MITOLOGIA
Baco y Ariadna, un encuentro feliz
Baco y Ariadna, un encuentro feliz
Vagaba Dioniso solitario por una playa distante, cuando lo avistó un bajel pirata. Sus ocupantes pensaron que tan bello joven seria seguramente el hijo de un rey, y entonces planearon raptar al mozo, llevarlo a alta mar, y exigir de su padre un elevado rescate.
Del proyecto a la acción transcurrió apenas el tiempo necesario para llegar a la playa y capturar a Dioniso. Mansamente, el dios se dejó apresar, y con irónica sonrisa ofreció sus manos para que lo atasen. Pero las cuerdas se rehusaron a atarlas, y cayeron al suelo.
Al fin de inútiles tentativas, el capitán decidió partir de cualquier modo. Dio orden de que levantaran los remos y prepararan las velas, y así se hizo. Pero de nada sirvió el preparativo, pues, aunque lista para zarpar y a pesar de los vientos favorables, la embarcación no se movió.
Los piratas estaban intentando descifrar ese misterio, cuando sintieron, repentinamente, un agradable perfume que invadía el combés, y vieron al mástil brotar y cargarse de racimos maduros. En el centro de la nave, coronado de hojas de vid, Dioniso empuñaba una lanza, en cuya asta se enroscaba otra vid. Y a sus pies descansaban tigres, linces y panteras en actitud expectante.
En un segundo el dios transformó a los remeros en serpientes, y se metamorfoseo en león. Completamente despavoridos ante la visión, los restante marineros se lanzaron al mar, y al tocar las aguas con sus cuerpos se transformaron en delfines.
Dioniso partió entonces rumbo a la isla de Naxos, lugar de apacibles bosques y cristalinos arroyuelos, donde acostumbraba a realizar grandes fiestas y descansar bajo los árboles. Pero esta vez algo más lo esperaba en la isla: un gran amor.
En Naxos la princesa Ariadna vivía el triste epilogo de una desgraciada aventura sentimental que tuvo principio en Creta. Fue allí donde Teseo, el ateniense, se vio encerrado en el laberinto del Minotauro, Gracias a la ayuda de la princesa, el joven consiguió escapar del lugar. Prometió casamiento a la doncella y la indujo a partir con él, pero, al llegar a Naxos, mudó de parecer y allí, mientras estaba dormida, la abandonó. Al despertar de su sueño, en vano busco Ariadna al amado entre las rocas y a lo largo de las playas. Sólo el eco respondía a sus llamados. Por fin, Ariadna rompió a llorar desesperadamente.
Afrodita, que desde el Olimpo vio su desconsuelo, se compadeció del infortunio de la princesa y partió para Naxos. Enjugó sus lágrimas tiernamente y le prometió un esposo inmortal. Ya sabia la diosa que Dioniso se dirigía hacia esas playas, y estaba dispuesta a que se enamorara de la muchacha.
En efecto, tan pronto como el dios desembarcó en su isla predilecta, vio a Ariadna y se enamoró de ella. Entre las primeras palabras que le dijo, expresó el deso de desposarla. Y la joven consintió, feliz al ver cumplida la promesa de Afrodita. Como regalo de bodas recibió de su divino marido una corona de oro incrustada de piedras preciosas, tan envidiable por su belleza como por su valor.
Sin embargo, el matrimonio con un dios no le concedió la inmortalidad. Y un día Ariadna, envejecida y cansada, partió para el reino de las sombras. Entonces Dioniso, inconsolable, tomó su corona de oro y la arrojo hacia el cielo. A medida que la joya ganaba altura, las piedras se tornaban más y más brillantes, hasta que se transformaron en estrellas. Fijada para siempre en los alto del firmamento bajo la forma de una centellante constelación, la corona de Ariadna testimoniaría para siempre, ante mortales e inmortales, el inmenso amor de Dioniso hacia la hermosa princesa cretense.
que alegria produce a la mente leer los mitos, ritos y simbolos de nuestros hermanos, gloriosos
ResponderEliminarantepasados, que es para mi la gracia de concebir
que es tambien un poco nuestro presente, gracias a ellos estoy yo aqui. Aberastain
que chulo!!!!!!!
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