MITOS HEBREOS
LA TORRE DE BABEL
POR ROBERT GRAVES y RAPHAEL PATAI
Los descendientes de Noé viajaron juntos de un país a otro, moviéndose lentamente hacia el este. Por fin llegaron a una llanura en la tierra de Sínear y dijeron: "Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego"; y se sirvieron de los ladrillos como de piedra, y el betún les sirvió de cemento; y dijeron: "Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra". Dios observó lo que hacían y pensó: "He aquí un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros". Hizo eso, y poco después la construcción de la torre cesó y los constructores se dispersaron en todas direcciones, A las ruinas se las llamó Babel, porque Dios confundió las lenguas de la humanidad y dividió a una nación única en setenta.
Otros dicen que Nimrod, un famoso cazador al servicio de Dios, erigió la Torre de Babel, pero que esa no fue su primera fundación. Habiendo dominado a todos los descendientes de Noé, había construido ya una fortaleza en una roca redonda, colocando en ella un gran trono de madera de cedro en el que se apoyaba un segundo gran trono de hierro; éste, a su vez, soportaba a un gran trono de cobre, y en éste se apoyaba un trono de plata, y en éste un trono de oro. En la
cima de esta pirámide puso Nimrod una gema gigantesca, desde la cual, colocado
en actitud divina, exigía el homenaje universal.
El padre de Nimrod era Kus, hijo de Cam con la esposa de su ancianidad.
Cam amaba con exceso a Kus y en secreto le dio las vestimentas de piel que Dios había hecho para Adán y Eva y que Sem debía haber heredado de Noé, pero que robó Cam.
Kus tenía las vestimentas bien ocultas y las legó a Nimrod. Cuando, a la edad de veinte años, Nimrod se puso por primera vez esas reliquias sagradas se hizo sumamente fuerte y Dios le concedió valor y habilidad en la caza. Después de matar a su presa nunca dejaba de erigir un altar y ofrecer sacrificios a Dios.
Pasaron veinte años y estalló una guerra entre los hijos de Cam y los hijos de Jafet, sus principales enemigos. A pesar de una primera derrota, Nimrod reunió cuatrocientos sesenta hijos de Cam y ochenta mercenarios elegidos de los hijos de Sem. Con este ejército venció a los hijos de Jafet y volvió victorioso.
Inmediatamente los hijos de Cam lo coronaron rey y él designó gobernadores y jueces para todo su reino, y eligió a Téraj, el hijo de Najor, para que mandara el ejército. Los consejeros de Nimrod le aconsejaron que construyera una capital en la llanura oriental.
Él lo hizo y llamó a la ciudad Sinear porque, según dijo, "Dios ha destrozado a mis enemigos". Poco después venció también a los hijos de Sem. Estos le llevaron tributo, le rindieron homenaje y fueron a vivir en Sinear, junto a los hijos de Cam y de Jafet, y todos siguieron hablando el idioma hebreo.
En su orgullo, Nimrod hizo más daño que cualquier otro hombre desde el Diluvio, erigiendo ídolos de piedra y madera que el mundo entero tenía que adorar; su hijo Mardón resultó todavía peor, y de aquí el proverbio "De malos padres, mal hijo".
Nimrod y los suyos erigieron la Torre de Babel en rebelión contra Dios, pues él d i j o : "Me vengará de Él por haber ahogado a mis antepasados. Si Él enviase otro diluvio, mi torre se elevará inclusive sobre el Ararat y me mantendrá a salvo". Se proponían atacar el Cielo por medio de la Torre, destruir a Dios y poner ídolos en Su lugar.
Pronto se elevó la Torre a setenta millas de altura, con siete escaleras en su lado oriental, por las que los peones de albañil subían a la cima; y otras siete en el lado occidental, por las que descendían. Abram, hijo de Téraj, contempló esa obra y maldijo a los constructores en nombre de Dios, pues si un ladrillo caía de la mano de un hombre y se rompía, todos lamentaban su pérdida, pero si un hombre caía y moría sus compañeros ni siquiera volvían la cabeza. Cuando los hombres de Nimrod disparaban flechas al Cielo, los ángeles de Dios cogían cada una y, para
engañarlos, las devolvían goteando sangre. Los arqueros gritaban: "¡Hemos matado a todos los habitantes del Cíelo!".
Dios habló entonces a los setenta ángeles que estaban más cerca de su trono y les d i j o : "¡Descendamos otra vez y confundamos su lenguaje, haciendo setenta lenguas de una!" Así hizo, pues inmediatamente los constructores ya no podían entenderse. Si un albañil le pedía a un peón "Dame mortero" el peón le entregaba un ladrillo, con el cual el albañil mataba airadamente al peón.
Muchos eran los homicidios que se cometían en la Torre, y también en la tierra a causa de esa confusión, hasta que por fin la obra quedó paralizada.
En lo que respecta a la Torre: la tierra tragó una tercera parte, el fuego del Cielo destruyó otra tercera parte; y el resto ha subsistido hasta el presente, tan alto que desde su cima los lejanos bosquecillos de Jericó parecen un enjambre de langostas; y el aire ralo hace perder el juicio a los hombres. Sin embargo, la Torre parece menos alta de lo que es a causa de su base sumamente ancha.
En adelante cada familia comenzó a hablar su propio idioma, eligió su propio país, fundó sus propias ciudades, se convirtió en una nación y ya no reconoció un gobernante universal.
Dios designó a setenta ángeles para que guardasen esas naciones separadas, pero también dijo: "Yo Mismo velaré por los hijos de Abram y permanecerán fieles a la lengua hebrea".
Sin embargo, Nimrod siguió gobernando desde Sinear y construyó más ciudades, a saber Erech, Akkad y Calné, que llenó de habitantes, reinó en ellas como majestad y adoptó el título de "Amrafel".
Por fin Esaú, el hijo de Jacob, se encontró con Nimrod por casualidad cuando ambos se dedicaban a la caza, lo mató y le quitó las vestimentas sagradas. Esaú quedó con ellas muy fortalecido, hasta que Jacob las robó de su tienda, diciendo:
"¡Mi hermano no merece tal beneficio!" Cavó un hoyo y las enterró.
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