"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

jueves, 30 de diciembre de 2010

MITOLOGIA -PANDORA Y LOS MALES DEL MUNDO-


MITOLOGIA
Pandora y los males del mundo

Júpiter inventa la forma más rápida de destruir el paraíso de los hombres: la mujer. Llama a Vulcano, el habilidoso dios artesano, y le pide que confeccione una imagen de bronce.
Deberá parecerse al hombre, pero, en alguna cosa deberá diferenciarse, de forma tal que lo encante y conmueva, atrasándole el trabajo y trastornando su alma.
Y cada dios ofrece aluna cosa a esa criatura, que nace para desconcertar la vida de los mortales.
Minerva, que ya no se considera amiga de Prometeo, pues éste ha desafiado a sus compañeros divinos, entrega a la mujer, recién creada, un hermoso vestido bordado que cubre sus armoniosas formas.
Después, coloca un velo sobre el rostro sereno y adorna la delicada cabeza con una guirnalda de flores de colores.
Cuando la virgen está enteramente vestida, Venus (Afrodita) le ofrece la belleza infinita y los encantos que serán fatales a los indefensos hombres.
Mercurio (Hermes) le confiere el don de la lengua. Apolo le regala una suavísima voz.
Y así, la belleza de Pandora (“todos los dones”) está lista para cumplir su misión.
Los astros iluminan la hermosa figura que se prepara a descender a la Tierra.
Pero, antes de enviarla a los hombres, Júpiter le entrega una caja cubierta con una tapa. En ella están todos los males y miserias destinados a asolar a los mortales: reumatismo, gota, dolores para debilitar el cuerpo humano. Y envidia, despecho, venganza, para desesperarles el alma, antes pura y solidaria.
Cuando Pandora llega a este mundo, encuentra a Epimeteo (“el que reflexiona tarde”). En cuanto la ve, éste se encanta con ella y, conmovido, recibe de sus finas manos la peligrosa caja que ella le ofrece.
Es un presente de Júpiter, declara Pandora. Epimeteo no sospecha ni por un instante que todo el sufrimiento humano emergerá de allí. Todavía desorientado por el deslumbramiento que le ha producido la bella figura, olvida el juramento que le ha hecho a su hermano, Prometeo, de jamás aceptar presente alguno de Júpiter.
Agradecido, abre la tapa de la caja fatal. Inmediatamente, saltan de adentro todas las desgracias del mundo.
Sin embargo, en el fondo del recipiente maldito permanece un tesoro. Un sentimiento precioso, que podría arruinar toda la venganza de los dioses y destruir definitivamente cualquier plaga: la esperanza.
Júpiter no quiere que los hombres esperen mas nada. A un gesto del dios, Pandora cierra la tapa, dejando la esperanza en el fondo de la caja, escondida para siempre.
Y el hombre pierde su paraíso.

jueves, 23 de diciembre de 2010

MITOLOGIA -LOS DIOSES TEMEN A LOS HOMBRES-


MITOLOGIA
Los dioses temen a los hombres


Júpiter teme nuevamente que los hombres traten de terminar con los dioses, olvidándose de ellos o sobrepujándolos. Ellos se muestran cada vez más altivos de sus obras.
Saben construir abrigos. Saben precaverse del frio. No precisan mas invocar la protección de los dioses para que vuelva el verano.
Saben fundir el oro y la plata. Pueden hacer preciosos adornos para sus casas y los más bellos ornamentos para sus cuerpos.
Pueden acuñar monedas, producir riquezas, construir ciudades, puentes y barcos.
Pueden también plasmar, por medio del arte, la ira, el miedo, el dolor, la pasión, la gracia, la alegría y todas sus grandes victorias.
Los hombres son poderosos. No precisan nada más fuera de su propio esfuerzo. Tiene fe en sus propias manos. En su propia lucha.
Prometeo observa con orgullo la fuerte especie que ha engendrado: sus criaturas tienen rebaños, tierras, coraje y alegría.
Son lúcidas. Constituyen una terrible amenaza para los olímpicos. Tal vez impongan al mundo un nuevo orden, el orden humano, sobrepasando a los hijos y hermanos de Júpiter, así como este destronara a su propio padre, Saturno.
Los dioses están aterrados. Discuten, en el cielo, cómo volver a los hombres, nuevamente, sumisos y humildes. Porque la raza humana no puede ser la victoriosa.

domingo, 19 de diciembre de 2010

MITOLOGIA -PROMETEO ROBA EL FUEGO DE LOS DIOSES-


MITOLOGIA
Prometeo roba el fuego de los dioses

El hijo de Japeto dará a los mortales una forma física. Les infundirá una consciencia. Les transmitirá sus conocimientos sobre el mundo, la voluntad de trabajar y de dominar la naturaleza.
Había una única cosa que no conocían. Les faltaba un elemento fundamental para poder construir las civilizaciones y alcanzar el progreso: el fuego.
Sabiendo eso, el gran Júpiter lo escondió. Los hombres estaban obligados a comer los alimentos crudos y fríos. No podían dar forma a los innumerables metales que, conducidos por Prometeo, habían descubierto en el ceno de la tierra.
Tampoco podían fabricar los vasos donde guardar el agua. Ni calentarse cuando la nieve cubría la faz de la tierra.
Pero, queriendo poner en práctica su plan de venganza, y temiendo por el destino de la especie que creara con tanta pasión, Prometeo decide entregar el fuego a los hombres.
Quiebra de un árbol una larga rama seca, va rápidamente hasta el cielo y enciende la rama al calor del carro del Sol.
Con la llama encendida, alegría de los mortales y energía necesaria a toda vida terrestre, Prometeo vuelve a la Tierra.
Ahora los hombres conocen el secreto del precioso elemento.
Poco lo diferencia de los dioses.

sábado, 18 de diciembre de 2010

MITOLOGIA -PROMETEO VENGA A LA ESTIRPE DE LOS TITANES-


MITOLGIA
Prometeo venga a la estirpe de los Titanes

Otrora los Titanes habían sido vencidos por una rama de ellos, los olímpicos, dirigidos por Júpiter. Estos últimos se apoderaron del gobierno del universo después de precipitar en el mundo Inferior, sin piedad, a sus antecesores.
Atlas y Menecio, dos hermanos de Prometeo, participaron de la lucha contra los ambiciosos dioses. Por eso fueron castigados de manera trágica: el primero, condenado a cargar perpetuamente el cielo a cuestas, gime de cansancio y sufrimiento.
El otro, fulminado por Júpiter y condenado a las tinieblas del Erebro, sueña desesperadamente con volver a ver la viva luz solar.
Solamente Prometeo y Epimeteo no seguirán el ejemplo de sus hermanos. Fingirán estar de acuerdo con los olímpicos. Participarán de sus asambleas y banquetes.
Sin embargo, Prometeo ha guardado siempre, en su corazón, un odio sordo hacia aquellos que destruyeran el poder de sus hermanos y los condenaran a una agonía perenne.
Llegó la hora de la venganza. Los dioses están seguros del respeto que les tienen los mortales. Pero el hijo de Japeto reserva otro destino a sus criaturas: los hombres serán más inteligente que los dioses. Y tendrán que vencerlos.
La lucha perpetua se inicia.

lunes, 22 de noviembre de 2010

MITOLOGIA NORDICA -LA SAGA DE EGIL SKALLAGRIMSSON-

MITOLOGIA NORDICA
SAGA DE EGIL SKALLAGRÍMSSON




Kveld-Úlf Y Su Familia
Había un hombre llamado Ulf, hijo de Bjálfi y Hallbera. Úlf era tan alto y tan fuerte que nadie había igual a él; de joven había sido vikingo, y participó en muchas expediciones. Compañero suyo era un hombre llamado Berdlu-Kári, noble y muy valeroso y osado, de gran fuerza física; era berserk. Úlf y él tenían el. dinero en común, y les unía una estrechísima amistad. Cuando dejaron el pillaje, Kári marchó a su casa de Berdla; era muy rico. Kári tenía tres hijos: uno se
llamaba Eyvind Lamb, otro era Olvir Hnúfa, y la hija se llamaba Salbjórg; era una mujer bellísima y muy noble; se casó con Úlf, y éste marchó entonces también a su casa. Úlf era rico en tierras y dinero; tomó aparceros, como hacía cuando iba de viaje, y se convirtió en hombre de gran riqueza: se dice que Clf era un gran terrateniente; tenía la costumbre de levantarse al amanecer y visitar a sus campesinos, o a los herreros, para ocuparse de su ganado y de sus tierras, y
siempre que era necesario su consejo hablaba con la gente: sabía dar siempre buenos consejos, pues era muy sabio. Pero siempre, al atardecer de cada día, se irritaba tanto que pocos osaban dirigirle la palabra, y prefería acostarse temprano.
Se decía que podía cambiar de forma a voluntad. Le llamaban Kveld-Ulf. Kveld-Úlf y su mujer tenían dos hijos; el mayor se llamaba Thórólf, y el más joven, Grím; cuando crecieron se convirtieron en hombres grandes y fuertes como su padre. Thórólf era muy prometedor y valeroso; se parecía a la familia de su madre, era muy alegre, generoso e impetuoso en todas las cosas, muy enérgico.
Grím era moreno y feo como su padre, tanto en su aspecto como en su temperamento; se convirtió en un gran negociante; era hábil con la madera y el hierro, y magnífico artesano; en invierno solía ir a pescar arenques, y con él iban muchos de sus sirvientes. Cuando Thórólf tenía veinte años se dispuso a marchar de vikingo, y Kveld-Ulf le dio un barco largo. Fueron también en este viaje Eyvind y Olvír, los hijos de Berdlu-Kári; llevaban muchos seguidores, y otro barco
largo; marcharon en expedición ese verano y consiguieron un gran botín y muchas riquezas. Durante el verano iban de expedición, y en invierno se quedaban en casa con sus padres. Thórólf tenía en su casa muchos tesoros, que regalaba a su padre y a su madre; gozaba de buena situación, pues era rico y disfrutaba de muchos honores. Kveld-Úlf era ya de edad avanzada, y sus hijos ya eran adultos.

Olvir
El rey de Firdafylki por aquel entonces se llamaba Audbjórn; había un conde llamado Hróald, y Thórir era el hijo del conde. Era conde por entonces también Atli Mjóvi, que vivía en Gaulir; sus hijos se llamaban Hallstein, Hólmstein, Herstein y Sólveig la Bella. Un otoño llegó mucha gente a Gaulir para los sacrificios de otoño; allí, Olvir vio a Sólveig y la cortejó; más tarde la pidió en
matrimonio, pero al conde le disgustaba la diferencia de rango y no quiso casarla.
Más tarde, Olvir compuso muchos poemas de amor para ella; tal era el interés de Olvir por Sólveig que dejó de marchar en las expediciones que seguían haciendo Thórólf y Eyvind.

Harald Y Los Nobles Noruegos
Harald, el hijo de Hálfdan el negro, había heredado Vík de su padre, y había hecho juramento de no cortarse el pelo ni peinarse hasta que fuera jefe único de Noruega; le llamaban Harald el Peludo. Más tarde combatió contra los reyes más próximos y les venció, y acerca de ello se cuentan muchas historias; más tarde se adueñó de Uppland. Después marchó hacia el Norte, a Trondheim, y hubo de reñir muchas batallas hasta que se apoderó de todo el Trondelag. Más tarde avanzó aún más al norte, a Naumadal, contra los hermanos Herlaug y Hrollaug, que eran por entonces reyes de Naumadal. Cuando los dos hermanos se enteraron de la expedición, Herlaug fue con doce hombres a un gran túmulo que habían mandado hacer tres años atrás, y cerraron el túmulo. El rey Hrollaug renunció a su reino y se hizo súbdito del rey Harald, abdicando de su reino y convirtiéndose en conde. De esta forma, el rey Harald se adueñó de la región de Naumadal y de Halogaland; puso allí a sus hombres para administrar el reino. Más tarde, el rey Harald se marchó de Trondheim con su séquito hacia More, donde combatió contra el rey Húnthjóf y le venció; allí murió Húnthjóf; entonces, el rey Harald se apoderó de Nordmore y de Raumsdal. Pero Sólvi Klofi, hijo de Húnthjóf, había escapado, y fue a Sunnmore, junto al rey Arnvid, y le pidió ayuda, diciendo así:
«Aunque estas dificultades nos han afectado hasta ahora tan sólo a nosotros, no pasará mucho tiempo antes de que os alcancen esos mismos problemas a vosotros también, pues estoy seguro de que Harald vendrá aquí en cuanto haya sojuzgado a todas las gentes de Nordmore y Raumsdal, y los haya esclavizado tal como desea.
Tendréis la misma alternativa que tuvimos nosotros: entregar vuestras riquezas y vuestra libertad para entregárselas a su gente, si no tenéis tropas suficientes; pero yo quiero ofrecer mis huestes contra tal tiranía e injusticia; en forma alguna deberéis hacer como los de Naumadal, que se sometieron voluntariamente a Harald, y convertiros en sus siervos. Mi padre prefirió morir con honor en su reino antes que someterse, ya anciano, a otro rey; creo que eso deberíais decidir, igual que todos aquellos que disponen de barcos y hombres y quieran demostrar su
valor.»
Estas consideraciones decidieron al rey reunir sus huestes y defender su tierra; selló un pacto con Sólvi, y se le mandaron mensajes al rey Audbjórn, que gobernaba Firdafylki, para que se uniera a ellos. Cuando los mensajeros llegaron ante el rey Audbjórn y le comunicaron el mensaje, se dirigió a sus amigos en busca de consejo, y todos ellos le recomendaron que reuniera sus huestes y fuera a More con ellos, tal como le pedían. El rey Audbjórn mandó trazar entonces los signos de guerra y enviar mensaje por todo su reino para que se reuniera el ejército; envió
hombres a todas las gentes del reino para ordenarles que fueran con él. Pero cuando los mensajeros del rey llegaron a la hacienda de Kveld-Úlf y le comunicaron el mensaje, y que el rey deseaba que Kveld-Úlf fuera con él, junto con todos los hombres de sus tierras, Kveld-Úlf respondió así:
«Necesario debe parecerle al rey que yo vaya con él para defender su tierra y combatir por Firdafylki; pero a mí me parece muy poco conveniente ir a More y combatir para defender sus tierras. Deberéis decirle, en cuanto encontréis a vuestro rey, que Kveld-Úlf se quedará en casa esta vez en que le pide que acuda al ejército; y que tampoco debería reunir él sus tropas ni salir de su patria para combatir contra Harald el Peludo, pues pienso que le protege su mucha suerte, mientras que nuestro rey apenas tiene de ella un puñado.»
Los mensajeros volvieron ante su rey y le dieron el mensaje de que Kveld-Úlf se quedaría en casa.

Harald, Rey De Noruega
El rey Audbjórn marchó con los hombres que le acompañaron hacia More, y allí se encontró con el rey Arnvid y Sólvi Klofi. Entre todos juntaron un gran ejército.
También el rey Harald había llegado allí desde el norte, con su gente, y se enfrentó con ellos en el Sólskel; fue una gran batalla y hubo gran mortandad en los dos ejércitos. Allí cayeron dos de los condes de Harald, Ásgaut y Ásbjórn, y dos hijos del conde de Lade, Grjótgard y Herlaug, y otros muchos notables; y, en el ejército de More, el rey Arnvid y el rey Audbjórn. Sólvi Klofi huyó y se convirtió en un importante vikingo, e hizo mucho daño en las tierras del rey Harald, y por eso le
llamaron Sólvi Klofi.
Después de esto, el rey Harald sometió Sunnmore. Vémund, hermano del rey Audbjórn, recibió el Firdafylki, convirtiéndose en rey de la región. Esto sucedió a últimos de otoño, y aconsejaron al rey Harald que se fuera a pasar el verano a Stad, más al norte. Entonces, el rey Harald puso al conde Rógnvald al frente de las dos partes de More y Raumsdal, y regresó al Norte, a Trondheim, reuniendo en torno suyo a una numerosa corte. Ese mismo otoño, los hijos de Atli hicieron una expedición contra Olvir Hnúfa para matarle; llevaron tanta tropa que Olvir no les
pudo hacer frente y huyó a toda prisa. Fue a More, llegó ante el rey Harald y se sometió a él; Olvir se fue entonces con el rey a Trondheim ese otoño, y el rey y él se tomaron gran aprecio, y permaneció con él mucho tiempo, convirtiéndose en su poeta.
Ese invierno, el conde Rógnvald fue por tierra hasta Eidsjó, en el sur de Fiord, y le comunicaron en secreto el viaje del rey Vémund, y fue por la noche al lugar que llaman Nautsdal, mientras Vémund estaba en una fiesta. Entonces, el conde Rógnvald le sorprendió en su casa y quemó allí dentro al rey con noventa escribían runas determinadas. De ahí, «trazar los signos de guerra
hombres. Después, Berdlu-Kári se unió al conde Rógnvald, llevando un barco largo con toda su tripulación, y fueron los dos juntos a More; Rógnvald se apoderó de los barcos del rey Vémund y de todas las riquezas que pudo encontrar. Berdlu- Kári marchó entonces a Trondheim para encontrarse con el rey Harald, y se incorporó a su corte. La primavera siguiente, el rey Harald marchó al sur del país con una flota, y sometió a su poder Fjord y Fjalir, y puso a sus hombres al frente del reino; nombró a Hróald conde de Firdafylki.
Cuando se adueñó de aquellas provincias que acababa de conquistar, el rey Harald se preocupó mucho de que los nobles y propietarios que le parecían sospechosos de querer levantarse contra él tuvieran que elegir entre dos opciones: ponerse a su servicio, o marcharse del país o, si no, someterse en términos muy duros o perder la vida; a algunos les mandó cortar las manos o los pies. El rey Harald se apoderó de todas las heredades y todos los fundos de las provincias, fueran tierras cultivadas o no, así como de todos los lagos y lagunas, y todos los campesinos tuvieron que convertirse en arrendatarios suyos, y habrían de ser sus vasallos quienes poseían bosques o hacían sal, o se dedicaban a la caza o la pesca.
Por causa de esta tiranía, muchos huyeron del país y ocuparon numerosas tierras deshabitadas por todas partes: tanto al sur, en Jamtaland y Helsingaland, como en los países de Poniente y las Islas del sur, el Condado de Dublín, Irlanda, Normandía en Francia, Kataness en Escocia, las Orcadas y las Shetland, las Feroe.
Y en esa época se descubrió Islandia.

Kveld-Úlf Y Harald
El rey Harald se quedó con su ejército en Fjord y mandó mensajeros por todo el país para visitar a todos los que no habían ido a él y con los que le interesaba entrar en contacto. Los enviados del rey llegaron a casa de Kveld-Úlf, donde fueron bien recibidos; dijeron su mensaje, que el rey deseaba que Kveld-Ulf fuera a verle.
«Le han llegado noticias -dijeron- de que eres hombre rico y de noble cuna; conseguirás de él grandes honores; el rey desea ardientemente tener con él a aquellos que sabe poseedores de gran riqueza y valentía.»
Kveld-Úlf responde que era ya viejo, que no podía ir al ejército: «Me quedaré en casa y renunciaré al servicio del rey.»
El mensajero dijo entonces: «Permite entonces que vaya tu hijo junto al rey; es hombre fuerte y marcial. El rey te haría barón suyo si quieres servirle.»
«No quiero dice Grím- ser su barón mientras viva mi padre, pues él ha de ser siempre superior a mí mientras viva.»
Los mensajeros se marcharon; cuando llegaron ante el rey le dijeron todo lo que les había dicho Kveld-Úlf. El rey se enojó y dijo con pocas palabras que eran gente soberbia, que no sabían cuál era su valor realmente. Olvir Hnúfa estaba allí cerca, y le pidió al rey que no se irritara:
«Yo iré a ver a Kveld-Úlf, y cuando sepa cuánto interés tenéis en ello querrá venir a veros.»
Olvir fue entonces a ver a Kveld-Úlf, y le dijo que el rey estaba enfadado y no se apaciguaría a menos que fueran a verle él o su hijo; y que si querían servir al rey recibirían de él grandes honores; dijo, además, y era cierto, lo bueno que era el rey con sus hombres, a quienes concedía riquezas y honores.
Kveld-Úlf dijo que predecía que «mi hijo y yo no tendremos suerte con este rey, y no iré con él; pero si Thórólf vuelve a casa este verano, será fácil persuadirle de que haga el viaje y se ponga al servicio del rey. Dile al rey, por tanto, que seré su amigo, y también los hombres que de mí dependen buscarán su amistad, y yo seguiré gobernando como delegado suyo, igual que antes hice con el rey anterior, si el rey quiere que así lo haga; más adelante veremos qué tal es la relación entre el rey y yo».
Olvir volvió entonces junto al rey y le dijo que Kveld-Úlf le enviaría a su hijo, diciendo que el más apto para el asunto no estaba en casa. El rey se apaciguó; ese verano marchó a Sogn y en otoño se dispuso a viajar a Trondheim.

Thórólf Va A La Corte De Harald
Thórólf Kveldúlfsson y Eyvind Lamb volvieron de expedición en otoño; Thórólf fue a ver a su padre. Cuando padre e hijo estaban hablando, Thórólf preguntó qué habían contado los hombres que envió Harald.
Kveld-Úlf dijo que el rey mandó decirle que Kveld-Úlf debería ponerse a su servicio, o en su lugar uno de sus hijos.
«¿Qué respondiste?», dijo Thórólf.
«Dije que pensaba que nunca podría someterme al rey Harald, y eso mismo deberíais hacer vosotros dos si aceptarais mi consejo; creo que todo apunta a que nuestro destino es que el rey nos cause la muerte.»
«Será muy de otro modo -dijo Thórólf-; creo que mi suerte será mucho mejor; estoy dispuesto a ir junto al rey y ponerme a su servicio, sé muy bien que su corte está formada por gente importante. Creo que lo más conveniente será que vaya a su ejército si quiere aceptarme; son personas mucho mejor consideradas que los demás hombres del país. Me han dicho que el rey es generosísimo con sus hombres, a los que regala riquezas, y que no es menos magnánimo para
concederles honores y poder a quienes cree que lo merecen. Me han dicho también lo que sucede a quienes se apartan de él y no quieren ser sus amigos: a ninguno le va bien, unos escapan del país y otros se convierten en simples aparceros suyos.
Me extraña, padre, que un hombre tan sabio como tú, y tan ambicioso, no quiera aceptar agradecido los honores que el rey te ofrece. Y si crees que puedes adivinar el destino, y que habremos de sufrir por culpa del rey, que se volverá enemigo nuestro, ¿por qué no fuiste a luchar contra él junto al rey a quien antes rendías pleitesía? No creo que lo mejor sea no ser ni su amigo ni su enemigo.»
«Resultó cierta -dijo Kveld-Úlf- mi predicción de que quienes lucharan contra Harald el Peludo en More no podrían vencerle; igualmente cierto será que Harald ha de causar mucho daño a mi familia. Pero tú, Thórolf, harás tu voluntad. No temo que te unas a los hombres de la corte de Harald, ni que no consigas ser igual que ellos, o tan bueno como los mejores, en todos los peligros; ten cuidado de no excederte de tus limitaciones, no compitas con quien sea más que tú, ni tampoco te acobardes ante ellos.»

El Barón Bjórgólf Y Hildiríd
En Halogaland vivía un hombre llamado Bjórgolf, que vivía en Torgar; era barón, rico y poderoso, medio trol por su fuerza, su estatura y su complexión. Tenía un hijo llamado Brynjólf, que era igual a su padre. Bjórgólf era ya viejo y su mujer había muerto, y se lo había dado todo a su hijo, y le había buscado esposa.
Brynjólf estaba casado con Helga, hija de Ketil Haeng, de Hrafnista. Su hijo se llamaba Bárd; creció pronto y se volvió alto y de rostro apuesto, se hizo hombre muy fuerte.
Un otoño hubo una fiesta multitudinaria en la que Bjórgólf y su hijo eran los más nobles de los asistentes. Por la noche empezaron todos a beber en parejas como era costumbre. Había en la fiesta un hombre llamado Hógni, que vivía en Leka; era hombre muy rico, de hermosísimo rostro, sabio, pero de baja cuna, y se había enriquecido por sus propios medios. Tenía una hija bellísima, llamada Hildiríd; le tocó sentarse junto a Bjórgólf, y aquella noche hablaron largo rato; a Bjórgólf le pareció muy bella la muchacha. Poco después terminó la fiesta.
Ese mismo otoño, el viejo Bjórgólf se fue en una barca que tenía, acompañado de treinta hombres; llegó a Leka, y veinte fueron con él a la casa mientras diez guardaban el barco. Cuando llegaron a la granja, Hógni fue a recibirles y darles la bienvenida, y le pidió que se quedara allí con sus compañeros, y él aceptó, y entraron en la sala. Tras quitarse los zapatos y ponerse las capas, Hógni mandó traer barriles de cerveza clara. Bjórgólf se dirigió a Hógni, el propietario, y le dijo:
«He venido aquí porque quiero que tu hija venga conmigo a mi casa; haré un contrato de concubinato formal».
Hógni no vio posibilidad alguna de hacer otra cosa que lo que Bjórgólf quería. Bjórgólf la compró por una onza de plata, y los dos se fueron juntos a la cama; Hildiríd marchó con Bjórgólf a su casa de Torgar. A Brynjólf no le gustó el asunto.
Bjórgólf y Hildiríd tuvieron dos hijos: uno se llamó Hárek, y el otro, Horek.
Más tarde, Bjórgólf murió; cuando lo enterraron, Brynjólf hizo que Hildiríd se marchara con sus hijos; se fue a Leka, junto a su padre, y allí crió Hildiríd a sus hijos; eran hombres de bello rostro, inteligentes, parecidos a la familia de su madre; les llamaban «los hijos de Hildiríd». Brynjólf les tenía escaso aprecio, y no permitió que recibieran herencia alguna de su padre.
Hildiríd era la heredera de Hógni, y ella y sus hijos heredaron y se establecieron en Leka, y eran muy ricos; Bárd, el hijo de Brynjólf, tenía la misma edad que los hijos de Hildiríd. Brynjólf y Bjórgólf tenían desde hacía tiempo el privilegio de viajar a Laponia y recaudar el tributo lapón.
Al Norte, en Halogaland, hay un fiordo llamado Vefsnir; en ese fiordo hay una isla llamada Alóst, grande y fértil. En ella existe una granja llamada Sandness; allí vivía un hombre llamado Sigurd, que era el más rico del Norte; era barón, y muy sabio, y tenía el don de hacer profecías. Su hija se llamaba Sigríd, y era considerada el mejor partido de Halogaland: era hija única, y habría de heredar a su padre Sigurd. Bárd Brynjólfsson fue a Álóst con una barca y treinta hombres, y
llegó a Sandness, donde vivía Sigurd. Bárd empezó a hablar y pidió la mano de Sigrid; la respuesta fue favorable, y la muchacha le fue prometida a Bárd. La boda se celebraría el verano siguiente; Bárd habría de ir allí a buscar a la novia.

Thórólf En La Corte
Aquel verano, el rey Harald envió mensajes a la gente de Halogaland que le era fiel, para que fueran con él; Brynjólf tuvo que ir, junto a su hijo Bárd. Marcharon hacia el sur, a Trondheim, en otoño, y allí se encontraron con el rey; los recibió con gran alegría; Brynjólf se convirtió en barón del rey. El rey les dio magnífica recompensa, mejor que en ocasiones anteriores; les concedió también el derecho de comerciar en Laponia, el gobierno de una provincia de las montañas, y el
derecho a recaudar el tributo lapón. Más tarde, Brynjólf se marchó a su casa y Bárd se quedó allí, entrando en la corte del rey.
De toda la gente de su corte, a quienes el rey más apreciaba era a sus poetas; les daba asientos en los bancos más altos. Más abajo se sentaba el poeta Audun Illskalda, era el mayor, y ya había sido poeta de Hálfdan el Negro, padre del rey Harald. A su lado se sentaba Thorbjórn Hornklofi, y a su lado Olvir Hnúfa, y junto a él se sentaba Bárd; le llamaban Bárd el Blanco, o Bárd el Fuerte; demostró ser tan bueno como el mejor; le unía gran amistad con Olvir Hnúfa.
Ese mismo otoño, Thórólf Kveld-Úlfsson y Eyvind Lamb, el hijo de Berdlu-Kári, vinieron ante el rey Harald; fueron bien recibidos; habían viajado en un bote de veinte asientos, que habían utilizado antes en sus expediciones como vikingos, y les acompañaba su tripulación. Los situaron con sus compañeros en la sala de invitados. Después de permanecer allí el tiempo que les pareció conveniente antes de presentarse al rey, fueron con Berdlu-Kári y Olvir Hnúfa a presentar sus
respetos al rey. Olvir Hnúfa le dijo que había llegado el hijo de Kveld-Úlf.
«Tal como os dije el año pasado, Kveld-Úlf os lo envía: cumplirá siempre sus promesas, y tenéis aquí una prueba cierta de que quiere ser vuestro leal amigo, ya que envía para que os sirva a su hijo que, como podéis ver, es hombre magnífico; Kveld-Ülf os ruega, y así lo hacemos todos nosotros, que le acojáis con honores y le hagáis persona de importancia entre vuestra gente.»
El rey contestó amablemente a sus palabras, y dijo que así lo haría, «si compruebo que es tan bueno como parece valeroso».
Entró entonces en la corte del rey y obtuvo sus correspondientes derechos, mientras que Berdlu-Kári y su hijo Eyvind Lamb se fueron en el barco que había traído Thórólf; Kári se volvió a casa con Eyvind.
Thórólf se quedó con el rey, y el rey le asignó un asiento entre Olvir Hnúfa y Bárd, y se hicieron muy amigos. Se decía de Thórólf y Bárd que eran de igual apostura, fuerza, estatura y habilidad. Thórólf y Bárd gozaban de gran aprecio por parte del rey.
Pero cuando pasó el invierno y llegó el verano, Bárd le pidió al rey permiso para ir a casarse según lo acordado el verano anterior, y cuando el rey supo que Bárd estaba obligado por una promesa le autorizó el viaje. Cuando hubo obtenido el permiso, le pidió a Thórólf que fuera con él al norte; dijo, y era cierto, que allí podría conocer a muchos nobles parientes suyos a los que nunca antes había visto o conocido. Le pareció atractiva la idea a Thórólf, y obtuvieron el permiso del rey, se prepararon, dispusieron un buen barco y buena tripulación, y marcharon en
cuanto todo estuvo listo.
Cuando llegaron a Torgar enviaron unos hombres a decirle a Sigurd que Bárd iba a buscar a su novia tal como habían acordado el verano anterior. Sigurd dice que mantendrá el trato que habían hecho; estipularon los términos de la boda, según los cuales Bárd y sus compañeros irían a Sandness, al norte de allí. Cuando llegó el día acordado, Brynjólf y Bárd fueron allá llevando consigo a muchos nobles parientes y familiares. Sucedió tal como Bárd había dicho, y Thórólf encontró a muchos de sus propios parientes a los que nunca había visto ni conocido. Fueron a
Sandness y hubo allí una fiesta magnífica. Cuando la fiesta terminó, Bárd volvió a casa con su mujer y se quedó allí durante el verano, en compañía de Thórólf, en otoño volvieron con el rey, al sur, y se quedaron con él otro invierno. Ese mismo invierno murió Brynjólf. Cuando Bárd se enteró de que le había correspondido la herencia, pidió permiso para volver a su casa, y el rey se lo concedió; pero antes de que se marchara, el rey le nombró barón como había sido su padre, y le otorgó todos los derechos que había disfrutado Brynjólf. Bárd marchó a su casa y pronto se convirtió en un gran jefe; pero los hijos de Hildiríd tampoco recibieron nada en esta ocasión. Bárd tuvo con su esposa un hijo que se llamó Grím. Thórólf se quedó con el rey, disfrutando de grandes honores.

Thórolf Y La Herencia De Bárd
El rey Harald hizo una gran leva, reunió una flota y convocó sus tropas desde todas partes del país; salió de Trondheim y se dirigió al sur del país. Le habían dicho que se había reunido un gran ejército en Agdir, Rogaland y Hordaland, y en otros muchos sitios, del interior del país y del oeste de Vík, y que se habían unido muchos nobles dispuestos a defender sus tierras contra el rey Harald. El rey Harald llegó desde el norte con su ejército; él llevaba personalmente un barco grande tripulado por los hombres de su guardia; en la proa iban Thórólf Kveld-Úlfsson y Bárd el Blanco, y los hijos de Berdlu-Kári; Olvir Hnúfa y Eyvind Lamb y los doce berserk del rey iban en las amuras.
El combate tuvo lugar al sur de Rogaland, en Hafrsfjord; fue la mayor de las batallas que libró el rey Harald, y hubo gran mortandad por ambas partes.
El rey se situó delante, en el lugar donde se riñó la más dura pelea; sucedió que el rey Harald consiguió la victoria, y allí murió Thórir Haklang, rey de Agdir, y Kjótvi el Rico huyó con todo su ejército sobreviviente, excepto los que después de la batalla se entregaron. Cuando contaron los muertos de la guardia del rey Harald, se vio que eran muchos los caídos, y otros muchos estaban gravemente heridos, Thórólf tenía graves heridas, pero más aún Bárd, y de los que iban en el barco del rey a proa de lavela todos estaban heridos, menos aquellos a quienes el hierro no
puede dañar, que eran los berserk.
El rey mandó vendar las heridas de sus hombres y dio las gracias a quienes estuvieron en primera línea, y les dio regalos e hizo grandes alabanzas de los que pensó que las merecían, y acrecentó sus honores; nombró capitanes de barco, primero a los que estaban en las amuras, y luego a otros que iban en la parte de proa.
Aquella fue la última batalla de Harald en el país, y después de ella no encontró resistencia y se adueñó de todo el país. El rey mandó curar a los que seguían con vida y hacer honras fúnebres para los muertos, en la forma en que era entonces costumbre. Thórólf y Bárd estaban heridos; las heridas de Thórólf sanaron, pero las de Bárd eran mortales. Hizo que llamaran al rey a su lado, y le dijo:
«Si muero por causa de estas heridas, quiero rogaros que me permitáis disponer de mi herencia.»
Y cuando el rey aceptó, dijo:
«Quiero que mi herencia vaya a manos de Thórólf, mi compañero y pariente, tanto tierras como riquezas; quiero encomendarle también mi esposa y mi hijo para que lo críe, pues confío en él como en el mejor de los hombres.»
Dijo estas palabras al rey para que tuvieran valor legal.
Muere entonces Bárd, y se celebraron grandes funerales, y hubo gran duelo por su muerte. Thórólf curó de sus heridas y estuvo con el rey ese verano, gozando de magnífica reputación. En otoño, el rey se fue a Trondheim; allí, Thórólf le pidió permiso para ir a Halogaland para recoger las riquezas que su pariente Bárd le había legado el verano anterior. El rey le autoriza, y mandó mensajes y avisos haciendo saber que Thórólf es el dueño de todo lo que Bárd le había dado; dice que esos regalos se hicieron con el permiso del rey, y que quiere que así suceda.
El rey nombra a Thórólf barón, y le otorga todos los derechos que antes había disfrutado Bárd, le concede el derecho de comerciar en Laponia, en idénticas condiciones a las de Bárd; el rey le dio a Thórólf una nave larga, magnífica, con todo su aparejo, y mandó prepararlo para viajar a donde quisiera. Thórólf se marchó entonces, separándose del rey con gran amistad.
Cuando Thórólf llegó a Torgar le recibieron muy bien; contó entonces la muerte de Bárd, añadiendo que Bárd le había dejado sus tierras y sus riquezas, y también su esposa; mostró los mensajes y los testimonios del rey. Cuando Sigríd oyó estas nuevas lamentó mucho la muerte de su esposo; le conocía bien y sabía que era un hombre magnífico, y el matrimonio había ido bien; pero como era una orden del rey aceptó, y también lo hicieron sus amigos, se casaría con Thórólf si sus padres no se oponían. Thórólf quedó al frente de todo, y se ocupó del gobierno de la
región en nombre del rey.
Thórólf se fue de su casa en una nave larga, con casi sesenta. hombres, en cuanto estuvo dispuesto, y fue hacia el norte costeando; llegó a Álóst, en Sandness, un atardecer; amarraron el barco en puerto y después de montar las tiendas, en cuanto estuvieron listos, Thórólf fue a la casa con veinte hombres. Sigurd le dio la bienvenida y le invitó a quedarse con él, pues se conocían ya de antes, del tiempo en que Sigurd y Bárd se emparentaron por matrimonio; después, Thórólf fue a la sala, y allí hicieron una fiesta.
Sigurd empezó a charlar con Thórólf, y le pidió noticias; Thórólf le contó la batalla que habían librado en el sur del país, la muerte de mucha gente, a muchos de los cuales Sigurd los conocía. Thórólf dijo que Bárd, su yerno, había muerto de las heridas que recibió en la batalla; ambos lamentaban tan gran pérdida.
Thórólf le dice entonces a Sigurd lo que había decidido Bárd antes de morir, y mostró los mensajes del rey, que quería que todo se hiciese según sus deseos, y lo probó con testimonios. Entonces, Thórólf hizo la petición a Sigurd, solicitó la mano de su hija Sigríd. Sigurd aceptó, y dijo que había muchas cosas a favor de tal matrimonio: en primer lugar, que el rey deseaba que se hiciera así, pero también que Bárd lo había pedido, y además conocía a Thórólf y lo consideraba buen partido para su hija; fue fácil convencer a Sigurd; se decidieron entonces los términos y se fijó la boda para el otoño, en Torgar.
Thórólf volvió entonces a su casa junto con sus compañeros, y vivió allí hasta la fecha de la boda, e invitó a mucha gente; estaban allí muchos nobles parientes de Thórólf.
Sigurd viajó también con una gran nave larga y muchos hombres escogidos; en la fiesta hubo una gran multitud. Se vio enseguida que Thórólf era hombre generoso y nobilísimo; llevaba en torno suyo un gran cortejo, y la fiesta resultó costosísima y se gastaron muchas vituallas; había habido buena cosecha y hubo suficiente para proporcionar todo lo necesario.
Ese invierno murió Sigurd en Sandness, y Thórólf heredó todos sus bienes, que eran grandes riquezas.
Los hijos de Hildiríd fueron a ver a Thórólf y presentaron su petición sobre los derechos que creían tener a las riquezas de su padre, Bjórgólf. Thórólf les respondió:
«He sabido que Brynjólf, y luego Bárd en mayor grado aún, fueron hombres valerosos y de tal grandeza que os habrían dado parte de la herencia de Bjórgólf si hubieran pensado que teníais derecho a ella; sé que habéis presentado la misma demanda a Bárd, y sé que a él no le pareció conveniente aceptar, pues os consideraba bastardos.»
Harek dijo que traerían testigos para demostrar que su madre fue comprada legalmente.
«Pero cierto es que no lo intentamos primero con nuestro hermano Brynjólf; había que compartir la herencia con los parientes, pero esperábamos una compensación de Bárd; nuestras relaciones no fueron largas. Ahora, la herencia ha caído en manos de un hombre con el que no tenemos parentesco, y ahora no estamos dispuestos a callar la afrenta que se nos hace; puede ser que continúe la injusticia y que por tu culpa no consigamos nuestros derechos, y que no se preste oídos a los testimonios que podemos presentar para demostrar que somos nobles, e hijos
legítimos con derecho a la herencia.»
Thórólf les contesta, malhumorado:
«No os considero herederos legítimos, pues me dijeron que vuestra madre fue tomada por la violencia, y raptada.»
Después de esto terminaron la conversación.

Thórólf En Laponia
Ese invierno, Thórólf viajó hacia las montañas con una gran hueste, de no menos de noventa hombres; hasta entonces, la costumbre había sido que los gobernadores de la provincia llevaran treinta hombres, y a veces menos; llevaba muchas mercancías. Llegó pronto a un acuerdo con los lapones, y les cobró el tributo y comerció con ellos; trabó amistad con todos ellos, aunque algunos se mostraron desconfiados. Thórólf viajó mucho por los bosques; cuando visitó la zona oriental
de las montañas, se enteró de que habían llegado desde el este los kilfingos, que negociaban con los fineses y robaban por todas partes.
Thórólf vigiló primero la marcha de los kilfingos y luego se lanzó en su persecución, y encontró en un poblado a treinta hombres y los mató a todos, ninguno escapó, y más tarde encontró otros quince o veinte juntos. En total mataron a cerca de cien hombres, y se apoderaron de muchísimas riquezas; se marcharon por donde habían venido. Thórólf se fue entonces a su casa de Sandness y allí permaneció largo tiempo. En primavera mandó construir una gran nave larga
con una cabeza de dragón en la proa, ordenó disponerla de la mejor manera y viajó en ella desde el norte.
Thórólf preparó gran parte de las mercancías de Halogaland, y mandó a sus hombres a pescar arenque y bacalao; había también bastantes focas y muchos huevos de aves marinas; hizo que llevaran todo aquello a su casa. Nunca tenía en su casa menos de cien hombres libres; era pródigo y rico y tenía buenas relaciones con los hombres notables que vivían cerca; se convirtió en hombre poderoso, muy preocupado por su casa y sus armas.

La Fiesta De Thórólf En Honor De Harald
Ese verano, el rey Harald fue a Halogaland y se prepararon fiestas en su honor, en sus propias residencias y en las de sus barones y los campesinos ricos36. Thórólf preparó una fiesta en honor del rey, haciendo gran gasto; se acordó cuándo llegaría el rey. Thórólf invitó a multitud de gente, eligiendo los mejores. El rey llevaba consigo cerca de trescientos hombres cuando fue a la fiesta, mientras que Thórólf tenía quinientos hombres. Thórólf había hecho habilitar un granero grande que tenía, y mandó poner allí bancos para sentarse a beber, pues no había una sala suficientemente grande para que cupiera toda aquella muchedumbre; en torno a la casa colgaban escudos.
El rey se sentó en el asiento de honor; cuando ya estuvieron ocupados los bancos superiores e inferiores, el rey miró en torno suyo y enrojeció, pero no dijo nada, -y a todos les pareció que estaba enfadado.
La fiesta fue magnífica y hubo de lo mejor para todos; el rey no estaba nada contento, pero se quedó allí tres días como habían acordado. El día en que debía marcharse el rey, Thórólf fue ante él y le pidió que bajara a la playa; y así lo hizo el rey; estaba allí en el agua el barco de guerra que Thórólf había mandado construir, con las tiendas y todo su aparejo. Thórólf le regaló el barco al rey, y le pidió al rey que diera su justo valor a que hubiera habido tan gran multitud, pues
había sido para gloria del rey y no por afán de competir con él. El rey acogió bien las palabras de Thórólf, se alegró y contentó. Otros añadieron también buenas palabras a éstas, diciendo que la fiesta había sido la más espléndida, y la despedida la mejor, y así era ciertamente, y que con hombres como aquél se acrecentaba el poder del rey; se despidieron con gran cariño.
El rey se fue al norte, a Halogaland, como era su intención, y luego regresa al sur al terminar el verano; asistió a otras fiestas que le habían preparado.

Intrigas De Los Hijos De Hildiríd
Los hijos de Hildiríd fueron a ver al rey y le invitaron a una fiesta de tres días en su casa; el rey aceptó la invitación y decidió la fecha en que iría. Y cuando llegó el día acordado, apareció el rey con su comitiva, y no había demasiada gente en la casa, aunque la fiesta resultó magnífica; el rey estaba muy contento. Hárek fue a conversar con el rey, y le pregunta al rey sobre los viajes que había hecho aquel verano. El rey contestó a lo que le preguntaba, diciendo que todos le habían
recibido bien y que cada uno había dado según sus posibilidades.
«Grandes diferencias debió haber -dijo Harek-; seguramente, la multitud más grande debió ser en Torgar.»
El rey dijo que así había sido.
Hárek dice: «Así era de esperar, ciertamente, porque para esa fiesta se hicieron muy grandes preparativos; tuvisteis mucha suerte, señor, de que todo terminara bien sin peligro para vuestra vida; como era de esperar, fuisteis vos el más sabio y el más afortunado, pues sospechasteis que no estaríais completamente seguro entre tantísima gente como se había reunido allí; me han dicho que ordenasteis a vuestra guardia que llevaran siempre las armas y que estuvieran alerta día y noche.»
El rey le míró, y díjo: «¿Por qué hablas así, Hárek? ¿Qué quieres decir con eso?»
Dice: «¿Puedo, señor, decir todo lo que pienso?»
«Habla», dice el rey.
«Pienso -dice Hárek- que si escucharais, señor, lo que habla la gente en privado, cómo piensan que oprimís al pueblo, seguro que os habría de disgustar; muy cierto es, señor, que para que la gente se levante contra vos no le falta sino valor y jefes.
Y no es extraño -decía- que hombres como Thórólf crean valer más que otros; no carece de fuerza ni apostura, tiene además una guardia personal igual a la de un rey, posee muchas riquezas, aun contando sólo con las suyas propias, y hace con el dinero de otros como si suyo fuera. Además, le habéis hecho grandes regalos sin esperar que os lo agradeciera bien; y en verdad os digo que al saber que ibais a Halogaland con una compañía de sólo trescientos hombres, hubo una conjura para reunir un ejército y quitaros la vida, señor, junto a todos los de vuestra guardia; y Thórólf fue el jefe de los conjurados, porque le ofrecieron ser rey de las provincias de Halogaland y Naumadal. Luego fue por todos los fiordos y por todas las islas y
reunió todos los hombres y todas las armas que pudo, y no ocultaron que se preparaban para luchar contra el rey Harald. Cierto es, señor, que aunque hubierais tenido una escolta aún menor, a los campesinos les entró el miedo en el pecho al ver vuestros barcos. Acordaron entonces presentarse ante vos con alegría y ofreceros un festín; pero su intención era que, si os emborrachabais u os dormíais, os atacarían con armas y con fuego; una prueba de que es verdad lo que digo es que os llevaron a un pajar, porque Thórólf no quería quemar su casa, que era nueva y estaba bien construida. Otra prueba más es que la casa estaba llena de armas y
armaduras; pero al no poder atacaros a traición decidieron que lo mejor que podían hacer era abandonar el plan. No creo que confiese la conjura, pero creo que pocos se atreverán a jurar su inocencia cuando se manifieste la verdad. Os aconsejo, señor, que llaméis a Thórólf a vuestro lado y que lo tengáis en vuestra corte, que lleve vuestra enseña y vaya en la proa de vuestro barco, que para todo eso es el mejor de los hombres. Pero si queréis que sea vuestro barón, dadle tierras al sur de los fiordos; allí están todos sus parientes, y podrás vigilar para que no se las dé de tan importante. Dadle la comarca de Halogaland a gente moderada que os sirva con fidelidad y tengan allí su estirpe, y que hayan tenido parientes en puestos semejantes. Mi hermano y yo estaríamos dispuestos y prestos a ello, si queréis hacer uso de nosotros. Nuestro padre fue durante largo tiempo rey de la región, y gobernó bien. Os será difícil, señor, encontrar aquí gente para hacerlo, pues rara vez venís por aquí. La tierra no es muy apropiada para viajar con vuestro ejército, y no deberíais venir mucho por aquí con séquito pequeño, pues hay mucha gente
que no es de fiar.»
El rey se irritó mucho por estas palabras, pero habló pausadamente tal como era su costumbre cuando le decían algo importante. Preguntó entonces si Thórólf estaría en su casa de Torgar. Hárek dijo que suponía que no.
«Thórólf es suficientemente inteligente para no enfrentarse a vuestro ejército, señor, porque ha de suponer que no todos guardarían el secreto y qué acabaríais por saberlo; se fue al norte, a Alóst, en cuanto se enteró de que ibais hacia el norte.»
El rey habló poco con otros hombres sobre estas cosas, y parecía haber creído las palabras que le habían dicho. Luego, el rey siguió su camino; los hijos de Hildiríd le despidieron con regalos, y él les prometió su amistad. Los dos hermanos buscaron excusas para ir a Naumadal y procuraron encontrarse con el rey, y le vieron varias veces; siguió tratándoles con amabilidad.

Thorgils Gjallandi Le Lleva A Harald El Tributo Lapón
Había un hombre llamado Thorgils Gjallandi; vivía con Thórólf y era su favorito; había acompañado a Thórólf cuando iba de vikingo, iba en la proa de su barco y portaba su enseña. Thorgils había estado en la batalla de Hafrsfjord, en las huestes del rey Harald, dirigiendo el barco en que Thórólf había ido a vikingo. Thorgils era robusto y muy valeroso. El rey le había hecho muchos regalos después de la batalla, y le había prometido su amistad. Thorgils era el administrador de la casa de Torgar cuando Thórólf no estaba; entonces era Thorgils quien mandaba.
Cuando Thórólf se fue a recoger el tributo lapón que le correspondía al rey en la región de las montañas, se lo entregó a Thorgils y le pidió que se lo llevara al rey si él no volvía antes de que regresara al sur el rey. Thorgils preparó un gran barco de cabotaje, muy bueno, que era propiedad de Thórólf, y cargó en él el tributo, llevando consigo veinte hombres; navegó hacia el sur en busca del rey, y le encontró en Naumadal.
Pero cuando Thorgils fue ante el rey y dijo que le traía el tributo lapón que Thórólf le enviaba, el rey le miró sin contestar, y se podía ver que estaba enojado. Thorgils se marchó con la intención de esperar mejor momento para hablar con el rey; fue a ver a Olvir Hnúfa y le dijo lo que había pasado, y preguntó si sabía lo que ocurría.
«No lo sé -dijo-; he visto que el rey calla siempre que se menciona a Thórólf desde que estuvimos en Lekir, e imagino que le deben haber calumniado. Sé que los hijos de Hildiríd tienen largas charlas con el rey en privado, y por sus palabras se puede ver que no son amigos de Thórólf; pero me cercioraré de todo ello hablando con el rey.»
Luego, Olvir fue a ver al rey, y dijo: «Ha venido vuestro amigo Thorgils Gjallandi con el tributo de Finnmark, y es un tributo mucho mayor y mejor que el que habéis conseguido hasta hoy; ya es hora de que regrese; haced el favor, señor, de ir a verlo, porque nunca nadie habrá visto tan buenas pieles.»
El rey no responde, pero va al barco; Thorgils hizo subir las pieles y se las dio al rey. Y cuando el rey vio que era cierto que el tributo era mucho mayor y mejor que el que hasta entonces había conseguido, alzó la mirada y dijo que quería hablar con Thorgils; éste le llevó al rey algunas pieles de castor que Thórólf le enviaba, junto con otras cosas de gran valor que había conseguido en las montañas. El rey se alegró, y pregunta qué nuevas había de los viajes de Thórólf y sus hombres.
Thorgils lo explicó todo detalladamente. Entonces dijo el rey:
«Gran lástima es que Thórólf no me sea fiel y quiera matarme.»
Entonces respondieron unánimemente muchos de los que allí estaban, dijeron que si al rey le habían dicho que Thórólf le era infiel debería tratarse de una mentira de gente perversa. Por último, el rey dijo que les creía; el rey fue amable con Thorgils en sus palabras, y se despidieron reconciliados. Y cuando Thorgils vio a Thórólf le dijo todo lo que había pasado.

