"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

sábado, 29 de mayo de 2010

MITOLOGIA -HERCULES COMETE EL PRIMER CRIMEN-

MITOLOGIA
Hércules comete el primer crimen


Anfitrión se resiste durante algún tiempo, pero acaba por aceptar a Hércules como hijo. Y empieza a quererlo tanto como a Ificlés.
Para educarlo, lo confía al maestro Lino, músico que trata de enseñarle las nociones fundamentales de letra y melodía.
El discípulo, desde las primeras lecciones, se muestra inquieto y rebelde. Hércules no soporta la autoridad del profesor. Quiere saber más que él.
Las reprimendas de Lino aumentan cada día. La irritación de Hércules se manifiesta cada vez mas intensa. Hasta que, en una clase fatal para Lino y su rebelde alumno, Hércules se enfurece ante una reprensión del maestro. Discuten. El niño toma la lira y la arroja con fuerza a la cabeza de Lino. Mudo de pánico ante la locura que acaba de cometer, observa el rostro inmóvil del maestro. Está muerto.
El hijo de Júpiter empieza a seguir su destino trágico. Llevado a juicio ante un severo tribunal, que intenta condenarlo de todas las maneras, el niño no parece un niño. Se defiende en forma brillante, como un verdadero juez de sí mismo.
Y consigue la absolución debido a lo inintencional del crimen cometido. Pero el remordimiento persiste, aunque, con el tiempo, irá arrancando lentamente de su alma el recuerdo de aquella brutalidad inútil.
Pero Anfitrión teme nuevos accesos de su furia. Envía al niño al campo, confiándole la tarea de guardar los rebaños y para que allí complete su educación. Éurito, rey de Ecalia, lo adiestra en el uso del arco (aunque más tarde será su enemigo). Cástor, hijo de Júpiter, lo adiestra en el arte de la esgrima. Eumolpo continúa instruyéndolo en música. Y el propio Anfitrión le enseña a conducir el carro.
El héroe crece en el campo, aprende y es feliz. Durante mucho tiempo su vida sigue siendo tranquila.
Pero la madurez lo espera muy pronto, y está llena de violencia, gloria y sufrimiento.

martes, 25 de mayo de 2010

MITOLOGIA - NACIMIENTO DE HÉRCULES -

MITOLOGIA
Nacimiento de Hércules


Hércules, nacido de una mentira


El cuarto está oscuro. Afuera no brilla la luna, ni siquiera una estrella.
Alcmena, sola, piensa en su marido, Anfitrión, que ahora está guerreando con Pterelao y los tafios, para vengar la muerte de su cuñado. Durante largo tiempo ella deseó esta venganza. Llegó incluso a pedirle insistentemente a Anfitrión que fuera a pelear.
Pero en este momento, llena de nostalgia, se arrepiente. Entiende que lo único realmente importante para ella es la presencia del esposo.
Una sombra crece fuera de la casa. Asustada, inmóvil, la joven observa los movimientos de un hombre que se aproxima. Dos manos enormes abren la ventana. Alcmena grita. Pero cuando ve el rostro del recién llegado, suspira aliviada.
Es Anfitrión que vuelve del combate. Trae una sonrisa en los labios, inmenso cariño en los ojos, y muchas historias de guerra para contar.
Al verlo entrar, la mujer desconfía, aunque sin comprender la razón: el viajero tiene la voz y el rostro de su esposo, pero no le parece que fuera realmente él.
Anfitrión nada nota, o finge no notarlo. Continúa contando historias de batallas. Y, para probar lo que dice, entrega a la joven un vaso de Pterelao, el enemigo vencido.
Ante esa prueba, Alcmena olvida su desconfianza y se entrega a su marido. Solo mucho más tarde comprendería el porqué de su vaga sospecha. El visitante de aquella noche no era Anfitrión, sino Zeus (Júpiter), el rey de los dioses, que, enamorado de la mortal, había tomado la apariencia del esposo ausente para introducirse en su casa.
Insaciable, Zeus hizo durar la noche tres días completos, ordenando a Sol que no se levantase durante el tiempo del amor.
Y de esa mentira forjada por el dios, Alcmena engendró a Heracles (Hércules).

