto, el tema de la falta de hospitalidad no es uno de las menores canalladas que se le imputan. En el mundo griego, Zeus es el protector de los viajeros y huéspedes, y a aparte de los vinculos -económicos, políticos, sociales- que los huéspedes puedan tener, el hospedaje se considera una obligación religiosa y el que atenta contra ella viola las leyes de Zeus (como Polífemo en la Odisea) de ahí sin duda la insistencia en las duras medidas contra los extranjeros.

    Lo de las "camas" tiene un evidente parecido con la leyenda griega de Procusto, del que se decía igualmente que tenía dos camas (una grande u otra pequeña) o una (de tamaño ajustable) y que sometía a sus huéspedes a una tortura similar de la que se cuenta aquí de los sodomitas.

    Lo demás son los excesos comunes que se atribuyen al espíritu depravado: avaricia, lujuría, gula, etc. Son arquetípos negativos muy frecuentes en la literatura universal.

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  2. En respuesta a su interesante comentario. Siempre me ha interesado entrever la realidad histórica de las ciudades de la Pentápolis (nótese la novedosa aportación de los archivos de Ebla). Opino que, viviendo en un país tan próspero, sus ciudadanos procurasen sostenerlo a ultranza. De ahí, su trato a los extranjeros. Pensemos en un ama o amo de casa que, en su trajín de limpieza, perdona la vida a una hormiga que descubre en su labor. A renglón seguido, tendrá una invasión. Se me podrá oponer: es que no se limpia lo suficiente (algún foco habrá que las atraiga). Solución: intensificaré mis defensas, haré leyes más rígidas para los extranjeros (pondré veneno para las hormigas invasoras. Recuérdese que en las ciudades de Sodoma, Gomorra y en las demás, se encuentra oro, plata y piedras preciosas a poco que se rasque la tierra de las huertas. Ejemplos tenemos en la antigüedad: acadios y sumerios. Hicsos y egipcios. Bárbaros y romanos. Salvada la distancia de 4.000 años (aún no ha nacido Jesucristo) ¿Hay mejor manera de proteger un ecosistema?

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