MITOLOGIA
Talos, el invencible guardián de bronce
Talos, el invencible guardián de bronce
El rey Minos no quería forasteros en si isla. Tampoco veía de buen grado las crecientes emigraciones de sus súbditos. En vano recomendaba a sus guardias que redoblasen la vigilancia. Los extraños seguían entrando en Creta. Y los cretenses, partiendo.
Era preciso encontrar un portero incansable, invencible, casi un dios. Tal vez el habilidoso Hefesto (Vulcano), consiguiese crear en su fundición el guardián que Minos quería.
El herrero se dispuso prontamente a cumplir el pedido del rey. Le gustaba inventar artificios. Apenas Minos se alejó. Hefesto se puso a la tarea.
La obra consumía días y noches de esfuerzo y dedicación. No podía tener defecto alguno: debía ser el guardián invencible.
Al cabo de largo tiempo, Hefesto llamó al rey de Creta y le entregó su majestuoso gigante de bronce. Su método de ataque, explicó el dios, consistía en arrojar grandes cantidades de piedras a largas distancias. Si las piedras no bastaban, el gigante podía encender su cuerpo metálico hasta tornarlo incandescente. Entonces se lanzaba sobre el transgresor de las órdenes reales con todo su peso y el calor insoportable de su bronce.
Existía, sin embargo, un problema, que ni siquiera el gran ingenio de Hefesto había podido solucionar: quedaba en la pierna del gigante una venita, que si fuera alcanzada, provocaría la muerte del guardián. No obstante, no seria fácil herir ese punto vulnerable, que estaba defendido por un mecanismo de protección cerrado con llave.
Satisfecho con la obra del dios, Minos regresó a Creta, llevándose consigo al gigante de bronce. Apenas llegó mandó apostarlo junto a las murallas, y licenció a los guardianes humanos.
Nadie osaba enfrentar la fuerza invencible de Talos, que era el nombre del guardián metálico. Ni intrusos ni fugitivos se aventuraban a trasponer los límites de Creta. La paz reinaba en la isla. Y el rey Minos cuidaba del gobierno con gran tranquilidad.
Hasta que un día llego a Creta la Mujer: Madea, la hechicera. Con sus mañas y encantamientos descubrió donde estaba la vena fatal, abrió el mecanismo que la protegía y la desgarró. Así acabó con la seguridad de las murallas y puso término a la vida del gigante Talos, hijo u obra de Hefesto.
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