MITOLOGIA INCA
PACHACAMAC
En este nuevo relato sobre el origen del imperio inca, se cuenta que Manco Capac está con sus tres hermanos, todos ellos hijos del Sol: Pachacamac, una divinidad ancestral que fue incorporado posteriormente al culto oficial inca, y que era adorado desde tiempos antiguos por los pueblos de la orilla; Uira Cocha, y otro dios sin nombre. El primero de esos hermanos es, precisamente, Pachacamac, quien al salir a nuestro mundo subió a la cumbre más alta, para lanzar las cuatro piedras a los cuatro puntos cardinales, tomando, pues, posesión de todo lo que abarcaba su vista y alcanzaron sus piedras. Tras él surgió otro hermano, que también ascendió a la cumbre por orden del cuarto y menor, del astuto y ambicioso Manco Capac, quien aprovechó su confianza para lanzarle al vacío y hacerse con el poder, tras haber encerrado a Pachacamac anteriormente en una cueva y haber visto cómo el tercero, el buen Uira Cocha, prefería dejarle solo, abandonando a sus terribles hermanos y aborreciendo sus manejos por hacerse egoistamente con el poder. Pero hay otros relatos en los que, precisamente, es el antiguo dios Pachacamac quien oficia de protagonista en el cuidado a los humanos, como aquel que recogió el padre agustino Calancha a principios del siglo XVII, en el que se narra la siguiente leyenda: cuando comenzó el mundo, no había comida para el hombre y la mujer que Pachacamac había creado; cuando el hombre murió de hambre, la mujer, que se había quedado sola, salió un día desesperada a rebuscar las raíces de las hierbas que la pudieran mantener con vida; lloraba y gemía, quejándose al Sol de que la hubieran hecho nacer a la luz del día para luego dejarla morir de pobreza, consumida por el hambre. "Sola vivo en el mundo, pobre y afligida, sin hijos que me sigan; si Tú, Sol, nos has creado, ¿por qué nos consumes? ¿Cómo es posible que si Tú eres quién nos da la luz, te presentas tan malvado y mezquino que me deniegas el sustento?"
El Sol, movido por la compasión, bajó a la tierra, poniéndose junto a ella, la consoló y preguntó la causa de su pesar, haciendo como si ni siquiera supiera nada sobre sus buenas razones para lamentarse. Ella le contó entonces cómo había sido su pobre vida, su ansiedad y su pena; el Sol, tocado por su dolor, Ie dijo que arrancase las raíces y, mientras ella lo hacía. El la traspasó con sus rayos y engendró en su vientre un hijo. Nada más hizo el dios Sol, que pareció contentarse con haber mantenido aquella conversación con la única superviviente de los humanos, pero no fue así, cuatro días más tarde, para su gran regocijo, la mujer parió un maravilloso varón, en quien se podía averiguar su divino origen; la buena mujer era feliz, completamente segura de que sus penas habían acabado y que el alimento sería ya abundante. Pero no contaba con la reacción de su creador,el insensible dios Pachacamac, quien estaba indignado porque el Sol era ahora quien estaba recibiendo la adoración que se le debía sólo a él, y porque había nacido un hijo en contra de su voluntad, tomó a la semidivina criatura en sus manos, sin escuchar los gritos angustiados de su madre, pidiendo ayuda al Sol, ya que el dios Sol era no sólo el padre de aquel niño, sino del mismo Pachacamac; y si había tomado a ese niño, lo había hecho para acabar con él, para matarlo, desmenuzando después el cadáver del inocente hermano en fragmentos minúsculos. Pero Pachacamac, para que no se pudiera nunca jamás contraponer la bondad de su padre el Sol frente a la suya, plantó los dientes del niño asesinado y nació el maíz, cuyos granos parecen dientes; y plantó los huesos y las costillas del niño y nació la yuca, cuya raíz es larga y blanca como los huesos; y creó también los otros frutos de esta tierra que son raíces. De la piel de la criatura salió el pacay, el pepino y otros frutos y árboles, y así nadie conoció el hambre ni el lamento por la necesidad, y debían su sub sistencia y abundancia al dios Pachacamac; y su fortuna siguió siendo tan buena que la tierra continuó siendo fértil y los descendientes de los Yungas nunca conocieron los extremos del hambre.
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