Nuevo Viaje De Thórólf A Laponia
Thórólf volvió a la frontera ese invierno, llevando consigo cerca de ciento veinte hombres; igual que el invierno anterior, comerció con los lapones y viajó mucho por la frontera. Cuando llego muy al este y se conoció allí su viaje, vinieron unos kvenos a decirle que les enviaba Faravid, rey de Kvenland, y dijeron que los carelios estaban saqueando sus tierras, y le mandaba recado a Thórólf de que fueran allí a prestarle ayuda; le informaron, además, a Thórólf que tendría en el
botín la misma parte que el rey, y cada uno de sus hombres tanto como tres kvenos. Era ley entre los kvenos que el rey había de tener un tercio del botín, reservándose además todas las pieles de castor, de marta y marta cibelina. Thórólf explicó todo esto a su gente y les dio a elegir si debían ir o no, y la mayoría prefirieron arriesgarse ya que tan gran botín había, así que decidieron ir al este con los mensajeros.
Finnmark es muy extenso; el mar penetra desde el este formando grandes fiordos, y lo mismo hace por el norte; al sur está Noruega, y la Marca se extiende hasta el sur tanto como la parte interior de Halogaland. Al este de Naumadal está Jamtaland, y luego Helsingjaland y luego Kvenland, luego Laponia, luego Carelia; y Finnmark está por encima de todas estas tierras, y hay muchísimas zonas montañosas, y otras con valles, y otras con lagos. En Finnmark hay lagos
enormemente grandes, y junto a los lagos hay grandes bosques, y altas montañas de un lado a otro de los bosques, a las que llaman Kilir.
Cuando Thórólf llega a Kvenland, se encontró con el rey Faravid, y se dispusieron para la expedición, llevando consigo trescientos hombres, una cuarta parte de ellos noruegos, y fueron por Finnmark hasta llegar a los montes donde estaban los carelios que saqueaban las tierras de los kvenos. Y cuando se dieron cuenta de que iban en son de guerra se reunieron y les atacaron, confiando en que conseguirían la victoria igual que otras veces. Cuando empezó la batalla, los noruegos atacaron furiosamente; tenían mejores escudos que los kvenos; se produce gran mortandad en la hueste carelia, muchos murieron, y otros huyeron. Thórólf y el rey Faravid
consiguieron enormes riquezas y regresaron luego a Kvenland, y después se marchó Thórólf con sus hombres hacia los bosques, despidiéndose amistosamente del rey Faravid. Thórólf salió de las montañas en Vefsn y fue primero a su casa de Sandness, permaneció allí un tiempo, y en primavera se fue con su gente hacia Torgar. Cuando llegó allí le dijeron que los hijos de Hildiríd habían pasado ese invierno en Trondheim con el rey Harald, y que no habían dejado de calumniar a Thórólf ante el rey; le dijeron a Thórólf muchas cosas sobre las mentiras que
contaban. Thórólf responde:
«El rey no creerá esas mentiras que le dicen, pues no hay motivo para que yo le engañe, ya que él me ha hecho muchos regalos y no me ha hecho nada malo; aunque pudiera, de ningún modo le causaría daño; prefiero ser su barón a llamarme rey y que hubiera otro compatriota mío que pudiera convertirme en su esclavo.»

Nuevas Intrigas
Los hijos de Hildiríd habían pasado ese invierno junto al rey Harald, acompañados por sus vecinos y la gente de su casa. Los dos hermanos hablaban a menudo con el rey, y volvieron a mencionar a Thórólf. Hárek preguntó:
«¿Os agradó, señor, el tributo de los lapones que os envió Thórólf?»
«Mucho», dijo el rey.
«Más aún os hubiera gustado -dice Hárek- si os hubiera dado todo lo que os correspondía y que él se ha guardado; lo que Thórólf se quedó era muchísimo. Os envió como regalo tres pieles de castor, pero sé por cierto que se quedó treinta más que os correspondían a vos, y creo que lo mismo habrá sucedido con otras cosas.
Ciertamente, señor, si nos dierais la provincia a mi hermano y a mí, serían muchas más las riquezas que os traeríamos.»
Y todo lo que dijeron sobre Thórólf lo ratificaron sus compañeros. Y, de este modo, el rey acabó por irritarse muchísimo.

Thórólf Cae En Desgracia
Thórólf fue ese verano a Trondheim para ver al rey Harald, llevando consigo todo el tributo y otras muchas riquezas; le acompañaban noventa hombres, todos ellos bien equipados. Y cuando llegó ante el rey fue conducido a la sala de huéspedes, y se le trató muy generosamente. Más tarde, el mismo día, Olvir Hnúfa fue a ver a su pariente Thórólf; charlaron; Olvir dijo que estaban dífamando gravemente a Thórólf, y que el rey prestaba oídos a tales historias. Thórólf le pidió a Olvir que preparase una reunión con el rey.
«Pues poco será lo que pueda hablar con el rey -dijo- si él prefiere creer las mentiras de hombres perversos en lugar de las verdades y la lealtad que yo le ofrezco.»
Al día siguiente, Olvir fue a ver a Thórólf y le dijo que había hablado con el rey.
«No sé -dijo- mejor ahora que antes qué ideas tiene en la cabeza.»
«Iré yo mismo a verle», dice Thórólf.
Así lo hizo; fue a ver al rey después de la comida; saludó al rey al entrar; el rey le devolvió el saludo y ordenó que dieran de beber a Thórólf. Thórólf dijo que traía el tributo que le correspondía al rey, que lo había recaudado en Finnmark, «y aún más cosas he traído, para que recordéis, señor, mis regalos; os he traído las mejores cosas que he podido, para mostraros así mi agradecimiento».
El rey dice que no esperaba sino cosas buenas de Thórólf, «pues sé que eso es lo que de ti puedo esperar -dice-, aunque dicen de ti cosas muy distintas sobre cómo quieres complacerme».
«No admito la verdad de la deslealtad que algunos me imputan -dice Thórólf-.
Señor, creo que quienes tales cosas dicen han de ser peores enemigos vuestros que lo pueda ser yo; por cierto que habrán de ser también mis enemigos, pero en verdad que sabré recompensarles si nos encontramos.»
Entonces se marcho Thórólf; al día siguiente, Thórólf le entrega el tributo en presencia del rey; cuando hubo entregado todo, Thórólf le mostró al rey varias pieles de castor y de marta, y dijo que quería regalárselas. Muchos de los que allí estaban dijeron que era una buena acción merecedora de su amistad. El rey dijo que Thórólf tenía ya el pago que merecía. Thórólf dijo que había hecho lealmente todo lo que podía en beneficio del rey.
«Si sigue sin gustarle no haré nada más. El rey pudo comprobar mi conducta cuando estuve en su corte, y me parece extraño que el rey me considere ahora distinto a la persona que conoció.»
El rey dice: «Tu conducta fue buena, Thórólf, cuando estabas con nosotros; creo que lo mejor sería que vinieses a mi corte; lleva mi enseña y sé mi condestable, por encima de todos los demás; nadie podrá difamarte si yo puedo observar día y noche tu conducta.»
Thórólf miró a ambos lados; allí estaba la gente de su casa. Dijo: «No deseo abandonar mi región; de vos depende, señor, el darme títulos y honores, pero no quiero abandonar a mis paisanos mientras me sea posible, aunque tenga que arreglármelas yo solo con mis propios medios. Es mi ruego y mi deseo, señor, volver a mi casa y escuchar los consejos de las personas que gocen de vuestra confianza; haced después lo que mejor os parezca.»
El rey responde diciendo que no volverá a aceptar invitación o regalo alguno de Thórólf. Thórólf se marchó y se preparó para volver a casa. Cuando se hubo marchado, el rey entregó a los hijos de Hildiríd la provincia de Halogaland, que hasta entonces había sido de Thórólf, así como el derecho de viajar a Laponia; el rey declaró propiedad suya la casa de Torgar y todas las propiedades de Brynjólf y se las dio a los hijos de Hildiríd para que las administraran. El rey envió hombres con testimonios a ver a Thórólf, para comunicarle la decisión que había tomado.
Thórólf cogió el barco que tenía y lo cargó con todo lo que podía llevar consigo, y se hizo acompañar de todos sus hombres, tanto libres como esclavos; se marchó entonces a su casa de Sandness; no disminuyó allí el séquito de Thórólf ni su magnificencia.

Laponia, Thórólf Y Los Hijos De Hildiríd
Los hijos de Hildiríd tomaron posesión de la provincia de Halogaland; nadie se opuso, por temor a la autoridad del rey, pero a muchos les desagradó, pues eran parientes o amigos de Thórólf. Ese invierno fueron los dos a las montañas con treinta hombres; a los lapones, estos gobernadores les parecieron personas de menor importancia que Thórólf, y el tributo que habían de pagar los lapones resultó ser mucho peor.
Ese mismo invierno, Thórólf fue a las montañas con ciento veinte hombres; fue a Kvenlandia y se encontró con el rey Faravid. Hicieron consejo, y acordaron ir a los mismos montes del invierno anterior con cuatrocientos hombres, y llegaron a Carelia y atacaron los poblados cuando les pareció que tenían hombres suficientes, saquearon y consiguieron muchísimas riquezas; cuando terminaba el invierno regresaron a los bosques. Thórólf se marchó a su casa en primavera y mandó a sus hombres a pescar bacalao en Vagar, y otros a pescar arenque, y volvieron a casa
con muchísima pesca.
Thórólf tenía un barco muy marinero al que había dotado de todas las cosas que había podido; estaba bellamente pintado por encima de la línea de flotación; tenía una vela de franjas azules y rojas; los aparejos del barco eran magníficos. Thórólf mandó preparar el barco y eligió tripulación; mandó cargarlo con pescado seco, pieles y mantas que había traído de las montañas, cosas muy valiosos todas ellas.
Puso el barco al mando de Thorgils Gjallandi, y le mandó que lo llevara al Oeste, a Inglaterra, para comprar ropas y otras mercancías que precisaban. Pusieron el barco con rumbo sur, costeando, y luego se entró en mar abierto hasta llegar a Inglaterra; hicieron muy buenas compras, cargando el barco con trigo y miel, vino y vestidos, y regresaron en otoño; tuvieron viento favorable y llegaron a Hordaland.
Ese mismo otoño, los hijos de Hildiríd llevaron el tributo al rey; cuando le entregaron el tributo estaba presente el rey mismo; dijo:
«¿Me traéis todo el tributo que recaudasteis en Laponia?»
«Así es», dijeron.
«Pues esta vez -dice el rey- el tributo es mucho menor y peor que cuando lo recaudaba Thórólf, y vosotros decíais que él administraba mal la provincia.»
«Bien está, señor -dice Hárek-, que os deis cuenta de lo grande que era el tributo que solía llegar de Laponia, pues así os daréis cuenta también de cuánto habéis perdido, ya que Thórólf se quedaba todo el tributo de los lapones. Este invierno fuimos con treinta hombres a los bosques, como ha sido costumbre de los gobernadores; después llegó Thórólf con ciento veinte hombres; nos enteramos de que había jurado quitarnos la vida a mi hermano y a mí, y a todos los que iban con nosotros, porque nos habíais concedido, señor, la provincia que él deseaba conservar. Así que no tuvimos más remedio que evitarle para salvarnos, y no pudimos adentrarnos mucho en las montañas, alejándonos de los poblados, mientras que Thórólf fue por todos los bosques con su ejército. Él consiguió todas las mercancías. Los lapones le pagaron a él el tributo, y él es el culpable de que vuestros gobernadores no pudieran llegar a los bosques. Tiene la intención de
convertirse en rey del norte, de los bosques y de Hálogaland, y nos extraña que le permitáis hacer todo cuanto desea. Hay una prueba, además, de las riquezas que Thórólf ha conseguido en los bosques, y es que su barco de carga, el mayor de Hálogaland, fue preparado en Sandness la primavera pasada, y Thórólf lo hizo cargar con todo lo que había conseguido. Creo que está cargado de pieles grises, y pienso que se podrían encontrar en él más martas y armiños que los que Thórólf os trajo; el barco lo manda Thorgils Gjallandi; deben haber puesto rumbo al oeste,
hacia Inglaterra. Si queréis comprobar la verdad, mandad que espíen el viaje de Thorgils cuando vuelva al este, pues creo que no encontraréis en estos tiempos en el mar un barco con tantas riquezas. Pienso que es cierto, señor, que cada penique que allí pueda haber os pertenece.»
Lo que Hárek decía lo confirmaron sus compañeros, y no había nadie que les contradijera.

El Rey Ataca A Thórólf
Había dos hermanos, llamados Sigtrygg Snarfari y Hallvard Harafari, que vivían con el rey Harald; eran de Vík; la familia de su madre era de Vestfold y estaban lejanamente emparentados con el rey Harald. Su padre tenía parientes a ambos lados del río Gautá, había vivido en Hísing y era hombre muy rico, y sus hijos habían recibido del padre toda la herencia. Eran cuatro hermanos, y los más jóvenes se llamaban Thórd y Thorgeir, y estaban en casa, donde se ocupaban de la administración; Sigtrygg y Hallvard hacían las misiones que el rey les encargaba,
tanto en el país como en el extranjero, y por esta razón habían realizado muchos viajes peligrosos, para ejecutar gente o para confiscar las riquezas de quienes el rey les mandaba atacar. Tenían una gran hueste. No eran populares entre la gente, pero el rey les tenía en gran aprecio; no había nadie más rápido que ellos, a pie o sobre los esquíes, y eran también más veloces que cualquiera en los viajes en barco; eran asimismo fuertes y valientes, y prudentes como el que más.
Cuando se supo lo que hemos contado, estaban los dos con el rey. En otoño, el rey fue a visitar Hordaland. Un día sucedió que mandó llamar a los hermanos, Hallvard y Sigtrygg, y cuando estuvieron ante él les dijo que fueran con su hueste a vigilar el barco en que iba Thorgils Gjallandi.
«Ha ido a Inglaterra este verano. Traedme el barco y todo lo que hay en él, menos los hombres; dejad que se marchen en paz si renuncian a defender el barco»
Los dos hermanos se prepararon, y cada uno tomó su barco de guerra; van en busca de Thorgils y su gente, que volvían del oeste y se dirigían hacia el norte, costeando. Van rumbo norte tras él y le alcanzan en Furusund; reconocieron el barco enseguida y se colocaron en la borda que daba a mar abierto, mientras que otros bajaron a tierra y subieron al barco por la pasarela.
Thorgils y sus hombres no se percataron ni se dieron cuenta; no se enteraron hasta que hubo en el barco muchos hombres con todas sus armas, de modo que fueron todos apresados y llevados a tierra y desarmados, les dejaron sólo las ropas que vestían. Hallvard y los suyos quitaron la pasarela y soltaron amarras y se hicieron a la mar, viraron de proa y pusieron rumbo sur hasta que llegaron a donde estaba el rey; le entregaron el barco y todo lo que transportaba. Cuando descargaron el barco, el rey vio que había muchísimas riquezas, y que no era mentira lo que
Hárek le había contado.
Thorgils y sus compañeros consiguieron transporte para ir a ver a Kveld-Úlf y su hijo, y les contaron lo que les había sucedido; fueron bien recibidos. Kveld-Úlf dijo que habría de suceder tal como él había predicho, y que Thórólf no tendría buena suerte en su amistad con el rey Harald.
«No me importan mucho las pérdidas de Thórólf, si no fueran a pasar todavía cosas peores. Sigo temiendo, igual que antes, que Thórólf no será capaz de darse cuenta de lo mal que se presentan las cosas», y le pidió a Thorgils que le dijera a Thórólf que «le aconsejo -dice- que se marche del país, puede tener más éxito si pide la protección del rey de Inglaterra o del rey de Dinamarca, o del rey de Suecia».
Luego le consiguió un barco de remos con todo su aparejo, tiendas y provisiones, y todo lo necesario para el viaje. Se marcharon y no interrumpieron su viaje hasta llegar a casa de Thórólf, en el norte, y le contaron lo que había sucedido. Thórólf aceptó resignado la pérdida y dijo que no les habría de faltar dinero:
«Es bueno compartir las cosas con el rey.»
Después, Thórólf compró harina y malta y todas las demás cosas que precisaba para mantener a su gente; dijo que sus hombres no estarían tan bien vestidos como había deseado. Thórólf vendió tierras y arrendó otras, y siguió ocupándose de todos los gastos; no tenía entonces menos gente consigo que el invierno pasado, sino que tenía algunos hombres más; igualmente, tenía más fiestas y convites para sus amigos, y gastaba en todo ello más que antes. Se quedó en casa todo ese invierno.

Thórólf Ataca Al Rey
Al llegar la primavera y fundirse la nieve y el hielo, Thórólf ordenó botar un gran barco de guerra que tenía, prepararlo y equiparlo con una tripulación de más de ciento veinte hombres; era un grupo magnífico, y todos iban bien armados. Cuando hubo viento favorable, Thórólf zarpó en su barco rumbo sur, costeando, y cuando llegaron a Byrda hicieron un rodeo por fuera de todas esas islas, y en ocasiones podían ver el mar por entre las montañas; fueron al sur del país, sin ver persona alguna hasta arribar a Vík; entonces se enteraron de que el rey Harald estaba en Vík y tenía intención de ir a Uppland ese verano. Los barones no sabían nada de la expedición de Thórólf; tuvo buen viento y siguió hacia el sur hasta llegar a Dinamarca, y luego al Báltico, y estuvo allí ese verano, saqueando, pero no consiguió muchas riquezas.
En primavera volvió a Dinamarca desde el este, cuando la flota mercante salía de Eyrir; como de costumbre, había gran cantidad de barcos noruegos. Thórólf dejó marchar los barcos y no dio señales de vida; un atardecer llegó hasta el Mostrarsund; en el puerto había un gran carguero que había llegado a Eyrir. El capitán que lo mandaba se llamaba Thórir Thruma. Era senescal del rey Harald, y se encargaba de sus residencias de Thruma, una gran casa; el rey pasaba mucho
tiempo allí cuando iba a Vík, y hacían falta muchas mercancías para la casa, por ello Thórir había ido, por esa razón, a Eyrir, a fin de comprar mercancías: malta, trigo y miel, y había gastado mucho dinero del rey. Abordaron el carguero y le dieron a elegir a Thórir si quería defenderse, pero como Thórír no tenía gente para defenderse contra tan gran hueste como tenía Thórólf, se rindieron. Thórólf se apoderó del barco con toda su carga, y envió a Thórir a la isla; Thórólf siguió
entonces con los dos barcos hacia el Norte, costeando.
Cuando llegó a Elf, anclaron y esperaron la noche; y cuando hubo oscurecido fueron remando aguas arriba del río hasta que llegaron a la hacíenda de Hallvard y Sígtrygg. Llegaron de madrugada y rodearon la casa, lanzaron el grito de guerra y despertaron así a los que dentro estaban, que corrieron a tomar sus armas; Thorgeir salió a toda prisa del dormitorio. Había una alta empalizada alrededor de la granja; Thorgeir corrió hacia la empalizada y, apoyándose en uno de los postes, se lanzó fuera del vallado.
Allí al lado estaba Thorgils Gjallandi, que le dió un golpe con la espada a Thorgeir, y le golpeó la mano contra el poste, hiriéndosela. Thorgeir echó a correr hacia el bosque, pero su hermano Thórd fue muerto, y con él más de veinte hombres.
Después robaron todas las riquezas y quemaron la casa, y se marcharon río abajo hacia el mar; tuvieron buen viento y navegaron rumbo norte hacia Vík.
Encontraron entonces ante ellos un gran barco mercante que pertenecía a las gentes de Vík, cargado con malta y harina. Thórólf y los suyos atacaron el barco, y los que lo tripulaban pensaron que no tenían posibilidad de salvación y se rindieron; desarmados, bajaron a tierra; Thórólf y los suyos tomaron el barco con su carga y siguieron su camino.
Thórólf llevaba ya tres barcos cuando iba navegando por Fold; siguieron la ruta usual hasta Lídandisness; fueron a toda prisa y saquearon la costa y las playas. Y al seguir hacia el Norte desde Lídandisness tomaron un desvío, dedicándose al pillaje cuando bajaban a tierra.
Cuando Thórólf llegó al norte, a Fjord, se desvió de la ruta y fue a ver a su padre Kveld-Úlf, y fue bien recibido. Thórólf le contó a su padre las nuevas que se habían producido en sus viajes de ese verano. Thórólf se quedó allí un tiempo y luego Kveld-Úlf y su hijo le acompañaron al barco; antes de despedirse estuvieron charlando, y Kveld-Úlf dijo:
«Las cosas, Thórólf, no son muy distintas de como yo te anuncié cuando fuiste a la corte del rey Harald; dije que ni tú ni nosotros tus parientes tendríamos suerte con ello. Has decidido hacer precisamente lo que más te recomendé que evitaras, que es enfrentarte al rey Harald; y aunque no te faltan ni valor ni virtud, no tienes suficiente buena suerte para igualarte al rey Harald, cosa que nadie, ha conseguido en este país por rico que fuera y por muchos hombres que tuviera. Creo que éste ha de ser nuestro último encuentro, y ojalá no fuera así, y vivieras tú más que yo; pero
no creo que sea eso lo que suceda.»
Thórólf subió entonces a su barco y se marchó, siguiendo su camino. No hay otras nuevas que contar de su viaje hasta que llegó a su casa de Sandness, y mandó llevar a casa todo el botín que había conseguido, y varar el barco; no faltaron provisiones para mantener durante el invierno a toda su gente. Thórólf se quedó en casa y no tuvo consigo menos gente que el invierno anterior.

Yng Var
Había un hombre llamado Yngvar, rico y acaudalado, que había sido barón de los anteriores reyes; cuando Harald subió al trono, Yngvar se quedó en casa y no sirvió al rey. Yngvar estaba casado y tenía una hija llamada Bera; Yngvar vivía en Fjórd, y Bera era su única descendiente, y era, por tanto, su heredera. Grím KveldÚlfsson pidió la mano de Bera, y se llegó a un acuerdo. Grím se casó con Bera el mismo año en que se habían ido Thórólf y los suyos de expedición durante el verano; tenía Grím entonces veinticinco años de edad, y era calvo; por eso le
llamaban Skalla-Grím. Administraba todas las cosas en casa de su padre, y se ocupaba de las provisiones, aunque Kveld-Úlf estaba aún sano y capaz. Tenían en casa muchos hombres libres que habían crecido allí, y eran casi de la misma edad de Skallagrím; muchos eran personas destacadas, de gran fortaleza, pues KveldÚlf y su hijo elegían a los más fuertes para que estuvieran con ellos, y los educaban según sus deseos. Skallagrím era igual que su padre en estatura y fuerza, y también en aspecto exterior y en mentalidad.

Harald Decide Acabar Con Thórólf
El rey Harald estuvo en Vík mientras Thórólf se dedicó al saqueo, y en otoño se fue a Uppland y luego siguió más al norte, hasta Trondheim, y pasó allí ese invierno con una gran hueste. Con el rey estaban Sigtrygg y Hallvard, que se habían enterado de lo que Thórólf había hecho en su hacienda de Hísing, y conocían cada muerte y cada uno de los bienes perdidos a sus manos. Llamaron la atención del rey sobre todo ello, y también que Thórólf había robado al rey y a sus
cortesanos, y había saqueado incluso por el interior. Los hermanos le pidieron al rey permiso para ir con los hombres que normalmente les acompañaban, y atacar a Thórólf en su casa.
El rey responde de este modo: «Creeréis que hay razones para quitarle la vida a Thórólf, pero pienso que os falta suficiente buena suerte para hacerlo; Thórólf es superior a vosotros, aunque os consideréis valientes y capaces.»
Los hermanos dijeron que enseguida podría comprobarse si así era, caso de que el rey les quisiera dar permiso, y dicen que se han visto muchas veces en grandes peligros, enfrentándose a gentes contra los cuales era menos acuciante la necesidad de venganza, y que siempre habían conseguido la victoria.
Al llegar la primavera, la gente se preparó para el viaje; Hallvard y su hermano volvieron a hablar con el rey. Dijo que les daba permiso para matar a Thórólf.
«Sé que me traeréis su cabeza al volver, y también muchos tesoros; pero hay quien piensa -dice el rey- que si vais al norte iréis a vela y volveréis a remo.»
Se preparan lo más deprisa que pueden, llevan dos barcos y ciento ochenta hombres; cuando estuvieron dispuestos encontraron viento terral, del noreste, desde detrás de los fiordos, que es viento contrario para costear.

Muerte De Thórólf
El rey Harald estaba en Hladir cuando Hallvard y su hermano se marcharon.
Entonces se preparó también el rey lo más deprisa que pudo, y salieron por el fiordo en un barco, doblaron el Skárnssund y entraron luego en Beitsjó, hasta Eldueid. Dejó allí el barco, y siguió hacia el norte por el istmo, hasta Naumadal, donde cogieron barcos de guerra que pertenecían a los campesinos, embarcándose con sus hombres; llevaba su guardia personal y casi trescientos hombres; tenía cinco o seis barcos, grandes todos ellos. Encontraron viento fuerte de proa, y
remaron noche y día todo cuanto pudieron, ya que la noche era suficientemente clara para viajar. Llegaron a Sandness al caer la tarde, después de la puesta de sol, y delante de la casa vieron un gran barco de guerra en el agua, con las tiendas puestas. Reconocieron el barco de Thórólf; lo había mandado preparar y pensaba marcharse de la región, y había ordenado traer cerveza para el viaje.
El rey ordenó a sus hombres que desembarcaran todos; mandó izar su enseña.
Había poco trecho hasta la alquería, y los centinelas de Thórólf estaban dentro, bebiendo, y aún no habían regresado a sus puestos, así que fuera no había nadie; toda la hueste estaba dentro bebiendo. El rey mandó rodear la vivienda; lanzaron entonces su grito de guerra y se hizo sonar la trompeta del rey llamando a la lucha.
Cuando Thórólf y los suyos lo oyeron, corrieron a las armas, pues cada hombre tenía sus armas sobre el asiento. El rey mandó decirles a los de la casa que las mujeres, los niños y los viejos deberían salir, así como los esclavos. Salió entonces una sociedad sin poder ejecutivo, Corría a cargo de las familias, y se ejercía sobre las familias de los culpables; es decir, no era imprescindible vengarse directamente en la persona culpable de, por ejemplo, un homicidio. Los tipos de venganza estaban perfectamente estipulados, según la categoría del crimen, la del muerto (o herido, insultado, etc.) Y la del asesino (o, en general, culpable), la forma en que se había realizado el delito, etc. Tendía a sustituirse la venganza de sangre por una compensación económica que, sin embargo, en determinados casos (asesinato de parientes muy próximos, por ejemplo) no solía admitirse. Uno de los motivos de muchas sagas (como la de Njal) es precisamente la tensión entre la posibilidad de venganza y la conveniencia de obtener una compensación económica Sigríd, la dueña, y con ella las mujeres que allí estaban, y los hombres a los que se permitía salir. Sigríd preguntó si estaban allí los hijos de Berdlu-Kári; se adelantaron y preguntaron qué les quería.
«Acompañadme ante el rey», dijo ella. Así lo hicieron. Y cuando estuvo ante el rey, le preguntó: «¿Es posible, señor, reconciliaros con Thórólf?»
El rey responde: «Si Thórólf quiere entregarse y ponerse a mi merced conservará su vida y sus miembros, pero sus hombres sufrirán el castigo que cada uno merezca.»
Entonces fue Olvir Hnúfa a la sala y mandó llamar a Thórólf para hablar con él; le dijo la opción que el rey le dejaba. Thórólf responde: «No quiero un acuerdo impuesto por el rey; dile al rey que nos permita salir, y que las cosas sigan su curso»
Olvir fue ante el rey y dijo lo que Thórólf pedía. El rey dijo: «Prended fuego a la sala; no quiero pelear con ellos y perder mis hombres; sé que Thórólf nos causará grandes bajas si nos enfrentamos con ellos fuera; será difícil incluso vencerles dentro, aunque tengan menos gente que nosotros.»
Prendieron entonces fuego a la sala, y enseguida estuvo en llamas, porque la madera estaba seca y embreada, y el tejado era de cortezas de abedul. Thórólf ordenó a sus hombres que rompieran el tabique que había entre la sala y la antesala, y enseguida lo hicieron; y cuando alcanzaron las paredes tomaron todos los que pudieron un madero y golpearon con un extremo contra una esquina de la sala, tan fuerte que se rompieron hacia fuera las sujeciones, y las paredes se
derrumbaron hacia el exterior, de manera que hubo sitio suficiente para salir.
Thórólf salio el primero, y luego Thorgils Gjallandi y los demás, uno tras otro.
Empezó entonces la lucha, y durante un rato la casa quedaba a las espaldas de la gente de Thórólf, pero cuando empezó a arder entera el fuego los abrasaba, y una parte de los hombres cayó. Entonces avanzó Thórólf corriendo y dando espadazos con ambas manos, intentando llegar hasta donde estaba el estandarte real. Entonces cayó Thorgils Gjallandi. Y cuando Thórólf llegó ante la muralla de escudos atravesó con la espada al portador de la enseña. Entonces dijo Thórólf: «Me voy a quedar tres pies demasiado corto.» Le habían herido con espada y lanza, pero fue el rey mismo quien le asestó la herida de muerte, y Thórólf cayó a los pies del rey.
El rey gritó entonces para que cesara la matanza, y así se hizo; el rey ordenó entonces a sus hombres que fueran al barco. Les dijo a Olvir y a su hermano:
«Coged a vuestro pariente Thórólf y preparadlo adecuadamente para el entierro, y también a los otros que han caído, y enterradlos, y vendad las heridas de los que siguen vivos; no habrá saqueo, pues todas estas riquezas son mías.»
Luego fue el rey hacia los barcos, y con él la mayoría de sus hombres; cuando estuvieron a bordo, los hombres empezaron a vendarse las heridas. El rey recorrió el barco y vio las heridas de sus hombres; vio un hombre que tenía una herida ancha que no le llegaba al hueso. El rey dijo que esa herida no la había causado Thórólf: «Sus armas hieren de otro modo; creo que pocas de las heridas que él causa valdrá la pena que se venden; gran pérdida es la de un hombre así.»
Al amanecer, el rey mandó izar la vela y navegar con rumbo sur lo más deprisa que pudo. Según pasaba el día, el rey y sus hombres encontraron muchos barcos de remos en los canales que hay entre las islas; era el ejército que iba en auxilio de Thórólf, pues en Naumadal había espías suyos, y también en las islas. Habían sabido que Hallvard y su hermano llegaban con un gran ejército desde el sur y planeaban atacar a Thórólf.
Hallvard y sus hombres habían tenido todo el tiempo viento contrario y habían recalado en varios puertos, y los espías habían ido tierra adentro, y por ello se había podido reunir ese ejército.
El rey navegó con muy buen viento hasta llegar a Naumadal; dejó los barcos y fue por tierra a Trondheim; cogió entonces los barcos que había dejado allí, y siguió su camino hasta Hladir. Estas nuevas se supieron enseguida y llegaron a Hallvard en el puerto donde estaban anclados; volvieron entonces con el rey, y sobre su viaje hubo muchas risas.
Los hermanos Olvir Hnúfa y Eyvind Lambi se quedaron un tiempo en Sandness; mandaron construir túmulos para los caídos; prepararon el cuerpo de Thórólf según la costumbre que había entonces para la preparación de los cuerpos de las personas destacadas; colocaron una lápida. Hicieron curar a los enfermos y se ocuparon de arreglar la casa, junto a Sigríd. Se habían salvado casi todas las riquezas, pero la mayor parte del mobiliario, los objetos de mesa y las ropas se
habían quemado dentro de la casa. Cuando los hermanos estuvieron preparados, se fueron al sur a ver al rey Harald, que estaba en Trondheim, y estuvieron con él un tiempo; se mostraban taciturnos y hablaban poco con los demás.
Un día, los dos hermanos fueron ante el rey; Olvir dijo: «Mi hermano y yo queremos pediros permiso, señor, para irnos a nuestra casa, pues han sucedido cosas terribles y no tenemos ánimo para beber y sentarnos junto a los hombres que alzaron sus armas contra nuestro pariente Thórólf.
El rey los miró, y responde secamente: «No os daré permiso; habréis de quedaros aquí conmigo.» Los hermanos volvieron a sus asientos. Otro día, el rey estaba sentado en el comedor y mandó llamar a Olvir y a su hermano: «Sabréis ahora - dice el rey- lo que voy a hacer con respecto a vuestra petición de iros a casa.
Habéis estado un tiempo conmigo y os habéis comportado bien, me habéis servido siempre bien y tengo buena opinión de vosotros dos en todas las cosas. Quiero ahora, Eyvind, que tú vayas al norte, a Halogaland, quiero que te cases en Sandness con Sigríd, la mujer de Thórólf, y quiero darte todas las riquezas de Thórólf; serán tuyas, y tendrás también mi amistad mientras las atiendas bien. Pero Olvir seguirá conmigo; no quiero perderle, pues es un buen artista.»
Los hermanos agradecieron al rey el honor que les concedía, dijeron que aceptaban gustosos. Eyvind se preparó para el viaje, consiguió un buen barco; el rey le dio los documentos necesarios. El viaje de Eyvind se desarrolló bien y llegó a Álóst, en Sandness; Sigríd los recibió bien. Luego, Eyvind mostró los despachos del rey y su orden para Sigríd, y le hizo la petición, diciendo que el rey había mandado a Eyvind hacerlo así. Sigríd no vio otra posibilidad, tal como estaban las cosas, que hacer lo que el rey deseaba. Se acordó que Eyvind se casaría con Sigríd; se instaló a vivir en Sandness con todos los bienes que habían pertenecido a Thórólf. Eyvind era hombre notable. Sus hijos fueron Fid Skjálgi, padre de Eyvind Skaldaspillir, y Geirlaug, que se casó con Sighvat el Rojo. Fid Skjálgi se casó con Gunnhild, hija del conde Hálfdan; su madre se llamaba Ingibjórg, era hija del rey Harald el de Hermosos Cabellos. Eyvind Lambi conservó su amistad con el rey mientras ambos vivieron.

Ketil Haeng
Había un hombre llamado Ketil Haeng, hijo de Thorkel, conde de Naumadal, y de Hrafnhild, hija de Ketil Haeng, de Hrafnista; Haeng era hombre notable y destacado; había sido el mejor amigo de Thórólf Kveldúlfsson, y estaba emparentado con él. Había ido en la expedición que se preparó en Halogaland para ir en ayuda de Thórólf, tal como se escribió más arriba.
Cuando el rey Harald se fue al sur, y se supo que Thórólf había perdido la vida, el grupo se disgregó. Haeng llevaba consigo sesenta hombres, y regresó a Torgar; allí estaban los hijos de Hildiríd, con poca gente; cuando Haeng llegó a la granja les atacó. Murieron los hijos de Hildiríd y loa mayoría de los hombres que allí había, y Haeng y los suyos se apoderaron de todas las riquezas que encontraron. Después, Haeng tomó dos cargueros, los mayores que pudo encontrar; hizo cargar en ellos todas las riquezas que podía llevar consigo; llevó también a su mujer y sus hijos, y a todos los hombres que habían participado con él en estas aventuras.
Había un hombre llamado Baug, hermano adoptivo de Haeng, rico y linajudo; él capitaneaba el otro carguero. Cuando estuvieron dispuestos y hubo viento favorable se hicieron a la mar.
Pocos años antes, Ingólf y Hjórleif habían ido a colonizar Islandia, y la gente conocía ya bien su viaje: se decía que era una tierra excelente. Haeng navegó con rumbo oeste en busca de Islandia, y vieron tierra según se aproximaban desde el sur. Como el tiempo era malo y había fuerte resaca en la costa, y no había puertos, continuaron navegando hacia el oeste por fuera de los bajíos; cuando el tiempo mejoró y cesó la resaca vieron ante ellos la desembocadura de un río, y se adentraron por el río con los barcos, subiendo por la orilla oriental. Es el río que ahora se llama Thjórsá; era mucho más estrecho y más profundo que ahora. Fueron a remo; desembarcaron y exploraron las tierras al este del río, y desembarcaron el ganado; Haeng estuvo el primer invierno en la región del río Rangá exterior.
En primavera exploró el este de la región y se instaló entre el Thjórsá y el Markarfljót, desde la montaña hasta la playa, e hizo su casa en Hof, junto al Rangá exterior. Su mujer, Ingun, parió un niño esa primavera, cuando ya llevaba allí un invierno, y el niño se llamó Hrafn; cuando quitaron su casa de ese lugar, pasó a llamarse Hrafntoptir. Haeng dio tierras a Baug en Fljótshlíd, desde el río Merkiá hasta el río que hay al oeste de Breidabólsstad, y vivió en Hlídarendi, y de Baug
desciende gran parte de la gente de esa región. Haeng dio tierras a su tripulación y vendió otras a bajo precio, y llamó a la gente barones suyos.
Stórólf se llamaba uno de los hijos de Haeng. Era dueño de Hválinn y de Stórólfsvellir; su hijo era Orm el Fuerte. Otro hijo de Haeng se llamaba Herjólf, tenía tierras en Fljótshlíd, delante de las de Baug, y llegaban hasta Hválslaekjar; vivía más abajo de Brekkur; su hijo se llamaba Sumarlidi, que fue padre del poeta Vetrlidi. Helgi era el tercer hijo de Haeng, vivía en Vellir y sus tierras llegaban hasta el Rangá superior, donde vivían sus hermanos. El cuarto hijo de Haeng se llamaba Vestar. Tenía tierras al oeste del Rangá central, y del Thverá, y la parte inferior de Stórólfsvellir; estaba casado con Móeidir, hija de Hildir, de Hildisey; su hija era Ásny, que se casó con Ofeig Grettir; Vestar vivía en Móeidarhvál; Hrafn era el quinto hijo de Haeng; fue el primer Narrador de Leyes de Islandia.
Vivía en Hof, con su padre. Thórlaug fue hija de Hrafn, y se casó con Jórund el Godi; su hijo fue Valgard de Hof. Hrafn fue el más grandes de los hijos de Haeng.
Kveld-Úlf Sabe La Muerte De Thórólf Kveld-Úlf supo la muerte de su hijo Thórólf; se entristeció tanto por esta nueva que se metió en la cama, impulsado por el dolor y la edad. Skallagrím se llegó a él y le habló, le pidió que se animara, diciendo que cualquier cosa era mejor que anularse a sí mismo, relegándose al lecho: «Es mejor que intentemos vengar a Thórólf; quizá encontremos algunos que hayan estado presentes en la muerte de Thórólf; y, si no, habrá gente a la que sí podamos llegar, y por las cuales sufriría el rey si les sucediera algo malo.»
Nuevas tuve del norte,
hostiles son las nornas,
muy pronto eligió Odín,
mató a Thórólf el guerrero;
pues de Thor la enemiga
me impide ir al thing, lenta es,
de valquirias, la venganza;
mas la idea me aguija.
El rey Harald fue ese verano a Uppland y luego, en otoño, al oeste, a Valdres, y luego a Vors. Olvir Hnúfa estaba con el rey y volvió a preguntarle al rey si quería pagar compensación por Thórólf, si ofrecería a Kveld-Úlf y a Skallagrím alguna compensación o haría algo para restablecer su honor. El rey no rechazó totalmente la idea, pero dijo que padre e hijo habrían de ir a verle. Entonces, Olvir viajó a Fjórd y no se detuvo hasta llegar, al atardecer, junto a padre e hijo; le acogieron con agradecimiento, y se quedó allí cierto tiempo. Kveld-Úlf le preguntó a Olvir
los detalles de los sucesos que habían tenido lugar en Sandness cuando Thórólf murió, qué había hecho Thórólf antes de caer, qué armas le habían herido, cuál fue su herida más grave y cómo fue su muerte. Olvir dijo todo lo que le preguntaba, y añadió que el rey Harald fue quien le causó la herida que le llevó a la muerte, y también que Thórólf cayó a los pies del rey, de bruces.
Entonces responde Kveld-Úlf: «Bien has hablado; tal como dicen los ancianos, hay que vengar al hombre que cae de bruces, y la venganza deber ser sobre alguien tan próximo a quienes causaron su muerte como próximo estaba a ellos el que murió; pero no es probable que lleguemos a tener tan buena suerte.»
Olvir les dijo al padre y al hijo que esperaba que fueran a ver al rey para pedir compensación, que les restituiría su honor, y les pidió que se atrevieran a hacerlo, añadiendo muchas palabras. Kveld-Úlf dijo que la vejez no le permitía viajar-«me he de quedar en casa», dijo.
«¿Quieres ir tú, Grím», dijo Olvir.
«No creo que tenga nada que hacer allí -dijo Grím-; al rey, probablemente, no le pareceré demasiado elocuente; no me imagino a mí mismo hablando largo rato para pedir la compensación.»
Olvir dijo que no tendría necesidad de hacerlo: «Todos nosotros hablaremos en tu favor lo mejor que podamos.» Y como Olvir insistió mucho, Grím prometió hacer el viaje en cuanto estuviera listo; acordó con Olvir la fecha en que Grím iría a ver al rey. Olvir se marchó luego con el rey.

Skallagrím Y El Rey Harald
Skallagrím se preparó para el viaje de que he hablado; eligió para acompañarle a algunos de los hombres de su casa y a algunos vecinos, los más fuertes y valerosos. Había un hombre llamado Áni, rico campesino; otro se llamaba Grani; un tercero era Grímólf, con su hermano Grím, gente de la casa de Skallagrím, así como los hermanos Thorbjórn Krum y Thórd Beigaldi, les llamaban «los hijos de Thórarna», quien vivía cerca de la casa de Skallagrím y era hechicera; Beigaldi era
«come-carbón». Había uno al que llamaban Thórir Thurs, así como su hermano Thorgeir Jardlang. Había otro llamado Odd Einbúi, y otro, Gríss Lausingi. Fueron doce los que hicieron el viaje, hombres fortísimos y algo brujos todos ellos.
Llevaban un barco de remos propiedad de Skallagrím, y fueron hacia el sur, costeando; entraron en Ostrarfjord y siguieron luego por tierra hasta Vors, hasta el lago que allí hay, y tuvieron que cruzarlo para poder seguir su camino.
Consiguieron un esquife adecuado y cruzaron el lago a remo, y desde allí no había mucha distancia hasta la granja en la que se encontraba el rey. Grím y sus compañeros llegaron cuando el rey estaba a punto de comer; Grím y los suyos encontraron algunos hombres que estaban en el patio, charlando, y preguntaron qué nuevas había; cuando se las dijeron, Grím pidió que saliera Olvir Hnúfa para hablar con él. Entró uno en la sala, se acercó al lugar donde estaba sentado Olvir, y le dijo:
«Ahí fuera han llegado unos hombres, doce en total, si es que se les puede llamar hombres; más parecen gigantes por su estatura y su aspecto en vez de seres humanos.»
Olvir se puso en pie y salió, pues creía saber quiénes habían llegado; dio la bienvenida a su pariente Grím y le pidió que entrara en la sala con él. Grím les dijo a sus compañeros: «Aquí debe haber costumbre de que la gente se presente desarmada ante el rey; entraremos seis de nosotros, y los otros seis se quedarán fuera vigilando las armas.»
Entran entonces; Olvir se acercó al rey, con Skallagrím a su espalda. Olvir empezó a hablar: «Señor, aquí está Grím Kveldúlfsson; os agradeceríamos, señor, que dieseis satisfacción a su viaje, como esperamos. Concedéis honores a muchos que son inferiores a él y en absoluto tan valiosos; podéis hacerlo, señor, y ello me contentaría, si es que tal cosa tiene para vos algún valor.»
Olvir habla largamente y con habilidad, pues era hombre elocuente; otros muchos amigos de Olvir fueron ante el rey y apoyaron sus palabras.
El rey miró en torno suyo y vio que detrás de Olvir había un hombre calvo y más alto que los demás.
«¿Es ése Skallagrím? -dijo el rey-, ¿ese hombre alto?» Grím dijo que así era.
«Quiero entonces -dijo el rey- que, si deseas compensación por Thórólf, entres en mi corte y en mi guardia para servirme. Puede ser que tus servicios me agraden y te ofrezca compensación por tu hermano, o bien honores tan grandes como los que concedí a tu hermano Thórólf, pero habrás de saber comportarte mejor que él si te hago tan grande como lo fue él.»
Skallagrím responde: «Sabido es que Thórólf fue en todas las cosas muy superior a mí, pero no tuvo suerte al serviros, señor. No haré lo que me decís. No os serviré, pues sé que, estando a vuestro servicio, me faltará la suerte que yo querría tener y que a vos os convendría. Creo que sería yo peor que Thórólf.»
El rey calló, pero todo su rostro enrojeció. Olvir sale entonces y le pide a Grím que salga; así lo hacen, y cogen sus armas; Olvir les pidió que se marcharan lo más deprisa posible. Olvir les acompañó hasta el lago, y con él iban varios de sus hombres. Antes de despedirse de Skallagrím, Olvir dijo:
«El resultado de tu viaje, primo Grím, ha venido a ser distinto de lo que yo hubiera deseado. Te apremié mucho para que vinieras, y ahora he de pedirte que te marches a casa lo más deprisa posible, y que no vuelvas a ver al rey Harald a menos que mejoren vuestras relaciones; cuídate del rey y de sus hombres.»
Grím y los suyos se marcharon entonces por el lago, y Olvir y sus hombres fueron a donde estaban las barcas que había a la orilla del lago y las agujerearon para que no pudieran navegar, pues vieron que desde la casa del rey venía mucha gente. Se habían juntado muchos, y venían con gran furia; el rey Harald había enviado esa gente tras Grím para matarle. El rey, poco después de salir Grím con los suyos, había hablado así:
«Veo que ese calvo tan alto está lleno de fiereza, y que será causa de la muerte de algunos de mis hombres si consigue alcanzarles, y yo no querría perderlos.
Creedlo, hombres, sí dice que tiene un pleito contra alguno, ese calvo no perdonará a ninguno de vosotros si tiene oportunidad de hacerlo; id tras él y matadle.»
Fueron entonces y llegaron al lago, pero no consiguieron barca alguna que pudiera navegar; regresaron entonces, y le dijeron al rey lo que había pasado, y que Grím debía haber cruzado ya el lago.
Skallagrím siguió su camino con sus compañeros hasta llegar a casa; Skallagrím le contó su viaje a Kveld-Úlf. A Kveld-Úlf le agradó que Grím no hubiera ido ante el rey para someterse a él, y dijo, como había hecho ya antes, que sólo perjuicios les llegarían del rey, y ningún beneficio. Kveld-úlf y Skallagrím discutieron sus planes largamente, y acordaron que no podían seguir en el país, como sucedía con otros hombres que estaban en malas relaciones con el rey, y decidieron marcharse, y pensaron que lo más conveniente era ir a Islandia, pues se hablaba de las bondades
de esa tierra. Allí habían ido sus amigos y parientes Ingólf Arnarson y sus compañeros, quienes tomaron posesión de tierras y se establecieron en Islandia; podían tomarse tierras sin pagar, y elegir dónde establecer una hacienda. Su acuerdo de abandonar su casa y marcharse del país se reforzó. Thórir Hróaldsson se había educado desde su infancia en casa de Kveld-Úlf, y era prácticamente de la misma edad que Skallagrím; eran hermanos adoptivos y se querían mucho; a Thórir le habían nombrado barón del rey, pero aquello no alteró su amistad con Skallagrím.
A principios de primavera, Kveld-Úlf y los suyos prepararon sus barcos; tenían muchos barcos y buenos; prepararon dos cargueros grandes, y en cada uno iban treinta hombres capaces, así como mujeres y niños. Llevaron consigo todo el dinero que podían cargar, pero nadie se atrevió a comprarles las tierras por miedo a la autoridad del rey. En cuanto estuvieron preparados comenzaron la singladura; navegaron hacia las islas que llaman Sólundir, que son muchas islas grandes y de costas muy accidentadas, hasta el punto que se dice que pocos conocen todos sus
puertos.

El Testamento De Guttorm
Había un hombre llamado Guttorm, hijo de Sigurd Hjórt; era hermano de la madre del rey Harald y padre adoptivo del rey, y administrador de sus tierras cuando el rey era niño, antes de subir al trono. Guttorm era condestable de los ejércitos del rey Harald cuando se adueñó del país, y lo fue en todas las batallas que libró el rey cuando intentaba conquistar Noruega. Y cuando Harald se convirtió en rey único de todo el país y se hizo la paz, le dio a su tío Guttorm el Vestrfold y Austr-Agdir, y Hringaríki y todas las tierras que habían pertenecido antes a su padre Hálfdan el Negro.
Guttorm tenía dos hijos y dos hijas; sus hijos se llamaban Sigurd y Ragnar; sus hijas, Ragnhild y Aslaug. Guttorm enfermó; y cuando estaba a punto de morir mandó gente en busca del rey Harald, y le pidió que se ocupara de sus hijos y de su reino; poco después falleció. Y cuando el rey se enteró de su muerte hizo venir a su lado a Hallvard Harfari y a su hermano, y dijo que deberían llevar su mensaje a Vík; el rey residía en esos momentos en Trondheim. Los dos hermanos se prepararon para el viaje en cuanto pudieron. Buscaron hombres y los barcos que
preferían; llevaban el barco que había pertenecido a Thórólf Kveldúlfsson y que le habían quitado a Thorgils Gjallandi. Cuando estuvieron dispuestos para partir, el rey les dio el mensaje que habrían de llevar a Túnsberg, que era por entonces una ciudad comercial; allí residía Guttorm.
«Me traeréis -dijo el rey- a los hijos de Guttorm, mientras que sus hijas se educarán allí hasta que las case; buscaré quien administre el reino y se ocupe de la educación de las doncellas.»
Cuando los dos hermanos estuvieron preparados, se pusieron en marcha junto con sus hombres, y tuvieron viento favorable; en primavera llegaron a Vík, luego fueron a Túnsberg y entregaron su mensaje; Hallvard y su hermano cogieron a los hijos de Guttorm, así como muchas riquezas. Vuelven a ponerse en camino en cuanto están listos; tuvieron peor viento, y no hay nada que contar de su viaje hasta que llegaron cerca de Sognsae; tenían ya buen viento y tiempo claro, y estaban muy alegres.