Hércules ya nace sufriendo


Finalmente, Anfitrión vuelve al hogar. Viene lleno de nostalgia y de deseo. Al ver a Alcmena en la puerta de la casa empieza a correr y a gritar que la guerra ha acabado. Y que él es el vencedor.
Alcmena está feliz, pero no entiende la euforia exagerada: para ella el marido estaba en casa desde hacía tiempo. Anfitrión y Alcmena conversan toda la noche. El equivoco, sin embargo, permanece. El cuenta sus historias de guerra. Ella ya las sabe de memoria.
Para esclarecer tan extraño hecho, Anfitrión acude al adivino Tiresias, que le habla del disfraz y de la visita de Zeus (Júpiter). Loco de celos, el hombre vuelve a casa, golpea a su mujer y decide matarla.
Inocente y culpable, Alcmena pide piedad, pero Anfitrión, en su furor, no oye nada. Arrastra a la joven hasta la plaza pública, la ata entre dos palos cruzados y les prende fuego.
Viendo el mal que había causado a la pobre mujer, Zeus interviene en la tierra. Hace llover intensamente y apaga la hoguera.
Anfitrión entiende el aviso divino. Perdona a su esposa. Vuelve con ella a casa y, la misma noche, engendra un hijo, Ificlés.
En el cuerpo de Alcmena, Heracles (Hércules) e Ificlés, engendrados por padres diferentes, esperan la hora de ver la luz. Para el hijo de Anfitrión, esa hora llegará sin dificultades. Pero al nacimiento del hijo de Zeus la celosa Hera (Juno) opondría duros obstáculos.
Para iniciar su terrible obra de odio, la reina del Olimpo manda a su hija Ilitia, la diosa de los partos, que retrase el nacimiento del héroe.
Auxiliada por las Moiras (las Parcas), mensajeras del destino, Ilitia se coloca en el umbral del cuarto de Alcmena con las manos y los pies cruzados, durante nueve días y nueve noches seguidas.
En esa posición mágica, que cierra la matriz y tiene el sentido de un nudo, las cuatro divinidades sujetan a la mujer e impiden que se libere del niño.
Hércules fuerza el vientre de la madre. Está ansioso por ver la luz del día. Alcmena se retuerce de dolor y aflicción. Teme por su propia vida y por la salud del niño.
Las Moiras e Ilitia continúan en la posición mágica, en el marco de la puerta. Galintia, amiga de Alcmena, mira a las emisarias de Hera, que parecen clavadas en la puerta, prolongando el sufrimiento de la mortal. Y decide engañarlas.
Entra en el cuarto. Se detiene junto a la amiga. Aguarda algunos momentos. Y de pronto sale corriendo, finge alegría, y declara a las diosas que el niño a nacido a pesar de Hera.
Inmediatamente, Ilitia y las Moiras descruzan manos y pies, y se va. Hércules finalmente puede nacer.

La leche de Juno forma la Vía Láctea



Alcmena sabe que no existe otro camino para salvar a su hijo. Tendrá que alejarlo, para que el odio de Juno no lo reconozca y lo destruya. Permaneciendo al lado de su madre se convertiría en blanco fácil para la celosa diosa.
Llorosa, la pobre mujer toma al niño y se pone en camino. Se detiene en una planicie abandonada. Busca un lugar abrigado donde pueda depositar al niño. Lo encuentra entre unos arbustos y allí abandona al pequeño Hércules.
Después regresa angustiada a su casa. ¡Que los dioses tengan piedad del destino de su hijo y del de ella misma, pues su dolor es tan intenso que parece detenerle el corazón!
Hércules duerme en la planicie que después tomaría su nombre.
Se aproxima dos mujeres. Al verlo, quedan encantadas de tanta gracia y belleza. Son Juno y Minerva, la diosa de la sabiduría.
Juno no reconoce al hijo de Júpiter. Minerva si sabe muy bien quien es ese niño. Pero tiene sus razones para no revelarlo a su compañera: si Juno le da de mamar a Hércules, se volverá inmortal. Y eso es justamente lo que desea la sabia diosa.
Siempre encantada con la belleza del bebé, la reina del Olimpo se aproxima. Juega con él, le sonríe cariñosamente, como si nunca pudiera ser su enemiga.
Minerva observa, enternecida. Aprovecha el embeleso de Juno para pedirle que le dé el pecho al niño. La diosa accede.
Pero Hércules, hambriento, le muerde el seno para conseguir mamar. Juno, enfurecida, lo arroja lejos de sí y se aleja hacia el Olimpo.
Allá en lo alto, la leche que le brota del seno forma una estela en el firmamento y los hombres la llamarán la Vía Láctea, el camino de leche.
Minerva toma al niño en los brazos y se lo lleva de vuelta a Alcmena. La diosa le explica a la madre que Juno lo perseguirá toda la vida pero, en compensación, Júpiter ha de proteger a su hijo.


