"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

domingo, 14 de marzo de 2010

MITOLOGIA -LA DURA VENGANZA DE VULCANO-


MITOLOGIA
La dura venganza de Vulcano


Durante muchos días la ciudad de Tebas celebró con gran pompa las bodas del rey Cadmo y la hermosa Harmonía. Y, como la novia era hija de Afrodita (Venus) y Ares (Marte), las Musas cantaron en la fiesta, las Gracias danzaron y todos los dioses comparecieron, llevando preciosos regalos.
De los presentes, el que más llamo la atención fue un collar de oro, admirable obra del talento de Hefesto (Vulcano). No sabían los convidados las funestas consecuencias que traería esa dádiva.
Desde hacía tiempo el armero divino soñaba con dar rienda suelta al deseo de venganza que le causaron las constantes infidelidades de Afrodita, su esposa. No deseaba, sin embargo, herirla directamente porque, a pesar de todo, la amaba. Para castigarla, se había contentado con aprisionarla, al mismo tiempo que a Ares, en una red finísima e irrompible que él mismo fabricara, llamando después a todos los inmortales del Olimpo para que fueran testigos del adulterio. Avergonzados, los amantes se separaron. Años más tarde, sin embargo, abrían de sufrir aún con las desgracias que se abatirían sobre los descendientes de la hermosa Harmonía, hija de su adulterio.
Al principio, el rey Cadmo y su esposa vivieron felices. Pero tuvieron cinco hijos que, al convertirse en adultos, conocieron el peso de la venganza de Hefesto. Porque el precioso collar fue el comienzo de una secuela de tragedias.
La primera de las victimas fue Semele. Amada por Zeus (Júpiter), fue feliz hasta que Hera (Juno), celosa esposa del rey del Olimpo, descubrió la aventura. Sabiendo que mortal alguno sobreviviría a la visión de la divinidad en todo su esplendor, la diosa, disfrazada de nodriza de Semele, aconsejó a la joven insistir para que el amante se mostrase a ella en su verdadera forma. Así lo hizo la princesa, y cuando vio ante si la refulgente luz de Zeus, cayó envuelta en llamas.
(Harmonía lloró ese día. El corazón de Afrodita se encogió de tristeza. El mismo Ares, en medio de la guerra, sintió que sus ojos se humedecían. Pero, el la boca del volcán, Hefesto sonrió, contento).
Semele dejó un hijo, Dioniso (Baco) que la furia de Hera ansiaba exterminar. Para preservarlo, Ino, hermana de la infeliz princesa, lo escondió en su palacio, desafiando así la ira de la reina del Olimpo. Cuando Hera descubrió la desobediencia, castigó a Ino y su marido Atamante con la locura, que los llevo a cometer terribles crueldades. Atamante, trastornado, mató a su primogénito, Learco, creyendo que se trataba de un ciervo del bosque. Ino tomó a su hijo más pequeño, Melicertes, y lo arrojó a un caldero de agua herviente. Después se abrazó al cuerpo desfigurado y se arrojó al mar. Compadecido, Poseidón (Neptuno), transformó a los infelices en divinidades marinas.
(Nuevamente, Harmonía lloró, enlutada. Afrodita se entristeció, y Ares detuvo los combates. Pero en el carácter del volcán, Hefesto sonrió).
La tercera victima del collar maldito fue Agavé. Presa de locura, por el poder de Dioniso, se arrojó como una fiera contra su propio hijo, Penteo. Y, juntamente con una multitud de mujeres enloquecidas, lo destrozo con uñas y dientes.
(El llanto bañó las mejillas de Harmonía. Afrodita se estremeció de angustia, y el rostro de Ares se ensombreció. Al borde del volcán, Hefesto, sonrió otra vez enigmáticamente).
La próxima sonrisa la causaría Autonoe, madre de Acteón. El joven vivía cazando en los bosques, acompañado de fiel jauría. Hasta que un día sorprendió a la casta Artemisa bañándose en una fuente. La diosa, enfurecida por la intromisión, transformó al intruso en ciervo, y azuzó contra él a sus propios perros, que los destrozaron sin reconocerlo bajo su forma animal. A Autonoe no le quedó ni siquiera el consuelo de sepultar a su hijo con las habituales honras fúnebres.
(Harmonía ya no sabía llorar. Afrodita se inquietaba por la suerte de Polidoro, que debía ser la próxima victima. Ares se enfurecía inútilmente. Y en la boca del volcán, Hefesto continuaba sonriendo).
Polidoro, el quinto hijo, no sufrió en propia carne. Pero la maldición del collar se abatiría con toda violencia sobre Edipo, su infortunado descendiente.
Tiempo después para ensanchar la sonrisa de Hefesto, siete jefes marcharían sobre Tebas y, en vez de triunfos, recogerían destrucción y muerte. Todo, por causa de la posesión del collar de Harmonía.

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