Venganza De Kveld-Úlf Y Llegada A Islandia
Kveld-Úlf y Skallagrím estuvieron todo el verano vigilando la ruta principal de los barcos; Skallagrím tenía una vista más aguda que la de otro cualquiera; fue él quien vio el barco de Hallvard, y reconoció el barco, pues había visto aquel barco cuando lo utilizaba Thorgils. Skallagrím no perdió de vista su marcha hasta que anclaron por la noche; volvió entonces con los suyos y le dijo a Kveld-Úlf lo que había visto, y también que había reconocido el barco que perteneció a Thórólf y que Hallvard y sus hombres le habían arrebatado a Thorgils, y que en él había gente que sería bueno apresar. Se preparan entonces, y disponen los dos barcos, con veinte hombres en cada uno; uno lo mandaba Kveld-Úlf y el otro Skallagrím; van remando hacia el barco, y cuando llegan donde estaba anclado el barco, bajan a tierra. Hallvard y los suyos habían preparado los toldos en el barco y se habían acostado a dormir; cuando llegaron Kveld-Úlf y sus hombres, los centinelas que estaban en la pasarela dieron el grito de alarma para avisar a los del barco, que se levantaron, diciendo que les atacaban; Hallvard y sus hombres corrieron por las
armas. Pero para entonces Kveld-Úlf y los suyos habían llegado a la pasarela de popa, y Skallagrím a la de proa; Kveld-Úlf llevaba en la mano una alabarda. En cuanto subió al barco, ordenó a sus hombres que fueran por las bordas y cortaran los amarres de las tiendas, mientras que él se precipitó a la toldilla; se dice que estaba en trance, igual que varios de sus compañeros, que también estaban en trance. Mataron a todos los hombres que se les pusieron por delante; lo mismo hicieron los de Skallagrím mientras recorrían el barco; padre e hijo no cejaron hasta haber limpiado todo el barco. Cuando Kveld-Ülf llegó a la toldilla alzó la alabarda y golpeó a Hallvard, atravesándole el yelmo y la cabeza, y la hundió hasta el mango; tiró entonces con tanta fuerza que levantó a Hallvard en el aire y le arrojó por la borda. Skallagrím desalojó la proa y mató a Sigtrygg. Muchos de los hombres saltaron al agua, pero los de Skallagrím cogieron un bote que habían llevado hasta allí y mataron a todos los que estaban en el agua. Allí murieron todos los hombres de Hallvard, más de cincuenta, y Skallagrím y los suyos se apoderaron del barco de Hallvard y de todas las riquezas que en él había.
Apresaron a los dos o tres hombres que menos importantes les parecieron, y les perdonaron la vida, y les interrogaron para saber qué gente había en el barco y cuál era el objeto del viaje. Cuando supieron la verdad buscaron los muertos por todo el barco; comprobaron que eran más los que habían saltado por la borda y habían muerto en el agua que los que habían caído en el barco. Los hijos de Guttorm habían saltado por la borda y estaban muertos; uno de ellos tenía doce años, y el otro diez, y eran muchachos muy prometedores.
Luego, Skallagrím dejó irse a los hombres a los que habían perdonado la vida, pero les ordenó que fueran a ver al rey Harald y le dijeran exactamente lo que había sucedido, y quiénes habían sido: «le diréis al rey -dijo- este poema»:
Cumplida está en el rey
del jefe la venganza;
se arrojan lobo y águila
del Yngling tras la grey;
volaron los pedazos
de Hallvard hasta el mar;
águila gris desgarra
la herida de Snarfari.
Luego, Grím y los suyos se llevaron el barco con su carga al lugar donde tenían sus propios barcos; cambiaron de barco, cargaron el que habían capturado y descargaron el más pequeño de los suyos, lo llenaron de piedras y le hicieron agujeros, y lo hundieron; zarparon en cuanto hubo viento favorable.
Se cuenta que los hombres que entran en trance, o los que han luchado como berserk, son tan fuertes mientras están en trance, que nada se les resiste, pero en cuanto se les pasa eran más débiles de lo normal. Así le sucedió a Kveld-Úlf, que cuando salió del trance se encontró con todo el cansancio de la lucha que había sostenido, y quedó completamente agotado y hubo de meterse en la cama.
El viento favorable les llevaba mar adentro. Kveld-Úlf mandaba el barco que le había quitado a Hallvard; tuvieron buen viento y navegaban bastante juntos, de manera que no se perdían de vista; pero cuanto más mar recorrían más se agravaba la enfermedad de Kveld-Úlf; y cuando se acercó la hora de su muerte llamó a su tripulación y les dijo que parecía que sus caminos iban a separarse:
«Nunca -dijo- he sido enfermizo; si ahora muero, que es lo más probable, hacedme un ataúd y arrojadme por la borda; las cosas resultan ser muy distintas de lo que había imaginado, pues no podré llegar a Islandia para establecerme allí. Saludad de mi parte a mi hijo Grím cuando os veáis, y decidle también que, si llego a Islandia y, aunque sea poco probable, os parece que he sido yo quien llegó el primero, haga su casa lo más cerca posible del lugar donde yo haya llegado a tierra.»
Poco después, Kveld-Ulf murió. Su tripulación hizo tal como él había dicho, le pusieron en un ataúd y le arrojaron por la borda. Había un hombre llamado Grím Thórisson, nieto de Ketil Kjolfari; había sido muy amigo de padre e hijo, y les había acompañado en sus viajes, y también a Thórólf; por esa razón se había granjeado la ira del rey. Se hizo cargo del mando del barco cuando Kveld-Úlf murió.
mataba a alguien se cometía un delito de homicidio, pero si se mantenía en secreto se convertía en asesinato, mucho más grave Arribaron a Islandia, y siguieron navegando por el sur, junto a la costa; navegaron con rumbo oeste, costeando, pues habían oído que Ingólf había instalado allí su
casa; y cuando llegaron a Reykjaness y vieron los fiordos abrirse ante ellos, entraron por el fiordo con los dos barcos. El viento era borrascoso y había mucha lluvia y niebla; los barcos se separaron. Navegaron por el Fiordo de Borg hasta que hubieron pasado todos los escollos; lanzaron entonces el ancla hasta que el tiempo se encalmó y aclaró; esperaron entonces la pleamar; llevaron luego el barco a un estuario, el que ahora llaman Gufuá. Subieron el barco río arriba hasta donde les fue posible, luego lo descargaron y se prepararon para pasar allí el primer invierno.
Exploraron las tierras costeras, por el interior y por la costa, y cuando se habían alejado poca distancia todavía, encontraron en una dársena el ataúd de Kveld-Úlf; llevaron el ataúd a un promontorio que allí había, lo enterraron y pusieron piedras encima.

Exploración
Skallagrím desembarcó en un cabo grande que se adentra en el mar; descargaron allí el barco; llamaron al lugar Knarrarness. Más tarde, Skallagrím exploró las tierras, y había allí un gran pantano, y extensos bosques que iban desde la montaña a la playa, había ballenas y mucha pesca. Cuando exploraron las tierras del sur, por la costa, encontraron un gran fiordo, y entraron por el fiordo y no se detuvieron en su marcha hasta que encontraron a sus compañeros, Grím Háleyski y sus hombres; todos se alegraron de verse. Le dijeron a Skallagrím que Kveld-Úlf había llegado
hasta la costa, y que le habían enterrado; acompañaron luego a Skallagrím hasta el lugar, y pensó que a poca distancia de allí había un buen lugar donde edificar la casa. Skallagrím se marchó entonces con su tripulación, y se quedaron a invernar en el sitio al que habían arribado. Skallagrím ocupó entonces las tierras que hay entre la montaña y la playa, todos los pantanos hasta Selalón, y hacia arriba hasta Borgarhraun, y por el sur hasta Hafnarfjóll, y todas las tierras que hay entre los ríos y hasta el mar.
En la primavera siguiente llevó el barco al fiordo, más al sur, y subió por una ensenada próxima, en el lugar donde había llegado a tierra Kveld-úlf, e instaló allí su casa, y la llamó Borg y al fiordo, Fiordo de Borg, y del mismo modo a la comarca que rodea el fiordo. A Grím Háleyski le dio vivienda al sur del Fiordo de Borg, en un lugar llamado Hvannaeyr; a poca distancia de allí se abría una bahía no muy grande; encontraron muchos patos, y la llamaron Andakil, y Andakilsá al
río que desembocaba allí. Grím ocupó las tierras que hay desde el mar hasta el río Grímsá.
En primavera, cuando Skallagrím llevó su ganado a la costa, llegaron a un pequeño cabo donde cazaron algunos cisnes, y lo llamaron Álptaness.
Skallagrím dio tierras a sus marinos. A Ani le dio tierras entre el Langá y Háfslaekjar, y vivió en Ánabrekka. Su hijo era Onund Sjóni. Grímólf se estableció primero en Grímólfsstadir, y dio su nombre a Grímólfslit y Grímólfslaekr. Su hijo se llamaba Grím, y vivía al sur del fiordo, y por su culpa disputaron Thorstein y Tungu-Odd. Grani vivía en Granastadir, en Digraness. A
Thorbjúrn Krum le dio tierras a lo largo del Gufuá, igual que a Thórd Beigaldi; Krum vivió en Krumhólir, y Thórd, en Beigaldi. A Thórir Thurs y a sus hermanos les dio tierras por encima de Einkunnir y hacia el oeste de allí, hacia el Langá; Thórir Thurs vivía en Thursstadir; su hija era Thórdís Stóng, que vivió más tarde en Stangarholt; Thorgeir vivió en Jardlaugsstadir. Skallagrím exploró las tierras de la región; fue primero por el Fiordo de Borg hasta donde terminaba el fiordo, y luego por el lado occidental del río, al que llamó Hvitá, pues él y sus compañeros no habían visto nunca los ríos que salen de los glaciares, y le pareció que el río tenía un color raro. Fueron subiendo por el Hvitá hasta que encontraron otro río que bajaba desde las montañas, al norte, y lo llamaron Nordrá, y siguieron este río hasta encontrar otro río más, que tenía escaso caudal, y cruzaron el río y continuaron subiendo por el Nordrá. Enseguida vieron un río pequeño que bajaba desde las morrenas, y lo llamaron Gljúfrá. Luego cruzaron el Nordrá y volvieron al Hvitá y lo siguieron. Había un río ancho que desembocaba transversalmente en el Hvitá, y lo llamaron Thverá. Se percataron de que todos los ríos estaban llenos de peces; luego regresaron a Borg.

Colonización
Skallagrím era muy trabajador; tenía siempre a su lado muchos hombres a los que mandaba en busca de provisiones que pudieran servirles para mantener a la gente, pues por entonces tenían poco ganado para las necesidades de tantos como eran; el ganado que había lo dejaron suelto por los bosques ese invierno. Skallagrím era muy hábil carpintero de ribera, y no faltaba madera arrastrada por el mar, al oeste de Myrar; hizo construir una granja en Álptaness, y otra casa más, y desde allí iban a remo a cazar focas y a coger huevos, cosas de las que había en buena
cantidad. Había también muchas ballenas, y se podían cazar tantas como se deseara, pues todas las presas se quedaban quietas, ya que no estaban acostumbradas al hombre.
La tercera granja la hizo junto al mar, al oeste de Myrar, había allí mejor acceso todavía a la madera flotante, y mandó sembrar, y llamó a aquel lugar Akrar.
Delante había unas islas en las que había una ballena varada, y las llamaron Hvalseyjar. Skallagrím mandó también a sus hombres a pescar salmón en los ríos; a Odd Einbúi lo instaló en el Gjúfrá para vigilar la pesca del salmón; Odd vivía en Einbúabrekkur. Allí está también Einbúaness.
Había un hombre llamado Sigmund, al que Skallagrím instaló en el Nordrá; vivía en el lugar llamado Sigmundarstadir, que ahora llaman Hangar; por él se llama así Sigmundarness.
Más tarde, trasladó su casa a Munodarness, pensando que era aquél el lugar más conveniente para la pesca del salmón. Y cuando el ganado de Skallagrím hubo aumentado mucho, lo dejaron suelto por las montañas durante todo el verano. Vio que el ganado que iba por los valles de montaña era mejor y más gordo que el que se quedaba en los prados, y que el ganado lanar permanecía todo el invierno en los valles de montaña, sin descender. Más tarde, Skallagrím mandó construir otra granja, en lo alto de la montaña, y edificó otra casa; mandó guardar allí el ganado; el encargado de la casa era Grís, quien dio nombre a Grísartunga. Así que la riqueza de Skallagrím tenía muchos pies.
Poco después de llegar Skallagrím arribó al Fiordo de Borg un barco que mandaba un hombre llamado Oleif Hjalti; llevaba consigo a su mujer y sus hijos y otros parientes, y venía con la intención de instalarse en Islandia; Oleil era hombre rico y de noble estirpe, y muy sabio. Skallagrím invitó a Oleif a su casa para que viviera allí con su gente, y Oleif aceptó y estuvo con Skallagrím el primer invierno que Oleif pasó en Islandia. La primavera siguiente, Skallagrím le mostró a Oleif unas tierras al sur del Hvitá, que iban desde el Grímsá hasta el Flókadalsá; Oleif
las aceptó y llevó allí todas sus pertenencias, y se instaló en el lugar que llaman Varmalaek; era hombre de gran importancia. Sus hijos eran Ragi de Laugardal y Thórarin Ragabródir, quien fue Recitador de Leyes después de Hrafn Haengsson; Thórarin vivió en Varmelaek; se casó con Thórdís, hija de Olaf Feilan y hermana de Thórd Gellir.

Skallagrím El Herrero
El rey Harald el de Hermosos Cabellos se apropió de todas las tierras que habían pertenecido a Kveld-Úlf y a Skallagrím en Noruega, y de todas las demás riquezas que poseían. Buscó a la gente que habían participado en esos sucesos, o que los habían conocido, o que habían tenido algo que ver con Skallagrím y los suyos en lo que hicieron antes de que Skallagrim se marchara del país, y la enemistad del rey hacia el padre y el hijo se extendió a otros, y odiaba a sus parientes
consanguíneos y por matrimonio, y a las personas que sabía que habían estado en buenas relaciones de amistad con ellos. A algunos los castigó, pero otros escaparon y se pusieron a salvo, dentro del país algunos, y otros huyendo del país con todo lo que tenían.
Yngvar, el suegro de Skallagrím, fue uno de estos de que he hablado; decidió convertir en dinero todos los bienes que pudo, y consiguió un barco marinero, buscó gente para tripularlo y se dispuso a zarpar hacia Islandia, pues se había enterado de que Skallagrím se había establecido allí, y con Skallagrím no le habrían de faltar buenas tierras. En cuanto estuvieron listos y hubo viento favorable se hizo a la mar, y tuvo un buen viaje; arribó al sur de Islandia, y continuó hacia el oeste, pasó por Reykjaness y entró en el Fiordo de Borg, y continuó por el Langá hasta llegar al torrente; descargaron el barco. Y cuando Skallagrím se enteró de la llegada de Yngvar fue a su encuentro, y le invitó a su casa con todos los hombres que quisiera. Yngvar aceptó, vararon el barco, e Yngvar fue a Borg con muchos hombres, y pasó aquel invierno con Skallagrím. En
primavera, Skallagrím le ofreció tierras; le dio a Yngvar la granja que poseía en Alptaness, y tierras que iban desde Leirulaekir hasta Straumfjord, se trasladó a vivir allí y se estableció, y era hombre muy rico y muy capaz. Skallagrím se hizo otra hacienda en Knarrarness y la conservó mucho tiempo.
Skallagrím era un herrero magnífico, y en invierno metía en la forja grandes cantidades de hierro; mandó hacer una forja junto al mar, lejos de Borg, en el lugar similar, y nos permite entender definitivamente y con certeza el valor de la correspondiente islandesa. que llaman Raufarness; pensaba que los bosques estaban allí más cerca. Pero como no consiguió encontrar una piedra fuerte y plana que le sirviera para martillear el hierro -pues allí no hay rocas en la playa, sólo hay junto al mar arenas finas-, fue Skallagrím un atardecer, cuando los otros se iban ya a dormir, a la orilla del mar, y en un bote de ocho remos llegó remando hasta las islas que hay en medio del fiordo, soltó un ancla por la amura del barco. Luego saltó por la borda y buceó, y volvió llevando una piedra, la acercó hasta el barco; luego subió al barco y remó hasta la orilla, y llevó la piedra a la herrería y dejó la piedra ante la puerta de la herrería, y luego martilleó el hierro encima de ella. Esa piedra sigue allí, y a sus lados hay mucha escoria, y la piedra tiene señales de golpes, y la piedra está desgastada por las olas, y esa roca no se parece a otras que hay por allí, y ahora no la podrían levantar cuatro hombres.
Skallagrím trabajaba mucho en la forja, pero sus hombres protestaban por tener que levantarse tan temprano; entonces compuso este poema:
Temprano se levanta
el herrero que exige
metales al fuelle
que el viento vomita;
el martillo hago cantar
sobre el metal ardiente
mientras los voraces
sopladores braman.

Primeros Años De Egil
Skallagrím y Bera tuvieron muchísimos hijos, pero todos los primeros murieron; luego tuvieron un hijo, y le asperjaron con agua y le llamaron Thórólf. Y cuando creció tuvo una considerable estatura, y muy bello aspecto; decían todos que se parecía mucho a Thórólf Kveldúlfsson, en cuya memoria se le había dado ese nombre. Thórólf superaba ampliamente a los muchachos de su edad en su fuerza; y cuando creció se hizo experto en todo lo que los hombres más capaces
acostumbraban a hacer; Thórólf era hombre muy alegre, desde pronto fortísimo, y la gente pensaba que podía competir con cualquiera; enseguida se hizo popular entre la gente; su padre y su madre le querían mucho. Skallagrím y su mujer tuvieron también dos hijas, una se llamó Saeun y la otra Thórun; eran las dos muy prometedoras cuando crecieron. Skallagrím y su mujer tuvieron otro hijo más; lo asperjaron con agua y le dieron el nombre de Egil. Y cuando creció se pudo ver enseguida que sería muy feo y moreno como su padre. Cuando tenía tres años era
grande y fuerte como los muchachos de seis o siete años; fue elocuente y listo desde muy pronto, pero tenía mal carácter cuando jugaba con otros jóvenes.
Esa primavera, Yngvar fue a Borg a invitar a Skallagrím a una fiesta en su casa, y pidió que fueran Bera, sus hijos, su hijo Thórólf y otra gente que Skallagrím y ella quisieran llevar consigo; Skallagrím prometió asistir. Yngvar se volvió entonces a su casa y preparó la fiesta, y mandó hacer cerveza. Cuando llegó el momento en que Skallagrím, Bera y los demás debían partir para la fiesta, Thórólf se preparó para acompañarles, al igual que la gente de la casa, y en total eran quince. Egil le dijo a su padre que quería ir: «Tan pariente soy yo de ellos como Thórólf», dice:
«No irás -dice Skallagrím- porque no sabes comportarte, y allí habrá mucha bebida; ya tienes suficiente mal cáracter cuando estás sobrio.»
Skallagrím montó entonces su caballo y se marchó, pero Egil no quedó nada contento de su suerte. Salió a la explanada y encontró un caballo de tiro propiedad de Skallagrím, lo montó y fue tras Skallagrím y los demás; no le fue fácil cruzar los pantanos, pues no conocía caminos, pero pudo ir viendo al grupo de Skallagrím cuando no los ocultaban las colinas o los bosques. Podemos decir de su viaje que llegó al atardecer a Álptaness, cuando todos estaban sentados bebiendo; entró en la sala. Y cuando Yngvar vio a Egil le recibió con mucha alegría y preguntó por qué
llegaba tan tarde. Egil le dijo lo que había hablado con Skallagrím. Yngvar sentó a Egil a su lado; estaban delante de Skallagrím y Thórólf. Hubo mucha alegría en el festín, y la gente empezó a decir poemas. Entonces, Egil compuso este poema.
He llegado al hogar
de Yngvar que a la gente da
valeroso rojo oro,
yo ansiaba encontrarle;
nunca hallará, señor,
pródigo, mejor que yo
un poeta de tres años
en tierras de poetas.
Yngvar aplaudió el poema y le dio las gracias a Egil por el poema; al día siguiente, Yngvar le llevó a Egil, como premio por la poesía, tres caracolas y unos huevos de pato. Más tarde, ese mismo día, durante el festín, Egil compuso otro poema sobre la recompensa:
Dio mudas caracolas
tres, a Egil elocuente
como pago, el armero,
el jinete de las olas
aún un huevo de pato
dio, fue un cuarto regalo,
bien sabe alegrar a Egil.

Egil recibió muchas felicitaciones por su poesía. No hay más cosas que contar de este viaje; Egil regresó a casa con Skallagrím.

Bjorn Rapta A Thóra
Había un rico jefe de Sogn, llamdo Bjórn, que vivía en Aurland; su hijo era Brynjólf, que heredó de su padre. Los hijos de Brynjólf fueron Bjórn y Thórd; cuando todas estas cosas sucedían eran aún jóvenes. Bjórn era un gran marino, a veces salía a vikingo y otras en viajes de comercio; Bjórn era un hombre magnífico. En una ocasión, un verano, Bjórn estaba en una fiesta en Fjórd, en la que había bastante gente; había allí una bella muchacha, que le gustó mucho.
Preguntó cuál era su familia, le dijeron que era hermana del jefe Thórir Hróalsson, y se llamaba Thóra Hladhónd. Bjórn pidió la mano de Thóra, pero Thórir le rechazó, y así se despidieron. Pero ese mismo otoño, Bjórn cogió a sus hombres y fue en un esquife perfectamente equipado a Fjórd, y llegó a la casa de Thórir cuando no estaba en casa. Bjórn se llevó a Thóra a su casa de Aurland; estuvieron allí ese invierno, y Bjórn quiso celebrar sus esponsales con ella. A su padre, Brynjólf, no le gustó lo que había hecho, pensando que era una deshonra, ya que existía una antigua amistad entre Thórir y Brynjólf.
«Por eso, Bjórn -dice Brynjólf- no te casarás con Thóra aquí sin permiso de su hermano Thórir; aquí será como sí ella fuera mi hija y hermana tuya.»
Y fue tal como dijo Brynjólf, pues era su casa, le gustara o no a Bjórn. Brynjólf mandó gente a casa de Thórir para ofrecerle compensación por lo que Bjórn había hecho. Thórir le pidió a Brynjólf que devolviera a Thóra a su casa, diciendo que si no no habría posibilidad de compensación. Pero Bjórn no quería en absoluto dejarla marchar, aunque Brynjólf se lo pidió; transcurrió así el invierno. Y al empezar la primavera, Brynjófl y Bjórn discutieron largamente sus planes;
Brynjólf le preguntó qué pensaba hacer. Bjórn dijo que lo más probable era que se marchara del país: «Pienso -dijo- que puedes conseguirme un barco de guerra y hombres, y saldré a vikingo.»
«En absoluto te daré un barco de guerra y una hueste -dijo Brynjólf-, pues no sé en qué dificultades puedes meterte, y no tengo ganas de que vuelvas a causar problemas. Te conseguiré un barco mercante y mercancías; irás al sur, a Dublín; hablan muy bien de ese lugar. Te buscaré buenos marinos.»
Bjórn dijo que haría lo que Brynjólf quería; éste mandó que le prepararan un buen mercante y una tripulación; Bjórn se preparó entonces para el viaje, pero sin darse prisa ninguna; y cuando estuvo listo y hubo viento favorable, Bjórn subió a bordo con doce hombres y fueron remando por Aurland y llegó hasta la granja, a la casa donde vivían las mujeres, que estaban con su madre; allí estaba Thóra. Bjórn dijo que Thóra se iría con él; se la llevó, y su madre le dijo a las mujeres que no cometieran la locura de ser indiscretas, diciendo que Brynjólf se enfadaría mucho si lo supiera, y dijo también que se produciría una grave disputa entre el padre y el hijo. Y las ropas y las propiedades de Thóra se dejaron a mano, y Bjorn y ella se lo llevaron todo. De noche fueron al barco, izaron la vela y navegaron por Sognsae y luego por alta mar. Tuvieron viento en contra. y toparon con una tormenta, y el barco se agitaba mucho en el mar; habían decidido alejarse lo más posible de Noruega. Un día iban navegando hacia las Shetland desde el este con mal tiempo y atracaron en Mósey, descargaron y fueron a un burgo que había allí, llevando todas sus cosas; vararon el barco y repararon las cosas que se habían roto.

Bjorn Y Thóra En Islandia
Poco antes del invierno llegó a las Shetland un barco desde las Oreadas, que están más al sur, dijeron que ese otoño había llegado un barco de guerra a las islas; eran enviados del rey Harald, que traían un mensaje del rey para el conde Sigurd, para que matara a Bjorn Brynjólfsson dondequiera que se le encontrara; el mismo mensaje había enviado a las islas del sur, incluso hasta Dublín. Bjorn supo estas nuevas, y también que le habían desterrado en Noruega.
Nada más llegar a las Shetland se había casado con Thóra; pasaron ese invierno en el burgo de Mósey, y cuando llegó la primavera y el mar empezó a encalmarse, Bjórn puso el barco a flote y lo preparó lo más de prisa que pudo; y en cuanto estuvo listo y hubo viento favorable se hizo a la mar; tuvieron borrasca y estuvieron poco tiempo en el mar antes de arribar al sur de Islandia. El viento soplaba hacia tierra y los arrastró hacia el oeste, al lado de la costa, y luego otra vez hacia alta mar, hasta que llegó buen viento y volvieron a tierra. No había a bordo nadie que hubiera estado antes en Islandia. Entraron por un fiordo enorme y se vieron empujados hacia la orilla occidental, y no veían más que rompientes, y ningún puerto; fueron dando bordadas con rumbo este, junto a la costa, hasta que ante ellos se abrió un fiordo, y entraron por el fiordo hasta que pasaron todos los escollos y rompientes. Entonces anclaron ante un gran cabo; había allí delante una isla, y en medio un profundo canal; anclaron bien el barco. Al oeste del cabo entraba una bahía, y en lo alto de la bahía había una gran colina con aspecto de fortaleza. Bjórn subió a un bote acompañado de varios hombres; Bjórn dijo a sus compañeros que tuvieran cuidado de no hablar del viaje, pues podía haber problemas. Bjórn Y sus compañeros fueron remando hasta la granja y encontraron algunos hombres; preguntaron primero a qué tierras habían llegado. Los hombres
dijeron que era el Fiordo de Borg, y que la hacienda que allí había se llamaba Borg, y que el propietario era Skallagrím. Bjórn se dio cuenta enseguida de quién era, y fue a ver a Skallagrím, y conversaron. Skallagrím preguntó quiénes eran.
Bjórn dijo su propio nombre y el de su padre, y Skallagrím conocía a toda la familia de Brynjólf, y le ofreció a Bjórn toda la ayuda que necesitaran; Bjórn aceptó agradecido. Entonces preguntó Skallagrím quién más había en el barco, y si eran personas importantes. Bjórn dijo que estaba allí Thóra Hróalsdóttir, hermana del jefe Thórir. Skallagrím se alegró mucho de ello y dijo que atender a la hermana de su hermano adoptivo Thórir era un placer y un deber, y que le daría toda la ayuda que precisara o deseara, e invitó a Bjórn y a su mujer y todos sus hombres a
quedarse en su casa. Bjórn aceptó. Trasladaron entonces la carga del barco a la casa de Borg; alzaron allí sus cabañas y el barco lo arrastraron hasta un arroyo que allí había; llaman Bjarnartódur al lugar donde tenían sus tiendas Bjórn y los suyos. Bjórn y todos sus marineros vivieron a costa de Skallagrím; nunca tenía consigo menos de sesenta hombres aptos para la lucha.

Bjorn Y Skallagrím
En otoño, cuando llegaron a Islandia los barcos de Noruega, se corrió el rumor de que Bjórn había raptado a Thóra sin el consentimiento de sus parientes, y que el rey le había declarado desterrado en Noruega. Cuando Skallagrím se enteró, llamó a Bjórn y le preguntó cómo había conseguido a su esposa, si lo había hecho con el acuerdo de los parientes de ella.
«No esperaba del hijo de Brynjólf -dijo- que llegara a suceder que yo no supiera la verdad por ti mismo.»
Bjórn dijo: «Sólo te he dicho la verdad, Grím, y no me debes culpar por no decirte más de lo que me preguntaste. Pero ahora he de admitir que es cierto lo que te han dicho; no se hizo con la aprobación de tu hermano Thórir.»
Entonces, dijo Skallagrím muy enfadado: « ¿Por qué fuiste tan osado que viniste a mi casa, o es que no sabías que Thórir y yo somos amigos?»
Bjórn dijo: «Sabía que entre vosotros había hermandad y gran amistad; por eso vine a tu casa cuando me vi empujado a estas tierras, pues de nada serviría el intentar evitarte. De ti depende ahora lo que será de mí, pero espero algo bueno por tu parte, ya que vivo en tu casa.»
Más tarde vino Thórólf, el hijo de Skallagrím, y habló mucho en su favor, pidiendo a su padre que no actuara en contra de Bjórn, ya que le había aceptado en su casa; otros muchos hablaron en favor suyo. De modo que Grím se calmó y dijo que dejaría a Thórólf hacer lo que quisiera: «Y ocúpate tú de Bjórn, si quieres, y trátale todo lo bien que quieras.»
Skallagrím Ayuda A Bjorn Ese verano, Thóra dio a luz una hija; la asperjaron con agua y le pusieron el nombre de Ásgerd; Bera buscó una mujer para cuidar a la niña. Bjórn estuvo ese invierno con Skallagrím, acompañado de toda su tripulación; Thórólf se hizo íntimo amigo de Bjórn y estaba siempre con él. Y resultó que un día Thórólf fue a hablar con su padre y le preguntó qué pensaba hacer con Bjórn, que había sido su invitado durante el invierno, y si pensaba ayudarle.
«Pienso -dice Thórólf- que sería mejor que Bjórn se fuera a Noruega si allí puede estar en paz; creo que lo mejor, padre, es que envíes gente a Noruega para ofrecer compensaciones en favor de Bjórn; Thórir tendrá muy en cuenta tus palabras.»
Tan persuasivo fue Thórólf que Skallagrím se dejó convencer y buscó gente para que fueran de viaje ese verano; los hombres fueron a casa de Thórir Hróaldsson con mensajes y testimonios, e intentaron conseguir un acuerdo en favor de Bjórn.
Cuando Brynjólf conoció el mensaje, intentó por todos los medios conseguir un acuerdo para Bjórn. Al fin, Thórir aceptó llegar a un acuerdo con Bjorn, pues veía que, tal como estaban las cosas, Bjórn no tenía nada que temer. Brynjólf pagó entonces compensación en favor de Bjórn, y los enviados de Grím pasaron ese invierno con Thórir, mientras que Bjórn se quedó el invierno en casa de Skallagrím. Adelantado ya el verano, los enviados de Skallagrím regresaron.
Cuando llegaron, en otoño, dijeron que había un acuerdo en favor de Bjórn, allá en Noruega. Bjórn se quedó el tercer invierno con Skallagrím, y a la primavera siguiente se preparó para viajar con la gente que le había acompañado hasta allí.
Cuando Bjórn estuvo dispuesto para el viaje, Bera dijo que deseaba que se quedara allí su hija adoptiva, Asgerd, y Bjórn y su mujer aceptaron; y allí se quedó la muchacha, que creció con Skallagrím. Thórólf, el hijo de Skallagrím, dijo que quería ir con Bjórn, y Skallagrím le dio equipo para el viaje, y se marchó con Bjórn ese verano.
Tuvieron buena singladura y llegaron a Sognsae. Bjórn entró por el Sogn y fue luego a casa de su padre; Brynjólf los recibió con alegría. Luego mandaron recado a Thórir Hróaldsson; Brynjólf y él acordaron verse; también Bjórn fue a la reunión; confirmaron el acuerdo con Thórir. Luego, Thórir entregó las riquezas que le correspondían a Thóra en su hacienda, y Thórir y Bjórn sellaron su amistad.
Bjórn se quedó en su casa de Aurland con Brynjólf; Thórólf también estuvo allí, magníficamente tratado por padre e hijo.

Thórólf Skallagrímsson En Noruega
El rey Harald residía largas temporadas en Hordaland o en Rogaland, en las mansiones que poseía en Útstein, Ogvaldness, Fitjar, Alreksstadir, Lygra o Saeheim; pero el invierno de que hemos hablado, el rey estaba en el norte del país.
Cuando Thórólf y Bjórn llevaban un invierno en Noruega y empezaba ya la primavera, dispusieron un barco con su tripulación, y ese verano salieron a vikingo hacia el Báltico, y regresaron a casa en otoño, tras conseguir un gran botín.
Cuando volvieron a casa se enteraron de que el rey Harald estaba en Rogaland y tenía intención de pasar allí el invierno. Por entonces, el rey Harald era ya bastante anciano, y la mayoría de sus hijos eran ya adultos. Un hijo del rey Harald, Eirík, al que llamaban Blódóx, era aún bastante joven; era hermano adoptivo del jefe Thórir Hróaldsson; el rey quería a Eirík más que a cualquier otro de sus hijos; Thórir tenía estrechas relaciones de amistad con el rey. Bjórn y Thórólf fueron a Aurland en cuanto regresaron, y luego siguieron viaje hacia el norte, a Fjórd, para visitar al jefe Thórir. Llevaban un bote de doce o trece remeros, y en total eran cerca de
treinta hombres; habíanse apoderado del barco ese verano cuando salieron a vikingo; estaba todo pintado por encima de la línea de flotación y era bellísimo. Y cuando llegaron a casa de Thórir les dieron la bienvenida, y se quedaron allí un tiempo, y el barco quedó flotando delante de la granja, con las tiendas montadas.
Un día, Thórólf y Bjórn fueron al barco, y vieron que allí estaba el príncipe Eirík; subía al barco, luego bajaba a tierra y se quedaba mirando el barco. Entonces le dijo Bjórn a Thórólf:
«El príncipe está admirando el barco; pídele que lo acepte como regalo tuyo, pues sé que podrá sernos de provecho si Eirík quiere ser nuestro valedor ante el rey; he oído decir que el rey te tiene mucha ojeriza por causa de tu padre.»
Thórólf dijo que era un buen consejo. Se acercaron entonces al barco y Thórólf dijo: «Miras mucho el barco, príncipe, ¿te gusta?»
«Sí; en un barco precioso», dice.
«Entonces te regalaré el barco -dijo Thórólf-, si quieres aceptarlo.»
«Lo acepto -dice Eirík-, aunque mi amistad puede parecerte escasa recompensa por él; pero la mantendré mientras viva.»
Thórólf dice que la recompensa le parece mucho más valiosa que el barco. Se despidieron, y a partir de ese momento, el príncipe se mostró muy amable hacia Thórólf. Bjórn y Thórólf fueron a hablar con Thórir, a preguntarle si pensaba que sería cierto que el rey le tenía ojeriza a Thórólf; Thórir no les oculta que eso es lo que ha oído decir.
«Quisiera -dijo Bjórn- que fueras a ver al rey y le hablaras en favor de Thórólf, pues el destino de Thórólf y el mío han de ser siempre el mismo; eso mismo hizo él por mí cuando yo estuve en Islandia.»
Así pues, Thórir prometió ir a ver al rey e intentarlo, si el príncipe Eirík quería acompañarle; cuando Thórólf y Bjórn se lo explicaron a Eirík, prometió ayudarle ante su padre. Thórólf y Bjórn siguieron más tarde su camino hacia Sogn, mientras Thórir y el príncipe Eirík cogían el barco que le habían regalado y pusieron proa al sur para ir a ver al rey, y lo encontraron en Hordaland; les recibió con alegría. Se quedaron allí un tiempo, y buscaron una oportunidad en que el rey estuviera de buen humor para hablar con él; presentaron el asunto al rey, diciendo que había
llegado un hombre llamado Thórólf Skallagrímsson.
«Querríamos pediros, señor, que olvidéis lo que os han hecho sus parientes, y no le hagáis pagar por lo que su padre hizo, que fue vengara su hermano.»
Thórir habló con suaves palabras, y el rey contestó muy brevemente, diciendo que Kveld-Úlf y sus hijos le habían causado mucho daño, y temía que Thórólf fuera del mismo estilo que sus parientes. «Todos ellos -dijo- son hombres muy orgullosos, y no les preocupa con quién están tratando.»
Eirík tomó entonces la palabra y dijo que Thórólf era amigo suyo y le había hecho un magnífico regalo, el barco que habían llevado. «Le he prometido mi amistad; pocos merecerán ser amigos míos si éste no lo merece. No debe sucederle tal cosa, padre, al primer hombre que me ha hecho un regalo valioso.»
Así, por fin, el rey prometió que dejaría en paz a Thórólf. «Pero no quiero -señalóencontrarme
con él; tú, Eirík, puedes ser tan amigo suyo como quieras, o también de sus otros parientes, y quizá sean mejores contigo que lo fueron conmigo, o puede ser que, después de que hayan estado contigo mucho tiempo, te arrepientas de habérmelo pedido.»
Luego, Eirík Blódóx y Thórir se marcharon a Fjórd; mandaron recado a Thórólf de lo que había sucedido en casa del rey. Thórólf y Bjórn pasaron ese invierno con Brynjólf; durante los veranos solían ir a vikingo, mientras que los inviernos los pasaban con Brynjólf y, a veces, con Thórir.

Eirík, Rey
Eirík Blódóx subió al trono; gobernaba Hordaland y Fjórd; llamó gente para su corte. Una primavera, Eirík Blódóx se dispuso a viajar a Permia, y reunió una gran hueste para el viaje. Thórólf fue con Eirík en la proa de su barco, y llevaba su estandarte; Thórólf era el mejor y el más fuerte de todos los que fueron en la expedición.
En esta expedición sucedieron muchas cosas; Eirík libró una gran batalla en Permia, junto al Dvina; Eirík consigió la victoria, tal como se cuenta en los poemas en su honor, y durante el viaje se casó con Gunnhild, hija de Ozur Tóti, y se la llevó consigo a su casa; Gunnhild era una mujer espléndida y muy inteligente, y hábil hechicera. Gunnhild y Thórólf se tomaron gran cariño; Thórólf pasaba los inviernos con Eirík, y durante los veranos salía a vikingo.
A continuación contaremos que Thóra, la mujer de Bjorn, enfermó y murió, y poco después Bjorn se casó con otra mujer, llamada Álóf, hija de Erling el Rico, de Ostr; tuvieron una hija, que se llamó Gunnhild.
Había un hombre llamado Thorgeir Thyrnifót, que vivía en Hordaland, en Fenhring, en un lugar llamado Ask; tenía tres hijos, uno se llamaba Hadd, otro Berg-Onund y el tercero Atli Skammi. Berg-Onund era enormemente grande y fuerte, ambicioso y de difícil trato; Atli Skammi era hombre de pequeña estatura, pero de poderosa complexión, de muy gran fuerza física. Thorgeir era hombre muy rico; sacrificaba mucho a los dioses y era brujo. Hadd salía muchas veces a
vikingo, y rara vez estaba en su casa.

Segundo Viaje De Thórólf
Thórólf Skallagrímsson se dispuso un verano a emprender un viaje de comercio; su intención era ir a Islandia a ver a su padre, y así lo hizo. Había estado fuera mucho tiempo; tenía dinero sin límite y muchos tesoros. Y cuando estuvo listo para el viaje se fue a ver al rey Eirík; al despedirse, el rey le dio a Thórólf un hacha, diciendo que quería regalársela a Skallagrím; el hacha era grande y tenía forma de media luna, y estaba toda cubierta de oro, con mango plateado, y era un objeto valiosísimo.
Thórólf se marchó de viaje en cuanto estuvo dispuesto, y el viaje fue bueno, y llegó en su barco al Fiordo de Borg, y fue rápidamente a casa de su padre; se alegraron muchísimo de verse. Luego, Skallagrím fue al barco de Thórólf, lo vararon y Thórólf se fue a casa con doce hombres. Cuando llegó a casa le transmitió a Skallagrím los saludos del rey Eirík, y le entregó el hacha que le había
enviado el rey. Skallagrím cogió el hacha, la sostuvo en el aire, la miró un rato y no dijo nada, y la dejó colgada sobre su cama.
Un día de otoño, en Borg, Skallagrím mandó que le trajeran unos bueyes que quería sacrificar; mandó uncir los bueyes junto a la pared de la casa, y ponerlos con las cabezas cruzadas; tomó una gran piedra plana y se la colocó debajo de los cuellos. Luego se acercó con el hacha que le había regalado el rey y golpeó a los dos bueyes a la vez, de forma que les cortó la cabeza a los dos, y el hacha golpeó contra la piedra que había debajo, y se quebró el filo de acero, y se rajó la hoja
templada. Skallagrím miró el filo y no dijo nada; entró luego en la cocina y subió a una viga y puso el hacha encima del cabecero de la puerta; allí quedó durante el invierno.
En primavera, Thórólf dijo que quería marchar al extranjero el verano siguiente.
Skallagrím quiso disuadirle, diciendo que era bueno llevar el carro por casa todo el año.
«Has hecho -dijo- muchos viajes, pero dicen que la fortuna es mudable si se viaja mucho; coge todas las riquezas que precises para que te consideren hombre de estima, y quédate aquí.»
Thórólf dijo que quería hacer todavía un viaje más. «Necesito hacer ese viaje; pero cuando regrese me estableceré aquí; tu ahijada Ásgerd vendrá conmigo al extranjero para ver a su padre; me lo pidió cuando salí.»
Skallagrím dijo que podía hacer lo que quisiera. «Pero algo me dice que si nos despedimos ahora no volveremos a vernos.»
Más tarde, Thórólf fue a su barco y lo preparó; y cuando todo estuvo dispuesto, llevaron el barco a Digraness y aguardaron viento favorable. Ásgerd fue al barco con él. Pero antes de que Thórólf abandonara Borg, Skallagrím bajó del cabecero de la puerta el hacha que le había regalado el rey, y salió; el mango estaba ennegrecído por el humo, y el hacha se había oxidado. Skallagrím miró el filo del hacha; luego le dio el hacha a Thórólf, y dijo un poema:
Muy abollada está el hacha,
blanda, mala es el arma,
engañosa es la fiera
que las heridas causa;
devolveré el hacha, pues,
la de tan débil mango;
de nada aquí me sirve
del príncipe un regalo.

Primeras Aventuras De Egil
Mientras Thórólf estaba en el extranjero y Skallagrím estaba viviendo en Borg, llegó al Fíordo de Borg un barco mercante desde Noruega, un verano; era costumbre por entonces usar como varaderos las desembocaduras de ríos o arroyos, o las calas. El capitán de aquel barco era un hombre llamado Ketil, al que llamaban Ketil Blund; era noruego, de noble estirpe y rico. Su hijo se llamaba Geir, era ya adulto y le acompañaba en el barco. Ketil tenía la intención de establecer su residencia en Islandia; llegó a finales del verano. Skallagrím lo sabía todo sobre él; Skallagrím le invitó a vivir en su casa junto con todos sus marineros.
Ketil aceptó y se quedó ese invierno en casa de Skallagrím. Ese invierno, Geir Ketilsson pidió la mano de Thórun Skallagrímsdóttir, y llegaron a un acuerdo; Geir se casó con Thórun. Más tarde, la primavera siguiente, Skallagrím le ofreció tierras a Ketil; se extendían desde las tierras de Óleif, junto al río Hirtá, y la desembocadura del río Flókadalsá hasta la desembocadura del río Reykjadalsá, e incluían todas las lenguas de tierra que había en medio, hasta el barranco Raudgil,
así como todo el Flókadal arriba de las laderas. Ketil vivió en Thrándarholt y Geir en Geirshlíd; tenía otra casa en Reykjadal, en la parte superior de Reykir; le llamaron Geir el Rico. Sus hijos fueron Blund-Ketil y Thorgeir Blund; el tercero fue Thórodd Hrísablund, que fue el primero que se estableció en Hrísar.

Egil En El Juego De Pelota
Skallagrím gustaba mucho de los ejercicios físicos y de los juegos, y también de hablar de ellos. Por entonces eran usuales los juegos de pelota; en esa época había buen número de hombres fuertes, aunque ninguno tenía la fuerza física de Skallagrím; sin embargo, por culpa de la edad, empezaba ya a debilitarse.
Thórd se llamaba el hijo de Grani de Granastadir, y era un hombre muy prometedor, aún muy joven; le tenía mucho cariño a Egil Skallagrímsson. Egil participaba muy a menudo en la glima; era muy impetuoso e irritable, y todos le enseñaban a sus hijos cuándo tenían que ceder ante él.
A principios del invierno se organizó en Hvitarvellir un juego de pelota con muchísima gente; llegó gente de todas partes de la comarca. Los hombres de la casa de Skallagrím fueron en gran número al juego. Egil le pidió a Thórd que le acompañara al juego; tenía por entonces siete años; Thórd hizo como deseaba y le llevó, montado a la grupa. Cuando llegaron al terreno de juego se habían sorteado ya los turnos de juego; habíanse reunido también numerosos muchachos que
jugaban aparte; se hizo el sorteo. A Egil le tocó jugar contra un muchacho llamado Grím Heggsson, de Heggsstadir; Grím tenía diez u once años de edad y era ya muy fuerte para su edad. En la competición, Egil resultó ser el más débil, y Grím se aprovechaba de la fuerza que tenía. Entonces, Egil se enfadó y levantó el bate y golpeó a Grím, pero Grím le agarró las manos y le tiró al suelo con fuerza, y le golpeó, diciendo que le haría aún más daño si no se comportaba bien: Cuando Egil se puso en pie se marchó del juego, y los muchachos le abuchearon. Egil fue a
buscar a Thórd Granason y le dijo lo que había pasado; Thórd dijo: «Iré contigo y nos vengaremos de él.»
Thórd le puso en la mano un hacha que llevaba; era un arma de un tipo usual entonces; van entonces al lugar del juego de pelota. Grím había cogido la pelota y estaba corriendo, y los otros muchachos le perseguían. Egil se acercó a Grím y le golpeó con el hacha en la cabeza, atravesándola hasta los sesos.
Egil y Thórd se marcharon entonces con su gente; los de Myrar tomaron entonces sus armas, igual que los otros; Oleif Hjalti corrió a unirse a la gente de Borg con los hombres que quisieron seguirle, de forma que eran más numerosos. Esta fue la causa de la pelea de Oleif y Hegg. Pelearon en Laxfit, junto al río Grímsá; murieron siete hombres y Hegg cayó herido de muerte, y su hermano Kvíg también murió.
Cuando Egil llegó a casa, Skallagrím le hizo saber que no le agradaba nada en absoluto lo que había pasado, pero Bera dijo que Egil tenía madera de vikingo, y que sería conveniente darle un barco de guerra cuando tuviera edad para ello. Egil compuso un poema:
Así dijo mi madre,
que me habría de comprar
nave, y bellos remos,
para ir a vikingo,
firme, en pie en la proa,
y mandar bella nave,
lanzarme así a la mar,
matar a más de uno.
Cuando Egil tenía doce años era tanta su estatura que había pocos hombres tan grandes y forzudos, y Egil ganaba en la mayoría de los juegos; ese invierno en que cumplió doce años participó en muchos juegos. Thórd Granason tenía entonces unos veinte años, y era muy fuerte.
Sucedió ese invierno que a Egil y Thórd les tocó enfrentarse a Skallagrím. Era en una ocasión en que se celebraba un juego de pelota de invierno en Sandvík, al sur de Borg; Thórd y él jugaban contra Skallagrím, que quedó agotado mientras que ellos estaban más frescos. Pero por la noche, después de la puesta del sol, Egil empezó a cansarse, mientras que Grím se volvió tan fuerte que cogió a Thórd y, levantándolo, lo mató; luego cogió a Egil Skallagrím tenía una esclava llamada Thorgerd Brák, que había cuidado a Egil cuando era niño; era muy grande, fuerte como un hombre y muy hábil hechicera.
Brák dijo: «Estás cogiendo a tu hijo, Skallagrím.»
Skallagrím soltó entonces a Egil y la agarró a ella. Se soltó y escapó, y Skallagrím echó a correr detrás de ella; salieron hacia Digraness, saltó desde el acantilado al agua. Skallagrím le lanzó una gran piedra que le dio en la espalda, y ninguno de los dos volvió a salir nunca a la superficie; a ese lugar lo llaman ahora Brákarsund.
Esa misma noche, más tarde, cuando volvieron a Borg, Egil estaba enfadadísimo.
Y cuando Skallagrím estaba sentado a la mesa con toda la gente, Egil aún no había acudido a su sitio; entró en la cocina y se acercó al hombre que dirigía los trabajos y la administración para Skallagrím, y que era el más querido por él. Egil le asestó un golpe de muerte y luego fue a su asiento. Y Skallagrím no dijo nada, y hubo tranquilidad desde entonces, pero padre e hijo no se hablaron durante ese invierno, ni para bien ni para mal.
Al verano siguiente, llegó Thórólf, como antes se dijo; y cuando había pasado un invierno en Islandia y había llegado la primavera preparó su barco en Brákarsund.
Cuando estuvo dispuesto, Egil fue a ver a su padre, un día, y le pidió dinero para viajar.
«Quiero marcharme con Thórólf», dijo.
Grím preguntó si había hablado del asunto con Thórólf; Egil dice que no; Grím le pidió que lo hiciera primero. Y cuando Egil le comentó el asunto a Thórólf, dijo que no podía ser:
«No te llevaré conmigo; tu padre piensa que no te puede controlar suficientemente bien, incluso aquí, en su propia casa, y yo no me atrevo a llevarte conmigo al extranjero, pues no será conveniente que allá te portes como lo haces aquí.»
«Puede ser-dijo Egil- que entonces no parta ninguno de los dos.»
La noche siguiente hubo una furiosa tempestad del suroeste; y por la noche, cuando estaba oscuro y había marea alta, Egil fue y subió a bordo en la parte que no estaba entoldada; rompió las amarras del ancla. Saltó entonces lo más rápido que pudo la pasarela, tiró la pasarela y cortó los norays. El barco se adentró por el fiordo. Y cuando Thórólf y sus hombres se dieron cuenta de que el barco estaba navegando saltaron al bote, pero el viento era mucho más fuerte y nada pudieron hacer; el barco encalló en las islas que hay en Andakil, y Egil regresó a Borg.
Cuando se dieron cuenta de la treta de Egil, a la mayoría le pareció muy mal; él dijo que ya se ocuparía de hacer aún más daño y causar más perjuicios a Thórólf si no le quería llevar. Entonces mediaron algunos hombres, y por fin Thórólf aceptó llevar ese verano a Egil.
Cuando Thórólf fue a embarcarse se llevó el hacha que Skallagrím le había dado, y lanzó el hacha por la borda de modo que no volvió a salir nunca. Thórólf siguió su viaje ese verano y tuvieron buena mar y llegaron a Hordaland; Thórólf pone proa al norte, hacia Sogn. Y ese mismo invierno habían llegado noticias de que Brynjólf había muerto de enfermedad, y sus hijos le habían heredado. Thórd era dueño de la hacienda que Brynjólf había creado en Aurland; se había convertido en barón del rey, y estaba en su corte. La hija de Thórd se llamaba Rannveig, y fue madre de Thórd y Helgi; Thórd fue padre de Rannveig, madre de Ingiríd, que se casó con el rey Olaf; Helgi fue padre de Brynjólf, padre de Serk, de Sogn y de Svein.