domingo, 23 de mayo de 2010

APOCRIFO DE JEREMIAS SOBRE LA CAUTIVIDAD DE BABILONIA

APOCRIFO DE JEREMIAS

SOBRE LA

CAUTIVIDAD DE BABILONIA


TITULO, CONTEXTO ORIGINARIO Y FECHA DE COMPOSICION
Esta extensa narración se designa en las antiguas versiones que han llegado hasta nosotros de diversos modos. Las traducciones árabes comienzan el relato afirmando que «ésta es la historia de la deportación de los hijos de Israel a Babilonia por obra del rey Nabucodonosor en los días del profeta Jeremías». La versión capta, en cambio, dice: «Estos son los paralipómenos del profeta Jeremías». Dada la prioridad de la versión egipcia, nos inclinamos a pensar que el primer título se debe a un cambio efectuado por los copistas posteriores, de acuerdo con el contenido del libro. Aunque el título copto coincide con el de otro escrito que tiene un argumento parecido.
Nada sabemos del autor del libro. En cambio, hay datos que permiten sospechar cuál fue el contexto originario y la fecha de su composición.
Entre otras razones, que ApocrJr habría copiado el episodio de Esdras del evangelio de la infancia del Pseudo Tomás, que narra cómo el niño Jesús transportó el agua en su vestido 29. La prioridad cristiana del relato es clara para Harris, pues con ese milagro se resaltaba la divinidad
de Jesús, en lo que venía a cumplirse lo escrito en Prov 30,4: «¿Quién retuvo las aguas en su manto? (... ). ¿Cuál es su nombre y el de su hijo?».
Este argumento, sin embargo, tiene poca fuerza. Como señala K. H. Kuhn , es muy improbable que un autor cristiano que conociese la atribución de este milagro a Jesús lo aplicase aquí a Esdras. Además, se sabeque algunos círculos judíos consideraban a Esdras como hijo de Dios, lo que quedaría reflejado en este pasaje independientemente de los evangelios apócrifos. Un autor judío difícilmente hubiera acudido a estos escritos cristianos; y en el contexto maravilloso del
libro nada hay de extraño que Esdras obre milagros. Por otra parte, entre el relato del PsTom y el de ApocJr no se descubre ningún rastro de dependencia literaria.
También reflejarían un autor cristiano, según Harris, las palabras del anciano a Abimelec comunicándole la entrada de Jeremías en Jerusalén, con ramos de palma, a la vuelta del destierro y haciéndole notar que no era tiempo de higos . Ambos argumentos, sin embargo, carecen de fuerza probativa: el primero, porque la expresión «con ramos de palma» no aparece en la versión capta; el segundo, porque el hecho de que no fuera tiempo de higos se inserta en la misma trama del relato y es artificioso querer buscar ahí una dependencia de Mc.
Es evidente, sin embargo, que las versiones de Apocr]r que conocemas son obra de copistas cristianos. Así lo muestra claramente. las invocaciones a la santísima Trinidad que leemos al principio o al final del escrito. También el tono de las expresiones con que Jeremías se dirige a la piedra angular del templo: «Has tomado la figura del Hijo de Dios que viene al mundo al final de los días, y reina sobre el. Trono de los judíos como señor de las dos alianzas, la nueva y la antigua» ..Esta forma de hablar parece suponer la interpretación del NT que considera
a Cristo como la piedra angular . Existen, por lo demás,. numersas expresiones que tienen resonancia en textos del NT.
Señalemos tambien que ha sido en monasterios cristianos donde se han interesado por copiar y conservar este escrito. Incluso el encabezamiento de la versión árabe sugiere que el libro, o parte de él, se leía el día de viernes santo.
Todo esto significa únicamente que. el libro ha sufrido retoques de una mano cristiana.
Su contexto originario, segun las opiniones mas autorizadas, es el judaísmo, y su contenido se explica perfectamente desde la literatura judía . Incluso el tema de la piedra angular no aparece
tan explícitamente como cristiano al observar la transmisión textual del pasaje. En efecto, la lectura de otra recension copta (ms. de Pans), de la que lamentablemente sólo conocemos un pequeño fragmento que comienza con la segunda parte del texto en cuestion ,no atestigua la
expresión «piedra angular», sino «ángulo de la piedra» o «piedr.a» sin más
En cuanto a la época de composición, se mantiene como probable que no fuera antes del s. III d. C. La opinión apuntada por Harris, de que habría sido compuesto en medios cristianos bajo la ocupación musulmana no ha sido compartida. Se apoyaba en el hecho de que los manuscritos que él cotejó se encuentran escritos en carshuni , una forma de escapar a la censura y control árabes; y además, en que uno de esos mss., el P 65, presenta rasgos filológicos claros de ser transcripción de un ms. árabe . Por otra parte, existen mss. con la versión árabe,
que Harris parece desconocer.
Mingana , Vitti y Marmorstein sospechan que el libro fue compuesto en los ss. III-IV, quizá motivado por alguno de los movimientos mesiánicos nacionalistas que surgieron en estos siglos Parece que no pudo ser compuesto antes, si realmente depende del otro libro que lleva el mismo nombre -Paralipómenos de Jeremías-, y que, en opinión general, es del s. II . El testimonio textual más antiguo que conocemos es un fragmento copto del S. VII. Por tanto, su composición ha de situarse entre el s. II y el VII.