Egil En Noruega
Bjorn construyó otra casa, magnífica; no entró en la corte del rey y por eso le llamaban Bjórn Hóld; era hombre rico y poderoso.
Thórólf fue a ver a Bjorn tan pronto hubo arribado, y le llevó a su hija Ásgerd, y se alegraron de verse. Ásgerd era una mujer bellísima y muy bien dispuesta, inteligente y muy sabia.
Thórólf fue a ver al rey Eirík; cuando se encontraron, Thórólf le dio saludos de Skallagrím, y dijo que agradecía el regalo del rey; le entregó entonces una magnífica vela para nave larga, diciendo que se la enviaba Skallagrím para el rey. Eirík agradeció el regalo y le pidió a Thórólf que se quedara con él ese invierno. Thórólf agradeció al rey su ofrecimiento.
«Primero iré a casa de Thórir, tengo que llevarle un mensaje.»
Thórólf fue a casa de Thórir, tal como había dicho, y fue bien recibido; Thórir le pidió que se quedara con él. Thórólf dijo que aceptaba.
«Pero hay conmigo un hombre que ha de vivir en el mismo sitio que yo; es mi hermano, y es la primera vez que sale de casa, y tengo que vigilarle.»
Thórir dijo que Thórólf tenía todo el derecho de llevar consigo incluso más gente si quería.
«Pensamos -dice- que tu hermano es una buena adquisición si se parece algo a ti.»
Thórólf fue entonces a su barco y lo mandó varar y prepararlo, y fue con Egil a casa del jefe Thórir. Thórir tenía un hijo llamado Arinbjórn; era algo mayor que Egil; Arinbjórn era hombre viril y muy hábil en los ejercicios físicos. Egil se hizo íntimo amigo de Arinbjórn y siempre iba con él, pero se trataba poco con su hermano.

Thórólf Se Casa Con Ásgerd
Thórólf Skallagrímsson le preguntó a Thórir si ayudaría a Thórólf en su petición para casarse con su sobrina Ásgerd; Thórir aceptó gustoso y dijo que apoyaría la petición. Más tarde, Thórólf se fue a Sogn con nutrida y selecta compañía; Thórólf llegó a la hacienda de Bjórn y fue bien recibido. Bjórn le pidió que se quedara con él todo el tiempo que quisiera. Thórólf le hizo su petición a Bjórn, solicitó la mano de Ásgerd, la hija de Bjórn. Acogió bien la petición y se dejó convencer fácilmente. Quedaron comprometidos, y fijaron la fecha de la boda; la celebración
sería en otoño, en la casa de Bjórn.
Thórólf regresó entonces a casa de Thórir y le dijo las nuevas de sus viajes, y Thórir se alegró de que tuviera lugar la boda. Cuando se acercó la fecha en que Thórólf debía ir para celebrar el matrimonio, pidió a varias personas que le acompañaran; lo pidió primero a Thórir y Arinbjórn y sus hombres, y a los campesinos más ricos, y para hacer el viaje se reunió una comitiva numerosa y elegida. Y cuando estaba ya muy próximo el día acordado para la marcha de Thórólf, y habían llegado los padrinos de la novia, Egil enfermó, de modo que no pudo hacer el viaje. Thórólf y los suyos tenían un gran barco muy bien enjaezado, y se fueron tal como habían acordado.

Egil En Casa De Bárd
Había un hombre llamado Olvir; trabajaba en casa de Thórir y era el administrador y capataz de su hacienda; cobraba las deudas y era tesorero; Olvir ya no estaba en la flor de la edad, pero estaba aún en buenas condiciones físicas.
Un día, Olvir iba a salir a cobrar las rentas que Thórir tenía que cobrar en primavera. Llevaba una barca de cuatro remos, y doce de los hombres que trabajaban para Thórir.
Por ese entonces, Egil empezaba a mejorar, y se levantó; se aburría en casa porque todo el mundo se había marchado; fue a hablar con O1vir y le dijo que quería acompañarle. A Olvir le parecía que no estaba de más un hombre bueno, pues había sitio en la barca; dejó que Egil fuera con ellos en el viaje. Egil llevaba sus armas, espada y alabarda, y broquel.
Salen de viaje en cuanto estuvieron listos, y tuvieron mal tiempo todo el rato, viento fuerte y contrario, y el viaje resultaba difícil, y tuvieron que ir todo el rato a remo. De modo que al atardecer llegaron a la isla de Atley, y allí vararon; en la isla había una gran hacienda, propiedad del rey Eirík. La administraba un hombre llamado Bárd; le llamaban Bárd de Atley, y era un hombre grande y muy trabajador; no era de linaje noble, pero sí muy querido por el rey Eirík y la reina Gunnhild. Olvir y los suyos vararon el barco por encima de la línea de la marea, y fueron hacia la hacienda, y se encontraron a Bárd, y le explicaron la razón de su viaje, y dijeron que querrían pasar allí la noche. Bárd vio que estaban muy mojados y les condujo a una cocina que estaba separada de las otras casas. Hizo que les prepararan una buena hoguera y secaron allí sus ropas. Cuando hubieron recogido sus ropas llegó Bárd.
«Ahora -dice- os prepararemos la mesa; sé que tendréis ganas de dormir; estaréis cansados de vuestras fatigas.»
A Olvir le agradó aquello. Luego pusieron las mesas y les dieron de comer pan y mantequilla y les ofrecieron grandes jarras de leche agria. Bárd dijo:
«Es una lástima que no haya cerveza para poder agasajaros como yo quisiera; tendréis que arreglároslas con lo que hay.»
Olvir y los suyos estaban muy sedientos y bebieron a grandes tragos la leche agria; luego Bárd mandó traer afr y lo bebieron con la leche agria que quedaba.
«Mucho me gustaría -dijo Bárd- daros mejor bebida, si la hubiera.» Paja no faltaba; les dijo entonces que se acostaran a dormir.

Egil Mata A Bárd
Esa misma tarde llegaron a Atley el rey Eirík y Gunnhild; Bárd había preparado una fiesta en su honor, con sacrificios a las Dísas; fue una fiesta magnífica, y en la sala había mucha bebida. El rey preguntó dónde estaba Bárd: «No lo veo por ningún lado.»
Un hombre dice: «Bárd está fuera atendiendo a sus huéspedes.»
«¿Quiénes son esos huéspedes -dice el rey-para que se sienta más obligado hacia ellos que hacia nosotros?»
El hombre le dijo que había venido gente del jefe Thórir.
El rey dijo: «Ve a buscarlos enseguida, y diles que entren»; y así se hizo, les dijeron que el rey quería conocerlos.
Van allá entonces; el rey recibe bien a Olvir, y le pidió que se sentara enfrente de él en el escaño alto, y sus compañeros más abajo. Así lo hicieron; Egil se sentó al lado de Olvir. Luego les trajeron cerveza para beber; se hicieron muchos brindis, y en cada brindis bebían un cuerno entero. Avanzada ya la noche, varios de los hombres de Olvir se emborracharon malamente; algunos vomitaron allí mismo, dentro de la sala, otros salieron hasta las puertas; Bárd siguió afanándose en darles de beber. Entonces, Egil cogió el cuerno que Bárd le había dado a Olvir y lo bebió entero; Bárd dijo que sí que tenía sed, y le llevó un cuerno lleno y pidió que se lo bebiera de un trago. Egil cogió el cuerno y dijo un poema:
Dijiste al gran guerrero
que cerveza no había,
miserable, de las dísas
en la fiesta, bellaco;
de todo diste malo
a hombres desconocidos,
buen anfitrión no fuiste,
Bárd, los engañaste.
Bárd le pidió que bebiera y se dejara de chanzas. Egil bebía un cuerno entero cada vez y además la parte de Olvir. Entonces, Bárd fue ante la reina y le dijo que había allí un hombre que se burlaba de ellos y que nunca bebía lo suficiente para poder decir que ya no tenía sed. La reina y Bárd mezclaron veneno en la bebida y la entraron en la sala; Bárd hizo sobre ella unos pases mágicos, y se la dio a la escanciadora, que la llevó a Egil y le ofreció de beber. Egil sacó su cuchillo y se pinchó en la palma de la mano; tomó el cuerno, grabó runas en él y lo frotó con sangre, y dijo:
Tallo en el cuerno ruecas,
y con sangre las tiño,
letras trazo, del uro
fiero en largo leño;
bebo tranquilo el licor
que alegre la sierva trajo,
veremos si daña aún
la bebida que Bárd hizo.
El cuerno saltó hecho pedazos y la bebida se derramó sobre la paja. Era el turno de Olvir. Egil se levantó y condujo a Olvir a la puerta, sosteniendo la espada en la mano. Cuando llegaron, a la puerta, Bárd fue detrás de ellos y le pidió a Olvir que bebiera su brindis de despedida. Egil lo cogió y bebió, y dijo un poema:
Borracho estoy, y a Olvir
la cerveza le aturde,
cae por mis labios lluvia
de la lanza del uro;
no sabes dónde pisas,
guerrero, y el poeta
llover hace poesía.
Egil tira el cuerno; cogió la espada y la blandió; la antesala estaba oscura; atravesó a Bárd con la espada, de modo que la punta de la hoja salió por la espalda; cayó muerto, de la herida le salía sangre. Olvir cayó entonces encima, vomitando. Egil salió corriendo de la sala; fuera había total oscuridad; Egil escapó corriendo de la hacienda. Dentro, en la antesala, vieron que Bárd y Olvir habían caído; llegó el rey y mandó traer luces; vieron lo que había pasado: Olvir yacía inconsciente y Bárd había sido muerto. Entonces, el rey preguntó dónde estaba aquel hombre tan alto que había bebido más que nadie aquella noche; le dijeron que había salido.
«Buscadle -dice el rey- y hacedle venir ante mí.»
Le estuvieron buscando por la hacienda y no le encontraron en ningún sitio; cuando llegaron a la cocina, vieron que los hombres de Olvir estaban allí, durmiendo; los hombres del rey preguntaron si Egil había ido por allí. Dicen que había entrado corriendo y había cogido sus armas, «y después se marchó». Se lo dijeron al rey; el rey mandó a sus hombres que fueran todo lo deprisa que pudieran a coger todos los barcos que: había en la isla.
«Por la mañana, cuando haya luz, registraremos toda la isla y mataremos a ese hombre.»

Egil Escapa
Egil fue durante la noche a buscar un barco, pero había mucha gente en todos los sitios de la playa donde fue; anduvo toda la noche y no consiguió barco en ningún sitio. Cuando empezó a clarear se encontraba en un promontorio; vio una isla, y en medio había un canal enormemente grande. Decidió coger el yelmo, la espada y la lanza, a la que rompió el asta, que arrojó al mar; envolvió las armas en su manto, hizo un atado y se lo sujetó a la espalda. Se echó entonces a nadar y no paró hasta llegar a la isla; se llamaba Saudey y es una isla pequeña, llena de maleza;
apacentaban allí el ganado, vacas y ovejas, que pertenecía a Atley. Cuando llegó a la isla escurrió sus ropas; era ya día claro y había salido el sol.
El rey Eirík mandó registrar la isla en cuanto hubo claridad; tardaron bastante, pues la isla era grande, y no encontraron a Egil; fueron entonces en barco a otras islas para buscarle. Al atardecer llegaron doce hombres a Saudey, remando, para buscar a Egil, aunque había otras islas más cerca. Vio el barco que se dirigía a la isla y nueve hombres que saltaban a tierra y tomaban distintos caminos. Egil se había tumbado entre la maleza, para ocultarse, antes de que el barco llegara a tierra.
Fueron tres hombres en cada dirección, mientras que otros tres vigilaban el barco; cuando una colina se interpuso entre aquellos y el barco, Egil se puso en pie y fue hacia el barco, y los que vigilaban el barco no se dieron cuenta hasta que Egil estuvo encima de ellos; golpeó a uno, matándole, y otro echó a correr y empezó a trepar por unas rocas; Egil le golpeó y le cortó la pierna. Otro saltó al barco e intentó alejarlo de la orilla, pero Egil tiró del noray y saltó al barco, e
intercambiaron pocos golpes antes de que Egil le matara y le echara por la borda.
Cogió entonces los remos y se llevó el barco; viajó durante toda la noche hasta llegar a casa del jefe Thórir.
El rey dejó ir en paz a Olvir y a sus compañeros, sin culparlos de nada. Y los hombres que estaban en Saudey se quedaron allí varios días, y mataron ganado para comer; hicieron fuego, prepararon hogueras; las hicieron suficientemente grandes para que se pudieran ver desde la casa, les prendieron fuego e hicieron señales. Y cuando las vieron fueron a buscarles.
El rey se marchó; iba a otra fiesta. Olvir y los suyos llegaron a casa antes que Egil, cuando Thórir y Thórólf acababan de regresar de la boda; Olvir contó estas nuevas: la muerte de Bárd y los sucesos que habían acaecido, pero nadie sabía que Egil se había marchado, y Thórólf se entristeció mucho, y también Arinbjórn; pensaban que no regresaría. Pero por la mañana llegó Egil a la casa; y cuando Thórólf se enteró, se levantó y fue al encuentro de Egil, y preguntó qué aventuras había corrido en su huida, y qué nuevas había de su viaje. Egil dijo entonces este poema:
Me sacudí el poder
del señor de Noruega
y no me vanaglorie
de la reina Gunnhild;
tres guerreros reales
envié a las altas salas
del Hel, y allí ahora
por siempre muertos, callan.
Arinbjórn quedó impresionado por sus hazañas; dijo que su padre le reconciliaría con el rey. Thórir dice: «La gente dirá que Bárd se había hecho merecedor de que le mataran, pero Egil se parece demasiado a los de su familia y le importa demasiado poco desatar la ira del rey; no es fácil para mucha gente vivir así; pero, por esta vez, me encargaré de reconciliarle con el rey.»
Thórir fue a ver al rey, y Arinbjórn se quedó en casa, y dijo que el destino de uno seria el de todos ellos; y cuando Thórir llegó ante el rey hizo una petición en nombre de Egil, y se ofreció como garantía, y pidió el juicio del rey. El rey Eirík estaba enojadísimo, y no fue fácil llegar con él a un acuerdo; el rey habló, diciendo que acabaría por ser cierto lo que su padre había dicho, que no debía confiar en esa familia, y le dijo a Thórir que «aunque yo acepte ahora un acuerdo, Egil no debe quedarse mucho tiempo en mi reino; por ti, Thórir, aceptaré dinero como compensación por estos hombres»
El rey impuso la multa que le pareció conveniente, y Thórir la pagó; luego se fue a casa.

Aventura En Curlandia
Thórólf y Egil estuvieron disfrutando de la hospitalidad de Thórir, pero en primavera prepararon una gran nave larga y buscaron tripulación, y ese verano pusieron rumbo al Báltico para hacer pillaje, y consiguieron muchísimas riquezas y riñeron numerosos combates. Siguieron luego hasta Curlandia y se quedaron medio mes en esa región, haciendo comercio tranquilamente; cuando
terminaron, volvieron al pillaje y atacaron varios lugares.
Un día llegaron a un estero grande; había total oscuridad; acordaron bajar a tierra, y se dividieron en grupos de doce hombres. Fueron al bosque, y no pasó mucho tiempo antes de que alcanzaran terreno habitado; empezaron a robar y a matar gente, y la gente huyó, y no encontraron resistencia. Cuando declinaba el día, Thórólf ordenó tocar el cuerno con la llamada para embarcar; los hombres regresaron al bosque, pero no se podía contar la tropa hasta que hubieran llegado a la playa; cuando Thórólf llegó al barco, Egil aún no había vuelto; empezaba
entonces a anochecer, y pensaron que era imposible ir a buscarle.
Egil había ido por el bosque con doce hombres, hasta que encontraron unos grandes vallados, y casas; cerca de ellos había una granja; se dirigieron hacia ella; al llegar entran corriendo en las casas, y no encontraron a nadie, y cogieron todas las riquezas que había por allí. Había muchas casas, y se quedaron allí largo rato; cuando salieron de la casa vieron que entre ellos y el bosque había una hueste de guerreros, que les atacaron. Entre ellos y el bosque había una empalizada alta. Egil ordenó que le siguieran en fila, para que no pudieran atacarles por los costados; Egil iba el primero, y los demás detrás, tan juntos que nadie podía meterse entre ellos. Los curios les atacaron con firmeza, sobre todo con dardos y lanzas arrojadizas, pero sin llegar a la lucha cuerpo a cuerpo. Egil y los suyos encontraron delante de ellos otra empalizada que se cruzaba con la empalizada junto a la cual iban andando, y no pudieron continuar; los curios les atacaron, encerrándoles, y algunos les arrojaban lanzas desde fuera y pasaban las espadas entre los postes, y otros les arrojaban ropas sobre las armas. Quedaron heridos, y los cogieron y los ataron a todos juntos, y los llevaron a la granja.
El dueño de la granja era rico y poderoso; tenía un hijo ya crecido; discutieron sobre lo que habían de hacer; el propietario aconsejó que los mataran uno a uno. El hijo del propietario dijo que ya era noche oscura, y que no sería divertido torturarlos entonces, y pidió que se esperara hasta la mañana. Los encerraron entonces en una casa, fuertemente atados; Egil fue atado de pies y manos a un poste clavado en el suelo; cerraron la casa con candado, y los curios entraron en la sala a festejar, se emborracharon y alegraron.
Egil se agitó y dio fuertes tirones del poste hasta que lo soltó del suelo; el poste cayó; Egil se escabulló entonces del poste; luego se soltó las manos con los dientes, y cuando tuvo las manos libres se soltó las ligaduras de los pies, y luego liberó a sus compañeros. Cuando estuvieron todos libres buscaron por toda la casa un lugar por donde salir; la casa tenía las paredes construidas con grandes postes de madera; en un extremo de la casa había un tabique plano; corrieron hacia él y rompieron el tabique. Había otra casa, en la cual entraron; tenía también paredes de maderos. Oyeron entonces a alguien hablando por debajo de sus pies; buscaron, y encontraron una trampilla en el suelo. La abrieron; debajo había un profundo sótano; de ahí venía la voz que habían oído. Egil preguntó quién había allí; el que hablaba se llamaba Áki. Egil le preguntó si quería salir del sótano; Áki dice que querrían hacerlo muy gustosos; entonces, Egil y sus hombres bajaron al sótano una de las cuerdas que se habían usado para atarlos, y subieron a tres hombres.
Áki dijo que eran sus dos hijos, que eran daneses, y que les habían apresado el verano anterior. «Me trataron bien durante el invierno; trabajé mucho en la administración de la hacienda, pero los muchachos fueron hechos esclavos y sufrieron mucho. En primavera decidimos escaparnos, pero nos encontraron; entonces nos metieron en este sótano.»
«Conocerás bien la disposición de las casas -dice Egil-. Por dónde es más fácil salir?»
Áki dijo que había otro tabique: «Rompedlo; saldréis al granero, y desde allí se puede salir.»
Egil y los suyos lo hicieron así; rompieron el tabique, fueron al almacén y salieron; la oscuridad era total; los compañeros dijeron entonces que debían irse a toda prisa al bosque. Egil le dijo a Áki: «Si conoces las casas, podrás guiarnos para que nos apoderemos de las riquezas.»
Áki dijo que riquezas no faltaban. «Hay una gran buhardilla, donde duerme el dueño; allí no faltan armas.»
Egil mandó entonces que fueran a la buhardilla, y cuando llegaron a la escalera vieron que la buhardilla estaba abierta; dentro había luz y unos criados que estaban preparando las camas. Egil ordenó a algunos que se quedaran fuera para vigilar que no saliera nadie; Egil saltó a la buhardilla, cogió armas, pues las había allí en número sobrado, y mataron a todos los que estaban dentro; se armaron todos bien.
Áki fue a una trampilla que había en el entarimado y la abrió, y dijo que debían bajar al sótano. Cogieron luces y fueron allí; allí estaban los tesoros del campesino, objetos preciosos y mucha plata; los hombres cargaron con todo ello y se lo llevaron; fueron entonces al bosque. Pero cuando llegaron al bosque Egil se detuvo y dijo:
«Esta expedición es vergonzosa; le hemos robado sus riquezas al campesino, pero él no lo sabe; nunca podremos superar esta ignominia. Volvamos a la granja y hagámosles saber lo que ha pasado.»
Todos se opusieron, diciendo que querían ir al barco. Egil deja el cofre en el suelo, echa a correr, y entró en la granja. Cuando llegó a la granja vio unos esclavos que salían de la cocina con una bandeja, y la entraban en la sala. Egil vio que en la cocina había un gran fuego, con pucheros encima; fue allá; habían metido grandes leños en el fuego, y estaban colocados según la costumbre: ponían en el fuego un extremo del palo para que el palo se fuera quemando poco a poco. Egil cogió el leño y lo llevó hacia la sala, y puso el extremo que ardía debajo del alero,
metiéndolo hasta el tejado de cortezas de abedul; el fuego se extendió enseguida por la madera. Los que estaban dentro bebiendo no se dieron cuenta hasta que empezó a arder el tejado; corrieron entonces hacia la puerta, pero no era fácil atravesarla, tanto por las maderas que ardían como por Egil, que estaba vigilando la puerta. Mató gente en las mismas puertas y también fuera, delante de la puerta; pasó poco rato antes de que se quemara la sala, y se derrumbó. Murió allí toda la gente que había dentro, y Egil volvió entonces al bosque con sus compañeros; se dirigen todos hacia el barco.
Egil dijo que quería, aparte del botín que le correspondiera, el cofre que se había llevado, y que estaba lleno de plata. Thórólf y los suyos se alegraron mucho cuando apareció Egil. Entonces se marcharon de la región, al amanecer. Áki y sus hijos iban con el grupo de Egil; era finales de verano y navegaron hacia Dinamarca, y anclaron a la espera de barcos mercantes, y abordaron los que se aproximaban.

Ataque A Lund
Harald Gormsson había subido por aquel entonces al trono de Dinamarca, pues su padre Gorm había muerto; el país estaba en estado de guerra; los vikingos frecuentaban las costas de Dinamarca. Áki conocía tanto los mares como las tierras de Dinamarca; informó detalladamente a Egil de los lugares en los que había buen botín. Cuando llegaron a Eyrarsund, Áki dijo que en la costa había un gran puerto comercial, que se llamaba Lund, dijo que podrían encontrar botín, pero que los habitantes responderían al ataque. Entre todos, deliberaron si desembarcar o no;
los hombres eran de distinta opinión, algunos estaban dispuestos, pero otros no querían; dejaron la decisión en manos de los jefes; Thórolf estaba dispuesto a desembarcar; le preguntaron a Egil cuál era su opinión. Dijo un poema:
Alcemos las espadas,
tú que cebas al lobo,
que brillen, una hazaña
hay que hacer en verano;
que vaya a toda prisa
cada uno hasta Lund,
antes de que el sol se ponga
de lucha entonemos cantos.
Entonces, los hombres se prepararon para el desembarco, y fueron a la ciudad.
Pero cuando los habitantes se dieron cuenta del ataque enfrentaron a sus propios hombres; empezó una batalla; Egil es el primero que entra en la ciudad; los habitantes huyeron; hubo gran mortandad. Registraron la ciudad y le prendieron fuego antes de marcharse; volvieron entonces a sus barcos.

Gunnhild Predispone A Eirík En Contra De Egil
Thórólf condujo a su hueste hacia el Norte por la costa de Halland, y anclaron allí porque el tiempo estaba empeorando; no hicieron saqueo. A poca distancia de la costa vivía un conde; cuando se enteró de que habían llegado unos vikingos a la región envió a sus hombres a verles para enterarse de si venían en son de paz o de guerra. Cuando los enviados llegaron ante Thórólf y le dieron el mensaje, dijo que no querían saquear, dijo que no necesitaban saquear ni dedicarse al pillaje en esa región, dijo que la tierra no era rica. Los enviados vuelven a ver al conde, y le
dijeron el resultado de su misión; cuando el conde se percató de que no necesitaba reunir sus mesnadas por ese motivo, bajó a la costa él solo para encontrarse con los vikingos. Cuando se encontraron, se hablaron con amabilidad, y el conde invitó a Thórólf a una fiesta; si quería, podía ir con sus hombres; Thórólf aceptó la invitación. Al atardecer, el conde les envió monturas; Thórólf y Egil decidieron ir con treinta hombres. Cuando llegaron a la casa del conde, los recibió bien; les condujeron a la sala; había cerveza clara, y les dieron de beber. Y antes de levantarse de la mesa, el conde dijo que echaran a suertes los asientos, que beberían en parejas de hombre y mujer, mientras hubiera suficientes mujeres; los que quedaran beberían solos. Los hombres echaron sus señales en una capa, y el conde sacó las suertes. El conde tenía una hija muy bella y ya crecida; quiso la suerte que Egil se sentara junto a la hija del conde esa noche; ella iba por el pasillo, avergonzada, paseando. Egil se levantó y fue al lugar donde había estado sentada la hija del noble durante todo el día. Y cuando los hombres cambiaron sus asientos, la hija del conde fue a su sitio y dijo:
¿Qué haces, muchacho, en mi asiento?
Rara vez alimentaste
con carne caliente al lobo,
prefiero quedarme sola;
no viste al cuervo en otoño
cantando sobre la sangre,
no estuviste donde corren
los filos acerados.
Egil la cogió y la sentó a su lado, y dijo:
Fui con la hoja ensangrentada,
el cuervo me acompañaba,
y fui con la lanza aullante;
bien luchaban los vikingos;
irritados combatimos
y les quemamos las casas,
sangre en los cuerpos, caían
ante la alta empalizada.
Esa noche estuvieron bebiendo juntos, muy alegres. Fue una fiesta magnífica, igual que el día siguiente; entonces se fueron los vikingos a sus barcos; se despidieron del conde como amigos, e intercambiaron regalos.
Thórólf y sus compañeros siguieron hasta las islas Brenn; en esa época había allí gran cantidad de vikingos, pues entre las islas circulaban muchos barcos mercantes. Áki volvió a su casa con sus hijos; era hombre rico, y tenía muchas granjas en Jutlandia; se despidieron con cariño y se juraron amistad.
Cuando se aproximaba ya el otoño, Thórólf y los suyos fueron a Noruega, y llegaron a Firdir, y fueron a ver al jefe Thórir. Les dio una buena acogida, y más todavía su hijo, Arinbjórn; le pide a Egil que se quede allí ese invierno; Egil aceptó agradecido. Y cuando Thórir supo que Arinbjórn le había invitado, dijo que lo había hecho con apresuramiento:
«No sé -dijo- si le gustará al rey Eirík, pues después de la muerte de Bárd dijo que no quería que Egil se quedara en el país.»
«Bien podrás conseguir, padre -dice Arinbjórn- que el rey no se incomode porque Egil esté aquí; tú invitarás a tu pariente Thórólf a quedarse aquí, y Egil y yo compartiremos mi residencia de invierno.»
Thórir se dio cuenta de que Arinbjórn tomaría por sí mismo la decisión; padre e hijo invitaron a Thórólf y a su hermano a pasar el invierno; aceptaron, y se quedaron allí ese invierno con doce hombres.
Hay dos hermanos, llamados Thorvald Ofsi y Thorfid Strangi; eran parientes próximos de Bjórn Hóld, y se habían criado junto a él; eran hombres grandes y fuertes, magníficos y aventajados capitanes. Acompañaban a Bjórn cuando salía a vikingo; cuando se instaló pacíficamente, los dos hermanos fueron a ver a Thórólf y le acompañaron en la expedición; iban en la proa de su barco,y cuando Egil pasó a mandar el barco, Thorfid fue su proero. Los dos hermanos acompañaban siempre a Thórólf, y se convirtieron en sus mejores marinos; los dos hermanos estuvieron ese invierno en su comarca, y se sentaban junto a los hermanos. Thórólf se sentaba
en el escaño más alto y bebía con Thórir, mientras que Egil se sentaba a beber junto a Arinbjorn; en cada brindis había que bajar al pasillo.
Ese otoño, el jefe Thórir fue a ver al rey Eirík; el rey le acogió extremadamente bien. Cuando empezaron a conversar, Thórir le pidió al rey que no se disgustara porque tenía consigo a Egil ese invierno. El rey respondió amablemente, dijo que Thórir podía invitarle si quería: «Aunque las cosas serían de otro modo si hubiera sido otro quien invitara a Egil.»
Cuando Gunnhild oyó lo que hablaban, dijo: «Creo, Eirík, que pasa ahora como siempre: recibes un insulto, pero recuerdas poco tiempo el daño que te han hecho; si no, no seguirías ayudando al hijo de Skallagrím hasta que volviera a matar a tus parientes; y si a ti no te preocupa nada la muerte de Bárd, seré yo quien haga algo.»
El rey dice: «Gunnhild, me desafías a ser violento más que ninguna otra persona; pero antes fuiste más cariñosa con Thórólf que ahora. Yo no romperé la palabra que he dado a los hermanos.»
«Thórólf estuvo bien aquí -dijo ella-, «hasta que Egil lo estropeó todo; ahora, no creo que haya mucha diferencia entre ellos.»
Thórir se fue a casa cuando estuvo listo, y les contó a los hermanos las palabras del rey y de la reina.

Egil Contra El Rey
Eyvind Skreyja y Álf Askman se llamaban los hermanos de Gunnhild, hijos de 0zur Tóti; eran hombres grandes y muy fuertes, y magníficos capitanes; el rey los apreciaba mucho, y también Gunnhild; pero no eran muy queridos por la gente; en ese tiempo eran aún jóvenes, aunque ya adultos.
Iba a celebrarse en Gaulir el gran sacrificio de verano; era el principal de los grandes templos; llegó multitud de gente de Firdir, Fjalir .Y Sogn, nobles en su mayoría; fue también el rey Eirík. Gunnhild habló con sus hermanos:
«Quiero que busquéis un modo para matar a uno de los hijos de Skallagrím, o mejor aún, a los dos, aprovechando que está aquí toda esta multitud.»
Dijeron que así sería. El jefe Thórir se preparó para ir allí también; llamó a Arinbjórn para hablar con él:
«Ahora -dijo iré al sacrificio; pero no quiero que vaya Egil; sé lo que dice Gunnhild, y conozco la temeridad de Egil, y el poder del rey, y no será fácil armonizar todo eso a la vez; Egil no querrá quedarse a menos que te quedes también tú. Pero Thórólf y sus otros compañeros vendrán conmigo; Thórólf sacrificará por el bien de los dos hermanos.»
Arinbjórn le dijo a Egil que se debía quedar en casa. «Y yo contigo», dijo. Egil dijo que así sería. Thórir y los demás fueron al sacrificio, y había gran muchedumbre y mucha bebida. Thórólf fue con Thórir a todas partes, y no se separaban ni de día ni de noche. Eyvind le dijo a Gunnhild que no tendrían oportunidad de acercarse a Thórólf; ella le ordenó que mataran alguno de sus
hombres: «Mejor eso que dejarle escapar sin más.»
Una noche, cuando el rey se había ido a dormir y también Thórir y Thórólf, Thorfid y Thorvald estaban aún levantados y llegaron los hermanos Eyvind y Álf y se sentaron muy alegres con ellos; bebieron primero del mismo cuerno. Luego habían de beber cada uno la mitad del cuerno. Eyvind bebía con Thorvald, y Álf con Thorfid. Según pasaba la noche fueron bebiendo cada vez peor, y se produjeron primero discusiones y luego insultos. Eyvind echó mano entonces de una espada corta y atravesó a Thorvald, causándole una herida mortal. Se pusieron en pie todos, los hombres del rey y la gente de Thórir, pero toda la gente estaba desarmada allí, pues el templo era lugar sagrado, de tregua. Intervinieron algunos y separaron a los más irascibles. Aquella noche no sucedió más que contar.
Eyvind había matado en lugar sagrado y fue desterrado, y se tuvo que marchar. El rey ofreció compensación por el muerto, pero Thórólf y Thorfid dijeron que nunca habían aceptado compensación por la muerte de un hombre, y que no querían aceptarla; así, se despidieron. Thórir se fue a casa con sus hombres. El rey Eirík y Gunnhild enviaron a Eyvind a Dinamarca con el rey Harald Gormsson, porque, según las leyes noruegas, no podía quedarse en el país. El rey le acogió bien y también a sus compañeros. Eyvind se llevo a Dinamarca una gran nave larga. El
rey puso a Eyvind de vigilancia contra los vikingos. Eyvind era un gran guerrero.
Cuando llegó el verano siguiente, Thórólf y Egil volvieron a prepararse para salir a vikingo; en cuanto estuvieron listos volvieron a dirigirse al Báltico. Pero cuando llegaron a Vík pusieron proa a Jutlandia y estuvieron saqueando allí; van luego a Frisia, y se quedan buena parte del verano; vuelven entonces hacia Dinamarca.
Cuando llegan a las fronteras que separan Dinamarca y Frisia, iban costeando, sucedió una noche que, cuando los hombres se estaban preparando para dormir a bordo, llegaron dos hombres al barco de Egil y dijeron que tenían un mensaje. Les llevaron ante él. Le dicen que Áki el rico les había enviado con un mensaje:
«Eyvind Skreyja está frente a las costas de Jotlandssída y se dispone a atacaros en cuanto vayáis hacia el Sur, y ha reunido un gran ejército, de modo que no tenéis ninguna posibilidad si os topáis con toda su gente; él mismo lleva dos barcos ligeros y está por aquí, cerca de vosotros.»
Cuando Egil se enteró de estas nuevas, hace desmontar las tiendas; ordena marchar en silencio; así lo hicieron. Llegaron al amanecer donde Eyvind y los suyos estaban anclados; los atacaron con piedras y con armas; murió allí buena parte de la hueste de Eyvind, pero él consiguió saltar por la borda y llegó nadando a la costa, y algunos otros que también escaparon. Egil y los suyos cogieron los barcos, y sus ropas y armas; volvieron de día donde su gente y fueron a ver a Thórólf; pregunta dónde había ido Egil, y dónde había cogido aquellos barcos que llevaba.
Egil dice que los barcos eran de Eyvind Skreyja, y que se los había quitado.
Entonces dijo Egil:
Reñimos lucha feroz
en las costas de Jutlandia,
bien combatió el que guardaba,
vikingo era, Dinamarca;
más a la playa, a la arena
el bravo con sus guerreros
desde el corcel de las ondas
saltó, Eyvind Jactancioso.
Thórólf dice: «Creo que después de lo que habéis hecho no sería conveniente que volviéramos a Noruega el próximo otoño.»
Egil dijo que le parecía mejor buscar otro lugar.

Thórólf Y Egil En Inglaterra
Alfredo el Grande gobernó Inglaterra. Fue el primer rey de toda Inglaterra en su linaje; era en los días de Harald el de Hermosos Cabellos, rey de Noruega.
Después de él fue rey de Inglaterra su hijo Eadward, que fue padre de Ethelstan el Victorioso, padre adoptivo de Hákon el Bueno. En esa época, había subido al trono Ethelstan, sucediendo a su padre; eran más hermanos, pues Eadward tenía más hijos. Cuando Ethelstan subió al trono se alzaron en armas los jefes que habían perdido su autoridad a manos de sus antepasados, pues pensaban que sería fácil recuperarla, ya que el rey era muy joven; eran galeses, escoceses o irlandeses. Pero el rey Ethelstan reunió un ejército y tomó a su servicio a todos los hombres que
quisieron servirle a cambio de una recompensa, fueran nativos o extranjeros.
Los hermanos Thórólf y Egil fueron con rumbo sur costeando Sajonia y Flandes.
Supieron allí que el rey de Inglaterra necesitaba tropas y que se podía conseguir buen botín; deciden entonces ir allí con su hueste. Llegaron ante el rey Ethelstan en otoño; les recibió bien, pensando que esa gente sería de gran ayuda. El rey de Inglaterra dice que les invita a quedarse con él para defender sus fronteras; acuerdan ponerse al servicio de Ethelstan.
Inglaterra era cristiana desde hacía mucho tiempo ya cuando estas cosas sucedían; el rey Ethelstan era buen cristiano, le llamaban Ethelstan el Creyente. El rey pidió a Thórólf y a su hermano que aceptaran el bautismo preliminar, pues era costumbre arraigada entre los mercaderes y la gente que tenía tratos con cristianos, ya que quienes habían recibido el bautismo preliminar podían relacionarse con cristianos y con paganos, y seguían la fe que mejor les parecía. Thórólf y Egil hicieron lo que el rey les pedía, y recibieron el bautismo preliminar. Llevaban consigo trescientos de sus hombres, que estaban todos ellos al servicio del rey.

Escocia E Inglaterra
El rey de Escocia se llamaba Olaf el Rojo; era escocés por parte de padre y danés por parte de madre, y procedía de la estirpe de Ragnar Lodbrók; era hombre poderoso. Se decía que Escocia era un tercio de Inglaterra; a Northumbria la llamaban un quinto de Inglaterra, y es la parte más septentrional; está junto a Escocia, al este; había pertenecido a los reyes de Dinamarca. El reino pertenecía a Ethelstan, que había nombrado para administrarlo a dos condes; uno se llamaba
Álfgeir y el otro Godrek; protegían las fronteras contra los asaltos de escoceses y daneses, y también contra los normandos, que atacaban a menudo el país y reclamaban buena parte del país, pues los hombres importantes de Northumbria eran de origen danés por parte de su padre o de su madre, y muchas veces de las dos partes.
Gales estaba gobernada por dos hermanos, Hring y Adils, tributarios del rey Ethelstan; cuando iban al ejército del rey, ellos y sus mesnadas ocupaban la vanguardia, bajo las banderas del rey; los dos hermanos eran magníficos guerreros, aunque ya no eran jóvenes.
Alfredo el Grande había quitado títulos y poder a todos los reyes tributarios; se llamaba condes a quienes antes habían sido reyes o príncipes; así fue en vida suya y de su hijo Eadward, pero Ethelstan era joven cuando subió al trono, y pensaron que representaba una amenaza menor, y muchos que antes habían sido muy serviciales pasaron a ser traicioneros.

Preparativos Para La Batalla
Olaf, rey de los escoceses, reunió un gran ejército y marchó hacia el sur, a Inglaterra, y cuando llegó a Northumbria se dedicó al pillaje; y cuando los condes que allí mandaban lo supieron, juntan sus huestes y atacaron al rey. Y cuando se encuentran hubo una gran batalla, y el rey Olaf venció, y murió el conde Godrek, y Álfgeir huyó con la mayor parte de la hueste que le había acompañado, escapando de la batalla. Álfgeir no pudo oponer resistencia; el rey Olaf se adueñó de toda Northumbria. Álfgeir fue a ver al rey Ethelstan y le contó su desastre. Y cuando el rey Ethelstan supo que a sus tierras había llegado un ejército tan grande, hizo llamar a sus hombres y juntó sus mesnadas, llamó también a sus condes y otros notables; el rey se pone entonces en camino con las huestes que había conseguido, y fue contra los escoceses. Y cuando se supo que Olaf, rey de los escoceses, había vencido y dominaba gran parte de Inglaterra y que tenía un ejército mucho mayor que el de Ethelstan, muchos notables se unieron a aquél. Y cuando Hring y Adils se enteran -entre los dos tenían una gran hueste-, se unen a las huestes del rey Olaf;
tenía así un ejército inmenso.
Cuando Ethelstan supo todo esto, tuvo una asamblea con sus jefes y sus consejeros para decidir qué podía ser lo más conveniente hacer, contó a toda la gente detalladamente lo que había llegado a saber acerca de la expedición del rey de Escocia y sus tropas. Todos estaban de acuerdo en que el conde Álfgeir había salido malparado y aconsejaron retirarle los honores; y llegaron al acuerdo de que el rey Ethelstan había de regresar al sur de Inglaterra y reunir tropas allí para
volver al norte del país, y que se tardaría bastante en juntar tanta gente como se necesitaba, a menos que el mismo rey mandara el ejército. El ejército que se había reunido lo puso el rey a las órdenes de los jefes Thórólf y Egil, que habrían de mandar las tropas que los vikingos habían puesto a disposición del rey; Álfgeir dirigiría sus propias mesnadas. El rey nombró además capitanes a quienes quiso. Y cuando Egil volvió con sus compañeros después de la asamblea, les contó las nuevas acerca del rey de Escocia. Dijo:
Olaf feroz, en fuga
puso a un conde, en lucha,
supe que en grave asamblea
a otro más mató también
hizo que Godrek pisara
del infierno los umbrales
enemigo de los anglos,
medio reino de Álfgeir tiene.
Envían entonces un mensajero al rey Olaf y le comunican que el rey Ethelstan quiere retarle a batalla campal, y ofrece como campo de batalla el Páramo de Vín, junto al Bosque de Vín; y que desea que no siga saqueando sus tierras; reinaría sobre Inglaterra quien triunfara en la batalla; establecieron el plazo de una semana para el encuentro. El que primero llegara esperaría una semana.
Por entonces era costumbre que cuando un rey era retado a batalla campal no saqueara hasta que hubiera concluido la lucha; el rey Olaf detuvo su ejército, y pararon de saquear, y esperó el día acordado; llevó entonces su ejército al Páramo de Vín.
Al norte del páramo había un burgo; el rey Olaf se instaló en el burgo con la mayor parte de sus huestes, pues la comarca era rica y pensó que allí sería más fácil obtener las provisiones que su ejército necesitaba. Envió sus hombres al páramo en que se había acordado celebrar la batalla; deberían plantar el campamento y prepararlo antes de que llegara el ejército; y cuando llegaron al lugar donde se les había retado a batalla campal, estaban ya plantados unos postes de avellano
alrededor para delimitar el lugar donde combatirían.
El lugar tenía que elegirse con mucho cuidado, para que fuera llano a fin de que pudiese desplegarse un gran ejército; y así era aquél. El campo de batalla era un páramo llano, y a un lado había un río y al otro lado un gran bosque; y en el lugar donde estaban más cerca el río y el bosque, aunque había entre ellos mucha distancia, habían hecho su campamento los hombres del rey Ethelstan; sus tiendas ocupaban todo el espacio entre el bosque y el río; habían plantado las tiendas de tal modo que no había nadie en una de cada tres tiendas, y en cada una de las otras
había pocos hombres. Y cuando llegaron los hombres del rey Oiaf, pusieron gran cantidad de gente delante de todas las tiendas, y no dejaron que entraran; los hombres de Ethelstan dijeron que todas las tiendas estaban llenas de hombres, has- ta tal punto que no había sitio para todo el ejército. Y las tiendas estaban en un alto, de manera que no se podía ver si estaban muy juntas; todo ello les hizo creer que eran un gran ejército. Los hombres del rey Olaf levantaron sus tiendas al norte de los postes, en una suave ladera.
Los hombres de Ethelstan decían todos los días que su rey estaba a punto de llegar, o que estaba en un burgo que había al sur del páramo; llegaban tropas nuevas día y noche.
Y cuando llegó el día que se había acordado, los hombres de Ethelstan mandaron mensajeros al encuentro del rey Olaf, para decirle que el rey Ethelstan estaba listo para la batalla y que tenía un enorme ejército; pero que le manda decir al rey Olaf que no quiere que haya tanta pérdida de vidas como podría esperarse, le pedía que regresara a Escocia, y que Ethelstan le daría, como muestra de amistad, un chelín de plata por cada arado que hubiera en todo su reino, y que quiere que sellen así su amistad.
Y cuando los mensajeros llegan ante el rey Olaf, éste estaba preparando su ejército, y estaba a punto de marchar; y cuando los enviados comunicaron el mensaje, el rey aplazó su marcha un día; hizo consejo con los jefes de su ejército.
Las opiniones eran diversas; algunos estaban muy bien dispuestos a aceptar las condiciones, diciendo que había sido ya una expedición de éxito y podían volver a casa con un tributo tan grande de Ethelstan; otros decían que no, decían que Ethelstan ofrecería aún mucho más si no aceptaban ahora, y eso es lo que se acordó. Los mensajeros le pidieron entonces al rey Olaf que les diera tiempo para volver a ver al rey Ethelstan, para enterarse de si quería pagar aún más para que hubiera paz; pidieron un día de tregua para volver a casa, otro para deliberar y un
tercero para regresar; el rey se lo concedió.
Regresan los mensajeros, y vuelven el tercer día, como habían acordado, y le dicen al rey Olaf que Ethelstan daría todo lo que primero ofreció y que además daría al ejército del rey Olaf, para que lo repartieran, un chelín a cada hombre libre, y un marco a cada uno de los capitanes que mandaran doce hombres o más, un marco de oro a cada comandante y cinco marcos de oro a cada uno de los condes.
El rey contó esto a sus hombres; igual que antes, algunos estaban de acuerdo y otros no, y al final el rey tomó la decisión, diciendo que aceptaría la oferta si además el rey Ethelstan le entregaba toda Northumbria con los tributos y pecherías que le correspondían. Los enviados piden otro plazo de tres días, y que el rey Olaf mandara sus hombres para oír lo que decía el rey Ethelstan, si aceptaba o no estas condiciones, dicen que pensaban que Ethelstan no dejaría escapar una oportunidad de llegar a un acuerdo. El rey Olaf acepta, y envía a sus hombres a ver al rey Ethelstan; van entonces todos los mensajeros juntos a ver al rey Ethelstan, en el burgo más próximo al páramo desde el sur; los enviados del rey Olaf dicen su mensaje al rey Ethelstan, dicen las condiciones. Los hombres del rey Ethelstan dijeron también los mensajes que habían llevado al rey Olaf, así como que había sido aconsejado por los sabios para retrasar la batalla hasta que llegara el rey; y el rey Ethelstan tomó enseguida una decisión en este asunto, y habló así a los enviados:
«Decidle de mi parte al rey Olaf que le permitiré regresar a Escocia con su ejército, pero que habrá de devolver todas las riquezas que cogió saqueando estas tierras; haremos entonces la paz entre nuestros países, y ninguno atacará al otro. Además, el rey Olaf se convertirá en vasallo mío y gobernará Escocía en mi nombre, como virrey mío. Id ahora -dice- de vuelta y contádselo así».
Los enviados regresan por la noche, y llegaron a medianoche ante el rey, y le dijeron las palabras del rey Ethelstan; el rey mandó llamar a sus condes y a los demás jefes, ordenó que vinieran los mensajeros y dijeran el resultado de su misión y las palabras del rey Ethelstan. Y dieron a conocer todo esto a las tropas, y todos eran de la opinión de que había que prepararse para la batalla. Los mensajeros dijeron también que Ethelstan tenía gran cantidad de tropas y que había llegado al burgo el mismo día que llegaron los enviados.
Entonces dijo el conde Adils: «Ahora veis que las cosas son tales como os anuncié, que esos ingleses resultarían traicioneros; nos hemos quedado aquí largo tiempo, esperando, mientras ellos han reunido todo su ejército, y su rey debe haber estado lejos cuando llegamos nosotros aquí; deben haber reunido un gran ejército desde que nos instalamos aquí. Es ahora mi consejo, señor, que mi hermano y yo cabalguemos esta noche con nuestras huestes; puede ser que no estén alerta pues saben que su rey está cerca con un gran ejército; les atacaremos y, si les ponemos en fuga, perderán tropas y luego no tendrán ánimos de atacarnos.»
Al rey le pareció un plan bien urdido: «Cuando amanezca prepararemos nuestro ejército e iremos a vuestro encuentro.»
Esto acordaron, y así concluyó la reunión.

Primer Combate
El conde Hring y su hermano Adils prepararon su ejército, y por la noche fueron hacia el sur del páramo. Cuando clareó, los centinelas de Thórólf vieron al ejército en marcha; sonaron las trompas de combate y los hombres se armaron, y formaron en orden de batalla en dos columnas. El conde Alfgeir mandaba una columna, y llevaba su estandarte; en esa columna iban las huestes que le habían seguido hasta allí, y también las huestes que se habían reunido en la comarca; era una hueste mucho mayor que la que seguía a Thórólf. Thórólf estaba armado con un escudo ancho y macizo, en la cabeza un yelmo fortísimo, al cinto la espada que llamaban Lang, arma grande y buena; en la mano llevaba una alabarda; la hoja tenía dos codos de largo, y la hoja estaba forjada en cuatro filos, y la hoja era ancha en uno de sus extremos; el cubo era largo y grueso, el mango no era más largo de lo necesario para cogerlo con la mano por el cubo, y era enormemente grueso; la punta de hierro encajaba en el cubo y el mango, y era de hierro forjado; esas lanzas recibían el nombre de brynthvarar. Egil tenía idénticas armas que Thórólf; llevaba al cinto la espada que había adquirido en Curlandia; era un arma magnífica. Ninguno de los dos llevaba cota de malla.
Alzaron el estandarte, que llevaba Thorfinn Strangi. Toda la hueste llevaba escudos noruegos y armas noruegas; en su columna eran todos noruegos. La gente de Thórólf estaba formada cerca del bosque, y la columna de Álfgeir junto al río.
El conde Adils y su hermano vieron que no podrían llegar hasta los de Thórólf sin ser vistos; formaron entonces su hueste; hicieron también dos columnas con dos estandartes. Adils formó frente al conde Álfgeir, y Hring frente a los vikingos.
Entonces empezó el combate; avanzaron los dos. El conde Adils atacó vehementemente e hizo que Álfgeir retrocediera; los hombres de Adils redoblaron su vehemencia entonces en la lucha y no pasó mucho tiempo antes de que Álfgeir se retirara; hay que decir de él que cabalgó hacia el sur del páramo, junto con muchos hombres; siguió cabalgando hasta que llegó cerca del burgo donde estaba el rey.
Entonces dijo el conde: «Creo que no debemos llegar hasta el burgo; se burlarán ferozmente de nosotros cuando lleguemos ante el rey, pues ya nos había vencido una vez el rey Olaf, y ahora pensará que nuestra suerte no ha mejorado en absoluto. No creo que, tal como es, pueda esperar de él muchos honores.»
Entonces se fue hacia el sur del país, y hay que decir de su viaje que cabalgó día y noche, hasta que llegó a Jarlsness, en el oeste; allí, el conde consiguió cruzar el mar en dirección al sur y llegó a Francia; estaba allí la mitad de sus parientes; no volvió nunca a Inglaterra.
Adils persiguió primero a los que huían, pero no por mucho tiempo, sino que regresó adonde estaba la batalla, para combatir. Y cuando Thórólf lo vio se volvió contra el conde y ordenó llevar hacia allá el estandarte, ordenó a sus hombres que se mantuvieran muy juntos, uno al lado del otro: «Acerquémonos al bosque -dijo y protejamos con él nuestras espaldas de manera que no puedan atacarnos todos a la vez».
Así lo hicieron; se protegieron con el bosque; hubo feroz batalla; Egil atacó a Adils y pelearon furiosamente; el trance era difícil, pero hubo más bajas en la hueste de Adíls. Thórólf se enfureció tanto que se echó el escudo a la espalda y tomó la lanza con ambas manos; echó a correr hacia delante, golpeando con ambas manos; los hombres retrocedieron hacia los lados, y mató a muchos. Se fue abriendo paso de esta forma hasta llegar al estandarte de Hring, y no había forma de pararle; mató al hombre que llevaba el estandarte del conde Hring y cortó el asta del estandarte.
Luego atravesó con la lanza el pecho del conde, traspasando la cota de malla y el tronco, de manera que le salió por los hombros, y levantó luego la alabarda sobre la cabeza y clavó el extremo del mango en el suelo, y el conde murió clavado en la lanza, y todos lo vieron, tanto sus hombres como sus enemigos. Entonces, Thórólf desenvainó la espada y golpeó con ambas manos; atacaron entonces sus hombres también; cayeron allí muchos galeses y escoceses, y algunos se dieron a la fuga. Y cuando el conde Adils vio que su hermano había muerto, y la gran mortandad que había en la hueste de él, y que algunos huían, pensó que la victoria era demasiado difícil, se dio a la fuga y corrió hacia el bosque; huyó al bosque con su gente; huyeron todas las huestes que le habían acompañado. Hubo gran mortandad entre los que huían, y el grupo se dispersó por el páramo.
El conde Adils había bajado su estandarte, y nadie podía saber si era él u otro de sus hombres.
Empezó enseguida a anochecer, y Thórólf y Egil regresaron a su campamento, y enseguida llegó el rey Ethelstan con todo su ejército, y plantaron sus tiendas y se prepararon.
Poco después llegó el rey Olaf con su ejército; plantaron las tiendas y se prepararon, en el lugar donde sus hombres habían acampado antes; le dijeron al rey Olaf que sus dos condes Hring y Adils habían muerto, así como gran número de sus hombres.

La Batalla De Vínheid
El rey Ethelstan había estado la noche anterior en el burgo de que antes se habló, y allí supo que había habido lucha en el páramo, y entonces se preparó con todo el ejército y se dirigió hacia el páramo; supo entonces todas las nuevas minuciosamente, cómo se había desarrollado la batalla. Los dos hermanos Thórólf y Egil fueron al encuentro del rey; les agradeció su valor y la victoria que habían conseguido, les prometió toda su amistad; estuvieron juntos toda la noche.
El rey Ethelstan puso en pie a su ejército por la mañana temprano; habló a sus jefes, dijo cómo habría de desplegarse el ejército; formó en primer lugar a su propia columna, y colocó en vanguardia de la columna a las compañías más avezadas. Dijo que esas compañías las mandaría Egil.
«Y Thórólf -dijo- mandará sus huestes, y las otras huestes que yo le dé, y será la segunda columna la que esté a sus órdenes, pues los escoceses están siempre moviendo sus formaciones, van corriendo de aquí para allí y pueden llegar desde cualquier lado; suelen ser peligrosos si no se está alerta, y si se les ataca se desperdigan por el campo».
Egil le respondió al rey: «No quiero que Thórólf y yo nos separemos en la batalla, sino que pienso que deberíamos ir allá donde más necesidad haya y más dura sea la lucha.»
Thórólf dijo: «Dejemos que el rey decida dónde quiere que nos situemos; hagamos como él quiera; si quieres, yo puedo situarme en el lugar que te ha asignado a ti.»
Egil dice: «Vosotros veréis, pero habré de arrepentirme de esta decisión».
Los hombres se desplegaron tal como el rey había dispuesto, y se alzaron las enseñas. La columna del rey estaba en campo abierto al lado del río, y la columna de Thórólf estaba más arriba, junto al bosque.
El rey Olaf empezó a desplegar su ejército cuando vio que el de Ethelstan estaba ya formado; hizo también dos columnas, y ordenó alzar su enseña, y que la columna que mandaba él mismo atacara a la columna del rey Ethelstan. Las dos partes tenían un ejército tan grande que daba igual el número de gente que había. La segunda columna del rey Olaf fue cerca del bosque, contra las huestes que Thórólf mandaba; la mandaban condes escoceses; la mayoría eran escoceses, y
había gran multitud.
Avanzan entonces las columnas, y hubo enseguida feroz combate; Thórólf atacó fieramente, llevando su enseña junto al bosque, avanzando de modo que pudiera atacar a la columna del rey por el flanco izquierdo. Llevaban los escudos por delante, y tenían el bosque a su derecha; así, les protegía. Thórólf avanzó tanto que pocos hombres había por delante de él, pero sin que se percataran salieron corriendo del bosque el conde Adils y la compañía que mandaba; cayeron entonces sobre Thórólf muchas alabardas, y el cayó al lado del bosque, y Thorfinn, que llevaba el estandarte, se retiró hasta donde el ejército estaba con las filas más apretadas, y Adils le atacó, y hubo allí feroz lucha. Los escoceses lanzaron el grito de victoria, pues habían matado al jefe.
Cuando Egil oyó el grito y vio que la enseña de Thórólf retrocedía, supo que Thórólf no podría seguirla. Corrió entonces hacia el lugar donde estaban las dos columnas; supo enseguida las nuevas que habían sucedido, en cuanto encontró a sus hombres; arenga entonces a sus hombres para que avancen; él fue el primero en la vanguardia; llevaba en la mano su espada Nad. Atacó, golpeando con ambas manos, y derribó a muchos hombres; Thorfinn le siguió con el estandarte, y
el resto del ejército siguió al estandarte; la batalla fue atroz. Egil avanzó hasta que se topó con el conde Adils; intercambiaron pocos golpes antes de que muriera el conde Adils, y muchos hombres con él, y la hueste que le seguía huyó, y Egil y su hueste les persiguieron y mataron a todos los que pudieron, pues no cabía pedir tregua.
Los otros condes escoceses no quisieron permanecer allí cuando vieron huir a sus compañeros, y escaparon a toda prisa. Egil y los suyos se dirigieron adonde estaba la columna del rey, y la atacaron por el flanco izquierdo, y rompieron la formación; muchos de los hombres de Olaf huyeron, y los vikingos lanzaron el grito de victoria. Y cuando el rey Ethelstan vio que la columna del rey Olaf empezaba a ceder arengó a sus huestes y mandó que la enseña avanzara; atacaron
fieramente, y las huestes de Olaf retrocedieron y hubo enorme mortandad.
Murió allí el rey Olaf y la mayor parte de la gente que mandaba, pues los que se dieron a la fuga fueron muertos cuando se les alcanzó; el rey Ethelstan consiguió allí una grandísima victoria.

Egil Y Ethelstan
El rey Ethelstan regresó entonces de la batalla mientras sus hombres perseguían a los huidos; volvió al burgo, y no se detuvo para pernoctar hasta que llegó al burgo; mientras, Egil perseguía a los huidos, yendo tras ellos gran distancia y matando a todos los hombres que pudo alcanzar. Luego regresó con sus tropas al campo de batalla, y allí encontró a su hermano Thórólf, muerto; alzó su cuerpo y lo lavó, y lo preparó para enterrar según la costumbre. Cavaron una tumba y pusieron en ella a Thórólf con todas sus armas y sus ropas; luego, Egil le puso en cada brazo un
brazalete de oro, antes de despedirse de él; pusieron entonces piedras encima y consagraron la tierra. Egil dijo un poema:
Quien nada tenía, el bravo
que al conde mató, el guerrero,
Thórólf, cayó en el choque
de Odín el belicoso;
cerca de Vín, la tierra
a mi buen hermano cubre;
terrible el dolor, pero
la pena he de ocultar
Y dijo aún otro más:
Estuve al oeste en campos
de muerte, entre postes
fiera lucha, yo ataqué
a Adils con mi espada Nad;
combatió el joven Olaf
a los anglos en la lucha;
combatió Hring y se hartaron
los cuervos en la pelea.
Luego, Egil fue con sus tropas a ver al rey Ethelstan, y se presentó ante él cuando el rey estaba bebiendo; había gran alegría; y cuando el rey vio que había entrado Egil mandó que dejaran libres para ellos los escaños más altos, y le dijo a Egil que se sentara delante del rey. Egil se sentó allí y puso el escudo delante de las piernas; llevaba en la cabeza el yelmo, y puso la espada sobre las rodillas, y la desenvainaba a medias y la volvía a meter en la vaina; estaba sentado, erguido, con la cabeza baja.
Los rasgos de Egil resultaban llamativos: frente ancha, cejas espesas, nariz corta pero extremadamente ancha, barbilla ancha y larga, mentón muy ancho al igual que la mandíbula, cuello macizo y hombros más anchos que los de cualquier otro hombre, pelo gris como de lobo, y espeso, aunque se había quedado pronto calvo; mientras estaba allí sentado tal como arriba se escribió, bajaba una ceja hasta la barbilla, y la otra la subía hasta la raíz de los cabellos; Egil era cetrino, con ojos negros. Cuando le llevaron bebida no quiso beber, y siguió levantando las cejas y
bajándolas. El rey Ethelstan estaba en su trono; él también puso la espada sobre sus rodillas, y cuando llevaban ya un rato sentados, el rey sacó la espada de la vaina, se quitó del brazo una ajorca grande y espléndida, la ensartó en la punta de la espada, se levantó, bajó al pasillo y se la acercó a Egil por encima del fuego.
Egil se levantó y desenvainó la espada y bajó al pasillo; introdujo la punta por el aro del brazalete y lo cogió, y volvió a su sitio; el rey volvió a sentarse en el trono.
Cuando Egil se sentó, se puso la ajorca en el brazo y sus cejas volvieron a la posición normal. Dejó en el suelo la espada y el yelmo, cogió el cuerno de bebida que le ofrecieron y se lo bebió. Entonces dijo:
Una cinta de oro rojo
el de la cota de malla
dejó colgando en mi brazo
donde el halcón descansaba;
pasé la banda de oro
del que alimenta a los cuervos
sobre el mástil de la lucha,
para mayor gloria de él.
Desde ese momento, Egil bebía su parte y hablaba con los demás. El rey mandó traer entonces dos arcones; cada uno los cargaban dos hombres, y los dos estaban llenos de plata.
El rey dijo: «Estos arcones, Egil, son para ti; cuando vuelvas a Islandia llevarán el dinero a tu padre; se lo envío como compensación por su hijo; pero parte del dinero lo distribuirás entre los parientes de Thórólf como mejor te parezca. Tú tendrás, como compensación por tu hermano, tierras o dinero, como prefieras, y si quieres quedarte conmigo te concederé honores y distinciones que tú mismo elegirás.»
Egil aceptó el dinero y le agradeció al rey sus regalos y sus palabras de amistad;
Egil se alegró, y dijo:
El dolor hizo hundirse
mis cejas, me pesaban,
mas ya he hallado al que libró
mi frente de la mueca;
el rey, los cortinajes
del rostro alzó, mis ojos,
él, que es generoso,
el donador de anillos.
Atendieron luego a los heridos que podían salvarse. Egil pasó en casa del rey Ethelstan el invierno que siguió a la muerte de Thórólf, y el rey le hizo objeto de grandes consideraciones; estaba con él la tropa que había ido con él y su hermano y que habían salido con bien de la batalla. Egil compuso entonces una drápa en honor del rey Ethelstan, y ésta es una de sus estrofas:
El que rige ha derribado
tres príncipes, las tierras
se someten a la estirpe
del antiguo rey Ella;
aún más gestas hizo
Ethelstan, todo se inclina
juro así, ante el noble
rey, el dadivoso.
Este es el estribillo de la drápa:
Se inclinan ya ante el bravo
Ethelstan las cumbres.
Ethelstan le dio a Egil además, como recompensa, dos anillos de oro, cada uno con un peso de un marco, y también una preciosa capa que el mismo rey había usado.
Al llegar la primavera, Egil le explicó al rey que tenía intención de irse ese verano a Noruega a fin de averiguar qué había sido de Ásgerd: «Era la mujer de mi hermano Thórólf, allí quedaron muchas riquezas, pero no sé si viven aún sus hijos; he de cuidar de ellos si viven, pero si Thórólf murió sin hijos yo soy el heredero de todo.»
El rey dijo: «De ti depende, Egil, irte de aquí si tienes asuntos importantes; pero preferiría que te establecieras aquí conmigo, en las condiciones que desees.»
Egil le dio las gracias al rey: «Iré, primero, pues es mi obligación; pero es probable que regrese y entonces acepte tu invitación.»
El rey le pidió que lo hiciera. Egil se preparó entonces para marcharse con su gente, aunque muchos se quedaron con el rey; Egil llevaba una gran nave larga y un centenar largo de hombres. Cuando estuvo listo para el viaje y hubo viento favorable se hizo a la mar; se despidió del rey Ethelstan muy amistosamente; le pidió a Egil que regresara lo antes posible. Egil dijo que así lo haría.
Egil salió hacia Noruega, y cuando llegó a tierra fue a Firdir lo más deprisa que pudo; supo que el jefe Thórir había muerto, y que Arinbjórn le había heredado y se había convertido en barón. Egil fue a ver a Arinbjórn y fue muy bien recibido; Arinbjórn le invitó a quedarse. Egil le dio las gracias, mandó varar el barco y alojar a su gente. Egil fue a casa de Arinbjórn con doce hombres, y estuvo con él ese invierno.

Enfrentamiento Con Eirík Por La Herencia
Berg-Onund, el hijo de Thorgeir Thyrnifót, se había casado con Gunnhild, hija de Bjórn Hóld, que había ido a vivir con él en Ask; Ásgerd, que había estado casada con Thórólf Skallagrímsson, estaba con su pariente Arinbjórn; había tenido con Thórólf una hija pequeña, que se llamaba Thórdís, y la muchachita estaba con su madre. Egil le contó a Ásgerd la muerte de Thórólf y se ofreció a cuidar de ella; Ásgerd se entristeció mucho con el suceso y accedió a la oferta de Egil, aunque habló poco.
Al avanzar el otoño, Egil se sumió en profunda tristeza. Se sentaba, y escondía la cabeza en el manto. En una ocasión, Arinbjórn se le acercó y le preguntó a qué se debía su pena. «Aunque la muerte de tu hermano te haya causado un gran dolor, es de hombres tolerarlo; el hombre debe sobrevivir a los otros hombres. ¿Has compuesto algún poema? Déjame oírlo.» Egil dijo que hacía poco que había compuesto éste:
Ha de habituarse a mi zafiedad
la doncella, de joven
yo miraba bien alto;
mas ahora al suelo, cuando ella
se me entra en la mente,
ha de ocultar el poeta
el mástil de entre las cejas.
Arinbjórn preguntó quién era la mujer para quien había compuesto ese poema de amor. «Has ocultado su nombre en el poema». Entonces dijo Egil:
Rara vez en los versos
oculto el nombre de ella,
la pena de la dueña
ahora ya se deshace;
quieren algunos de esos
que alegres blanden la lanza
comprender sin errores
del dios Odín el arte.
«Como suele suceder -dice Egil- hay que contárselo todo al amigo; preguntas a qué mujer le he hecho este poema, te responderé: es Ásgerd, tu pariente; querría contar con todo tu apoyo para conseguirla.»
Arinbjórn dice que le parece bien: «Claro que haré todo lo necesario para que la consigas.» Egil habló más tarde con Ásgerd, y ella accedió a pedir consejo a su padre y a Arinbjórn, su primo; Arinbjórn habla con Ásgerd, y ella le dio la misma respuesta; Arinbjórn era partidario de la boda. Arinbjórn y Egil van entonces a ver a Bjórn, y Egil hace la petición, solicitó la mano de Ásgerd, hija de Bjórn. Bjórn acogió bien la petición y dijo que era Arinbjórn quien debía decidir; Arinbjórn
estaba muy bien dispuesto y, por fin, Egil se comprometió con Ásgerd, y la boda habría de ser en casa de Arinbjórn. Y cuando llega el día acordado hubo una fiesta fastuosa, y Egil se casó. Estuvo contentísimo el resto del invierno.
Egil preparó la primavera siguiente un barco mercante para ir a Islandia; Arinbjórn le aconsejó que no se estableciera en Noruega mientras siguiera siendo tan grande el poder de Gunnhild: «Porque ella te es muy hostil -dice Arinbjórn-, y el asunto se ha agravado después de tu encuentro con Eyvind en Jutlandia».
Cuando Egil estuvo listo y hubo viento favorable se hace a la mar, y tuvo buen viaje; llega en otoño a Islandia y se dirige al Fiordo de Borg. Había estado fuera doce años. Skallagrím era ya anciano; se alegró mucho cuando llegó Egíl a casa.
Egil fue a vivir a Borg, y le acompañaron Thorfin Strangi y otros muchos hombres; estuvieron ese invierno en casa de Skallagrím.
Egil tenía muchísimo dinero, aunque no se dice que Egil repartiera la plata que le había regalado el rey Ethelstan; no la repartió ni a Skallagrím ni a los otros. Ese invierno, Thorfin se casó con Saeun, la hija de Skallagrím, y más tarde, la primavera siguiente, Skallagrím les dio una hacienda en Langárfors, con tierras desde Leirulaek hasta los ríos Langá y Álptá y los montes. La hija de Thorfinn y Saeun fue Thórdís, que se casó con Arngeir de Hólm, hijo de Bersi el Ateo; su hijo
fue Bjórn Hitdaelakappi.
Egil se quedó varios años con Skallagrím; se ocupaba del abastecimiento y de la administración tanto como el propio Skallagrím; Egil se volvió más calvo aún. La comarca empezaba a estar extensamente colonizada; Hrómund, hermano de Grím de Halogaland, se estableció en Thverárhlíd con su tripulación; Hrómund fue el padre de Gunnlaug, padre de Thuríd Dylla, madre de Illugi el Negro.
Egil llevaba muchos años en Borg cuando, un invierno, llegaron unos barcos de Noruega a Islandia, y se supieron las nuevas de que había muerto Bjórn Hóld.
Contaban también que todas las riquezas de Bjórn las había heredado su yerno, Berg-Onund; se había llevado a su casa todo el dinero y se había apropiado de las tierras de Bjórn. Y cuando Egil se enteró preguntó con detalles si Berg-Onund había hecho todo aquello por sí mismo o había contado con la ayuda de más gente; le dijeron que Onund se había hecho muy amigo del rey Eirík, y aún más de Gunnhild. Egil dejó el asunto durante el invierno; pero cuando acabó el invierno y llegó la primavera, Egil mandó preparar un barco que tenía, y que había estado varado en un cobertizo en Langárfors; dispuso el barco para hacerse a la mar y buscó tripulación. Su mujer, Ásgerd, quería hacer el viaje, pero Thórdís, la hija de Thórólf, se quedó.
Egil zarpó en cuanto estuvo todo listo; de su viaje no hay nada que contar hasta que llegó a Noruega; fue entonces a ver a Arinbjórn en cuanto pudo. Arinbjórn le recibió bien, e invitó a Egil a quedarse con él, y aceptó; Ásgerd y él fueron a su casa con algunos hombres.
Egil habló enseguida con Arinbjórn acerca de su reclamación de la herencia, que Egil consideraba que le correspondía.
Arinbjórn dice: «Me parece que no hay nada que hacer en este asunto; Berg- Onund es duro y de trato difícil, injusto y codicioso, y ahora cuenta con mucho apoyo del rey y la reina, y Gunnhild es tu peor enemiga, como ya pudiste comprobar, y no animará a Onund a que arregle el asunto.»
Egil dice: «El rey hará que se mantenga la ley y se cuiden mis derechos en este asunto, y con tu ayuda no temo ir a un pleito contra Berg-Onund.»
Deciden que Egil prepare un esquife; se pusieron en camino con casi veinte hombres; fueron con rumbo sur hasta Hordaland, y llegaron a Ask; van a la casa y se encuentran con Onund. Egil plantea su demanda y exige a Onund que reparta la herencia de Bjórn, diciendo que la hija de Bjórn tenía el mismo derecho a la herencia, según las leyes.
«Aunque creo -dijo Egil- que Ásgerd ha de ser considerada de mucha mejor cuna que tu mujer, Gunnhild».
Onund dice entonces, tajantemente: «Eres hombre tremendamente osado, Egil; desterrado por el rey Eirík, vienes ahora a sus tierras e insultas a sus hombres.
Debes saber, Egil, que he hecho caer a gente tan importante como tú, y por razones de menos peso que ésta; pides la herencia para tu mujer, pero yo, y todo el mundo, sabemos que es hija de esclava.»
Onund estuvo vociferando un rato; cuando Egil vio que Onund no tenía intención de arreglar el asunto, Egil le reta al thing para que el pleito quede en manos de la ley del Gulathing.
Onund dice: «Iré al Gulathing y procuraré que no salgas de él con bien.»
Egil dice que se arriesgará a ello, y que de todos modos irá al thing: «Que le suceda a cada uno según su suerte.»
Egil y los suyos se marchan entonces, y cuando llega a casa le cuenta a Arinbjórn su viaje, y los juramentos de Onund; Arinbjórn se irritó mucho de que hubieran llamado esclava a su hermanastra Thóra. Arinbjórn fue a ver al rey Eirík y le presentó el asunto; el rey no dio buena respuesta al tema, y dice que Arinbjórn había ayudado demasiado los asuntos de Egil, «y él te ha utilizado para que yo le dejara quedarse en el país; pero ahora no me parece conveniente que le apoyes para que ataque a mis amigos».
Arinbjórn dice: «Habrás de concedernos nuestros derechos legales en este pleito.»
El rey se enojó mucho con esto; Arinbjórn se dio cuenta de que la reina habría de ser peor aún; Arinbjórn regresa, y dijo que la situación le parecía desesperada.
Pasa el invierno y llega el momento de ir al Gulathing. Arinbjórn reunió mucha gente para ir al thing; Egil viajó con él. El rey Eirík estaba allí con mucha gente; Berg-Onund estaba con su hermano en el séquito del rey, y llevaban una gran hueste. Cuando llegó la hora de presentar los pleitos, en cuanto se formó el tribunal, fueron allí los dos a prestar testimonio; Onund habló con grandilocuencia.
El lugar donde se reunía el tribunal era un campo llano donde habían hecho un círculo con postes de avellano unidos con cuerdas, a las además del central. El Gu(arhing tenia lugar en algún sitio de Hordaland, probablemente cerca de Dinganes. Solían ser colinas que tenían desde tiempo atrás carácter sagrado, que llamaban Ataduras Sagradas; dentro del círculo se sentaban los jueces, doce de Firdafylki y doce de Sygnafylki y doce de Hórdafylki; esas tres docenas de
hombres habrían de juzgar los pleitos. Arinbjórn decidía quiénes habrían de ser jueces por Firdafylki, y Thórd de Aurland quié-nes los de Sogn, y todos ellos estaban del mismo lado.
Arinbjórn había llevado consigo muchísima gente al thing; tenía un bote perfectamente equipado y muchas lanchas más pequeñas, esquifes y barcas de remos; el rey Eirík tenía un gran séquito, seis o siete naves largas; había también multitud de campesinos ricos. Egil expuso su pleito, dijo que exigía a los jueces que le otorgaran sus derechos en el pleito contra Onund; expuso las pruebas que podía aportar para reclamar las riquezas que habían pertenecido a Bjórn Brynjólfsson. Dijo que Ásgerd, la hija de Bjórn, y esposa de Egil, tenía derecho a la hacienda, y que era descendiente con derecho a herencia, de noble linaje en todas las ramas de su familia, y de estirpe real por sus antepasados, pidió a los jueces que concedieran a Ásgerd la mitad de la herencia de Bjórn, tanto tierras como dinero.
Cuando hubo hecho su discurso empezó a hablar Berg-Onund: «Mi mujer, Gunnhild -dijo- es hija de Bjórn y de su mujer Álof, con la que Bjórn se había casado legalmente; Gunnhild es la heredera legal de Bjórn. Por esa razón me apropié de todas las riquezas de Bjórn, pues sabía que la otra hija de Bjórn no tenía derecho a la herencia: su madre fue raptada y se convirtió en concubina, sin permiso de la familia, y fue sacada del país. Tú, Egil, como siempre en todas partes donde vas, te presentas con orgullo y arrogancia; aquí no te servirán de nada, pues el rey Eirík y la reina Gunnhild me han prometido que conseguiré mis derechos en cada pleito que dependa de su autoridad. Presentaré testigos ciertos al rey y a los jueces de que Thóra Hladhónd, madre de Ásgerd, fue raptada de la casa de su hermano Thórir, y más tarde, por segunda vez, de la casa de Brynjólf, en Aurland. Se marchó del país con vikingos y otras gentes desterradas por el rey, y
en su exilio engendró con Bjórn esta hija, Ásgerd. Es cosa extraña que Egil contradiga todo lo que ha dicho el rey Eirík: primero, que tú, Egil, te has quedado en el país una vez que el rey Eirík te hubiera desterrado, y además afirmas que tu mujer es heredera legal, cuando es hija de esclava. Exijo que los jueces me concedan toda la herencia de Bjórn, y que consideren a Ásgerd sierva del rey, pues nació cuando su padre y su madre estaban desterrados por el rey.»
Empezó a hablar entonces Arinbjórn: «Presentaremos testigos, rey Eirík, y prestaremos juramentos, de que entre mi padre Thorn y Bjórn Hóld se llegó al acuerdo de que Ásgerd, hija de Bjórn y Thóra, era declarada heredera de su padre Bjórn, y también, como vos mismo sabéis, señor, que perdonaste y volviste a aceptar en el país a Bjórn y de ese modo quedó totalmente zanjado el asunto, y se llegó a la reconciliación.»
El rey tarda en responder a sus palabras, y entonces dijo Egil:
Bastarda llama a mi mujer
el guerrero, puede ver
sólo Onund su codicia,
mi mujer, oh guerrero,
es el justo heredero,
acepta, príncipe real,
mi prueba testimonial,
el juramento es legal.
Arinbjórn presentó a doce hombres como testigos, bien elegidos todos ellos, que habían oído el acuerdo de Thórir y Bjórn, y pidieron entonces al rey y a los jueces que aceptaran el juramento. Los jueces aceptaron el juramento, si el rey no lo impedía; el rey dijo que no participaría en el pleito, ni a favor ni en contra.
Empezó entonces a hablar la reina Gunnhild, que dijo así: «Es asombroso, señor, que dejes a ese grandullón de Egil embrollar ante ti todos los pleitos. ¿O acaso tampoco te opondrías si te reclamara todo tu reino? Y aunque tú no quieras tomar partido por Onund, yo no toleraré que Egil pisotee a mis amigos arrebatántole injustamente las riquezas a Onund. ¿Dónde estás, Askmann? Ven con tu gente al lugar donde se sientan los jueces y no permitas que se cometa tal injusticia.»
Entonces llegó corriendo Askmann con sus hombres hasta el tribunal, cortaron las sogas sagradas y derribaron los postes, y expulsaron a los jueces; hubo en el thing gran griterío, pero todos los hombres estaban desarmados.
Entonces dijo Egil: «¿Me oyes, Berg-Onund?»
«Te oigo», dijo.
«Entonces, te reto a duelo, que lucharemos aquí en el thing; que se quede con las riquezas, las tierras y el dinero el que venza, y que se te considere el más cobarde de los hombres si no aceptas».
Responde entonces el rey Eirík: «Egil, si estás ansioso por pelear, ahora mismo podrás hacerlo.» Egil responde: «No quiero luchar contra ti o contra una fuerza superior en hombres, sino contra un número igual de hombres; si eso se me concede no huiré; no me importa quiénes sean.» Entonces dice Arinbjórn:
«Vayámonos, no podremos conseguir nada.»
Entonces se fue con toda su gente. Egil se vuelve entonces, y dijo: «Te pongo a ti como testigo, Arinbjórn, y también a ti, Thórd, y a todos los hombres que puedan oírme, barones y hombres de leyes, y al pueblo todo, que prohíbo a todos usar las tierras que pertenecieron a Bjórn, sea para vivir en ellas o para trabajarlas. Te lo prohíbo, Berg-Onund, y también a todos los demás hombres, del país y extranjeros, nobles o vasallos, y a cualquiera que haga lo contrario le acuso de romper las leyes del país y quebrantar la paz y hacerse merecedor de la ira de los dioses».
Egil se marchó entonces con Arinbjórn; fueron a sus barcos, que estaban al otro lado de una colina, de manera que no podían verse los barcos desde el thing.
Cuando Arinbjórn llegó a su barco, dijo: «Todos saben cómo ha concluido el pleito, no hemos conseguido nuestros derechos, y el rey está tan enojado que creo que mal parados habrán de resultar nuestros hombres si puede alcanzarlos; deseo que cada uno vaya a su barco y se marche a casa.» Entonces le dijo a Egil: «Ve a tu barco con tus hombres y marchaos, y estad alerta, pues el rey procurará volver a encontrarse contigo; venid a buscarme luego, pase lo que pase entre vosotros y el rey.»
Egil hizo como le decía; fueron en el esquife treinta hombres, lo más deprisa posible; el barco era muy veloz. Salieron del puerto multitud de barcos de la gente de Arinbjórn, esquifes y barcas de remos, y una nave larga que pertenecía a Arinbjórn salió en último lugar porque era la más pesada para bogar; el esquife de Egil avanzaba rápidamente. Entonces dijo Egil un poema:
El hijo de Thyrnifót,
ladrón de legados, roba
mis bienes, y yo sufro
sus votos y amenazas;
algún día de mis tierras
el robo pagará,
pues pleiteamos por tierras
que están bien aradas ya.
El rey Eirík oyó la perorata de Egil cuando habló por última vez en el thing, y se enfadó mucho; pero todos los hombres habían ido al thing desarmados, y por eso no pudo atacarle; ordenó a sus hombres que fueran a los barcos, e hicieron lo que mandaba. Entonces, el rey reunió la asamblea y dijo sus planes: «Desmontaremos las tiendas de nuestros barcos; quiero ir al encuentro de Arinbjórn y Egil; he de deciros que quiero quitarle a Egil la vida cuando le alcancemos, y no perdonaré a ninguno que se oponga a ello.» Entonces fueron a los barcos y se prepararon lo más deprisa que pudieron, y botaron los barcos, y fueron remando al lugar donde habían estado los barcos de Arinbjórn; el rey mandó entonces remar hacia el norte, por los canales. Cuando llegaron a las aguas del Fiordo de Sogn vieron a la gente de Arinbjórn; las naves largas entraron entonces por el canal de Saudung, y por allí fue también el rey. Alcanzó al barco de Arinbjórn, y el rey se abardó a él y hablaron; el rey pregunta si Egil estaba a bordo.
Arinbjórn respondió: «No está en mi barco; puedes verlo por ti mismo, señor; conoces a todos los que van a bordo, y Egil no se escondería bajo la tilla si os encontrarais.»
El rey pregunta dónde le había visto Arinbjórn por última vez, y le respondió que Egil iba en un esquife con una treintena de hombres, «y se dirigían al Steinssund».
El rey y sus hombres habían visto que muchos barcos se dirigían remando hacia el Steinssund; el rey mandó que remaran por los canales interiores y aproaran hacia Egil.
Había un hombre llamado Ketil; servía en la guardia del rey Eirík; pilotaba el barco del rey, aunque era éste quien iba al timón; Ketil era alto y de hermoso aspecto, y pariente cercano del rey, y se decía que él y el rey se parecían mucho.
Egil había mandado botar su barco y había aligerado la carga antes de ir al thing, y ahora va Egil hacia el lugar donde estaba el carguero, y subieron al barco, y el esquife quedó flotando entre la orilla y el barco; el timón estaba puesto, y los remos en los toletes. Y al amanecer, cuando apenas había luz, se dan cuenta los que estaban de vigilancia de que unos barcos grandes se acercaban a ellos, remando; cuando Egil lo supo se levantó; vio enseguida que habría lucha; eran seis naves largas con la proa hacia ellos. Entonces dijo Egil que saltaran todos al esquife; Egil cogió los dos cofres que le había dado el rey Ethelstan; siempre los llevaba consigo; saltaron al esquife. Se armó enseguida, y también sus hombres, y fueron remando entre la orilla y el barco más cercano a la orilla, que era el barco del rey Eirík; en ese momento había aún poca luz, y los barcos se cruzaron, y cuando los puentes estuvieron próximos Egíl arrojó una lanza y atravesó al hombre
que estaba entonces al timón, que era Ketil Hód. Entonces, el rey Eirík mandó a sus hombres que persiguieran a Egil; cuando los barcos llegaron hasta el carguero, los hombres del rey subieron a bordo y mataron a todos los hombres de Egil que habían quedado allí y no habían subido al esquife, a todos los que cogieron, aunque algunos saltaron a tierra; murieron allí diez de los hombres de Egil.
Algunos barcos persiguieron a Egil, y otros registraron el carguero; cogieron todas las riquezas que había a bordo, y quemaron el barco. Y los que perseguían a Egil se aplicaban con gran vehemencia, remando dos en cada remo; no faltaba gente a bordo, mientras que Egil tenía una tripulación escasa; había dieciocho hombres en el esquife. Disminuyó la distancia entre ellos. En dirección a la costa había en la isla un canal vadeable, poco profundo, que la separaba de otra isla; había marea baja; Egil y los suyos metieron el esquife por aquel canal poco profundo, pero los
barcos grandes no pudieron entrar, de modo que se separaron; el rey volvió hacia el sur, y Egil fue al norte para encontrarse con Arinbjórn. Entonces dijo Egil un poema:
El que a Odín sirve en la lucha,
el esforzado, ha matado
de nuestra hueste diez hombres,
mas ya conseguí el desquite,
pues la lanza de guerra
traspasó las costillas
de Ketil, curvadas.
Egil se encontró con Arinbjórn, y le dice las nuevas; Arinbjórn dice que no esperaba nada mejor de sus tratos con el rey Eirík: «Pero no te faltará dinero, Egil, te ofreceré compensación por el barco y te conseguiré otro para que puedas regresar a Islandia.»
Asgerd, la mujer de Egil, había estado con Arinbjórn desde que fueron al thing; Arinbjórn le dio a Egil su barco oceánico y una carga de madera; el barco de Egil se hace a la mar con buen viento; tenía aún consigo cerca de treinta hombres; se despide amistosamente de Arinbjórn. Entonces dijo Egil:
Que los dioses castiguen
a Eirík, del país le arrojen,
que también Odín se irrite,
pues mis riquezas robó;
que huir hagan de sus tierras
al tirano, Nfrd y Frey,
dé Thor la espalda al abyecto
violador del thing sagrado.

La Venganza De Egil
Harald el de Hermosos Cabellos había puesto a su hijo, el rey Eirík, en el trono de Noruega cuando se hubo vuelto ya viejo, nombrándole rey principal por encima de todos sus demás hijos; cuando Harald cumplió los setenta años entregó el reino a Eirík. En esa época nació el hijo de Gunnhild, y el rey Harald lo asperjó con agua y le dio nombre y estipuló que sería rey después de su padre si tenía la edad necesaria. El rey Harald se estableció tranquilamente, y solía vivir en Rogaland o Hordaland. Tres años más tarde murió el rey Harald en Rogaland, y se le enterró en un túmulo de Haugasund. Y después de su muerte se produjeron grandes diferencias entre sus hijos, porque los de Vík hicieron rey a Olaf, y los de Trondheim a Sigurd; pero Eirík mató a sus dos hermanos en Túnsberg un año después de la muerte del rey Harald. Todo esto sucedió en un solo verano; el rey Eirík partió de Hordaland hacia el este con su ejército, se dirigió a Vík para luchar con sus hermanos, pero antes había sido la lucha de Egil y Berg-Onund en el Gulathing, donde sucedió lo que se ha contado.
Antes de hacer la leva, el rey Eirík declaró a Egil desterrado en toda Noruega; cualquiera podía matarle. Arinbjórn fue con el rey en la leva, y antes de marcharse él, Egíl zarpó, dirigiéndose a una pesquería llamada Vitar, más allá de Alda; está apartada de las rutas marítimas; allí había pescadores, y se pudieron saber las nuevas; se enteró de que el rey le había desterrado. Entonces, Egil dijo este poema:
Dios de esta tierra, el destierro
el miserable, me impuso
de mi hermano al asesino
aquella mujer aguija,
culpable Gunnhild, fiero
su ánimo, del exilio mío;
de joven bien pagar supe
y vengar cualquier afrenta.
Por las noches había viento terral flojo, y durante el día brisa marina; una noche, Egil se hizo a la mar, y los pescadores, que espiaban la partida de Egil, fueron a tierra. Dijeron que Egil se había marchado, haciéndose a la mar, y que ya no estaba; llevaron el informe a Berg-Onund; y cuando supo estas nuevas dejó irse a todos los hombres que se habían quedado con él para su defensa. Fue entonces a Álreksstadir e invitó a Fródi, pues Berg-Ónund tenía mucha cerveza en casa. Fródi fue con él y llevó consigo algunos hombres; hicieron una gran fiesta y se alegraron mucho; no tomaron precauciones.
Rógnvald, el hijo del rey, tenía un barco rápido con seis remeros a bordo; estaba pintado por encima de la línea de flotación; llevaba consigo diez o doce hombres que siempre le acompañaban. Y cuando Fródi se marchó, Rógnvald cogió el barco y se fue a Herdla con doce hombres. Había allí una gran hacienda real que administraba un hombre llamado Skegg-Thórir; allí se había criado Rógnvald en su infancia. Thórir recibió con alegría al hijo del rey; tampoco allí faltó la bebida.
Egil se hizo a la mar por la noche, tal como se escribió más arriba, y al amanecer cesó el viento y la mar se encalmó, y estuvieron al pairo varias noches; cuando llegó la brisa del mar, Egil dijo a sus marineros: «Ahora iremos a tierra, pues cuando sopla viento del mar no es posible saber a qué punto de la costa se va a llegar, y en la mayor parte de los sitios no encontraremos paz.»
Los marineros le pidieron a Egil que decidiera él el rumbo; luego se pusieron en marcha y entraron por Herdluvers; hallaron buen puerto y pusieron los toldos en el barco y allí se quedaron esa noche. Tenían en el barco una lancha pequeña, y Egil subió a ella con tres hombres; reman esa noche hasta Herdla, mandan un hombre a la isla para saber noticias; cuando vuelve al barco, dijo que en la granja estaba Rógnvald, el hijo del rey, con sus hombres: «Estaban bebiendo; me encontré con uno de la casa, y estaba tan borracho que dijo que no bebían allí menos que en casa de Berg-Onund, donde estaba Fródi con otros cuatro.» No mencionó más gente que la de la casa, aparte de Fródi y sus hombres.
Entonces, Egil volvió al barco y ordenó a sus hombres que se levantaran y tomaranlas armas; así lo hicieron; anclaron el barco; Egil dejó doce hombres para vigilar elbarco, y se fue en la lancha con otros dieciocho; fueron remando por los canales; lohicieron de tal modo que llegaron a Fenhring por la noche, y entraron en una cala oculta.
Entonces dijo Egil: «Ahora iré yo solo a la isla, a espiar lo que sucede, y vosotros esperaréis aquí.»
Egil llevaba sus armas habituales, yelmo y escudo, espada al cinto, alabarda en lamano; fue a la isla bordeando un bosque; se había puesto una capucha encima del yelmo. Llegó al lugar donde había varios zagales con grandes perros pastores, y cuando empezaron a hablar preguntó de dónde eran y por qué estaban allí con aquellos perros tan grandes.
Dijeron: «Debes ser hombre muy estúpido: ¿no has oído decir que hay en la isla un oso que causa daños terribles, matando gente y ganado, y que ofrecen una recompensa por su cabeza? Aquí, en Ask, velamos todas las noches para vigilar nuestro ganado, que está encerrado en los apriscos. ¿Y por qué vas armado por la noche?»
Dice: «Temo al oso, y pienso que pocos se atreverían a ir desarmados; me ha estado persiguiendo toda la noche. Vedlo ahí, está al borde del bosque. ¿Duermen todos en la granja?»
El zagal dijo que Berg-Onund y Fródi debían estar bebiendo: «Allí están todas las noches.» «Decidles -dice Egil- dónde está el oso, yo me voy a casa a toda prisa.»
Se marchó entonces, y el zagal fue a la granja, hasta la sala donde estaban bebiendo; resultaba que todos se habían ido a dormir menos Onund, Fródi y Hadd.
El pastor dice dónde estaba el oso; tomaron sus armas, que colgaban a su lado, y fueron al bosque, cruzando la línea de los árboles, y había arbustos en muchos sitios. El pastor les dice en qué lugar entre los arbustos había estado el oso; vieron que se movían las ramas, y pensaron que había de ser el oso. Entonces, Berg-Onund dijo que Hadd y Fródi fueran corriendo por la zona entre los arbustos y el centro del bosque para cuidar de que el oso no consiguiera meterse en la floresta.
Berg-Onund corrió por el lado de los arbustos; llevaba yelmo y escudo, espada al cinto y una alabarda en la mano. Pero el que estaba entre los arbustos era Egil y no el oso, y cuando vio dónde estaba Berg-Onund sacó la espada que llevaba colgada por una cuerda sujeta a las guardas y amarrada a su muñeca, y la dejó colgando.
Cogió la alabarda en la mano y corrió hacia Berg-Onund, y cuando Berg-Onund le vio aceleró su carrera y puso el escudo delante de su cuerpo, y antes de chocar se lanzaron las alabardas uno contra el otro. Egil paró la alabarda con el escudo inclinado hacia un lado, y un trozo del escudo se rasgó y la alabarda cayó al suelo, pero la lanza de Egil se clavó en el centro del escudo y una buena parte de la hoja pasó a través de él, clavándose firmemente en el escudo, que le resultó demasiado pesado a Berg-Onund para poder llevarlo. Egil cogió entonces rápidamente la cuerda de la espada; Onund empezó a desenvainar su espada, y cuando apenas había desenvainado la mitad, Egil le atravesó con su espada. Onund se derrumbó en el sitio y Egil sacó la espada y le golpeó fuertemente a Onund y casi le cortó la cabeza. Luego, Egil sacó la alabarda del escudo.
Hadd y Fródi vieron caer a Berg-Onund y fueron corriendo hacia él; Egil se volvió contra ellos; lanzó la alabarda contra Fródi y le atravesó el escudo y el pecho, y salió por la espalda. Cayó de espaldas, muerto. Egil cogió entonces la espada y se volvió contra Hadd, e intercambiaron pocos golpes antes de que Hadd cayera.
Llegaron entonces los zagales, y Egil les dijo: «Cuidad de vuestro señor Onund y de sus compañeros, para que los animales salvajes o los pájaros no desgarren sus cadáveres».
Egil se marchó, y no pasó mucho tiempo antes de que llegaran hacia él once de sus compañeros, mientras seis vigilaban el barco; preguntaron qué era lo que había hecho. Dijo entonces:
Mucho tiempo he sufrido
de ese hombre el agravio,
mis bienes mejor cuidé antes,
herí de muerte a Berg-Onund,
la vida le hice perder,
Hadd murió, y también Fródi,
manché de sangre, de Odín
del lecho a la amiga.
Entonces dijo Egil: «Iremos ahora a la granja valientemente y mataremos a todos los hombres que podamos, y cogeremos todas las riquezas que podamos encontrar.» Van a la granja y entran corriendo en las casas y matan allí unos quince o dieciséis hombres; algunos se escaparon corriendo; registraron para hallar las riquezas, y destruyeron las que no se podían llevar. Llevaron el ganado a la playa y lo mataron; cargaron todo el que podían; se fueron entonces a remo por los canales de las islas. Egil estaba muy excitado y no se le podía hablar; iba al timón del bote; cuando salieron por el fiordo hacia Herdla se encontraron con Rógnvald, el hijo del rey, que iba con doce hombres en su barco pintado. Se habían enterado de que el barco de Egil estaba en Herdluvers; iban a informar a Onund del viaje de Egil. Y cuando Egil vio el barco lo reconoció. Guió directamente hacia ellos, y cuando los barcos chocaron, la borda de la lancha entró por la proa del bote, que se escoró tanto que entró agua por la otra borda y llenó el barco. Egil se puso en pie y cogió la alabarda, ordenó a sus hombres que no dejaran a nadie escapar vivo del bote. Fue fácil, porque no hubo resistencia; todos murieron en el agua y ninguno escapó; murieron allí los trece, Rógnvald y sus compañeros. Egil y los suyos siguieron remando hasta la isla de Herdla. Entonces dijo Egil un poema:
Peleamos, no me alarma
la cólera, la espada
tiño en sangre del hijo
de Blódóx audaz, de Gunnhild,
en un barco sólo, trece
guerreros ya han muerto,
son de un brazo luchador
bien dignas mis empresas.
Y cuando Egil y sus hombres llegaron a Herdla, fueron corriendo a la granja con todas sus armas; y cuando Thórir y los suyos les vieron, salieron corriendo de la casa todos los que podían andar, hombres y mujeres, y se pusieron a salvo. Egil y sus hombres cogieron todas las riquezas que pudieron encontrar y luego se fueron al barco; no tuvieron que esperar mucho y hubo viento favorable desde tierra; se prepararon para zarpar y cuando estuvieron listos Egil fue a la isla.
Cogió en la mano una rama de avellano y fue a un promontorio rocoso que había delante de la costa; cogió una cabeza de caballo y la puso encima del palo. Luego hizo un conjuro, diciendo: «Planto aquí un poste de agravio, y dirijo el insulto al rey Eirík y a la reina Gunnhild -dirigió la cabeza del caballo hacia tierra-. Dirijo el insulto a los espíritus protectores del país, que habitan estas tierras, para que vaguen perdidos hasta que expulsen del país al rey Eirík y a Gunnhild.»
Luego clavó el palo en una grieta de las rocas y allí lo dejó plantado; dirige la cabeza hacia tierra y trazó runas en el palo, y dijo todo el conjuro. Luego, Egil se fue al barco; izaron la vela y zarparon; empezó a crecer la brisa, y el viento se hizo fresco y favorable; el barco iba muy rápido. Entonces dijo Egil:
Raeduras, como lima
alza el destructor del mástil
en la proa, agita la onda,
el enemigo helador
del leño lima del cisne;
del mar en torbellinos
la roda aderezada,
saltan de agua las gotas.
Recorrieron entonces el mar, y su viaje fue bueno y arribaron a puerto en el fiordo de Borg; dirigió el barco a puerto y llevaron la carga a tierra. Egil fue a su casa en Borg, y sus marineros buscaron alojamiento. Skallagrím era ya muy viejo y la edad le había debilitado. Egil se ocupó de las provisiones y de la administración de la granja.

Muerte De Skallagrím
Había un hombre llamado Thorgeir; estaba casado con Thórdís Yngvarsdóttir, hermana de la madre de Egil, Bera; Thorgeir vivía en Lambastadir, en Álptaness; había llegado con Yngvar; era rico y apreciado por la gente. El hijo de Thorgeir era Thórd, que vivía en Lambastadir con su padre cuando Egil llegó a Islandia.
Un otoño, poco antes del invierno, Thórd llegó a Borg para ver a su primo Egil, y le invitó a una fiesta en su casa; había hecho preparar cerveza clara. Egil prometió ir, y acordaron que tendría lugar al cabo de una semana. Y cuando llegó el día, Egil se preparó para ir, y con él iba su mujer, Ásgerd; en total eran diez o doce. Y cuando Egil estuvo preparado salió con él Skallagrím y se volvió a Egil antes de que montara a caballo, y dijo:
«Me parece que te estás retrasando mucho, Egil, en darme el dinero que me envió el rey Ethelstan. ¿Qué pretendes hacer con ese dinero?»
Egil dice: «¿Tienes mucha penuria económica, padre? No lo sabía. Te daré el dinero cuando sepa que lo necesitas, pero ahora sé que tienes aún guardadas una o dos cajas llenas de plata.»
«Me parece -dice Skallagrím- que ya has decidido qué hacer con nuestro dinero;
dejarás que con lo que guardo haga lo que yo quiera.»
Egil dice: «No creo que necesites permiso para eso; tú mismo puedes decidir, es igual lo que yo diga.»
Entonces se marchó Egil, y llegó a Lambastadir; le recibieron bien y con alegría; se quedaría allí tres días.
Esa misma noche en que Egil salió de casa, Skallagrím mandó ensillar su caballo y salió mientras los demás se iban a dormir; llevaba sobre las rodillas una caja bastante grande, y en la mano llevaba un caldero de cobre. Más tarde, la gente pensó como cierto que había hundido la una o el otro, o ambas cosas, en Krumskelda y que había tirado encima una gran piedra plana. Skallagrím llegó a casa a medianoche y se fue a la cama y se acostó vestido; y por la mañana, cuando clareaba y la gente se estaba vistiendo, Skallagrím está sentado al borde de la cama, muerto, y tan rígido que no pudieron estirarle ni levantarle, aunque lo intentaron todo. Mandaron entonces un hombre a caballo; corrió cuanto pudo hasta llegar a Lambastadir; fue a ver a Egil y le dice estas nuevas. Egil tomó entonces sus armas y su ropa y volvió a Borg por la tarde, y cuando descabalgó entró hasta la alcoba que estaba junto a la cocina; había allí una puerta que comunicaba la alcoba y los escaños de abajo. Egíl fue al escaño y cogió por los hombros a
Skallagrím y lo estiró hacia atrás, lo tumbó sobre el banco y le hizo los primeros ritos; luego, Egil mandó coger herramientas de cavar, para romper la pared que daba al sur. Y cuando hubieron hecho esto, Egil cogió la cabeza de Skallagrím mientras otros le cogían por los pies. Le llevaron inmediatamente a Naustaness; allí habían plantado tiendas durante la noche; y por la mañana, con la pleamar, colocaron a Skallagrím en un barco y lo llevaron remando hasta Digraness. Egil
mandó hacer un túmulo delante del cabo; allí colocaron a Skallagrím y su caballo y sus armas y sus herramientas de forja; no se menciona que hubieran puesto dinero en el túmulo. Egil heredó las tierras y el dinero; se ocupaba en esa época de la hacienda; con Egil estaba Thórdís, hija de Thórólf y Ásgerd.

Eirík Condena A Egil
El rey Eirík reinó durante un año en Noruega después de la muerte de su padre, el rey Harald, hasta que Hákon Adalsteinsfóstri, otro de los hijos del rey Harald, llegó a Noruega desde Inglaterra, el mismo verano en que Egil Skallagrímsson regresó a Islandia. Hákon subió hacia el norte, a Trondheim; fue elegido rey allí; Eirík y él fueron reyes de Noruega, los dos, ese invierno. Pero en primavera los dos reunieron sus ejércitos; el de Hákon era mucho más numeroso; Eirík no vio otra opción que huir del país; se marchó con su mujer, Gunnhild, y sus hijos. El jefe Arinbjórn era hermano adoptivo del rey Eirík y padre adoptivo de uno de sus hijos; el rey le prefería entre todos sus barones; el rey le había hecho jefe de todo Firdafylki. Aribjorn se marchó del país con el rey; primero pusieron rumbo al oeste, hasta las Orcadas; allí, el rey casó a su hija Ragnhild con el barón Arnfin; luego continuó con su séquito hacia el sur, a Escocia, donde se dedicó al pillaje; desde allí a Inglaterra, más al sur, y se dedicó al pillaje. Cuando el rey Ethelstan se enteró, reunió una hueste y fue al encuentro de Eirík; y cuando se encontraron llegaron a un compromiso, y acordaron que el rey Ethelstan le encargaría a Eirík la administración de Northumbria, y sería marqués del rey Ethelstan contra escoceses e irlandeses. El rey Ethelstan había convertido a Escocia en reino tributario después de la muerte del rey Olaf, pero aquella gente nunca le fue fiel. El rey Eirík tenía su residencia permanente en York.
Se cuenta que Gunnhild mandó hacer conjuros mágicos para que Egil Skallagrímsson no tuviera nunca tranquilidad en Islandia antes de que ella volviera a verle. Y el verano en que Hakon y Eirík se enfrentaron por Noruega hubo un embargo de salir de Noruega con rumbo a otros países, y ese verano no llegaron barcos a Islandia, ni tampoco hubo noticias de Noruega. Egil Skallagrímsson estuvo en su hacienda, y al segundo invierno de vivir en Borg después de la muerte de Skallagrím, Egil se volvió melancólico, y según avanzaba el verano crecía su pena. Y al llegar el verano, Egil dijo que tenía intención de preparar un barco ese verano para marcharse; buscó marineros; se dispuso a viajar a Inglaterra; en el barco había treinta hombres. Ásgerd se quedó para cuidar de la hacienda, y Egil se propuso ir a ver al rey Ethelstan para cumplir la promesa que le había hecho Egil cuando se despidieron. Egil tardó un tiempo en los preparativos, y cuando zarpó se hizo esperar el viento favorable; estaba ya próximo el otoño y los vientos arreciaban; navegaron hacia el norte de las Orcadas; Egil no quería ir allí, pues pensaba que el rey Eirík seguiría ejerciendo su autoridad en las islas. Siguieron rumbo sur hacia Escocia y el norte de Inglaterra. Al atardecer, cuando empezaba a oscurecer, el viento era fuerte; no se dan cuenta hasta que ven rompientes a ambos lados. No tuvieron otra opción que dirigirse hacia tierra, y así lo hicieron; navegaron hasta encallar y tomaron tierra en la boca del Humber; se salvaron todos los hombres y la mayor parte de las riquezas, pero no así el barco; se hizo
astillas.
Cuando pudieron encontrar a alguien preguntaron nuevas; supieron, y a Egil le pareció cosa peligrosa, que el rey Eirík Blódóx estaba allí con Gunnhild, y que tenían autoridad como gobernadores, y que estaban a poca distancia, en la ciudad aportación es fundamental en la organización administrativa de Noruega, incluyendo la administración de justicia. de York. Supo también que el jefe Arinbjórn estaba allí con el rey, muy apreciado por el rey. Y cuando Egil supo estas nuevas decidió lo que había de hacer. Le parecía que no había posibilidad de escapar aunque lo intentara ocultándose y disfrazándose, pues para salir del reino del rey Eirík habría que recorrer mucha distancia; los que le vieran le reconocerían, y le parecía poco decoroso ser
capturado mientras huía. Juntó, pues, todo su valor y se decidió, y la noche siguiente a la de su llegada busca un caballo y cabalga a la ciudad.
Llegó al atardecer, y entró en la ciudad; llevaba una capucha encima del yelmo, y llevaba todas sus armas. Egil preguntó cuál era la casa en que vivía Arinbjórn; se lo dijeron; fue a la casa; cuando llegó ante la sala descabalgó y preguntó a un hombre; le dijeron que Arinbjórn estaba comiendo. Egil dijo: «Querría, buen hombre, que entraras en la sala y le preguntaras a Arinbjórn si prefiere hablar con Egil Skallagrímsson dentro o fuera.»
El hombre dice: «Poco esfuerzo me costará llevar este mensaje.»
Entró en la sala y habló en voz muy alta: «Ante la puerta hay un hombre -dice- alto como un trol; me ha pedido que entre a preguntar si quieres hablar con Egil Skallagrímsson dentro o fuera.»
Arinbjórn dice: «Ve y pídele que espere fuera, no tendrá que esperar mucho.»
Hizo lo que Arinbjórn decía, salió y dijo lo que le habían dicho. Arinbjórn mandó quitar las mesas, salió acompañado de toda su gente; y cuando Arinbjórn vio a Egil le saludó y le preguntó por qué había venido.
Egil le cuenta en pocas palabras lo principal de su viaje. «Y ahora tú verás qué debo hacer, si es que quieres ayudarme.»
«¿Has encontrado en la ciudad -dice Arinbjórn- gente que te pudiera reconocer, antes de llegar a mi casa?»
«Nadie», dice Egil.
«Que los hombres cojan sus armas», dice Arinbjórn. Así lo hicieron, y cuando estuvieron armados ellos dos y también todos los hombres de Arinbjórn, fueron a casa del rey; y cuando llegaron al patio, Arinbjórn golpeó la puerta y mandó abrir, y dice quién era; los porteros abrieron las puertas.
El rey estaba a la mesa; Arinbjórn mandó entrar a Egíl y otros diez hombres.
«Ahora, Egil, presentarás al rey tu cabeza y le tomarás el pie, y yo hablaré en tu favor.»
Entran entonces; Arinbjórn fue ante el rey y le saludó; el rey le recibió bien y preguntó qué quería.
Arinbjórn dijo: «He venido acompañando a un hombre que ha hecho un largo camino para veros y para reconciliarse con vos; es un honor para vos, señor, que vuestros enemigos salgan por propia voluntad de otras tierras y no puedan seguir soportando vuestra ira, aunque vos no estéis cerca. Sed generoso con este hombre; permitidle la reconciliación ya que ha hecho tan largo camino como puede verse, ha cruzado muchos mares y sorteado muchas dificultades desde su hacienda; no tenía necesidad de hacer ese camino, a no ser por su buena voluntad hacia vos.»
Entonces, el rey miró alrededor y vio una cabeza que sobresalía por encima de los demás hombres, allí estaba Egil, y clavó en él la mirada, y dijo:
«¿Cómo has tenido la osadía, Egil, de venir a buscarme? Difícilmente podías esperar que te perdonara.»
Entonces, Egil se acercó a la mesa y cogió el pie del rey, y dijo:
Llego tras largo camino
por un atar embravecido,
al que rige a los anglos
vine yo a cumplimentar;
quien siempre blande el hierro
al hijo mejor de Harald,
el gran rey poderoso,
he venido a visitar.
El rey Eirík dijo: «No he de enumerar los cargos que hay contra ti; son tantos y tan grandes que cualquiera de ellos puede ser causa suficiente para que no salgas vivo de aquí; no tienes ninguna esperanza, habrás de morir aquí mismo; deberías haber sabido que no conseguirías reconciliarte conmigo.»
Gunnhild dijo: «¿Por qué no matar a Egil ahora mismo, o es que acaso no recuerdas, señor, lo que hizo Egil? Mató a tus amigos y a tus parientes y hasta a tu hijo, y te agravió a ti mismo: ¿cuándo se ha visto tratar así a un rey?»
Arinbjórn dice: «Si Egil ha insultado al rey, puede compensarlo con alabanzas que puedan recordarse siempre.»
Gunnhild dijo: «No queremos oír sus alabanzas; señor, manda que se lleven a Egil y le maten; no quiero oír sus palabras, ni verle.»
Entonces dijo Arinbjórn: «El rey no dejará que le provoques a cometer los crímenes que tú deseas; no mandará matar a Egil de noche, porque matar de noche es cometer un asesinato.»
El rey dice: «Arinbjórn, será tal como pides; Egil vivirá esta noche; llévatelo a casa contigo y tráemelo por la mañana.»
Arinbjorn le dio las gracias al rey por seis palabras. «Esperamos, señor, que el caso de Egil empezará a mejorar; aunque Egil haya cometido grandes delitos contra vos, pensad que también ha sufrido grandes pérdidas por culpa de vuestros parientes. El rey Harald, vuestro padre, mató a Thórólf, hombre magnífico y tío suyo, por la calumnia de unos hombres perversos, sin causa ninguna; y vos, señor, quebrantasteis las leyes con Egil en el pleito contra Berg-bnund. Además quisisteis matar a Egil y matasteis a algunos de sus hombres y le arrebatasteis todas sus riquezas, y además le desterrasteis y le echasteis del país, pero Egil no es hombre que permita la burla. Y siempre que hay que juzgar a un hombre hay que considerar sus méritos. Ahora -dice Arinbjórn- me llevaré a Egil a mi casa para que pase la noche allí.»
Así fue. Y cuando llegaron a la casa, van los dos a una pequeña alcoba y hablan del asunto. Arinbjórn dice: «El rey estaba irritadísimo, pero me pareció que su ánimo se apaciguó algo antes de marcharnos, y es la suerte la que decidirá lo que ha de suceder; sé que Gunnhild hará todo lo posible para agravar tu caso. Te aconsejo ahora que te quedes en vela esta noche y compongas un panegírico al rey Eirík; creo que lo mejor sería que fuera una drapa de veinte estrofas; la podrás recitar mañana cuando nos presentemos ante el rey. Así lo hizo mi pariente Bragi cuando se enfrentó a la ira de Bjórn, rey de Suecia: compuso una drápa de veinte estrofas en su honor, en una sola noche, y salvó la cabeza; puede ser que tengamos suerte con el rey y consigamos hacer la paz con él.»
Egil dice: «Lo intentaré, pero nunca he tenido intención de componer un panegírico al rey Eirík.» Arinbjórn fue y salió por la puerta que llevaba al tejado, hasta llegar a la ventana donde estaba hasta media noche. Arinbjórn fue entonces al dormitorio, así como su gente, pero antes de desnudarse fue a la habitación donde estaba Egil, y preguntó qué tal estaba pasando la noche.
Egil dice que no ha compuesto nada. «Hay una golondrina que está sentada en la ventana; lleva toda la noche cantando, y no he podido estar tranquilo.»
Arinbjórn fue y salió por la puerta que llevaba al tejado, hasta llegar a la ventana donde estaba el pájaro; vio una bruja que se alejaba volando de la casa.
Arinbjórn estuvo en la ventana toda la noche hasta que clareó; y después de llegar Arinbjórn, Egil compuso toda la drápa, y decidió recitarla por la mañana cuando viera a Arinbjórn; estuvieron esperando la hora de ir a ver al rey.

Egil Recita Su Poema
El rey Eirík fue a comer, según su costumbre, y con él había mucha gente. Cuando Arinbjórn lo supo fue con todos sus hombres, armados, a la casa del rey cuando éste estaba a la mesa. Arinbjórn pidió que le dejaran entrar en la sala; enseguida le abrieron paso; va con Egil y la mitad de la gente; la otra mitad se quedó fuera, ante la puerta.
Arinbjórn saludó al rey, y el rey le recibió bien; Arinbjórn dijo: «Egil ha venido; no ha intentado escapar esta noche. Queremos saber ahora, señor, cuál será su suerte; espero de vos el bien; he hecho lo que me pareció que debía hacer, nunca he dejado de actuar y de hablar de modo que se acrecentara vuestra reputación. He abandonado además todos mis bienes, y mis parientes y amigos que tenía en Noruega, y os he acompañado, aunque todos tus barones os abandonaron; y así debía ser, pues me habéis hecho muchos favores con vuestra generosidad.»
Dijo entonces Gunnhild: «Detente:, Arinbjórn, no hables tanto; has hecho mucho bien al rey Eirík y él te ha recompensado con creces; estás mucho más obligado hacia el rey Eirík que hacia Egil; no debes pedir que Egil salga sin castigo de su encuentro con el rey Eirík, debido a todas las cosas que ha hecho.»
Dice Arinbjórn: «Si vos, señor, y Gunnhild habéis decidido que Egil no ha de conseguir la reconciliación, sería honorable darle un plazo de una semana para que se vaya y se salve; él vino por su propia voluntad ante vos, esperando tregua; que a partir de ese momento vuestra relación siga el camino que convenga.»
Gunnhild dijo: «En todo esto puedo ver, Arinbjórn, que eres más fiel a Egil que al rey Eirík; si Egil tiene una semana para marcharse en paz, llegará en ese tiempo hasta el rey Ethelstan. Y el rey Eirík no puede olvidar que un rey es persona principal, y no sería creíble que un rey careciera de ánimo y de autoridad para vengar el daño que le ha causado un hombre como Egíl.»
Arinbjórn dice: «Nadie dirá que Eirík mejora su reputación por matar a un extranjero, hijo de un campesino, que se ha puesto a su merced. Pero si quiere aumentarla con ello, puedo ayudarle para que este suceso pase a la historia, pues Egil y yo nos defenderemos juntos, y tendrá que enfrentarse a nosotros dos. Os costará cara, señor, la vida de Egil, pues mis compañeros y yo estamos bien dispuestos; yo esperaría de vos otra cosa que no fuera el deseo de derribarme por
tierra antes que concederme la vida de un hombre, como os lo estoy pidiendo.»
Dice el rey: «Mucho te obstinas en este asunto, Arinbjórn, prestándole tu ayuda a Egil; no deseo hacerte daño a ti si puedo evitarlo, aunque prefieres arriesgar tu vida a que él muera; hay suficientes cargos contra Egil, haga lo que haga yo contra él.»
Cuando el rey hubo dicho estas palabras, Egilse presentó ante él y dijo el poema, recitándolo en voz alta, y le escucharon:

Rescate De La Cabeza
Por mar al oeste fui
y de Odín recogí
el zumo del pecho
así siempre lo he hecho;
en mi barco cargué
cuando en é1 embarqué
fardos de poesía;
ya el hielo se fundía.
Albergue el rey me dio,
debo alabarle yo;
de Odín traigo bebida
a donde el anglo habita;
al príncipe he alabado,
en verdad 1e he cantado;
una oda he dispuesto,
si está a oírla presto.
Ahora, rey, atiende,
el poema que te tiende
el poeta, lo recito
si el silencio suscito;
sabidas del señor
sus luchas y su ardor,
Odín fue espectador
de los muertos y el fragor.
Las espadas sonaban
que escudos golpeaban,
feroz lucha surgió
cuando el rey atacó;
entonces se oía,
la sangre corría,
de armas el estruendo
como olas rompiendo.
Una malla de lanzas
allá se abalanza,
golpean con pujanza,
chocan sin erranza;
de sangre ya llenos
están los terrenos,
las olas, quietas,
las banderas, prietas.
Los hombres caían,
los dardos les herían;
gran fama ganaba
Eirík y se agrandaba.
Más cosas hablaré,
de las muertes diré,
más larga es mi historia
de su gran memoria;
su fama se acrece,
así el re y lo merece,
se rompe el hierro fiel
sobre el azul broquel.
Quebróse el acero
contra el hierro fiero,
la punta ensangrentada
chocó contra otra espada.
La que pende del tahalí
mató a tantos allí,
de Odín los guerreros
en el juego murieron.
Grande fama ganaba
cuando el dardo sonaba;
la espada tajaba,
y Eirik se agrandaba.
Tiñó el jefe la espada
en sangre, devorada
por cuervos, era hallada
la carne destrozada
por lobos, y la lanza
a Hel guerreros lanza,
de Escocia el adversario
nutre así al sanguinario:
Devora de la herida
el néctar de la vida
en los muertos anida,
la boca enrojecida
volaba la corneja,
bebía sangre bermeja,
el lobo desgarraba
la carne que sangraba.
Quedó alegre por cierto
el asesino experto:
al lobo entrega el muerto,
junto al mar abierto.
Despertaba al guerrero
la dueña del acero,
del escudo el alero
se rajó primero,
los bordes se quebraban
que los filos rajaban,
los dardos volaron
cuando el arco tensaron.
El dardo volante
flotó hacia adelante,
el arco tensado
al lobo ha alegrado;
las ansias de Hel
venció el guerrero fiel,
el arco restallando,
los filos golpeando.
El rey tensó su arco
en las sendas del barco;
las flechas volaron,
al lobo alimentaron.
Aún más hablaré,
a los hombres diré
las gestas del señor,
compongo con ardor;
regala ardiente oro,
reparte su tesoro,
merece la alabanza,
gobierna sin templanza.
Los anillos divide,
sus regalos no mide,
no ama la avaricia,
reparte sin codicia;
abundante tesoro
posee en piezas de oro,
siempre alegra al marino
con el metal divino.
Su escudo arroja
el que blande la hoja,
lo suelta de su mano
Eirík el soberano;
sé muy bien cómo era,
aquí, allá y doquiera,
por el mar se ha sabido
que su fama ha crecido.
Ante el rey he cantado
los versos que he formado,
de corazón he hablado,
atento me ha escuchado,
recité con mi boca
un poema que evoca
de Odín el hidromiel
para el guerrero fiel.
Del rey canté alabanza,
recité sin erranza,
en casas de señores
bien sé cantar loores;
ahora desde el pecho
al rey un canto he hecho;
dije así mi poema,
hubo atención suprema.

Egil, Salvado
El rey Eirík permaneció sentado, erguido, mientras Egil recitaba el poema, y clavaba su mirada en él; cuando concluyó la drápa dijo el rey: «Muy bien has dicho tu poema; ya he decidido, Arinbjórn, cómo arreglar el pleito entre Egil y yo.
Has defendido con mucha vehemencia el caso de Egil, y te has arriesgado a tener dificultades conmigo; ahora, por ti, haré lo que has pedido; Egil saldrá sin daño de mi vista. Tú, Egil, apresura tu viaje y, cuando salgas de esta sala, no vuelvas nunca más ante mi vista o la de mis hijos, nunca te enfrentes a mí o a mi gente. Esta vez te regalo tu cabeza, pues la pusiste a mi merced y no quiero cometer un crimen en ti; pero a fe que has de saber que esto no es la reconciliación conmigo ni con mis hijos ni con ninguno de nuestros parientes que desee tomar venganza.»
Entonces dijo Egil:
No me incomoda
que aunque yo sea feo
me regale el rey
del yelmo el apoyo;
¿dónde hubo alguno
que de rey tan noble
hubiera alcanzado
la vida cual don?
Arinbjórn le dio las gracias al rey con bellas palabras, por el honor y la amistad que el jefe le había demostrado. Entonces, Arinbjórn y Egil vuelven a casa de Arinbjórn; Arinbjórn mandó traer monturas para sus hombres. Acompañan a Egil ciento veinte hombres armados. Arinbjórn acompañó al grupo hasta que llegaron junto al rey Ethelstan, que los recibió bien; le pidió a Egil que se quedara con él, y preguntó cómo le había ido con el rey Eirík. Entonces dijo Egil:
Sus ojos de oscuras cejas
el guerrero fementido
por el valor del amigo
a Egil devolvió;
sé que el noble soporte
del casco del combate
conservará el guerrero
tal como estaba antes.
Cuando Arinbjórn y Egil se despidieron, Egil le dio a Arinbjórn los dos anillos de
oro que le había regalado el rey Ethelstan, que pesaban cada uno un marco, y Arinbjórn le dio a Egil la espada llamada Dragvandil. Se la había dado a Arinbjórn Thórólf Skallagrímsson, y antes se la había regalado a Skallagrím su hermano Thórólf, y a Thórólf le había dado la espada Grím Lodinkinni, hijo de Ketil Haeng; esa espada había pertenecido a Ketil Haeng, que la había usado en los combates singulares, y era la más filosa de las espadas192. Se despidieron con el mayor
cariño. Arinbjórn se fue a su casa de York, junto al rey Eirík; y los marineros de Egil, y sus compañeros, disfrutaron de suficiente tranquilidad para poder vender el cargamento, con la ayuda de Arinbjórn. Cuando pasó el invierno, fueron a Inglaterra para encontrarse con Egil.

Egil Vuelve A Noruega
Eirík Alspak era un barón noruego; estaba casado con Thóra, hija del jefe Thórir y hermana de Arinbjórn; tenía propiedades en Vík; era hombre muy rico y muy distinguido y sabio. Su hijo se llamaba Thorstein, había crecido junto a Arinbjórn y era muy alto, aunque aún jovencito; se había ido a Inglaterra con Arinbjórn. Y el mismo otoño en que llegó Egil a Inglaterra, llegó desde Noruega la noticia de que Eirík Alspak había muerto, y que su herencia se la habían apropiado los senescales del rey, y la habían unido a las propiedades del rey. Y cuando Arinbjórn y Thorstein se enteraron de estas nuevas, acordaron que Thorstein debería ir al este para reclamar la herencia. Y cuando estaba ya avanzada la primavera, y la gente preparaba sus barcos para viajar de un país a otro, Thorstein fue a Londres y allí visitó al rey Ethelstan; presentó credenciales y mensajes de Arinbjórn para el rey y para Egil, y solicitaba al rey Ethelstan que enviara un mensaje al rey Hákon, su hijo adoptivo, para que Thorstein obtuviera la herencia y las propiedades en Noruega. El rey Ethelstan se dejó convencer fácilmente porque sabía que era un
buen hombre.
Entonces habló Egil con el rey Ethelstan y le dijo sus propósitos: «Este verano - dice- deseo ir a Noruega a reclamar el dinero que me arrebataron el rey Eirík y Berg-Onund; esas riquezas las administra ahora Atli Skammi, hermano de Berg-Onund; sé que si llevo mensajes vuestros conseguiré mis derechos en este asunto.»
El rey dice que Egil mismo podía decidir dónde quería ir, «pero me parecería mejor que te quedaras a defender mis fronteras y a mandar mi ejército; te daré gran recompensa».
Egil dice: «Esto es lo que preferiría; desearía decir que sí y no negarme, pero primero he de ir a Islandia y cuidar de mi mujer y de las riquezas que tengo allí.»
El rey Ethelstan le dio a Egil un buen barco de carga con su cargamento, que consistía en harina y miel y otros cargamentos más, muy valiosos todos. Y cuando Egil preparó su barco para zarpar, se dispuso a ir con él Thorstein Eiríksson, del que antes hablamos, y al que llamaban Thóruson, y en cuanto estuvieron listos zarparon; se despidieron el rey Ethelstan y Egil con la mayor amistad.
Las espadas mas preciadas eran las mas antiguas. El Havamal. poema gnómico de la edda, dice: «Alabar el día de noche, a la mujer ya incinerada /a la espada ya probada, a la doncella ya casada, / al hielo ya atravesado, a la cerveza ya bebida»
(estrofa 81).
Egil y sus compañeros tuvieron buen viaje y llegaron a Vík, en Noruega, y entraron con el barco por el fiordo de Oslo; allí tenía Thorstein una hacienda, y otra en Romerike. Cuando Thorstein llegó al país reclamó la herencia de su padre ante los senescales que habían ocupado sus fundos; mucha gente apoyó a Thorstein. Se reunieron para decidir; Thorstein tenía allí muchos parientes nobles; finalmente, se puso la decisión en manos del rey, pero Thorstein se apropió de las riquezas de su padre. Egil se alojó ese invierno con Thorstein, acompañado de diez hombres; llevaron harina y miel a casa de Thorstein; ese invierno reinó gran alegría, y Thorstein vivía magníficamente, pues había suficiente de todo.

Egil Y El Rey Hákon
Gobernaba en Noruega por entonces el rey Hákon, hijo adoptivo de Ethelstan, tal como arriba se dijo; el rey estaba ese invierno en Trondheim, en el norte. Y cuando pasó el invierno se pusieron en camino Thorstein y Egil, acompañados de cerca de treinta hombres; en cuanto estuvieron listos, fueron primero a Uppland y luego al norte, pasando por Dolrafjall, hasta llegar a Trondheim, y fueron a ver al rey Hákon. Presentaron al rey su credencial; Thorstein le expuso su caso y presentó testimonios de que era dueño de toda la herencia que reclamaba. El rey recibió bien el caso, entregó a Thorstein sus propiedades y además le hizo barón del rey,
igual que lo habla sido su padre.
Egil fue a ver al rey Hákon y presentó su petición y el mensaje del rey Ethelstan, y sus credenciales. Egil reclamó las riquezas que habían pertenecido a Bjórn Hóld, tierras y dinero; reclamó para sí la mitad de esas riquezas, y la otra mitad para su mujer, Asgerd; presentó pruebas y testigos cuando expuso su caso, y dijo que lo había perdido todo por culpa del rey Eirík, y añadió que no había obtenido sus derechos debido a la autoridad del rey Eirík y la inquina de Gunnhild. Egil contó todos los avatares del pleito que se había visto en el Gulathing; pidió al rey que le concediera sus derechos en el caso.
El rey Hákon responde: «He sabido, Egil, que mi hermano Eirík y Gunnhild son de la misma opinión, y dicen que tú, Egil, te has extralimitado en vuestras relaciones; creo que podrías darte por satisfecho, Egil, con que yo no haga nada en este asunto, aunque mi hermano Eirík y yo no estamos de acuerdo en muchas cosas.»
Egil dijo: «No puedes callar, señor, en un asunto tan grave, pues todos los hombres del país y los extranjeros os obedecen. He sabido que habéis dado leyes al país y que concedéis sus derechos a todos; sé que permitiréis que yo los consiga como los otros; creo que tengo linaje y parientes suficientes en este país para poder enfrentarme a Atli Skarnmi. Y acerca de mi pleito con el rey Eirík, debo deciros que fui a verle, y que al despedirnos me dijo que podía ir en paz adonde quisiera.
Quiero, señor, ofreceros mi servicio y mi compañía; sé que tenéis con vos hombres menos aguerridos en el campo que lo soy yo; creo que no pasará mucho tiempo antes de que os encontréis con el rey Eirík, si los dos vivís tiempo suficiente. Me extrañaría que no llegara el momento en que penséis que Gunnhild tiene muchos hijos ambiciosos.»
El rey dice: «No te pondrás a mi servicio, Egil; tus parientes han causado demasiado daño a nuestra familia, para que puedas establecerte tú en el país. Vete a Islandia y ocúpate de la herencia de tu padre; ni nosotros ni nuestros parientes te causaremos daño alguno, pero en este país habrás de saber siempre, mientras vivas, que mis parientes son los más poderosos. Pero, por mi padre adoptivo, el rey Ethelstan, tendrás paz en el país y obtendrás tus derechos y propiedad, pues sé que el rey Ethelstan te profesa gran aprecio.»
Egil agradeció al rey sus palabras y pidió al rey que le diera credenciales para Thórd de Aurland u otros barones de Sogn y Hordaland. El rey dice que así lo haría.

Duelo De Egil Y Ljót
Thorstein y Egil se pusieron en camino cuando hubieron acabado sus asuntos; y cuando llegan al sur de Dofrafjall, Egil dice que quiere ir a Raumsdal y luego dirigirse hacia el sur. «Quiero -dice- terminar mi asunto de Sogn y Hordaland, pues quiero preparar mi barco para volver a Islandia el verano próximo.»
Thorstein dijo que fuera donde deseara; Thorstein y Egil se despiden; Thorstein se marchó hacia el sur por Dalir, hasta llegar a sus haciendas; presentó los documentos y mensajes del rey a los senescales para que le devolvieran todas las riquezas que habían incautado, y que Thorstein reclamaba.
Egil siguió su camino con once hombres; llegaron a Raumsdal, consiguieron medios de transporte y fueron a More. No hay nada que contar de su viaje hasta que llegaron a la isla llamada Hod y obtuvieron alojamiento en una hacienda llamada Blindheirn; era una rica granja que pertenecía a un barón llamado Fridgeir; era joven, acababa de heredar a su padre; su madre se llamaba Gyda y era hermana del jefe Arinbjórn, y era mujer notable y rica. Ayudaba a su hijo Fridgeir, y tenían una hacienda magnífica.
Fueron muy bien recibidos; Egíl estuvo esa noche sentado al lado de Fridgeir, y sus compañeros más abajo; hubo mucha bebida y la fiesta fue magnífica.
La dueña Gyda estuvo hablando con Egil esa noche; preguntó por su hermano Arinbjórn y por otros parientes y amigos suyos que habían ido a Inglaterra con Arinbjórn. Egil le respondió a sus preguntas; ella preguntó qué nuevas podía contarle Egil de sus viajes; se lo explica con detalle. Y dijo:
Enojosa y agria fue
del príncipe la inquina;
no aguarda el cuco, si la alta
rapaz ve que se cierne;
dispuse como siempre
de la ayuda de Arinbjorn;
no perece quien leales
lleva amigos en el viaje.
Egil estuvo muy alegre toda la noche, pero Fridgeir y sus compañeros estaban bastante taciturnos. Egil vio una muchacha bella y bien vestida; le dijeron que era la hermana de Fridgeir; la muchacha estaba triste y no hizo más que llorar toda la noche; les pareció extraño.
Allí estuvieron esa noche. Y por la mañana había viento fuerte y no se podía navegar; necesitaban medios de transporte para salir de la isla. Entonces, Fridgeir y Gyda fueron a ver a Egil y le invitaron a quedarse con sus compañeros hasta que hubiera buen tiempo para viajar; entonces les ofrecerían los medios de transporte que necesitaban. Egil aceptó; estuvieron inmovilizados por el mal tiempo tres días, muy bien atendidos.
Luego se encalmó el viento. Egil y sus hombres se levantaron por la mañana temprano y se prepararon; fueron a comer, y les dieron cerveza clara para desayunar, y estuvieron un rato sentados; luego tomaron sus pertrechos. Egil se levantó y dio las gracias al propietario y a su madre por la hospitalidad y salieron; el propietario y su madre salieron con ellos; Gyda habló entonces con su hijo Fridgeir en voz baja; Egil se detuvo a esperarles. Egil le dijo a la muchacha: «¿Por qué lloras, muchacha? Nunca te veo contenta.»
Ella no pudo responder, y lloró aún más fuertemente. Fridgeir responde en voz alta a su madre: «No se lo pediré ahora; están a punto de marcharse.»
Gyda se acercó entonces a Egil y le dijo: «Te voy a decir, Egil, qué nuevas hay.
Hay un hombres llamado Ljót Bleiki; es berserk y aficionado a los duelos; es mala persona. Llegó, y pidió la mano de mi hija, pero nosotros respondimos de inmediato que no a la propuesta; entonces retó a duelo a mi hijo Fridgeir, y mañana ha de ir a una isla llamada Vórl. Querría, Egil, que fueras al duelo con Fridgeir; ciertamente, si Arinbjórn estuviera en el país, no tendríamos que tolerar la violencia de un hombre como Ljót.»
«A fe, señora, que por tu hermano Arinbjórn iré con tu hijo, si él cree que puedo serle de alguna ayuda.»
«Nos haces un gran favor -dice Gyda-; entremos en la sala, estaremos allí todo el día.»
Egil y los demás entraron en la sala a beber; estuvieron allí sentados todo el día, y por la noche vinieron algunos amigos de Fridgeir que iban a acompañarle, y esa noche hubo allí mucha gente; hubo una gran fiesta. Y al día siguiente Fridgeir se puso en camino, acompañado por muchos hombres; Egil iba también; tuvieron buen tiempo para viajar; llegan así a la isla de Vórl.
Había un hermoso campo cerca del mar, donde habían acordado que se llevaría a cabo el duelo; se había marcado el lugar del duelo poniendo piedras alrededor.
Llegó Ljót con su gente y se preparó para el duelo; llevaba escudo y espada; Ljót era altísimo y muy fuerte. Y cuando se acercó al recinto del combate le surgió el furor de berserk, empezó a aullar horriblemente y a morder el escudo. Fridgeir era un hombre de no mucha estatura, y nada fuerte; nunca había participado en una lucha. Y cuando Egil vio a Ljót dijo este poema:
No será Fridgeir capaz.
¡Al campo, compañeros!
Rehusaremos a ese hombre
la mujer. ¡A combatir
al siervo de las valquirias
que el escudo muerde y hace
ofrecidas a los dioses! Malvado,
su destino es la muerte.
Ljót vio a Egil allí de pie y oyó sus palabras, y dijo: «Ven aquí, grandullón, al duelo, y lucha conmigo si tienes ganas, probemos nuestras fuerzas; es mucho más equitativo que luchar con Fridgeir, porque no creo que aumente mi reputación aunque le derribe a él por tierra.» Entonces dijo Egil:
No hay a Ljót que negarle
tan pequeño favor;
jugueteo con el hierro
contra el pálido guerrero;
luchernos, mas no espere
que le deje la vida,
deja al poeta, muchacho,
que venga a More a luchar.
Entonces se preparó Egil para batirse con Ljót; Egil llevaba el escudo que usaba habitualmente, y al cinto la espada llamada Nadd, y en la mano Dragvandil. Cruzó las señales que indicaban dónde sería el duelo, pero Ljót aún no estaba preparado.
Egil blandió la espada y dijo un poema:
Choquemos nuestras guardas,
hojas contra los escudos,
probemos nuestros filos,
tiñamos la espada en sangre;
quitemos la vida a Ljót,
hiramos al cerúleo,
que nuestra arma le calle,
devore su cuerpo el cuervo.
Entonces avanzó Ljót hacia el recinto de la lucha, y empiezan a luchar, y Egil golpeó a Ljót, y Ljót lo desvió con el escudo, y Egil asestó un golpe tras otro de manera que Ljót no pudo responder a los golpes. Retrocedió para tener espacio para golpear él, pero Egil le siguió rápidamente y golpeó aún más vehementemente; Ljót se salió de las señales de piedras y corrió por todo el campo; así fue el primer encuentro. Entonces, Ljót pidió un descanso. Egil se lo permitió, y se sientan a descansar. Entonces dijo Egil:
Veo que ante mi empuje
el duelista me elude,
tiene miedo el miserable
usurpador de riquezas;
no aguanta firme, y teme
el guerrero los golpes,
con temor corre en el campo
ante el gran luchador calvo.
Por aquel entonces, las leyes de los duelos estipulaban que quien retaba a duelo a otro hombre por cualquier causa, y vencía el retador, tendría todo lo que estaba en juego en el duelo; pero si era derrotado había de pagar como rescate las riquezas que se hubieran estipulado; y si caía en el duelo perdería todas sus propiedades, las que heredaría quien le hubiera matado en el duelo. Era ley también que si el que moría era extranjero, y no tenía herederos, la herencia iría a la casa real.
Egil le pidió a Ljót que se preparara: «Quiero que concluyamos este duelo.»
Entonces, Egil saltó sobre él y le golpeó; se acercó tanto que le hizo retroceder y perder el escudo; Egil golpeó a Ljót por encima de la rodilla y le cortó la pierna; Ljót cayó y quedó muerto.
Egil fue entonces adonde estaba Fridgeir con sus compañeros; le dieron las gracias por lo que había hecho. Entonces dijo Egil:
Cayó el que el mal hacía,
cortó el pie a Ljót el poeta,
el que al lobo alimenta,
paz le concedió a Fridgeir;
no busco recompensa
del señor generoso,
el estrépito del arma
contra el pálido fue un juego.
Poca gente lloró a Ljót, pues había sido extraordinariamente perverso; era sueco de origen y no tenía parientes en el país; había venido para conseguir riquezas en los duelos. Había matado a muchos buenos campesinos propietarios retándoles a duelo por sus tierras y sus odalías, y se había enriquecido mucho con tierras y dinero.
Egil se fue a casa con Fridgeir después del duelo; se quedó allí un breve tiempo antes de marchar al sur de More. Egil y Fridgeir se despidieron con mucho cariño; Egil le dijo a Fridgeir que reclamara las tierras de Ljót. Egil siguió luego su camino y llegó a Firdir; desde allí fue a Sogn, a ver a Thórd de Aurland, quien le recibió bien; le contó sus asuntos y le enseñó los mensajes del rey Hákon; Thórd respondió bien a las palabras de Egil y le prometió su ayuda en el caso; Egil se
quedó allí con Thórd buena parir de la primavera.

Lucha De Egil Y Atli
Egil continuó su viaje hacia el sur, a Hordaland; iba en un lanchón de remos con treinta hombres. Llegan un día a Fenhring, en Ask. Egil fue con veinte hombres, mientras diez vigilaban el barco. Atli Skamrni estaba allí con algunos hombres; Egil le mandó avisar para decirle que Egil Skallagrímsson tenía un mensaje para él; Atli tomó sus armas, y también todos sus hombres capaces de luchar, y salieron.
Egil dijo: «Me han dicho, Atli, que administras las riquezas que nos corresponden a mí y a mi mujer, Asgerd; has de haberte enterado ya de que he reclamado para mí la herencia de Bjorn Hóld que tu hermano Berg-Onund me arrebató. He venido a reclamar las riquezas, en tierras y dinero, y a exigirte que las dejes y me las entregues.»
Atli dice: «Hace tiempo sabemos, Egil, que eres hombre injusto, y ahora puedo comprobarlo, ya que me reclamas las riquezas que el rey Eirík concedió a mi hermano Berg-Onund; era el rey Eirík quien tomaba todas las decisiones que afectaban al país. Ahora creo, Egil, que, al contrario, deberías venir para ofrecerme compensación por mi hermano, al que mataste, y habrías de compensarme también por lo que robaste aquí en Ask; daría pronta respuesta a este asunto si fuera eso lo que querías; pero no responderé a lo que me pides.»
«Quiero ofrecerte -dice Egil- igual que se lo ofrecí a Onund, que las leyes del Gulathing decidan en nuestro pleito; considero que tus hermanos murieron por culpa de sus propios actos, pues me habían negado mis derechos y facultades, y me arrebataron las riquezas por la fuerza. Tengo autorización del rey para pleitear contigo en este asunto; te convoco al Gulathing, y las leyes serán las que decidan este pleito.»
«Iré -dice Alti- al Gulathing y allí hablaremos del asunto.»
Egil se fue entonces, con sus compañeros. Marchó al norte, a Sogn y Aurland, a casa de Thórd, su pariente por matrimonio, y se quedó allí hasta el día del Gulathing.
Cuando la gente fue al thing, también fue Egil; Atli Skammi había ido también. Empezaron a exponer su caso, y lo explicaron ante los hombres que habían de juzgar. Egil presentó su reclamación de las riquezas, y Atli opuso su defensa legal, presentó doce testigos jurados, de que no tenía riquezas que pertenecieran a Egil.
Cuando Atli fue ante los jueces con sus testigos jurados, Egil fue hacia él y dice que no quiere sus juramentos, sino recuperar el dinero. «Te ofrezco otra ley, aquella que nos permite enfrentarnos en duelo aquí en el thing, y que el dinero sea del vencedor.»
Eso que Egil decía era también ley, y costumbre antigua; cualquier hombre tenía derecho a retar a otro a duelo, tanto el que se defendía como el que presentaba el pleito.
Atli dijo que no diría no a un duelo contra Egil. «Porque has dicho lo que yo pensaba decir, ya que debo vengarme de ti por los grandes males que me has causado: derribaste por tierra a mis hermanos; prefiero mil veces mantener mis derechos antes que dejarte mis propiedades contra toda ley, aunque tenga que pelear contigo para ello, si eso es lo que quieres.»
Entonces, Atli y Egil se dieron la mano para acordar que se batirían en duelo, y que el vencedor poseería las tierras por las que pleiteaban. Se prepararon luego para el duelo; Egil avanzó, llevaba en la cabeza un yelmo, y el escudo ante sí, y una alabarda en la mano, y la espada Dragvandil la tenía atada a la mano derecha.
Era costumbre en los duelos no tener que desenvainar la espada en el campo, sino tenerla colgando de la mano, pues así se podía coger la espada cuando se quería.
Atli iba equipado como Egil; era avezado en duelos; era hombre fuerte y extremadamente valeroso.
Llevaron allí un toro grande y viejo; lo llamaban toro del sacrificio; el vencedor debería matarlo; a veces era un solo toro, a veces cada uno de los participantes en el duelo llevaba el suyo.
En cuanto estuvieron dispuestos para el duelo se acercaron corriendo uno al otro y comenzaron arrojándose las lanzas, y ninguna de las dos se clavó en el escudo, sino que se hincaron en tierra. Echaron mano entonces de sus espadas, se acometieron y pelearon. Atli no huía. Golpeaban con fuerza y rapidez, y enseguida los escudos quedaron inútiles. Y cuando el escudo de Atli estuvo muy estropeado se lo arrojó, cogió la espada con las dos manos y golpeó aún con más fuerza. Egil
le golpeó en el hombro, pero la espada no se clavó. Golpeó una segunda vez, y una tercera, y resultaba fácil encontrar un lugar donde golpear a Atli, pues no tenía protección. Egil descargó la espada con toda su fuerza, pero no se clavaba, fuera cual fuera el lugar donde golpeara.
Egil se da cuenta de que no podía continuar así, pues su escudo había quedado inservible. Egil dejó caer la espada y el escudo y saltó sobre Atli y le sujetó las manos. Se hizo valer la diferencia de fuerzas, y Atli cayó de espaldas, y Egil se arrojó sobre él y le rompió el cuello de un mordisco; allí perdió la vida Atli.
Egil se puso inmediatamente de pie, de un salto, y corrió hacia donde estaba el toro, lo cogió con una mano por la boca y la otra por un cuerno y lo retorció de tal modo que las patas quedaron hacia arriba y el hueso del cuello se rompió; Egil fue entonces a donde estaban sus compañeros. Egil dijo:
No muerde el escudo la azul
Dragvandil que alzo ahora,
pues su filo lo ha embotado
Atli Skammi nuevamente;
con fuerza ataco al locuaz
blandidor de la espada,
mis quijadas me ayudan,
y ya he ganado el toro.
Entonces, Egil se apropió de todas las tierras por las que pleiteaba y que reclamaba, y que debieron ser de su mujer Ásgerd por herencia de su padre.
No se mencionan otras nuevas de este duelo. Egil fue luego primeramente a Sogn para ocuparse de las tierras de las que había tomado posesión; se quedó allí buena parte de la primavera. Luego se fue con sus marineros rumbo este, hacia Vík; fue a ver a Thorstein, y se quedó allí un tiempo.

Los Hijos De Egil
Egil preparó un barco ese verano, y en cuanto estuvo listo, zarpó; puso rumbo a Islandia; tuvo buen viaje; se dirigió al Fiordo de Borg y llevó el barco cerca de su hacienda; mandó desembarcar el cargamento y varar el barco. Egil pasó ese invierno en su hacienda. Egil había traído muchísimas riquezas y era hombre riquísimo; tenía una hacienda grande y magnífica.
Egil no se entremetía en los asuntos de la gente, ni molestaba a nadie cuando estaba en el país; tampoco la gente quería enfrentarse con él. Egil permaneció no pocos años en su hacienda. Egil y Ásgerd tuvieron varios hijos, que se llaman así:
Bodvar era el nombre del primero de sus hijos, el segundo era Gunnar; sus hijas eran Thorgerd y Bera; Thorstein era el más joven. Todos los hijos de Egil eran jóvenes prometedores y capaces. Thorgerd era la mayor de todos los hijos, y después estaba Bera.

Egil Visita A Arinbjorn
Egil tuvo noticias desde el otro lado del mar que Eirík Blódóx había muerto en una expedición vikinga en Inglaterra, y que Gunnhild y sus hijos habían ido al sur, a Dinamarca, y que toda la gente que había acompañado a Eirík se había marchado a Inglaterra. Arinbjórn había regresado a Noruega. Había recibido su recompensa y las propiedades que le pertenecían, y el rey y él se apreciaban mucho. A Egil le pareció que era una oportunidad muy conveniente para ir a Noruega. Hubo también nuevas de que el rey Ethelstan había muerto; gobernaba Inglaterra su
hermano Eadmund.
Egil preparó su barco y buscó tripulantes. Onund Sjóni, el hijo de Ani, de Anabrekka, se preparó también; Onund era grande, y el más fuerte de los hombres de la región; no todos eran de una misma opinión sobre si era brujo y podía cambiar de forma. Onund había viajado por diversas tierras; era algo mayor que Egil, y le unía a él una buena amistad.
Cuando Egil estuvo dispuesto, zarpó, y el viaje fue bien. Llegaron a la zona central de Noruega. Y cuando vieron tierra pusieron proa a Firdir; y cuando recibieron nuevas desde tierra se enteraron de que Arinbjórn estaba en sus haciendas. Egil dirigió su barco a puerto lo más cerca de la propiedad de Arinbjórn. Egil fue entonces a visitar a Arinbjórn, y su encuentro fue muy alegre; Arinbjórn invitó a Egil a alojarse con él, junto con los compañeros que quería como acompañantes.
Egil aceptó, y ordenó varar el barco con troncos, y sus marineros buscaron alojamiento; Egil fue a casa de Arinbjórn con once hombres.
Arinbjórn iba a celebrar una gran fiesta de Jól, a la que invitó a sus amigos y a los campesinos de la comarca; hubo gran muchedumbre y una bonita fiesta; le dio a Egil, como regalo de Jól, una túnica que llegaba hasta los pies, de seda y con hilados de oro, con botones de oro por el centro, hasta abajo; Arinbjórn había mandado hacer la túnica a medida de Egil. Arinbjórn le dio a Egil un completo equipo de ropas, recién cortadas, como regalo de Jól; estaban cortadas en tejido
inglés de muchos colores. Arinbjórn dio muchos regalos diferentes de Jól a los hombres que le habían ido a visitar, pues Arinbjórn era extremadamente generoso y noble. Egil compuso entonces un poema:
Gustoso dio en regalo
de seda el señor un ropón,
en oro abotonado;
nunca amigo hubo mejor;
Arinbjorn ha alcanzado
por virtud propia, de un rey
el poder, quizá aún más, guerrero
tal tardará aún tiempo en nacer.


Hákon Se Enemista Con Egil
Egil se entristeció mucho cuando hubo pasado Jól, y no decía una sola palabra; y cuando Arinbjórn se dio cuenta fue a hablar con Egil, y le preguntó a qué se debía la pena que tenía. «Deseo -dice- que me digas si estás enfermo o sucede alguna otra cosa; podremos buscar remedio.» Egil dice: «No estoy enfermo, pero estoy muy preocupado por cómo conseguir las riquezas que gané al matar a Ljót Bleiki en More; me han dicho que los senescales del rey han cogido todas las riquezas para el rey; quiero ahora tu ayuda para recuperar esas riquezas.»
Arinbjórn dice: «No creo que sea contrario a las leyes del país que te apropies de esas riquezas, pero pienso que esas riquezas son intocables; la casa del rey tiene entradas anchas y salidas estrechas. Ha habido mucha dificultad en algunas reclamaciones económicas de personas importantes, incluso cuando teníamos más confianza con el rey de la que tenemos ahora, pues nuestra amistad con el rey Hákon tiene una débil base, mas he de hacer como el proverbio dice, hay que cuidar el roble debajo del cual edificamos la casa.»
«Sin embargo -dice Egil- es mi opinión que hemos de defender nuestros derechos; puede ser que el rey nos conceda esos derechos, pues me han dicho que el rey es hombre justo y defiende las leyes que dio al país; preferiría ir a ver al rey y hablar con él del asunto.»
Arinbjórn dice que no le apetecía mucho. «Pienso que habrá conflicto, Egil, entre tu vehemencia y osadía y el ánimo y la autoridad del rey, pues pienso que es muy poco amigo tuyo, y creo que tiene sus razones. Prefiero que dejemos el asunto y no hagamos nada; pero si lo quieres, Egil, iré a exponerle al rey el tema.»
Egil dice que le quedaría muy agradecido y obligado si quisiera hacerle ese favor.
Hákon estaba por entonces en Rogaland, y a veces en Hordaland; no era difícil ir a visitarle; no hacía mucho tiempo que habían hablado. Arinbjórn preparó el viaje; le dijo a sus hombres que quería ir a ver al rey; preparó para sí y para sus hombres un barco de veinte remos que poseía. Egil habría de quedarse en casa; Arinbjórn no quería que fuera. Arinbjórn partió en cuanto todo estuvo dispuesto y el viaje fue bien. Fue a ver al rev Hákon y fue bien recibido. Cuando llevaba allí un breve tiempo presentó al rey su mensaje, diciendo que Egil Skallagrímsson había
llegado al país y pensaba que le correspondían todas las riquezas de Ljót Bleiki.
«Nos han dicho, señor, que Egil tiene derechos en el asunto, pero que las riquezas se las han apropiado vuestros senescales y las han añadido a vuestras propiedades; quiero rogaros, señor, que concedáis a Egil sus derechos.»
El rey tardó en hablar, y le contestó: «No sé por qué vienes con ese recado de parte de Egil; vino a verme una vez y le dije que no quería que volviera a vivir en el país por razones que son bien conocidas. Egil no debe venir a mí con las mismas exigencias que llevó ante mi hermano. Y a ti, Arinbjórn, te diré que puedes quedarte en el país siempre que no prestes más atención a los extranjeros que a mí o a mis palabras, pues sé que tú ánimo está mejor dispuesto hacia tu hijo adoptivo Harald Eiríksson, y sería mejor que fueras a ver a los hermanos y te quedaras con ellos, pues tengo buenos motivos para desconfiar de personas como tú si llega el momento de tenerme que enfrentar con los hijos de Eirík.»
Y como el rey habló de tan dura forma con estas palabras, Arinbjórn vio que no era aconsejable seguir hablando con él; se preparó para volver a casa; el rey estuvo muy seco y poco satisfecho con Arinbjórn desde que supo su mensaje. Arinbjórn no tuvo ánimos de intentar apaciguar al rey en este asunto; se despidieron.
Arinbjórn volvió a casa y le dijo a Egil el resultado de su viaje: «No volveré a hablar de estas cosas con el rey.»
Egil se entristeció muchísimo por esta historia, creía que había perdido mucho dinero injustamente. Pocos días después, una mañana temprano, cuando Arinbjórn estaba en sus aposentos -por entonces no había mucha gente allí-, mandó llamar a Egil, y Arinbjórn mandó abrir una caja y sacó de ella cuarenta marcos de plata y dijo así:
«Este dinero te lo doy, Egil, en compensación por las tierras de Ljót Bleiki; a fe que pienso que mereces esta recompensa en nombre de Fridgeir y de nuestros parientes, pues le salvaste a él la vida contra Ljót, y sé que lo hiciste por mí; no debo permitir que pierdas tus derechos en este asunto.»
Egil aceptó el dinero y dio las gracias a Arinbjórn. Egil alegró entonces su ánimo.

Expedición A Frisia
Arinbjórn permaneció ese invierno en su hacienda, y luego, en primavera, dijo que tenía intención de salir a vikingo. Arinbjórn tenía buenos barcos; preparó esa primavera tres naves largas, todas ellas de gran tamaño; llevaba trescientos sesenta hombres; en su barco iba la gente de su casa, y estaba perfectamente equipado; llevaba también muchos hijos de campesinos. Egil decidió viajar con él; pilotaba un barco, y con él iban muchos de los marineros que le habían
acompañado desde Islandia. El barco de carga que Egil había traído desde Islandia lo mandó llevar a Vík, y allí buscó hombres para ocuparse de la carga.
Arinbjórn y Egil llevaron las naves largas con rumbo sur, costeando; luego pusieron proa a Sajonia, y estuvieron saqueando allí durante el verano. Y consiguieron riquezas. Y cuando empezaba el otoño volvieron hacia el norte y llegaron a Frisia.
Una noche, cuando el viento era flojo, entraron en un estuario pues los puertos eran malos y la marea estaba muy baja; estaban en una tierra muy llana, cerca de un bosque; los campos estaban mojados porque había llovido mucho. Decidieron desembarcar y dejaron una tercera parte de la gente para vigilar el barco; avanzaron junto al río, entre éste y el bosque; a poca distancia de ellos había una aldea, y en ella muchos campesinos; todo el que pudo escapó corriendo de la aldea, tierra adentro, en cuanto se dieron cuenta de que llegaba la hueste, y los vikingos les persiguieron. Había luego una segunda aldea, y una tercera; toda la gente que
pudo escapó. La tierra era llana y había muchas charcas grandes; habían excavado canales por toda la zona y estaban llenos de agua; con ellos cerraban los campos y los prados, y en algunos sitios habían colocado grandes maderos sobre los canales para poder cruzar; había puentes con el suelo de madera.
La gente escapó hacia el bosque; y cuando los vikingos estuvieron en la zona habitada, los frisones se reunieron en el bosque, y cuando se hubieron reunido trescientos sesenta hombres, se dirigen hacia los vikingos dispuestos a luchar contra ellos. Hubo dura lucha, y al fin los frisones huyeron y los vikingos los persiguieron; el ejército de campesinos se separó en distintas direcciones para escapar; así lo hicieron sus perseguidores, y los grupos fueron haciéndose más
pequeños. Egil los persiguió animosamente, aunque estaba acompañado de unos pocos hombres, mientras que los que iban delante de ellos eran muchos más; los frísones llegaron a un canal y lo cruzaron; luego quitaron el puente. Llegaron entonces Egil y los suyos al otro lado; Egil decidió saltar al otro lado del canal, pero los hombres no fueron capaces de hacerlo, y nadie se atrevió. Y cuando los frisones lo vieron, le atacaron, y él se defendió; le atacaron doce hombres, y el
encuentro terminó cuando los mató a todos. Entonces, Egil volvió a poner el puente y volvió a cruzar el canal; vio entonces que toda su gente había vuelto a los barcos; él estaba cerca del bosque; Egil siguió al lado del bosque hasta llegar a los barcos, pues de ese modo podía contar con la protección del bosque si la necesitaba.
Los vikingos habían conseguido gran botín y habían saqueado la costa, y cuando llegaron a los barcos algunos mataron las reses mientras otros llevaban el ganado a los barcos y otros formaban una muralla de escudos, porque los frisones se habían aproximado en gran número y tiraban contra ellos; los frisones habían formado dos columnas. Y cuando Egil llegó y vio lo que pasaba echó a correr hacia la multitud lo más deprisa que pudo; llevaba por delante la alabarda cogida con ambas manos, y el escudo se lo había echado a la espalda. Atacó con la alabarda e hizo apartarse a los que estaban por delante, y consiguió de este modo espacio por en medio de la
columna; llegó así hasta sus hombres; creían que había muerto.
Van entonces a sus barcos y se marcharon del país, navegaron hasta Dinamarca; y cuando llegan a Limafjord y anclaron en Háls, Arinbjórn celebró una asamblea con sus hombres, y contó sus intenciones:
«Ahora -dice- iré a buscar a los hijos de Eirík con la gente que me quiera seguir. Me he enterado de que los hermanos están ahora en Dinamarca y tienen una gran hueste y durante los veranos se dedican al saqueo y en invierno se quedan aquí, en Dinamarca. Daré permiso para ir a Noruega a todos los que prefieran eso en lugar de acompañarme; me parece conveniente, Egil, que tú vuelvas a Noruega y te dirijas lo más pronto posible a Islandia, en cuanto nos despidamos.»
Entonces se separaron los barcos; fueron con Egil los que querían volver a Noruega, pero la mayoría de la gente siguió a Arinbjórn. Arinbjbrn y Egil se despidieron con alegría y amistad. Arinbjórn fue a ver a los hijos de Eirík y a incorporarse al ejército de Harald Gráfeld, su hijo adoptivo, y estuvo con él mientras ambos vivieron.
Egil puso rumbo al norte, hacia Vík, y entró por el Fiordo de Oslo; allí estaba su carguero, el que había mandado llevar al Sur la primavera pasada; allí estaba también su cargamento y la tripulación que iba en el barco. Thorstein Thóruson fue a ver a Egil y le invitó a quedarse con él ese invierno, junto con los hombres que quisiera tener junto a sí; Egil aceptó; mandó varar el barco y llevar la carga al almacén. La gente que le acompañaba buscó alojamiento, y los que procedían del norte del país se fueron allí. Egil va a casa de Thorstein, y estuvo allí con diez o
doce hombres; Egil permaneció allí ese invierno bien atendido.

Misión Peligrosa
El rey Harald el de Hermosos Cabellos había llevado sus conquistas hasta Vármland, al este. Vármland la había conquistado primero Olaf Trételgja, padre de Hálfdan Hvítbein, que fue el primer rey de su dinastía en Noruega; el rey Harald procedía de ese linaje, y todo el linaje había gobernado Vármland y había recibido tributos allí, y había nombrado administradores. Y cuando el rey Harald envejeció, gobernaba Vármland un conde llamado Arnvid; y resultaba, como en otros muchos sitios, que los tributos se cobraban más difícilmente que cuando el rey Harald
estaba en sus mejores años; otra razón era que los hijos de Harald se estaban enfrentando por conseguir el poder en Noruega, y se ocupaban poco de las tierras tributarias alejadas. Y cuando Hákon consiguió la paz intentó recuperar toda la autoridad que había ejercido su padre. El rey Hákon había mandado doce hombres a Vármland; cobraron al conde el tributo; pero cuando volvían por el bosque llamado Eidaskógi, les atacaron unos salteadores y los mataron a todos. Lo mismo les sucedió a otros enviados que mandó a Vármland el rey Hákon: los mataron, y el dinero no llegó nunca. Había gente que pensaba que el conde Jarnvid debía hacer enviado a sus hombres para que mataran a la gente del rey y devolvieran al conde el dinero.
Entonces, el rey Hákon envía hombres por tercera vez; por aquel entonces estaba en Trondheím; habían de ir a Vík en busca de Thorstein Thóruson, para decirle que fuera a Vármland a reclamar los impuestos del rey, pues el rey se había enterado de que Arinbjórn, tío de aquél, se había ido a Dinamarca y estaba con los hijos de Eirík y, además, de que tenían mucha tropa y se dedicaban al pillaje durante los veranos. El rey pensaba que no eran gente de fiar, pues no podía esperar nada bueno de los hijos de Eirík si conseguían fuerzas suficientes para levantarse contra el rey Hákon. Fue entonces contra todos los parientes de Arinbjorn, contra sus
amigos y parientes por matrimonio; expulsó a muchos del país o les impuso condiciones muy duras. Y es por ello por lo que tomó esta decisión respecto a Thorstein. El hombre que trajo el mensaje había viajado por todos los países, había estado mucho tiempo en Dinamarca y en Suecia; conocía perfectamente los caminos y las gentes; había viajado también mucho por Noruega.
Y cuando le dijo estas cosas a Thorstein Thóruson, Thorstein le dice a Egil el mensaje que aquellos hombres llevaban, y preguntó qué debía responder.
Egil dice: «Por este mensaje me parece muy claro que el rey quiere echarte del país igual que a los otros parientes de Arinbjórn, pues no considero propio de un hombre de tu alcurnia una misión como ésta; te aconsejo que hagas llamar a los mensajeros del rey para hablar con ellos, y yo quiero estar presente; veremos lo que sucede.» Thorstein hizo como le decía, y los mandó llamar; los enviados le dijeron con toda veracidad su mensaje y las palabras del rey, que Thorstein debería cumplir la misión o sería desterrado. Entonces dice Egil: «Según entiendo yo
vuestro mensaje, si Thorstein no quiere hacer el viaje, vosotros habréis de ir a recaudar el tributo.» Los enviados dijeron que tenía razón. «Thorstein no debe hacer este viaje, pues no es conveniente que un hombre de tanta alcurnia se dedique a misiones tan insignificantes; pero Thorstein hará su deber, que es seguir al rey en el país y el extranjero si el rey lo quiere; si queréis gente que os acompañe en este viaje la tendréis, y todas las facilidades para hacer el viaje, si queréis que Thorstein os las proporcione.» Los enviados hablaron entre ellos y
decidieron que aceptarían que Egil hiciera el viaje con ellos. «El rey -dijeron- está muy enojado con él, y considerará que nuestro viaje ha tenido muy buen final si conseguimos que le maten; luego podrá expulsar a Thorstein del país, si quiere.»
Le dicen a Thorstein que les parece bien que Thorstein se quede en casa, siempre que Egil les acompañe.
«Así será -dice Egil-; yo ocuparé el lugar de Thorstein en este viaje. ¿Cuántos hombres crees que os pueden hacer falta?»
«Somos ocho en total -dijeron-; querríamos que hubiera otros cuatro hombres de aquí, así seremos doce.»
Egil dice que así sería. Onund Sjóni y algunos compañeros de Egil habían ido a la costa para ocuparse de los barcos y de la carga que habían almacenado el otoño pasado, y aún no habían regresado; a Egil le pareció una lástima, porque los hombres del rey tenían mucha prisa por partir y no quisieron esperar.

Egil En Casa De Ármód
Egil se preparó para el viaje junto con otros tres compañeros suyos; llevaban caballos y trineos, al igual que los hombres del rey; había grandes nevadas y los caminos eran muy difíciles. Se ponen en camino en cuanto estuvieron listos, y se adentraron por el interior; fueron en dirección al este hasta Eidir, y una noche cayó tan gran nevada que los caminos se hicieron impracticables. Lo mismo sucedió al día siguiente, pues se hundían en la nieve en cuanto salían de los caminos. Y al
avanzar el día se detuvieron y dieron de comer a los caballos; estaban cerca del linde de un bosque. Le dijeron entonces a Egil:
«Ahora nos separaremos; siguiendo el linde del bosque vive un campesino llamado Arnald, que es amigo nuestro; nosotros y nuestros compañeros iremos a alojarnos allí; vosotros iréis siguiendo el bosque y enseguida encontraréis una gran hacienda, y allí podréis alojaros; vive allí un hombre riquísimo que se llama Ármód Skegg.
Y mañana temprano nos encontraremos y por la noche llegaremos a Eidaskógi; allí vive un buen campesino que se llama Thorfinn.»
Se separan entonces; Egil y los suyos siguen el bosque. En cuanto a los hombres del rey, hay que decir que cuando perdieron de vista a Egil y los suyos, tomaron los esquíes que habían llevado y se los pusieron; volvieron entonces por el camino de regreso, y viajaron día y noche hasta llegar a Uppland, y desde allí siguieron hacia el norte, por Dofrafjall, y no se detuvieron hasta llegar ante el rey Hákon, y le contaron lo que había sucedido en su viaje.
Egil y sus compañeros viajaron esa noche por el bosque. Enseguida se salieron del camino; la ventisca era grande; los caballos se hundían en la nieve y había que tirar de ellos. Había pedregales y monte bajo, y era muy difícil marchar, a causa del monte bajo y los pedregales; los caballos los retrasaban mucho, y para un hombre era muy difícil andar. Se cansaron mucho, pero salieron del bosque y vieron una gran casería, y se dirigieron hacia ella; y cuando llegaron a la explanada vieron unos hombres fuera; eran Ármód y sus compañeros. Empezaron a hablar, y
pidieron noticias, y cuando Ármód supo que eran enviados del rey les ofreció alojamiento; aceptaron; los peones de Ármód se ocuparon de sus caballos y equipos, y el campesino invitó a Egil a la sala, y así lo hizo. Ármód hizo que Egil se sentara en el escaño de más arriba, delante del principal, y sus compañeros más abajo; hablaron de muchas cosas, de lo difícil que había sido su viaje aquella noche, y a los de la casa les pareció asombroso que hubieran podido llegar, y dijeron que el camino no era accesible ni siquiera cuando no había nieve.
Entonces dijo Ármód: «¿Os parece bien que os preparen las mesas y que tomemos una cena, y luego os iréis a la cama? Así podréis descansar mejor.»
«Nos parece muy bien», dice Egil.
Ármód mandó preparar las mesas, y luego trajeron grandes jarras de leche agria.
Ármód dijo que lamentaba no tener cerveza que ofrecerles. Egil y los suyos estaban muy sedientos por el cansancio; tomaron las jarras y bebieron ávidamente la leche agria, y Egil más que nadie; no hubo otros alimentos. Había muchos servidores. La dueña de la casa estaba sentada en las gradas de un extremo, y junto a ella había una mujer, y en el suelo estaba la hija del campesino; tenía unos diez u once años. La dueña la llamó y le habló al oído; la muchachita fue a la mesa donde estaba sentado Egil, y dijo:
Me envió rni madre
a que te buscara;
a decirle a Egil
que tuvierais cuenta,
la dueña te dice:
«cuidad vuestro estómago,
pues podríais tener
de comer mejor cosa».
Ármód le dio una bofetada a la niña, y le mandó que se callara: «Cuando hablas es siempre para algo malo.»
La muchacha se va, y Egil tiró al suelo la jarra de leche agria, que ya estaba casi vacía; les retiraron las jarras. La gente de la casa fue a sus asientos y se prepararon las mesas, y trajeron comida a la sala; llegaron entonces platos exquisitos, y los pusieron ante Egil y los otros hombres. Luego trajeron cerveza de la más fuerte; cada uno vaciaba su propio cuerno de toro; se prestó especial atención a Egil y sus compañeros; bebían ávidamente. Egil bebió sin parar, un largo rato; y cuando sus compañeros se marearon siguió bebiendo la parte de los que ya no podían.
Y así hasta que retiraron las mesas; todos los que allí estaban se emborracharon mucho. Y, cada vez que bebía, Ármód decía: «Bebo a tu salud, Egil» y sus hombres bebían a la salud de los compañeros de Egil con las mismas palabras.
Había un hombre dedicado a dar de beber a Egil, y le animaba constantemente a que bebiera deprisa. Egil les dijo a sus compañeros que no bebieran más, y él bebió su parte, pues no había otro modo de salir de la situación. Egil se dio cuenta de que no podía continuar; se levantó entonces y cruzó el pasillo, hasta donde estaba Ármód; le puso las manos sobre los hombros y le empujó hacia atrás, contra la pared. Egil descargó entonces un gran vómito, que cayó sobre la cara de Ármód, en los ojos, la nariz y la boca; le cayó por el pecho, y Ármód quedó sin respiración; y cuando recuperó el aliento, vomitó también. Y todos los hombres de Ármód que estaban allí dijeron que Egil era un miserable, y que era un malvado por lo que había hecho, que debería haber salido afuera sí quería vomitar, en vez de dar el espectáculo en la sala. Egil dice: «No hay que reprochármelo a mí, pues hago lo mismo que el campesino, que está vomitando igual que yo, con todas sus fuerzas.»
Egil fue entonces a su sitio y se sentó, y pidió de beber. Entonces dijo Egil en voz muy alta:
Dispuesto estoy a expresar
mis desgracias, hay testigos
de que caminar aún puedo,
por tu asilo, con mi esputo;
pagan otros el convite
de mucha mejor manera;
a Ármód, de cerveza
vómito cayó en las barbas.
Ármód se alzó y salió, y Egil pidió de beber; la dueña le dijo al hombre que había estado escanciando esa noche, que le diera de beber, y que no parara mientras quisiera seguir bebiendo; él tomó un gran cuerno de toro, lo llenó y se lo llevó a Egil; Egil vació el cuerno de un solo trago. Entonces dijo:
Bebamos, bien que el marino
siga siempre trayendo
cuerno tras cuerno a la mesa,
siempre lleno, ante el poeta;
nada dejo, aunque el que espada
ciñe siga aún llevando
el licor de la malta
hasta que el sol salga.
Egil estuvo bebiendo un rato, y vació todos los cuernos que le llevaron, pero había poca alegría en la sala, aunque algunos hombres seguían bebiendo.
Egil se levanta entonces, y también sus compañeros, y toman sus armas de las paredes donde las habían colgado; se van entonces al establo donde estaban sus caballos; se acostaron sobre la paja y durmieron toda la noche.

Egil Cura A La Hija De Thorfinn
Egil se levantó por la mañana cuando amanecía; él y sus compañeros se prepararon y, en cuanto estuvieron listos, volvieron a la casa en busca de Ármód. Y cuando llegaron a la estancia donde dormían Ármód, su mujer y su hija, Egil abrió la puerta de golpe y fue a la cama de Ármód. Sacó la espada, y con la otra mano agarró la barba de Ármód y tiró de él hacia el borde de la cama, pero la mujer y la hija de Ármód se levantaron a toda prisa y le pidieron a Egil que no matara a
Ármód. Egil dice que así lo haría, por ellas: «Pues así conviene que sea; pero él se ha hecho merecedor de que le mate.» Entonces dijo Egil:
Se aprovecha el rufián
del ruego de la esposa,
al que al combate acude
no temo, y también de su hija;
no pensaréis que debe
pagar por el convite
de mejor modo el vate,
partiré en largo viaje.
Entonces, Egil le cortó la barba desde el mentón; luego le arrancó el ojo con el dedo, de forma que lo dejó colgando sobre la mejilla; luego, Egil y sus compañeros se marcharon.
Siguen su camino, y a la hora de la comida llegan a la estancia de Thorfinn; vivía en Eidaskógi; Egil y sus compañeros pidieron comida y albergue para sus caballos; el campesino Thorfinn dijo que con gusto se lo ofrecía; Egil y los suyos entran en la sala.
Egil preguntó si Thorfinn había sabido algo de sus compañeros: «Nos habíamos citado aquí.» Thorfinn dice así: «Algo antes del amanecer pasaron seis hombres fuertemente armados.» Entonces dijo uno de los peones de Thorfinn: «Fui por la noche a buscar leña y me encontré con seis hombres en el camino, y eran peones de Ármód, y eso fue mucho antes del amanecer; ahora no sé si serán los mismos seis hombres que tú decías».
Thorfinn dice que los hombres que él había visto habían pasado después de que el peón volviera a casa con la carga de leña.
Cuando Egil y los suyos se sentaron a comer, Egil vio que había una mujer enferma acostada en la tarima lateral; Egil le preguntó a Thorfinn quién era aquella mujer tan doliente. Thorfiml dice que se llamaba Helga y era su hija. «Lleva mucho tiempo enferma», y era una enfermedad grave; no podía dormir por la noche y tenía como delirios.
«¿Se ha hecho algo -dice Egil- para curarla?»
Thorfinn dice: «Se han grabado runas, y fue el hijo de un campesino vecino quien lo hizo, pero ahora está mucho peor que antes. ¿Sabes acaso, Egil, algo que pueda curarla?»
Egil dice: «Puede ser que no le haga ningún daño si lo intento.»
Y cuando hubo comido hasta hartarse, Egil fue adonde yacía la mujer y habló con ella; mandó que la levantaran de la cama y pusieran sábanas limpias, y así lo hicieron. Luego registró la cama donde descansaba y encontró un hueso de ballena sobre el cual estaban las runas. Egil las leyó, y luego raspó las runas y lo arrojó al fuego; quemó todo el hueso y mandó airear las sábanas que había usado. Entonces dijo Egil:
No ha de esculpir runas, sino
aquel que sepa leerlas,
son muchos los que yerran
al usar los misterios;
he visto en una rama
diez runas de magia,
causaron a la dueña
largo dolor y duro.
Egil grabó runas y las puso bajo la almohada del lecho en que ella descansaba; a ella le pareció como si despertara de un sueño, y dijo que estaba curada, aunque un poco débil por la falta de alimento, y su padre y su madre se alegraron muchísimo; Thorfinn le ofreció a Egil todo lo que creyera necesitar.

Egil En Casa De Álf
Egil dice a sus compañeros que quiere seguir el viaje sin esperar más. Thorfinn tenía un hijo que se llamaba Helgi; era hombre aguerrido, y él y su padre acompañaron a Egil para cruzar el bosque. Dijeron que sabían a ciencia cierta que Ármód Skegg había mandado al bosque seis hombres a perseguirles, y que muy probablemente habría más apostados en el bosque por si los primeros fallaban; se ofrecieron a acompañarles cuatro hombres, incluyendo a Thorfinn. Entonces dijo Egil un poema:
Sabe: si voy con cuatro
nada podrán seis luchando
con roja arma que daña
el escudo, contra mí,
y si voy con los ocho
no habrá doce que asusten,
en el choque de espadas,
al de cejas oscuras.
Thorfinn y los suyos decidieron ir al bosque con Egil, y eran ocho en total; y cuando llegaron a la emboscada vieron unos hombres; y cuando los criados de Ármód que estaban apostados vieron que venían ocho hombres, pensaron que nada podrían hacer; se adentraron entonces por el bosque; y cuando Egil y sus compañeros llegan donde habían estado los emboscados vieron que no tendrían paz. Dijo entonces Egil que Thorfinn y los suyos deberían regresar, pero ellos
quisieron continuar; Egil no quería, y les pidió que volvieran a casa; así lo hicieron, y volvieron, mientras Egil y sus tres hombres siguieron la marcha.
Y al transcurrir el día, Egil y los suyos se percataron de que había seis hombres en el bosque, y pensó que serían los criados de Ármód. Los apostados saltaron contra ellos, que se defendieron, y en la lucha Egil mató a dos hombres, y los que quedaron escaparon al bosque.
Luego, Egil y los suyos siguieron su camino y no hubo más nuevas hasta que salieron del bosque y fueron a alojarse, al lado del bosque, en casa de un campesino llamado Álf, al que decían Álf el Rico. Era viejo y rico, y se comportaba extrañamente, pues sólo tenía un criado. Egil y los suyos fueron bien agasajados, y Álf estuvo muy hablador; Egil preguntó muchas nuevas, y Álf
respondió a lo que preguntaba; hablaron principalmente del conde y de los enviados del rey de Noruega, que habían ido allí antes a cobrar los tributos; por sus palabras, estaba claro que Álf no era amigo del conde.

Egil Y El Conde
Egil se preparó para viajar con sus compañeros por la mañana temprano; al despedirse, Egil le dio a Álf una gran piel; Álf aceptó agradecido el regalo: «Podré hacerme un manto de piel con ella», y le pidió a Egil que volviera por su casa cuando regresara. Se despidieron como amigos, y Egil siguió su camino y al atardecer llegó a la corte del conde Arnvid y fue muy bien recibido; le situaron, con sus compañeros, al lado del asiento de honor.
Y cuando Egil y los suyos hubieron pasado allí la noche, le dicen su mensaje al conde, y los recados del rey de Noruega, y dicen que quiere todo el tributo de Vármland que le correspondía desde que Arnvid había sido designado. El conde dice que había pagado ya todo el tributo, que lo había entregado a los enviados del rey:
«Pero no sé lo que haya pasado luego, si llegaron ante el rey o escaparon del país con ello; pero como traéis testimonios ciertos de que os envía el rey pagaré todo el tributo a que tiene derecho, pero no me responsabilizo una vez que os lo hayáis llevado.»
Egil se queda allí un tiempo, y antes de que se marchara, el conde le da a Egil el tributo, parte en plata, parte en pieles. Y cuando Egil y los suyos estuvieron dispuestos, se volvieron a poner en camino, y Egil le dijo al conde al despedirse:
«Ahora llevaremos este tributo que nos has dado al rey, pero has de saber, conde, que este dinero es mucho menos de lo que el rey espera, sin contar con que el rey cree que debéis pagar compensación por sus enviados, ya que se dice que vosotros los habéis mandado matar.»
El conde dice que no era cierto; se despidieron entonces. Y cuando Egil se marchó, el conde llamó a dos hermanos, ambos de nombre Úlf, y dijo así:
«Ese grandullón de Egil que ha estado aquí un tiempo puede resultarnos muy perjudicial si llega hasta el rey; podemos imaginar cómo presentará las cosas ante el rey por cómo nos echó en cara la muerte de los hombres del rey. Iréis tras ellos y los mataréis a todos y no permitiréis que nos acuse ante el rey; me parece que lo más conveniente será que le preparéis una emboscada en Eidaskógi; llevad con vosotros tantos hombres como sea preciso para que no escape ninguno y para que no os causen bajas a vosotros.»
Los hermanos se ponen en camino con treinta hombres; fueron al bosque, donde conocían cada sendero; acecharon el camino de Egil. En el bosque había dos caminos; uno seguía una cresta rocosa, donde había un barranco muy pendiente y un sendero estrecho -era el camino más corto-, y el otro iba bordeando las crestas, y había grandes ciénagas y árboles caídos, y el sendero era estrecho, y se apostaron quince en cada sitio.

Emboscada
Egil viajó hasta llegar a casa de Álf, y allí se quedó esa noche disfrutando de su hospitalidad; a la mañana siguiente se levantó antes del amanecer, y se preparó para la marcha; y cuando estaban desayunando llegó el campesino Álf, y dijo:
«Temprano te preparas, Egil; te aconsejaría que no apresures tu viaje, es mejor que vayas con cuidado porque creo que habrá hombres apostados en el bosque. No tengo hombres que os puedan acompañar para que seáis más, pero te invito a quedarte en mi casa hasta que yo pueda decirte que es posible cruzar el bosque.»
Egil dice: «Eso es una tontería; seguiré mi camino tal como era mi intención.» Egil y los suyos se preparan para el viaje, pero Álf intentó disuadirles, y les pidió que regresaran si comprobaban que había huellas de pisadas en el camino, diciendo que nada había ido al oeste cruzando el bosque desde que Egil había pasado hacia el este, «amenos que hayan ido por allí los que os persiguen».
«Si es como piensas, ¿cuántos creen que puedan ser? No estaremos indefensos aunque seamos menos que ellos.»
Dice: «Fui hasta el bosque con mis hombres y encontramos huellas de personas juntas en un sendero, y debían ser muchos; pero si no crees lo que te digo ve allí y mira las huellas, y regresa si te parece que es tal como yo digo.»
Egil siguió su camino; y cuando llegaron al camino del bosque vieron huellas de hombres y caballos; entonces, los compañeros de Egil dijeron que deberían volver atrás.
«Hemos de seguir -dijo Egil-, no me parece tan extraño que haya pasado gente por Eidaskógi, pues es una ruta habitual.»
Siguieron entonces, y el rastro continuaba, y había muchas huellas, y cuando llegaron al lugar donde los caminos se separaban, se separaban también las huellas, en igual número hacia cada dirección. Entonces dijo Egil:
«Ahora creo que pueda ser verdad lo que nos dijo Álf; hemos de prepararnos, pues es posible que haya lucha.»
Egil y los suyos se quitaron los mantos y las ropas de abrigo; los pusieron en el trineo; Egil llevaba en su trineo una cuerda muy grande, pues era costumbre entre la gente que hacía largos viajes el llevar cuerdas por si había que fijar los arneses.
Egil cogió una gran piedra plana y se la colocó sobre el pecho y el vientre; luego enrolló en ella la cuerda, dándole vueltas, hasta los hombros. Luego siguió su camino.
Eidaskógi es un bosque muy grande, con zonas habitadas a ambos lados; por en medio del bosque hay arbustos y sotobosque, y en algunos lugares no hay árboles.
Egil y los suyos tomaron el camino más corto, que pasaba por la cresta; llevaban todos ellos escudo y yelmo y armas de cortar y armas arrojadizas. Egil iba delante.
Y cuando llegaron a la cresta, tenían el bosque por debajo, y por encima el acaritilado sin árboles; cuando llegaron a lo alto del acantilado salieron siete hombres corriendo del bosque hacia lo alto del acantilado, arrojándoles dardos.
Egil y los suyos se volvieron y se plantaron en medio del camino; llegaron entonces otros hombres a lo alto del roquedal y empezaron a arrojarles piedras desde arriba, lo que era mucho más peligroso.
Entonces dijo Egil: «Retroceded hasta debajo del acantilado y protegeos allí como podáis, yo intentaré subir la loma.»
Así lo hicieron; y cuando Egil subió al acantilado se encontró con ocho hombres, y todos ellos le atacaron; y poco hay que decir de y la lucha, que concluyó matando Egil a todos ellos. Luego subió a la loma y lanzó piedras sin que nadie se le opusiera; quedaron allí tres vermlandianos, y otros cuatro escaparon al bosque, heridos y maltrechos.
Luego, Egil y sus compañeros cogieron sus caballos y siguieron su camino hasta llegar al otro lado de la cresta, pero los vermlandianos que habían escapado avisaron a sus compañeros, que estaban en la ciénaga, y tomaron el camino inferior para atajar a Egil y los suyos en el camino.
Entonces dijo Ulf a sus compañeros: «Hemos de tener cuidado para que no puedan escapar; así es el camino -dice-: la cresta continúa, y la ciénaga sube hacia el acantilado de rocas; el camino va por en medio, y es apenas más ancho que una senda. Unos irán por el acantilado y les atacarán cuando vayan a pasar, y otros se ocultarán aquí en el bosque y correrán hacia sus espaldas cuando pasen; vigilemos que ninguno escape.»
Hicieron entonces como dijo Úlf: Úlf fue a la loma con diez hombres. Egil y los suyos siguen su camino sin saber nada de esto, hasta que llegaron al sendero; aparecieron corriendo entonces a su espalda, blandiendo las armas; Egil y sus hombres se volvieron para defenderse. Ahora les atacan los otros hombres desde el acantilado, y cuando Egil lo vio se vuelve contra ellos; hubo breve lucha entre ellos, y a algunos los mató Egil en el camino, y otros retrocedieron a terreno más llano. Egil les persiguió; allí murió Úlf, y al final Egil había matado once hombres; fue entonces al lugar donde estaban sus compañeros defendiendo el camino ante ocho hombres; había heridos en ambos lados. Y cuando Egil llegó, los vermlandianos huyeron, pues el bosque estaba muy cerca; escaparon cinco, todos con muchas heridas, y tres murieron allí.
Egil tenía muchas heridas, pero ninguna grave; siguieron su camino; atendió las heridas de sus compañeros, ninguna de las cuales era mortal; subieron a los trineos y continuaron viajando el resto del día.
Los vermlandianos que habían escapado tomaron sus caballos y galoparon hacia el este, saliendo del bosque, hasta la zona habitada; les vendaron las heridas; buscan medios de transporte para llegar a casa del conde, y le cuentan sus desventuras.
Dicen que han muerto los dos Úlf y que habían muerto veinticinco hombres: «Y sólo cinco escapamos con vida, aunque todos heridos y maltrechos.»
El conde preguntó qué nuevas había de Egil y sus compañeros. Respondieron: «No sabemos cómo fueron sus heridas, pero nos atacaron con enorme vehemencia; aunque nosotros éramos ocho, y ellos cuatro, tuvimos que escapar; cinco llegamos al bosque y tres cayeron; pero sólo pudimos ver que Egil y los suyos estaban perfectamente frescos.»
El conde dijo que el resultado del viaje había sido pésimo: «No me hubiera importado que hubiéramos tenido muchas bajas si hubierais matado a los noruegos, pero ahora saldrán del bosque y llegarán al oeste y le dirán estas cosas al rey de Noruega, y podemos esperar lo peor.»

Regreso A Islandia
Egil siguió viajando hasta salir del bosque por el lado oeste; fueron esa noche a casa de Thorfinn y fueron muy bien recibidos; vendaron las heridas de Egil y los suyos. Estuvieron allí varios días -Helga, la hija del campesino, estaba ya en pie y curada de sus males; le dio las gracias-; se fortalecieron y descansaron. El hombre que había grabado las runas para Helga vivía cerca; resultó que había pedido su mano, pero Thorfinn no quería casarla; el hijo del campesino intentó seducirla, pero ella no accedió; entonces decidió grabar runas de amor, pero no sabía, y las
que grabó fueron las que causaron la enfermedad.
Cuando Egil estuvo preparado para marcharse, Thorfinn y su hijo le acompañaron al camino; eran en total diez o doce; viajaron todo el día con ellos para protegerlos de Armód y sus hombres. Y cuando se supieron las nuevas de que Egil había luchado en el bosque contra una fuerza superior y había vencido, Ármód pensó que era imposible vencer a Egil; Ármód se quedó, por tanto, en casa con todos sus hombres. Egil y Thorfinn intercambiaron regalos al despedirse, y se prometieron amistad; luego, Egil y los suyos siguieron su camino, y no se cuentan otras nuevas
de su viaje hasta que llegaron a casa de Thorstein.
Allí les curaron las heridas; Egil se quedó allí hasta la primavera, y Thorstein envió mensajeros al rey Hákon para llevarle el tributo que Egil había recogido en Vármland. Y cuando llegaron ante el rey le dieron las nuevas del viaje de Egil, y le entregaron el tributo; el rey pensó que había de ser cierto lo que había sospechado, que el conde Arnvid había mandado matar a los dos grupos de mensajeros que había enviado al este; el rey dijo que Thorstein quedaría confirmado en sus tierras, y reconciliado con él. Vuelven los mensajeros a casa, y cuando llegan a casa de Thorstein le dicen que el rey estaba satisfecho del viaje, y que Thorstein quedaba reconciliado con el rey, y que sería su amigo.
El rey Hákon se fue a Vík ese verano, y desde allí viajó a Vármland con una gran hueste; el conde Arnvid huyó, y el rey impuso multas a los propietarios que consideraba que le habían ofendido, de acuerdo con lo que contaron los que habían ido a buscar el tributo; nombró otro conde y tomó rehenes suyos y de los propietarios. El rey Hákon siguió su viaje por toda Gotlandia occidental, y se adueñó de ella, tal como se cuenta en su saga y en los poemas que se compusieron en su honor. Se dice también que fue a Dinamarca y saqueó por todas partes; les arrebató doce barcos a los daneses con sólo dos barcos, y dio título de rey a Tryggvi Olafsson, sobrino suyo, y el dominio de Vík.
Egil preparó ese verano su carguero, y buscó tripulación, y la nave larga que se había traído de Dinamarca el otoño anterior se la dio a Thorstein al despedirse; Thorstein le dio a Egil buenos regalos, y se prometieron gran amistad. Egil envió mensajeros a su cuñado Thórd, en Aurland, y le rogó que se ocupara de las tierras que Egil tenía en Sogn y Hórdaland, y le pidió que las vendiera si encontraba comprador.
Y cuando Egil estuvo dispuesto para viajar y hubo viento favorable, zarparon por Vík y siguieron hacia el norte costeando Noruega, y se adentraron luego en alta mar; tuvieron suficiente viento favorable. Arribaron al Fiordo de Borg, y Egil entró por el fiordo con el barco hasta cerca de la granja, y mandó desembarcar la carga y poner el barco sobre troncos. Egil se fue a su casa; le recibieron con alegría; Egil se quedó allí ese invierno.

Revuelta De Esclavos
Mientras sucedían estas cosas, cuando Egil llegó de viaje, la región estaba ya toda habitada; habían muerto todos los pioneros, pero vivían sus hijos o sus nietos, y habían ocupado toda la región. Ketil Gufa llegó a Islandia cuando la tierra estaba ya muy habitada; pasó el primer invierno en Gufuskálir, en Rosmhvalaness.
Ketil había llegado por mar desde el oeste, desde Irlanda; llevaba consigo muchos esclavos irlandeses. Por aquel entonces estaban habitadas todas las tierras de Rosmhvalaness; Ketil se marchó a Ness y pasó otro invierno en Gufuness, pero no consiguió lugar donde asentarse. Luego fue al Fiordo de Borg y estuvo allí el tercer invierno, en el lugar que luego se llamó Gufuskálir, y Gufuá, el río que allí descendía y por donde había entrado su barco aquel invierno.
Thórd Lambason vivía entonces en Lambastadir, estaba casado y tenía un hijo llamado Lambi; era ya adulto, grande y fuerte para su edad.
Más tarde, ese mismo verano, cuando la gente iba al thing, Lambi cabalgó hasta el thing; y Ketil Gufa había ido por el oeste, a Breidafjord, en busca de un lugar donde vivir; se escaparon entonces unos esclavos suyos. Llegaron por la noche a casa de Thórd, en Lambastadir, y prendieron fuego a las casas y quemaron ahí dentro a Thórd y toda su familia, y rompieron los almacenes y se llevaron las riquezas y las mercancías, luego cogieron algunos caballos y los cargaron y se fueron a Álptaness.
Esa mañana, al alzarse el sol, llegó Lambi a casa, y había visto el fuego por la noche; se juntaron varios hombres. Salió entonces a buscar a los esclavos; con él van otros hombres de las haciendas; y cuando los esclavos vieron a sus perseguidores intentaron escapar abandonando lo más pesado de su botín. Algunos corrieron a Myrar, otros hacia el mar, y llegaron a un fiordo; entonces, Lambi y los suyos les atacaron y mataron a uno llamado Kóri -por eso el lugar se llama desde entonces Kóraness pero Skorri y Thormód y Svart se echaron al agua y se alejaron nadando de la orilla. Lambi y su gente buscaron barcas y remaron en su búsqueda, y encontraron a Skorri Y los otros en Skorraev, y los mataron; siguieron reinando hasta Thormódssker y allí mataron a Thormód; por él tiene su nombre el arrecife. Alcanzaron a los otros esclavos en los lugares que luego pasaron a llamarse según sus nombres.
Lambi vivió después en Lambastadir y fue un notable propietario; era muy fuerte, pero no pendenciero. Ketil Gufa se fue al oeste, al Breidafjord, y se estableció en el Thorskafjord; por él se dieron los nombres de Gufudal y Gufuford; se casó con Yr, hija de Geirmund Heljaskin; su hijo era Váli.
Había un hombre llamado Grím Svertingsson; vivía en Mosfell, más abajo del páramo; era rico y linajudo. Rannveig era hermanastra suya por parte de madre, y estaba casada con el godi Thórodd de Olfuss; su hijo era el Narrador de Leyes, Skapti. Más tarde, también Grím fue Narrador de Leyes. Pidió la mano de Thórdís Thórólfsdóttir, sobrina de Egil e hija adoptiva suya. Egil amaba a Thórdís no menos que a sus propios hijos; era una mujer bellísima; y como Egil
sabía que Grím era hombre rico y que el trato era conveniente, aceptó la petición.
Thórdís se casó con Grím; Egil le dio la herencia de su padre; se marchó a casa de Grím y vivieron largo tiempo en Mosfell.

Egil, Poeta
Había un hombre llamado Olaf, hijo de Hóskuld Dala-Kollsson, y de Molkorka, hija de Myrkjartan, rey de Irlanda. Olaf vivía en Hjardarholt, en el Laxárdal, al oeste, donde los valles del Breidafjord; Olaf era muy rico; era el hombre más apuesto que había entonces en Islandia; era hombre muy distinguido. Olaf pidió la mano de Thorgerd, hija de Egil; Thorgerd era una mujer hermosa, la más alta de las mujeres, inteligente y bastante orgullosa, aunque normalmente apacible. Egil sabía todo sobre Olaf, y sabía que era un buen partido, y por ello casó a Thorgerd con Olaf, ella se fue a vivir con él a su casa de Hjardarholt. Sus hijos fueron Kjartan, Thorberg, Bergthóra, que se casó con el godi Thorhall Oddason; Thorbórg estuvo casada primero con Ásgeir Knattarson, y luego con Vermund Thorgrímsson; Thurídi se casó con Gudmund Sólmundarson; sus hijos fueron Hall y Víga-Bardi. Ozur Eyvindarson, hermano de Thórodd de Olfuss, se casó con Bera, hija de Egil.
Bódvar, el hijo de Egil, estaba ya crecido; era un hombre muy prometedor, apuesto, grande y fuerte como habían sido Egil o Thórólf a su edad; Egil le quería mucho; también Bódvar le quería mucho a él.
Un verano, llegó un barco al Hvitá, y hubo gran mercado, y Egil compró mucha madera y la mandó llevar a un barco; sus criados fueron con una barca de ocho remos que Egil tenía. En una ocasión, Bódvar pidió que le llevaran consigo, y aceptaron; fue entonces a Vellir con los criados; en total eran seis, en un barco de ocho remos.
Cuando iban a zarpar, la marea alta se producía a última hora del día, y tuvieron que esperarla, de modo que salieron ya tarde, al anochecer. Sopló entonces un violento vendaval del sureste, y se vieron metidos en la resaca de la bajamar; la mar estaba muy encrespada en el fiordo, como suele suceder; finalmente, el barco se hundió, y murieron todos.
Más tarde, al día siguiente, aparecieron los cuerpos; el cuerpo de Bódvar llegó hasta Einarsnees, y otros llegaron al sur del fiordo, que es donde llegó también el barco; lo encontraron en Reykjarhamar.
Ese día, Egil se enteró de estas nuevas, y fue a buscar los cuerpos; encontró el cuerpo de Bódvar; lo levantó del suelo y lo colocó sobre sus rodillas, y se lo llevó luego a Digraness, al túmulo de Skallagrím. Mandó abrir el túmulo y puso en él a Bódvar, al lado de Skallagrím; luego volvieron a cerrar el túmulo, lo que no se terminó de hacer hasta la puesta del sol. Luego, Egil volvió a Borg, y al llegar a casa fue al aposento donde solía dormir; se acostó y cerró la puerta; nadie se
atrevió a hablarle.
Se cuenta que, cuando enterró a Bódvar, iba así vestido: el pantalón ceñido a la pierna; llevaba una túnica de fustán roja, estrecha en la parte superior y con una cenefa en el costado; se dice que se congestionó tanto que se rajó la túnica, y también los pantalones.
Al día siguiente, Egil no abrió el aposento; tampoco tenía comida ni bebida; allí estuvo tumbado ese día y la noche siguiente; nadie osaba hablar con él; y la tercera noche, cuando clareaba, Ásgerd mandó a un hombre que montara a caballo -que cabalgara lo más deprisa que pudiera al oeste, a Hjardarholt-, y mandó darle estas nuevas a Thorgerd; era mediodía cuando llegó allí. Contó estas cosas, y dijo que Ásgerd le mandaba recado de que fuera a Borg lo más pronto posible. Thorgerd mandó ensillar su caballo, y dos hombres la acompañaron; cabalgaron toda la tarde y toda la noche hasta llegar a Borg; Thorgerd entró en la cocina. Asgerd la saludó
y preguntó si había cenado.
Thorgerd dijo en voz alta: «No he cenado nada, ni lo haré hasta que llegue junto a Frevia; no puedo hacer cosa distinta que mi padre; no quiero sobrevivir a mi padre y mi hermano.»
Fue a la alcoba, y llamó: «Padre, abre la puerta, quiero que tengamos los dos un
mismo destino.» Egil descorrió el cerrojo; Thorgerd subió a la tarima donde dormían e hizo cerrar la puerta; se acostó en otra cama que había.
Entonces dijo Egil: «Haces bien, hija, al querer acompañar a tu padre; me demuestras gran amor. ¿Cómo podría vivir yo con este dolor?»
Luego, los dos estuvieron en silencio un rato. Luego dijo Egil: «¿Qué haces, hija, masticas algo?»
«Mastico un alga -dice-, porque pienso que así me sentiré peor que antes; si no, creo que viviría demasiado tiempo.»
«¿Es mala?», dice Egil.
«Muy mala-dice ella-; ¿quieres comer?».
«¿Por qué no?, dice él.
Poco después, ella llamó para que le trajeran de beber; le dieron agua para beber.
Entonces dijo Egil: «Así pasa cuando se come el alga, se tiene muchísima sed.»
«¿Quieres beber, padre?», dice ella.
Él cogió un cuerno de toro y bebió a grandes tragos. Entonces dijo Thorgerd: «Nos han engañado; esto es leche.»
Entonces, Egil dio un mordisco al cuerno, arrancando lo que tenía entre los dientes, y luego arrojó el cuerno. Entonces dijo Thorgerd: «¿Qué haremos ahora? No podemos seguir con nuestro plan. Querría, padre, que prolongáramos nuestras vidas para que puedas componer un poema en recuerdo de Bódvar, y yo los escribiré sobre madera, y luego moriremos los dos si así nos parece. Pienso que pasará mucho tiempo antes de que tu hijo Thorstein pueda componer el poema en recuerdo de Bódvar, y no es conveniente tampoco que no se le hagan honras fúnebres, aunque no creo que nosotros bebamos en el funeral.»
Egil dice que no podría componer nada, aunque lo intentara: «Pero puedo probar», dice. Egil había tenido otro hijo que se llamó Gunnar, y que también había muerto poco tiempo antes. Y este es el poema:
La lengua se resiste
a alzarse en mi boca,
no puedo levantar
la balanza del verso;
no encuentro placer
en el néctar de Odín
no es fácil que surja
de su hogar en mi pecho.
No podré sacar
de la honda morada
de mis pensamientos
-me atormenta el dolor,
me impide movermeel
licor de poesía
que un día trajo Odín
del país de los trols.
Vivía sin tacha
en la larga casa
similar a la nave
de guerra de Nókkver;
silbó la sangre,
el mar, en las rocas
donde habita
el pueblo de enanos.
Mi linaje ya se hunde
en la decadencia,
es un bosque repleto
de árboles caídos;
hondo dolor sufre
quien saca del lecho
al pariente querido
y lo lleva a su tumba.
Mas diré, primero,
la muerte del padre,
cómo murió mi madre,
sacaré de mi boca
torrentes de palabras,
serán hojas del árbol
alto y copudo
de la poesía.
Cuánto daño me hace
la brecha que abrieron
las olas del mar
en los muros paternos,
abierta la raja,
vacía está y oscura;
una onda maligna
me arrebató al hijo.
Duro golpe me asesta
la diosa del mar,
huérfano estoy
de amigos amados;
rompió el mar los lazos
que mi estirpe unían,
las mismas ligaduras
que a mí mismo me unen.
Sabed que si ese agravio
con espada se vengara,
la esposa de Aegir
estaría ya muerta;
si pudiera matar
al señor de los mares,
si atacar pudiera
a la amante de Aegir.
Mas la ley no permite
vengarse con muerte
de quien mató a mi hijo,
así yo lo creo;
sabe cualquiera
que Aegir, el anciano,
no posee ni un hijo,
cosa es conocida.
La mar me Iza causado
pérdida irreparable,
qué triste es contar
la muerte de un hijo;
era escudo de mi estirpe,
echó a andar por la senda
que conduce a la alta
mansión de los muertos.
Sé muy bien que mi hijo
grande hubiera sido
si hubiera crecido
y llegado a ser hombre;
si hubiese llegado
a tener el vigor,
la mano fornida,
de un fuerte guerrero.
Atendía siempre
las palabras del padre,
aunque los otros
otras cosas dijeran;
él era mi apoyo
en todas las cosas,
en él mi fuerza
podía reposar.
Me viene a menudo
al pensamiento
la falta de amigos;
cuando la lucha
aún más se endurece
pienso en esto,
vuelve a mi recuerdo,
mi razón atormenta:
¿en quién confiaré,
acaso algún hombre
llegará a ayudarme
en mi amarga cuita?
Me hará tanta falta
cuando el pérfido ataque,
ha de ir con cuidado
quien de amigos carece.
Es difícil hallar
en el tronco de Odín
a uno tan sólo
en quien pueda confiar;
sirve a lo oscuro
quien vende por oro
el cuerpo de un hermano,
por compensación.
Compensación, dicen
que nunca se logra
por el hijo muerto;
queda engendrar sólo
otro hijo más
que diga la gente
que era igual de bueno
qué el hermano perdido.
No me agrada ya
compañía de gentes,
aunque busquen todos
conservar la paz;
ha llegado mi hijo
de Odín al albergue,
el hijo de mi esposa
fue a ver a los suyos.
Pero me es hostil
el dios que destila
dulce licor de malta
agrio su corazón;
ya no puedo erguir
mi cansada cabeza,
no puedo tener firme
el carro de la razón
desde que mi hijo
fue arrastrado
por la fiebre ardiente
del mundo de los vivos;
bien sé que él siempre
evitó con orgullo
caer en la vergüenza,
que evitó el vituperio.
Recuerdo todavía
que el dios de los gautas
se llevó a mi hijo
al país de los dioses;
rama de mi estirpe
al que yo engendré;
retoño querido
era de mi esposa.
Yo fui amigo fiel
del señor de la lanza,
tan crédulo fui
que en él confié;
pero el dios, que es rey
de los dioses todos,
el que el triunfo otorga,
quebrantó la amistad.
Por eso, no podré
hacer ya sacrificios
gustoso a Odín,
defensor de los dioses;
pero he de ser sincero,
el dios más sabio
me dio compensación
por todas mis cuitas.
Odín, el guerrero
habituado al combate,
me concedió un arte
perfecto y sin tacha,
que obliga al enemigo
a descubrir sus tretas,
tal es la fuerza
de la poesía.
Estoy afligido
pues cerca está ya
Hel, la diosa
de los hombres muertos;
mas con alegría,
y aun con deseo,
y ya sin miedo,
aguardaré la muerte.
Egil fue calmándose según iba componiendo el poema, y cuando terminó el poema lo recitó ante Asgerd y Thorgerd y la familia; se levantó entonces de la cama y se sentó en el escaño de honor; llamó a este poema Pérdida Irreparable de los Hijos.
Más tarde, Egil mandó hacer un funeral por su hijo según las antiguas costumbres. Y cuando Thorgerd volvió a su casa, Egil la despidió con regalos.
Egil vivió muchos años en Borg y se hizo muy viejo, pero no se cuenta que tuviera pendencias con otros hombres en el país; tampoco se mencionan duelos o muertes desde que se estableció aquí en Islandia. Dicen que Egil no salió de Islandia desde que sucedieron las cosas que más arriba se han contado, y en parte se debía a que Egil no podía ir a Noruega a causa de las diferencias que el rey creía tener con él, según antes se dijo. Su hacienda era magnífica, pues no faltaba el dinero; tenía además buenas condiciones.
El rey Hákon Adalsteinsfóstri gobernó largo tiempo en Noruega, pero al final de su vida llegaron a Noruega los hijos de Eirík y pelearon por conseguir el poder en Noruega contra el rey Hákon, y hubo batallas en las que siempre venció Hákon. La última batalla fue en Hordaland, en Stord de Fitjar; allí venció el rey Hákon, pero fue herido de muerte; después, los hijos de Eirík se adueñaron del reino de Noruega. El jefe Arinbjórn estaba con Harald Eiríksson y se convirtió en su consejero, y recibió de él grandísimos honores; era condestable de sus ejércitos, y marqués; Arinbjórn era un grande y victorioso guerrero; se le dio, como recompensa, Firdafylki.
Egil Skallagrímsson supo estas nuevas de que había cambiado el rey en Noruega, y que Arinbjórn había regresado a su hacienda en Noruega y gozaba de magnífica reputación. Entonces compuso Egil un poema en honor de Arinbjórn, y es este:

Cantar De Arinbjorn
Presto estoy a glosar
hazañas de reyes,
no se espere de mí
que cante a miserables;
pondré en verso al noble,
una loa a sus obras,
mas nunca un poema
para los traidores.
Si puedo burlarme
de cualquier mentiroso,
también puedo alabar
a todos mis amigos,
he acudido a tantas
mansiones de nobleza,
fui siempre el poeta
de lealtad sin tacha.
Cavó sobre mí un día
la ira de un rey
descendiente de reyes,
inmenso su poder,-
reuní todo el valor
en mi oscuro cabello,
y fui a ver al rey,
acudía su morada.
Vivía en Inglaterra
rigiendo las tierras,
el guardián de su pueblo
dictaba cual tirano;
gobernaba aquel rey
con ánimo inflexible
en las tierras de York,
en las playas lluviosas.
El brillo de sus ojos,
de las gemas del rostro,
pánico inspiraba,
temible el rey Eirík;
cual rayos cegantes
brillaban las lunas
que ocupan el rostro
luciérnagas nocturnas.
Pero osé presentar
ante el noble guerrero
el don que me hizo
de la poesía el dios;
se derramó el néctar
de Odín por los oídos
de todos los presentes,
cual cerveza espumante.
Creyeron los hombres
que la recompensa
no igualó al arte
en la real morada;
el regalo del rey
por el néctar de Odín
fue mi gris cabeza,
reposo del yelmo.
Yo acepté aquel don
y puse mi cabeza,
las dos joyas bajo
las cejas oscuras,
la boca, rescate
que fue de la cabeza,
sobre las rodillas
del rey poderoso.
La asamblea de mis dientes,
unidos a mi lengua,
junto a los oídos,
la gente me escuchaba,
fueron el regalo
que yo creía mejor
que el oro más valioso
del señor triunfante.
Allí estaba entre ellos,
más noble que ninguno,
junto a mí todo el tiempo,
mi muy generoso,
mi muy leal amigo;
sabía que era fiel,
su lealtad manifiesta
en cualquier circunstancia.
Mi amigo Arinbjórn,
el mejor de los hombres,
que me salvó él sólo
de las iras del rey;
era leal a su jefe
y no me traicionó
en la casa larga
del rey belicoso.
Dirán que pagué mal
su amistad al amigo,
que soy mentiroso,
que de Odín el licor
no es capaz de alabanza,
e incluso que es falso,
a menos que pueda
pagar bien su ayuda.
Sabed que no es fácil
componer poemas,
difícil es formar
los versos en honor
del hijo de los jefes,
noble entre los hombres,
que los vea la gente,
que todos los oigan.
Pero ha de serme fácil
dar vida a mi lengua,
para hacer alabanzas
al hijo de Thórir,
mi amigo tan leal,
dispuestos los versos
ya están en mi lengua,
en tríos y en parejas.
Cantaré primero
lo que todos saben,
cosas que al oído
llegó de las gentes,
cuán liberal era,
todos lo sabían,
el noble guerrero,
mi amigo Arinbjórn.
Todos se admiraban
de los muchos dones
que a toda la gente
Arinbj5rn hacía:
preciosos regalos;
Frey y Njórd le dieron
riquezas sin cuento
al hijo de jefes.
El vástago noble
de Hróald, el jefe,
dejaba manaran
de sus manos riquezas;
llegan sus amigos
por todas las sendas
del mundo, cubierto
por cielos ventosos,
Él halaba la driza,
siempre atento escuchaba,
como un rey, el sonido
de los cables del habla,
bueno con los buenos
en tierras de hombres,
protector de los templos,
del débil, auxilio.
Siempre conseguía
lo que otros muchos hombres
entre las jarcias.
apenas lograban
aunque fueran ricos;
pues no es corto el trecho
que separa las casas,
no resulta fácil
contentar a todos.
Nadie salió nunca
de la casa larga
de Arinjúrn sin premio
ni obtuvo de él
burlas, ni chanzas,
nadie volvió a casa,
después de visitarle,
con las manos vacías.
Él posee riquezas,
vive allá en Fjórd,
liberal desprecia
los ricos anillos,
generoso, no ama
de oro brazaletes,
destruye las joyas,
rompe los tesoros.
Su vida estuvo
sembrada siempre
de fértil semilla
de fiero combate.
Habría sido injusto
si yo hubiera arrojado
al mar, recorrido
por naves veloces,
caballos de la onda,
los dones que el noble
dadivoso guerrero
a mí me ofreció.
Yo me alcé temprano,
reuní las palabras,
con mi lengua activa
en labor mañanera
compuse alabanzas,
vivirán largo tiempo,
nunca será ruina
de la poesía el reino.
Había un hombre llamado Einar; era hijo de Helgi Ottarson y nieto de Bjarni Austraeni, que se estableció en el Breidafjord. Einar era hermano de Osvif Spaki.
Einar era por entonces joven, grande y fuerte, y capaz; empezó a componer ya de muchacho, y tenía gusto por el estudio.
Un verano, en el Althing, Einar fue a la tienda de Egil Skallagrímsson y empezaron a charlar, y su conversación les llevó a hablar de poesía; a los dos les agradaba la conversación. Desde entonces, Einar iba a menudo a hablar con Egil; se hicieron muy amigos. Einar había llegado del extranjero poco tiempo atrás. Egil le preguntó a Einar muchas nuevas del este, de sus amigos y de los que
consideraba sus enemigos; preguntó también muchas cosas sobre los hombres más notables. Einar le preguntó a Egil, a su vez, nuevas de los viajes de Egil y de sus hazañas, y a Egil le gustaba hablar de ello, y se llevaban muy bien. Einar le preguntó a Egil cuál había sido la ocasión en que se había encontrado en mayores dificultades, pidiéndole que se lo dijera. Egil dijo:
Luché solo contra ocho,
y dos veces contra once,
al lobo di carroña,
pues yo solo los maté;
cambiamos golpes terribles
contra nuestros escudos,
caer dejé de mi mano
el acero ardiente.
Egil y Einar se prometieron amistad al despedirse. Einar estuvo largo tiempo en el extranjero entre gente noble; Einar era dadivoso, aunque solía tener poco dinero; era hombre destacado y buena persona; estuvo en la corte del conde Hakon Sigurdarsson. En esa época había inquietud en Noruega, y luchas entre el conde Hákon y los hijos de Eirík, y alguna gente huyó del país. El rey Harald Eiríksson fue muerto a traición en Háls, en el Limafjord, Dinamarca. Había luchado
primero contra Harald Knútsson, a quien llamaban Gull-Harald, y luego contra el conde Hákon. Allí murió también, junto al rey Harald, el jefe Arinbjórn, del que antes se habló. Y cuando Egil supo la muerte de Arinbjórn, dijo:
Son menos ahora aquellos
señores del mar que daban
oro, ¿dónde hallar
más generosas gentes?
Los que por mis palabras
desde el mar derramaron
del halcón desde el trono
el metal plateado.
Einar Helgason, el poeta, fue llamado Skálaglam; compuso una drápa en honor del conde Hákon, que se llama Vellekla, pero durante mucho tiempo el conde no quiso escuchar el poema, porque estaba enfadado con Einar. Entonces dijo Einar.
Hice, para el señor
de hombres que el país rige,
lo lamento, de poesía
dulce néctar; otros duermen;
pienso que el dadivoso,
el noble príncipe, sabe,
-vine a visitar al rey-,
de aún peores poetas.
Y también dijo:
Busquemos otro jefe
cuva espada el lobo nutra,
subamos a la nave
ornada con escudos;
reo me expulsa el que espada
ciñe, cuando al rev vine,
llevemos los escudos
al corcel de las ondas.
El rey no quería que Einar se marchara, y escuchó el poema, y luego le dio a Einar un escudo, grandísimo tesoro; tenía grabadas antiguas historias, y entre los grabados había incrustaciones de oro y piedras preciosas.
Einar fue a Islandia y se alojó con su hermano Osvíf; y en otoño, Einar fue al oeste y llegó a Borg y se alojó allí. Egil no estaba en casa, pues se había ido a las comarcas del norte, pero se esperaba que regresara enseguida.
Einar le esperó tres días, pero no era costumbre quedarse de visita más de tres días.
Einar se dispuso a marchar, y cuando estuvo dispuesto fue al aposento de Egil y colgó allí el precioso escudo y dijo a la gente de la casa que le regalaba el escudo a Egil. Luego, Einar se marchó, y ese mismo día regresó Egil a casa; y cuando entró en su aposento vio el escudo y preguntó de quién era aquel tesoro; le dijeron que Einar Skálaglam había venido y le había regalado el escudo.
Entonces dijo Egil: «¡Miserable entre los miserables! ¿Es que piensa que voy a quedarme en vela para componer un poema sobre su escudo? Traed mi caballo; iré tras él y le mataré.»
Le dijeron que Einar se había marchado por la mañana temprano: «Ya debe haber llegado a Dalir.»
Más tarde, Egil compuso una drápa, que empieza así:
Es hora de alabar
del escudo el regalo,
vino hasta mi casa
del noble un mensaje;
no perderá el curso
la nave de poesía,
escuchad mis palabras,
compondré elogios ahora.
Egil y Einar mantuvieron su amistad mientras vivieron. Y del escudo cuentan que Egil se lo llevó a una boda, a la que asistió, en Vidimyr, con Thorkel Grunnvaldsson y los hijos de Rauda-Bjórn, Trefil y Helgi; el escudo se rompió y cayó en un barril de leche agria; Egil mandó quitar el ornamento, y las incrustaciones de oro pesaban doce auras.

Thorstein Egilsson
Thorstein Egilsson, cuando creció, se convirtió en el más apuesto de los hombres; era rubio y de tez clara, grande y fuerte, pero no se parecía a su padre. Thorstein era inteligente y tranquilo, amable, de agradable trato; Egil le quería poco; tampoco Thorstein le amaba mucho, aunque Ásgerd y Thorstein se querían mucho.
Egil era ya muy viejo. Un verano, Thorstein fue al Althing y Egil se quedó en casa; y antes de que
Thorstein se marchara, Ásgerd y él hablaron aparte, cogieron de uno de los cofres de Egil la túnica de seda que le había regalado Arinbjórn, y Thorstein se la llevó al thing. Y cuando se la puso en el thing, los bajos arrastraban, y se mancharon en el camino del Lógberg. Y cuando volvió a casa, Ásgerd escondió la túnica donde había estado antes; y mucho tiempo después, cuando Egil abrió su cofre, descubrió que la túnica se había estropeado, y preguntó a Asgerd cómo había sucedido; le dijo la verdad. Entonces dijo Egil:
No es bueno mi heredero,
ansioso de la herencia,
mi hijo me ha engañado
cuando aún vivo, es burla;
bien podría el jinete
esperar, el marino,
que al señor de las naves
lo metan en su tumba.
Thorstein se casó con Jófríd, hija de Gunnar Hlífarson; su madre era Helga, hija de Ólaf Feilan, y hermana de Thórd Gellir; Jófríd había estado casada antes con Thórodd, hijo de Tungu-Odd. Poco después de esto murió Asgerd. Entonces, Egil se mudó de casa, entregando la suya a Thorstein; Egil se fue al sur, a Mosfell, a casa de su cuñado Grím, pues amaba a su hija adoptiva Thórdís más que a cualquier otra persona viva.
Un verano llegó un barco a Leiruvág, y lo mandaba un hombre llamado Thormód; era noruego, y criado de Thorstein Thóruson; llevaba un escudo que Thorstein le enviaba a Egil Skallagrímsson, y que era un objeto valiosísimo. Thormód le llevó el escudo a Egil, que lo recibió con mucho agradecimiento; el invierno siguiente, Egil compuso una drápa en recuerdo del regalo del escudo, que se llama Berudrápa, y éste es el principio:
Del rey oiga el guerrero
el licor que destilo
de las artes de Odín,
que escuche tu gente;
de mi verso el néctar
se oye en Hordaland,
viajero de los mares.
Thorstein Egilsson vivía en Borg; tenía dos hijos naturales, Hrifla y Hrafn; más tarde se casó con Jófríd y tuvieron diez hijos; Helga la Bella fue hija suya, y por ella pelearon el poeta Hrafn y Gunnlaug Lengua de Víbora. Grím era el mayor de los hijos; el segundo, Skúli; el tercero, Thorgeir; el cuarto, Kollsveín; el quinto, Hjórleif, el sexto, Halli; el séptimo, Egil; el octavo, Thórd; Thóra era hija suya, y se casó con Thormód Kleppjárnsson. De los hijos de Thorstein procede un gran linaje y muchos hombres notables; les llaman Linaje de Myrar a los que proceden de Skallagrím.

Steinar Y Thorstein
Onund Sjóní vivía en Ánabrekka cuando Egil estaba viviendo en Borg; ónund Sjóni estaba casado con Thorgerd, hija de Bjorn Digri de Snaefellsstrónd; los hijos de Onund fueron Steinar y Dalla, la que se casó con Ogmund Galtason, y sus hijos fueron Thorgils y Kormák. Cuando Onund envejeció y perdió la vista, cedió la estancia a su hijo Steinar; padre e hijo tenían mucho dinero. Steinar era altísimo y muy fuerte, feo, encorvado, de largas piernas y cintura estrecha; Steinar era hombre inquieto y vehemente, de difícil trato, y valiente, hombre muy enérgico.
Cuando Thorstein Egilsson fue a vivir a Borg se trató poco con Einar.
Al sur del Háfslaek hay una ciénaga llamada Stakksmyr; está encharcada en invierno, pero en primavera, cuando se han fundido los hielos, el pasto es tan bueno que dicen que es igual a una paca de heno. El Háfslaek marcaba los límites de las tierras, según una antigua costumbre; y en primavera, el ganado de Steinar solía ir muy a menudo a Stakksmyr, y lo llevaban al otro lado del Háfslaek, y los criados de Thorstein protestaban por ello. Steinar no hizo ningún caso, y
transcurrió así el primer verano, sin que sucediera nada. A la primavera siguiente, Steinar continuó usando los pastos, y Thorstein fue a hablar con él, y le habló con calma, y le pidió a Steinar que dejara el pasto para su ganado, como se venía haciendo desde antiguo. Steinar dice que el ganado iría donde él quisiera, habló con violencia, y cuando se despidieron hubo malas palabras entre Thorstein y él.
Entonces, Thorstein mandó expulsar el ganado de la ciénaga al otro lado del Háfslaek, y cuando Steinar lo supo envió a su esclavo Grani a que se quedara con el ganado en Stakksmyr, y allí estaba todos los días; esto sucedió a finales del verano; se habían agotados todos los pastos al sur del Háfslaek. Y un día, Thorstein había subido a una loma para observar, y vio el ganado de Steinar; fue a la ciénaga; eran ya las últimas horas del día; vio que el ganado se había adentrado
entre los matorrales. Thorstein echó a correr por la ciénaga, y cuando Grani le vio empezó a conducir el ganado a toda prisa para llevarlo al establo. Thorstein les persiguió y alcanzó a Grani y al ganado en la entrada; Thorstein le mató allí mismo; desde entonces, ese lugar se llama Granahlid, y está en las lindes del campo; Thorstein tiró la valla de separación encima de Grani para tapar así el cadáver. Luego, Thorstein fue a su casa, en Borg, y las mujeres que iban a
ordeñar encontraron a Grani, fueron a la casa y se lo contaron a Steinar. Steinar le enterró en el bosquecillo, y luego Steinar buscó otro esclavo, cuyo nombre no se sabe, para acompañar al ganado. Thorstein hizo como si no supiera nada de los pastos durante el resto del verano.
Se supo que Steinar fue, a principios de verano, a Snaefellsstrónd y se quedó allí cierto tiempo. Steinar vio un esclavo que se llamaba Thránd; era muy alto, y fortísimo. Steinar quiso comprar el esclavo y ofreció un alto precio; pero el dueño del esclavo lo valoró en tres marcos de plata, valorándolo así al doble del precio de un esclavo normal, y así cerraron el trato; se llevó a Thránd a casa. Y cuando llegaron a casa, Steinar habló con Thránd:
«Ahora, así es como están las cosas: quiero darte trabajo, pero ya he repartido los trabajos entre los demás; te encargaré un trabajo que no te resultará muy cansado.
Te quedarás con mi ganado; tengo mucho interés en que dispongan de buenos pastizales; quiero que no hagas caso a nadie, y que decidas tú mismo cuál es el mejor pasto que hay en las ciénagas; no sé juzgar a la gente si no sabes o no puedes hacerte valer frente a cualquier criado de Thorstein.»
Steinar le dio a Thránd un hacha grande, de casi un codo, que estaba muy afilada.
«Creo, Thránd -dice Steinar-, que no te dejarás impresionar por la autoridad de Thorstein si os encontráis.»
Thránd responde: «No tengo obligación ninguna hacia Thorstein, pero creo entender cómo es el trabajo que me has asignado; creo que tendré buenas oportunidades si llega el caso de que Thorstein y yo hayamos de medir nuestras fuerzas.»
Luego, Thránd se fue a llevar el ganado a pastar; aunque llevaba allí poco tiempo, había entendido bien dónde le mandaba Steinar que llevara el ganado, y Thránd condujo el ganado a Stakksmyr. Y cuando Thorstein se enteró, envió a uno de sus criados en busca de Thránd para decirle cuál era el límite entre sus tierras y las de Steinar; y cuando el criado llegó ante Thránd le dio el mensaje y le pidió que mantuviera el ganado al otro lado, diciendo que las tierras donde estaba el ganado eran de Thorstein Egilsson.
Thránd dice: «Jamás me preocupo de a quién pertenecen las tierras; llevaré el ganado donde me parezca que el pasto es mejor.»
Se separaron entonces; el criado fue a casa, v le dice a Thorstein la respuesta del esclavo. Thorstein dejó el asunto, y Thránd estuvo con el ganado día y noche.

Enfrentamiento Y Pleito
Una mañana, Thorstein se levantó con el sol y subió a una loma; vio dónde estaba el ganado de Steinar; fue entonces Thorstein a la ciénaga, v llegó junto al ganado.
Junto al Háfslaek hay un roquedal con árboles, y sobre una roca dormía Thránd, que se había quitado los zapatos; Thorstein subió a la roca, y llevaba en la mano un hacha no muy grande, y ninguna otra arma. Thorstein tocó a Thránd con el mango del hacha para que despertara; se puso en pie rápidamente y cogió el hacha con ambas manos y la alzó; preguntó a Thorstein qué quería.
Dice: «Quiero decirte que estas tierras son mías, y que vuestros pastos están al otro lado del arroyo; pero no me extraña que no conozcas los límites.»
Thránd dice: «No me importa de quién son las tierras; llevaré el ganado donde mejor me parezca.»
«Creo -dice Thorstein- que soy yo quien decide sobre mis tierras, y no los siervos de Steinar».
Thránd dice: «Eres mucho más tonto de lo que yo pensaba, Thorstein, pues parece que quieres pasar el invierno debajo de mi hacha, y arriesgar así tu reputación.
Creo que tengo dos veces más fuerza que tú, y valor no me falta; y además estoy mejor armado que tú.»
Thorstein dijo: «Me arriesgaré, si no te vas de los pastos; confío en que habrá tanta diferencia entre mi suerte y la tuya como existe entre la justicia de nuestras causas.»
Thránd dice: «Ahora verás, Thorstein, si tengo miedo a tus amenazas.»
Entonces, Thránd se sentó para atarse los zapatos, y Thorstein alzó el hacha y golpeó con fuerza sobre el cuello de Thránd, de tal forma que la cabeza quedó colgando sobre el pecho; luego, Thorstein puso piedras para tapar el cadáver y regresó a Borg.
Ese día, el ganado de Steinar estaba tardando en regresar, y cuando ya no había esperanza de que llegara, Steinar cogió su caballo y lo ensilló; llevaba todas sus armas. Cabalgó hacia el sur, en dirección a Borg, y cuando llegó habló con la gente que encontró allí; preguntó dónde estaba Thorstein; le dijeron que estaba dentro.
Steinar le pidió a Thorstein que saliera, diciendo que tenía un mensaje para él; y cuando Thorstein le oyó tomó sus armas y salió a la puerta. Le preguntó a Steinar qué tenía que decirle.
«¿Has matado a mi esclavo, Thránd?», dice Steinar.
«Ciertamente -dice Thorstein-, no tienes que buscar a nadie más».
«Veo que matando a mis esclavos te consideras un gran defensor de tus tierras, pero no me parece que sea una gran hazaña. Ahora te daré una oportunidad mucho mejor, si quieres defender con ardor tus tierras; no buscaré otro hombre para que cuide el ganado, y habrás de saber que el ganado estará día y noche en tus tierras.»
«Ciertamente -dice Thorstein-, el verano pasado maté a tu esclavo, al que habías enviado a que llevara el ganado a pastar en mis tierras, pero luego os dejé el pasto tal como queríais hasta el invierno. Ahora he matado a tu segundo esclavo. Y ahora podrás disponer del pasto este verano tal como deseas, pero el verano próximo, si tu ganado pasta en mis tierras y buscas gente para que lleve allí el ganado, volveré a matar a cualquier hombre que vaya con el ganado, aunque seas
tú mismo; así lo haré todos los veranos mientras no dejes de usar mis pastos.»
Steinar se marchó entonces a su casa de Brekka; y poco después Steinar se fue a Stafaholt. Allí vivía Einar, que era godi; Steinar le pidió ayuda y le ofreció dinero a cambio. Einar dice: «Poco podrá mi ayuda cambiar las cosas, a menos que consigas otros valedores.» Steinar va entonces a Reykjardal, a ver a Tungu-Odd, y le pidió ayuda y le ofreció dinero a cambio; Odd aceptó el dinero y le prometió su ayuda, para que Steinar pudiera vencer a Thorstein en el pleito. Steinar se volvió a casa.
En primavera, Odd y Einar fueron con Steinar a hacer la inculpación, y llevaron gran cantidad de gente; Steinar inculpó a Thorstein de la muerte de sus esclavos, y pidió un destierro de tres años por cada muerte, pues así era la ley cuando se mataba a los esclavos de alguien y no se pagaba compensación por el esclavo antes del tercer sol; y dos destierros de tres años eran iguales a un destierro pleno.
Thorstein no presentó pleito en contra. Y poco después, Thorstein invitó gente al sur, a Ness; llegaron a la casa de Grím, en Mosfell y le dijeron estas nuevas. Egil habló poco, y pidió detalles de las relaciones que mantenían Thorstein y Steinar, y sobre la gente con la que Steinar contaba para ayudarle; los mensajeros regresaron a casa, y Thorstein quedó satisfecho del viaje.
Thorstein Egilsson reunió mucha gente para ir al thing de primavera, y llegó allí un día antes que los demás, y mandó plantar las tiendas junto a las tiendas de sus partidarios. Y cuando estuvieron dispuestos, Thorstein mandó a su gente del thing que hicieran paredes para una cabaña grande; luego mandó cubrirla con una lona; era mucho mayor que las otras cabañas que allí había; en esa cabaña no había nadie.
Steinar fue al thing con mucha gente; Tungu-Odd mandaba también una hueste muy numerosa; Einar de Stafaholt llevaba también mucha gente. Cubrieron las cabañas; en el thing había mucha gente; la gente expuso sus pleitos.
Thorstein no ofreció compensación, y respondió a los que intentaban conseguir la reconciliación diciendo que no le importaba que Steinar le acusara de la muerte de sus esclavos, y que consideraba que los esclavos de Steinar habían hecho daño suficiente. Steinar alardeaba del resultado del pleito; pensaba que tenía justos derechos y gente suficiente para imponer esos derechos; estaba ansioso por llevar adelante el pleito.
Ese día los hombres fueron a las laderas del thing a tratar sus pleitos, y por la noche los jueces habrían de ir a decidir los pleitos. Thorstein estaba allí con su gente; era quien más poder de decisión tenía en la organización del thing, igual que había hecho Egil mientras ocupó la jefatura y la autoridad. Ambas partes estaban perfectamente armadas.
La gente del thing vio un grupo de hombres que venían cabalgando por la orilla del Gljúfrá; sus escudos brillaban mucho; y según iban cabalgando hacia el thing iba delante un hombre con capa azul, y en la cabeza un yelmo dorado, y al costado un escudo con adornos de oro, y en la mano una lanza de cubo incrustado en oro; llevaba espada al cinto. Era Egil Skallagrímsson, que llegaba con ochenta hombres, todos bien armados, como si se dirigieran a una batalla; la hueste estaba
bien elegida; Egil había llevado consigo a los mejores hijos de propietarios del sur de Sunna, aquellos que le parecían más aguerridos.
Egil fue con su gente hasta la cabaña que Thorstein había mandado levantar y que estaba vacía; descabalgaron. Y cuando Thorstein supo la llegada de su padre fue a verle con toda su gente y fue bien recibido; Egil y los suyos dejaron el equipaje en la cabaña y llevaron sus caballos a pastar. Y cuando hubieron hecho esto, Egil y Thorstein fueron a la ladera del thing y se sentaron en los lugares donde solían sentarse.
Entonces se levantó Egil y dijo en alta voz: «¿Está Onund en la ladera del thing?»
Onund dijo que allí estaba: «Me alegro de que hayas venido, Egil; eso acabará con las diferencias entre la gente que hay aquí.»
«¿Es culpa tuya el que tu hijo Steinar esté acusando a mi hijo Thorstein y haya traído una gran multitud para hacer que Thorstein sea desterrado? »
«No es culpa mía -dice Onund- que estén enfrentados; he hablado mucho con Steinar para pedirle que se reconcilie con Thorstein, pues pienso que tu hijo Thorstein es quien menos merece la deshonra, y lo he hecho por la antigua amistad que existe entre nosotros, Egil, desde que crecimos juntos como vecinos.»
«Enseguida veremos -dice Egil- si lo que dices es verdad o mentira, aunque creo que esto último es lo menos probable. Recuerdo los días en que a los dos nos hubiera parecido improbable que nos enfrentáramos en un pleito o que no pudiéramos apaciguar a nuestros hijos para que no anduvieran con las tonterías que están haciendo aquí. Me parece justo que mientras ambos vivamos y podamos ver sus pleitos, seamos nosotros quienes nos ocupemos de sus pleitos y los
solucionemos, y no debemos permitir que Tungu-Odd y Einar azucen a nuestros hijos uno contra otro como potros de pelea; que busquen otros medios para conseguir dinero, en vez de hacerlo así».
Entonces se levantó Onund y dijo: «Bien has hablado, Egil, y es una desgracia para nosotros tener que estar en un thing en el que pleitean nuestros hijos; nunca nos quitaremos de encima esta vergüenza si no conseguimos reconciliar a estos miserables. Quiero, Steinar, que pongas este caso en mis manos y me dejes hacer lo que me parezca más conveniente.»
«No sé -dice Steinar- si debo abandonar así el caso, pues ya he conseguido la ayuda de hombres importantes; quiero que Odd y Einar estén satisfechos con la conclusión del pleito.»
Entonces hablaron Odd y Steinar; Odd habló así: «Quiero, Steinar, prestarte la ayuda que te ofrecí para conseguir tus derechos o para concluir este caso como mejor te parezca; pero tú serás responsable de cómo termina el caso, si es Egil quien va a juzgar.»
que se situaban durante las vistas, v un punto elevado y de magnificas sonoridad (el Monte de la Ley o Logberg) desde donde hablaba el Narrador de Leyes. En las laderas del thing había lugares fijos para los diversos distritos administrativos en que se dividía el país Entonces dijo Onund: «No tengo por qué hacer que este pleito dependa de los enredos de Odd; no le debo bien ni mal alguno, pero, a cambio, Egil me ha hecho mucho bien; confío en él más que en cualquier otro; además, yo seré quien decida en este asunto; no te conviene tenernos a todos en contra tuya; sigo siendo yo quien toma las decisiones, y así seguirá siendo.»
«Mucho interés tiene en el asunto, padre, pero creo que te arrepentirás de ello.»
Steinar dejó entonces el caso en manos de Onund, quien decidirá si seguir adelante con el pleito o reconciliarse tal como mandaba la ley. Y cuando Onund estuvo a cargo del pleito, fue al encuentro de Thorstein y de su padre Egil.
Onund dijo: «Quiero ahora, Egil, que seas tú el único en decidir y juzgar este pleito según tú desees, pues tengo más confianza en ti que en ningún otro para que decidas en este asunto o en cualquiera otro.»
Onund y Thorstein se dieron la mano entonces y eligieron testigos, para testificar que Egil Skallagrímsson habría de ser el único que decidiera en el caso tal como quisiera, sin reserva ninguna, allí en el thing, a fin de concluir el caso. Los hombres se fueron luego a sus cabañas. Thorstein mandó llevar a la cabaña de Egil tres bueyes, y los hizo matar para que comieran allí en el thing.
Y cuando Tungu-Odd y Steinar llegaron a su cabaña, Odd dijo: «Ahora, Steinar, tú y tu padre habéis decidido cómo ha de concluir nuestro pleito. Ahora me considero libre, Steinar, de la promesa de ayuda, pues habíamos acordado llevar el caso hasta su feliz término, pero tú tienes que aceptar como resolución el acuerdo de reconciliación que Egil decida.»
Steinar dice que Odd le ha ayudado bien y con generosidad, y que su amistad sería más grande que antes: «Admito que está libre de la obligación que tenías conmigo.»
Por la noche salieron los jueces, y no se mencionan otras nuevas.

El Veredicto De Egil
Egil Skallagrímsson fue el día siguiente a la ladera del thing, acompañado de Thorstein y todos sus hombres; vinieron también Onund y Steinar; Tungu-Odd, Einar y los suyos también habían venido. Y cuando la gente hubo discutido sus pleitos, Egil se levantó y habló así:
«¿Están aquí Steinar y su padre Onund, y pueden oír lo que digo?»
Onund dice que allí estaban.
«Entonces quiero concluir un acuerdo de reconciliación entre Steinar y Thorstein; empezaré diciendo que mi padre, Grim, vino al país y ocupó todas las tierras de Myrar, y toda la comarca, y estableció su casa en Borg, y tomó posesión de todo ello, y dio a sus amigos tierras por todas partes, donde ellos luego se establecieron; le dio a Áni una hacienda en Ánabrekka, donde luego vivieron Onund y Steinar.
Todos conocéis, Steinar, los límites de las tierras de Borg y Ánabrekka, que están separadas por el Háfslaek. Así que no fue por ignorancia por lo que tú, Steinar, utilizaste como pastos las tierras de Thorstein y te adueñaste de sus propiedades, creyendo que se preocuparía tan poco por el nombre de su familia que te permitiría robarle -pues vosotros, Steinar y Onund, debéis saber que Áni recibió esas tierras de mi padre, Grím-, y Thorstein mató por ello a dos esclavos. Todos entienden perfectamente que murieron por culpa de sus propias obras y que no merecen
compensación; y, además, aunque hubieran sido hombres libres, tampoco les correspondería compensación. Y porque tú, Steinar, creíste poder robarle a mi hijo sus tierras, que recibió de mí y que yo obtuve por herencia de mi padre, por ello, perderás tus tierras de Ánabrekka sin recibir pago a cambio. Otra estipulación es que no vivirás en la región que hay al sur del Langá, ni te alojarás allí, y si no te marchas de Ánabrekka antes de los días de la marcha, podrá matarte impunemente cualquier hombre que quiera ayudar a Thorstein, después del día de la marcha,
si no quieres irte o no aceptas las condiciones que te impongo.»
Y cuando Egil se sentó, Thorstein nombró testigos de la sentencia.
Entonces dijo Onund Sjóni: «La gente dirá, Egil, que la sentencia que has decidido y anunciado es muy injusta. Puedo decir que hasta ahora he hecho todo lo posible por limar las dificultades, pero a partir de ahora no ahorraré medios para perjudicar a Thorstein.»
«Yo diría -dice Egil- que la suerte de vuestra familia será cada vez peor, cuanto más tiempo duren nuestros pleitos; pensaba, Onund, que sabías que yo siempre he llevado la mejor parte en mis enfrentamientos con gente como tú y tu hijo. Y Odd y Einar, que tanto se han interesado por este pleito, tendrán la recompensa que merecen.»

Steinar Acecha
Thorgeir Blunt, sobrino de Egil, estuvo en el thing acompañado de mucha gente, para ayudar a Thorstein en este pleito. Pidió a padre e hijo que le dieran tierras al oeste de Myrar; había vivido antes al sur del Hvitá, más abajo de Blundsvatn. A Egil le pareció bien, y animó a Thorstein a que le dejara ir allí; establecieron a Thorgeir en Ánabrekka. Y Steinar se fue a vivir al otro lado del Langá, estableciéndose en Leirulaek. Y Egil se fue a su casa de Ness, y se despidió alegre de su hijo.
Había con Thorstein un hombre llamado Iri, muy veloz en la carrera y de magnífica vista; era extranjero, liberto de Thorstein, y se ocupaba del ganado, especialmente de elegir el ganado estéril para llevarlo a la montaña en primavera y devolverlo en otoño a los establos.
Después del día de la marcha, Thorstein mandó reunir el ganado estéril que había estado suelto aquella primavera, para llevarlo a la montaña. Iri estuvo en el rodeo del ganado, y Thorstein y sus criados fueron a la montaña; eran en total ocho.
Thorstein mandó levantar una valla en Grísártunga, entre el Langavatn y el Gljúfrá, y dejó allí varios hombres para pasar la primavera. Y cuando Thorstein acabó de supervisar el trabajo de sus criados se marchó a casa, y llegó al lugar donde se celebraba el thing, y llegó entonces Íri corriendo hacia Thorstein y le dijo que quería hablar con él a solas. Thorstein dijo a sus compañeros que siguieran mientras ellos hablaban.
Íri le dice a Thorstein que había ido ese mismo día a Einkunnir para ver las ovejas.
«Y vi -dice- en el bosque, más abajo del camino de invierno, doce lanzas y algunos escudos que brillaban.»
Thorstein dice en voz alta, para que sus compañeros pudieran oírle: «¿Por qué tendrá tanto interés en verme que no he de poder seguir mi camino? Pero Olvald pensará que no dejaré de ir a hablar con él si está enfermo.»
Íri se fue corriendo lo más de prisa que pudo hacia la montaña.
Thorstein les dijo a sus compañeros: «Voy a hacer un desvío, pues primero habremos de ir hacia el sur, a Olvaldsstadir. Olvald me manda recado de que vaya a verle; pensará que no es pedir mucho, a cambio del buey que me regaló el otoño pasado, que vaya a verle si piensa que se trata de un asunto importante.»
Thorstein y los suyos cabalgaron entonces hacia el sur por la ciénaga, pasando por debajo de Stangarholt, y siguieron hasta el Gufuá, y siguieron viajando junto al río por los caminos de herradura. Cuando llegaron más abajo del Vatn vieron al sur del río muchas reses y algunos hombres con ellas; eran los criados de Olvald; allí había un criado de Olvald, y Thorstein le preguntó cómo andaban de salud .por allí; le dijo que todos estaban bien, y que Olvald estaba en el bosque, cortando leña.
«Entonces -dice Thorstein- dile que si tiene algún recado urgente para mí, que venga a mi casa de Borg, pues ahora me vuelvo a casa.»
Y así lo hizo. Y más tarde se supo que Steinar Sjónason se había apostado con once hombres en Einkunnir; Thorstein hizo como si no se hubiera enterado de nada, y hubo tranquilidad.

Victoria De Thorstein
Había un hombre llamado Thorgeir; era pariente de Thorstein e íntimo amigo suyo; vivía en esa época en Álptaness; Thorgeir tenía por costumbre hacer una fiesta cada otoño. Thorgeir fue a ver a Thorstein Egilsson y le invitó; Thorstein prometió hacer el viaje, y Thorgeir se fue a casa. Y el día acordado se preparó Thorstein para la marcha, cuando faltaban cuatro semanas para el invierno; con Thorstein fueron un noruego y dos de sus criados.
El hijo de Thorstein se llamaba Grím; tenía diez años y acompañó a Thorstein, y en total eran cinco, y fueron hasta la cascada y cruzaron el Langá y luego llegaron al Aurridaá por la ruta habitual. Junto al río estaban trabajando Steinar y Onund y sus criados; y cuando reconocieron a Thorstein corrieron a coger sus armas y persiguieron a Thorstein. Y cuando Thorstein vio que Steinar les perseguía, iban cabalgando por Langaholt; allí hay un montículo alto y desnudo; Thorstein y los suyos desmontan y suben al montículo; Thorstein dijo que el muchacho, Grím, debería ir al bosque para que no le encontraran; y cuando Steinar y sus hombres llegan al montículo atacan a Thorstein y los suyos, y hubo lucha; los de Steinar era en total seis adultos, y el séptimo era un hijo de Steinar, de diez años. El combate lo vieron algunos hombres que estaban en las parcelas de los prados de otras haciendas, y fueron a separarlos; y cuando los separaron habían muerto ya los dos criados de Thorstein; había muerto también uno de los criados de Steinar, y varios estaban heridos. Y en cuanto los separaron, Thorstein va a buscar a Grím y lo encuentra; Grím estaba gravemente herido, y el hijo de Steinar estaba a su lado,
muerto. Y cuando Thorstein montó otra vez a caballo, Steinar le habló y dijo: «¿Te vas corriendo, Thorstein "Hviti"?», dice.
Thorstein dice: «Más correrás tú antes de que haya pasado una semana.»
Thorstein y los suyos se fueron entonces por la ciénaga llevando al pequeño Grím; y cuando llegaron al bosque que allí hay, murió el muchacho, y lo enterraron allí mismo, en el bosque que se llama Grímsholt; se llama Orrustuhvál el lugar donde pelearon.
Thorstein fue esa noche a Álptaness tal como era su intención, y estuvo allí como invitado tres días, y luego se preparó para volver a casa; varios hombres se dispusieron a viajar con él, pero él no quiso; iba con otro.
Y el día en que Steinar esperaba que Thorstein volviera a casa, Steinar fue a la playa. Y cuando llegó a las dunas que hay más abajo de Lambastadir se sentó en una duna; llevaba la espada llamada Skrymir, arma magnífica; se situó sobre la duna con la espada desenvainada mirando sólo en una dirección, pues vio a Thorstein que venía a caballo por el arenal.
Lambi vivía en Lambastadir y vio las intenciones de Steinar; bajó al bancal, y cuando llegó junto a Steinar le agarró por detrás bajo los brazos. Steinar intentó soltarse; Lambi le sujetó fuertemente, y caen de la duna al campo llano, mientras Thorstein y el otro cabalgaban por el camino de abajo. Steinar había llevado su caballo, que se escapó corriendo por la playa; Thorstein lo vio y se extrañó, pues nada habían sabido del viaje de Steinar. Steinar seguía agitándose en el suelo, porque no había visto pasar a Thorstein. Y cuando llegaron al borde, Lambi le hizo caer de la duna, y Steinar no se pudo defender; cayó sobre la arena, y Lambi echó a correr hacia su casa. Y cuando Steinar se puso en pie corrió tras Lambi; y cuando Lambi llego a la puerta, entró corriendo y cerró la puerta. Steinar le golpeó con la espada, pero la espada se quedó clavada en la chambrana; así se separaron; Steinar se fue a su casa.
Y cuando Thorstein llegó a casa mandó un criado suyo al día siguiente a Leirulaek para decirle a Steinar que trasladara su casa al otro lado del Borgarshraun, y que si no, le demostraría a Steinar quién era el más poderoso. «Y entonces no tendrás oportunidad de marcharte.»
Y Steinar instaló su casa en Snaefelssstrónd, donde levantó su hacienda, en el lugar llamado Ellidi; y así concluyeron sus tratos con Thorstein Egilsson.
Thorgeir Blund vivía en Ánabrekka. Tenía muy malas relaciones de vecindad con Thorstein. Una vez se encontraron Egil y Thorstein, y hablaron mucho sobre su pariente, y estuvieron de acuerdo en todo. Egil dijo entonces:
Seduje con palabras
las tierras de Steinar,
creí así ayudar
de Geir al heredero;
me defraudó el hijo
de mi hermana, ¿por qué
hizo mal, rompió promesas?
la razón no entiendo.
Thorgeir Blund se fue de Ánabrekka hacia el sur, a Flokadal, porque Thorstein no podía aguantarle, aunque estaba siempre bien dispuesto a ceder. Thorstein era hombre sincero y justo y no molestaba a la gente, pero defendía sus derechos si otros hombres le atacaban, y todos pensaban que era difícil vencerle. Odd era jefe en el Fiordo de Borg, al sur del Hvitá; era godi del templo al que pagan diezmos todos los hombres del sur de Skardsheid.

Vejez Y Muerte De Egil
Egil Skallagrímsson envejeció mucho, y en su vejez se movía con dificultad, y le fallaban la vista y el oído; las piernas le trabajaban mal. Egil estaba por entonces en Mosfell con Grím y Thórdís.
Un día, Egil salió al camino, tropezó y cayó; lo vieron unas mujeres y rieron, diciendo: «Muy viejo estás ya, Egil, pues te caes tú solo.»
Entonces dijo Egil, el propietario: «Menos se burlaban de nosotros las mujeres cuando éramos jóvenes.» Y entonces dijo Egil:
Me vacila el cuello;
fácil caigo de cabeza;
blando está el órgano
que engendra; seco el oído.
Egil acabó por volverse completamente ciego.
Un día de invierno, cuando el tiempo era frío, Egil se acercó al fuego para calentarse; los criados de la cocina dijeron entre sí que era increíble que un hombre como había sido Egil estuviera a sus pies impidiéndoles hacer su trabajo.
«Dejadme en paz -dice Egil- si me agachojunto al fuego. No nos enfademos por la falta de sitio.»
«Ponte en pie -dice una sierva- y vete a tu cuarto y déjanos trabajar.»
Egil se levantó y se fue a su cuarto, y dijo:
Me tambaleo cuando voy
ciego a sentarme al fuego,
piedad de mujeres pido,
en mis ojos llevo penas,
aunque un rey me dio oro
y un príncipe feroz tuvo
placer, y se ablandó,
por palabras que yo dije.
Una vez, también, cuando Egil iba a calentarse junto al fuego, un hombre le preguntó si tenía frío en los pies, y le dijo que no se estirara hasta ponerlos en el fuego. «Así será -dice Egil-, pero difícil me ha de resultar controlar mis pies, pues no veo; ¡es tan horrible estar ciego!» Entonces dijo Egil:
Largo tiempo ya
que solo yazgo,
hombre ya anciano,
sin favor de un rey;
y mis dos pies
están helados,
precisan los dos
el calor del fuego.
En los primeros años del rey Hákon el Rico, Egil Skallagrímsson tenía más de ochenta años, pero, aparte de su ceguera, era todavía un hombre activo.
Un verano, cuando la gente se preparaba para ir al thing, Egil le pidió a Grím que le dejara ir con él al thing. A Grím no le parecía bien. Y cuando Grím y Thórdís hablaron de ello, Grím le dijo lo que Egil había pedido. «Quiero que averigües qué pretende con esa petición.»
Thórdís fue a hablar con Egil, su tío; a Egil le encantaba hablar con ella; y cuando le vio, preguntó: «¿Es verdad, tío, que quieres ir al thing? Querría que me dijeras cuáles son tus planes.»
«Te diré -dijo él- lo que he pensado. Voy a llevarme al thing los dos cofres que me regaló el rey Ethelstan, que están los dos llenos de plata inglesa. Mandaré llevar los arcones al Monte de la Ley cuando más gente haya, y luego arrojaré la plata, y extraño será, creo yo, que se la repartan bien; creo que habrá empujones y puñetazos, o quizá resulte que toda la gente del thing empiece a pelear.»
Thórdís dice: «Me parece un plan excelente,que se comentará mientras el país esté habitado.»
Thórdís fue entonces a hablar con Grím y le contó el plan de Egil.
«Si hace lo que pretende, sería una monstruosidad.»
Y cuando Egil fue a hablar con Grím sobre el viaje al thing, Grím le disuadió, y Egil se quedó en casa mientras duraba el thing; no le agradaba aquello, estaba muy molesto. En Mosfell llevaron el ganado a los pastos de verano, y en los días del thing Thórdís fue a los pastos.
Una noche, cuando la gente se estaba preparando en Mosfell para acostarse, Egil llamó a dos esclavos de Grím; les dijo que le trajeran un caballo: «Quiero ir a bañarme.» Y cuando Egil estuvo listo salió, llevando consigo sus arcones de plata; montó a caballo y se marchó por la explanada, pasando los altos, y se le perdió de vista. A la mañana siguiente, cuando la gente se levantó, vieron a Egil deambulando por la colina que hay al este del vallado; llevaba el caballo detrás de él. Pero no regresaron ni los esclavos ni los cofres, y hay muchas suposiciones sobre lo que hizo Egil con su dinero.
Al este del vallado de Mosfell hay un barranco que desciende desde la montaña; y se ha descubierto que en los grandes deshielos, cuando baja mucha agua, después de irse el agua se han encontrado en ese barranco peniques ingleses; algunos piensan que Egil debió arrojar allí el dinero. Por debajo de la explanada de Mosfell hay grandes ciénagas, enormemente profundas; algunos tienen por cierto que Egil arrojó allí su dinero. Al sur del río hay fuentes termales, y allí cerca grandes cavidades, y algunos creen que Egil dejó allí su dinero, pues a menudo se han visto
fuegos en los túmulos que hay por allí. Egil dijo que había matado a los esclavos de Grím y que había ocultado su dinero, pero no le dijo a nadie dónde lo había ocultado.
Egil enfermó a fines de otoño, y murió. Y cuando hubo muerto, Grím mandó que vistieran a Egil con sus mejores ropas; luego mandó que lo llevaran a Tjaldaness y que construyeran allí un túmulo; y en él pusieron a Egil con sus armas y sus ropas.

Los Huesos De Egil
Grím de Mosfell se bautizó cuando el cristianismo fue adoptado legalmente en Islandia; mandó edificar una iglesia. Y dice la gente que Thórdís mandó llevar a Egil a la iglesia, y hay pruebas de que cuando se hizo una iglesia en Mosfell derribaron la iglesia que Grím había mandado construir en Hrísbrú, y excavaron el cementerio de la iglesia. Bajo el lugar del altar encontraron huesos humanos, y eran mucho mayores que los huesos de otras personas. La gente piensa, por lo que
contaban los ancianos, que debían ser los huesos de Egil. El sacerdote de allí era Skapti Thórarinsson, hombre sabio; tomó el cráneo de Egil y lo puso sobre el vallado de la iglesia; el cráneo era asombrosamente grande, y aún más asombroso era su grosor; el cráneo estaba ondulado por fuera, como una venera. Skapti quiso comprobar la fortaleza del cráneo; tomó un hacha de mano, muy grande, y golpeó con las dos manos lo más fuerte que pudo, descargando la parte roma sobre el cráneo para romperlo, y con el golpe se puso blanco pero no se rajó ni se rompió, y se pudo comprobar así que cráneo semejante no resultaría fácilmente dañado por
los golpes de una persona cualquiera cuando aún tenía piel y carne. Los huesos de Egil se enterraron en los límites del vallado de Mosfell.

Fin De La Saga
Thorstein Egilsson aceptó el bautismo cuando llegó el cristianismo a Islandia, y mandó construir una iglesia en Borg; era buen creyente y de buenas costumbres; llegó a muy viejo y murió de enfermedad, y fue enterrado en Borg, en la iglesia que había mandado construir. De Thorstein procede un gran linaje, y muchos grandes hombres y muchos poetas, y es el linaje de los Myramenn, que procede de Skallagrím. En esa familia, durante mucho tiempo los hombres fueron fuertes y grandes guerreros, y algunos tenían gran sabiduría. Había muchas diferencias, y en esa familia nacieron los hombres más apuestos de Islandia, como fueron Thorstein Egilsson y Kjartan Olafsson, sobrino de Thorstein, y Hall Gudmundarson, o Helga la Bella, hija de Thorstein, por la que pelearon Gunnlaug Lengua de Víbora y Hrafn el Poeta; y entre los Myramenn hubo de los más feos. Thorreir, hijo de Thorstein, fue el más fuerte de los hermanos, y Skúli el más alto; vivió en Borg después de la muerte de Thorstein, su padre. Skúli estuvo mucho tiempo de vikingo; iba en la proa del barco del conde Eirík en Járnbardir cuando murió el rey Olaf Tryggvason; Skúli había luchado en siete batallas, como vikingo [y se le consideraba un magnífico y valeroso guerrero; luego volvió a Islandia y se instaló en la hacienda de Borg, y vivió allí hasta la vejez, y procede de él mucha gente. Y aquí termina esta historia]