TEXTO DE
APOCRIFO DE ]EREMIAS
SOBRE LA
CAUTIVIDAD DE BABILONIA

Estos son los paralipómenos del profeta Jeremías. En la paz deDios. Amén.

I. PROFECIAS y SUFRIMIENTOS DE JEREMIAS

El Señor se queja a Jeremías de la conducta del pueblo
1 1 Palabra del Señor que llegó a Jeremías, hijo de Jeljías:
2 -Di a este pueblo: ¿Hasta cuándo vais a pecar, a acumular pecado sobre pecado, iniquidad sobre iniquidad? 3 ¿Acaso mis ojos no ven lo que hacéis y no escuchan mis oídos lo que murmuráis entre vosotros? -dice el Señor todopoderoso-. 4 Cuando afirmáis: «Hemos ayunado y
Dios no nos ha escuchado; hemos rezado y él no se ha preocupado de nosotros». 5 ¿Es que acaso habéis ayunado por mí? -dice el Señor todopoderoso-. ¿Levantáis vuestras manos hacia mí? 6 Al contrario, habéis ayunado por Baal, y a mí me habéis afligido al exclamar: « ¿Dónde está el Dios de Abrahán? ¿Quién es el Dios de Israel?». 7 En cambio, Baal y Astarté son vuestros dioses, servís a los que os han guiado.
2 1 Os habéis olvidado de todos los bienes que os di al sacaros de la tierra de Egipto. 2 Herí a los egipcios con diez plagas terribles, hasta que os liberé de ellos y del yugo de la esclavitud. 3 Os guardé como una buena nodriza que da calor en su regazo a sus niños. No permití que os sobreviniera ningún mal en todos los caminos por los que anduvisteis. 4 Os ensalcé sobre todas las naciones; os he llamado «mi pueblo», «mi primogénito»; os saqué de en medio de las montañas llenas de serpientes y escorpiones; 5 os alimenté durante cuarenta años por el
desierto; no permití que vuestros vestidos se gastaran con el uso ni que vuestros calzados se rompieran; ni el cabello de vuestra cabeza creció durante esos cuarenta años. 6 Os di alimento de ángeles, y lo comisteis; y obligué a los ejércitos celestes a acompañaros y cuidar de vosotros. 7 Envié una columna de luz que os guió durante el día y una de fuego durante la noche. 8 Os conduje con mi fuerte mano y os cubrí con la sombra de mi brazo derecho. Os pasé a través del mar Rojo; di órdenes al agua y se mantuvo alzada como una pared. 9 Envié desde los cielos cuarenta legiones de ángeles que os rodearon como un ejercito de soldados rodea a su rey. 10 Hice que tomasen vuestras manos y os pasé por las aguas de la catarata; les ordené que trabaran los caballos y los ejes de los carros del faraón y los 'Sumergieran en el mar Rojo; 11 hice que las aguas los envolvieran y que el faraón se ahogase con todos sus capitanes. El abismo es su morada. 12 Mas a vosotros os conduje a una tierra que no habéis trabajado, una tierra que mana leche y miel, e hice que habitaseis en ella. 13 Hice que todos los pueblos temiesen ante vosotros. Pero he aquí que ahora habéis olvidado mi nombre y decís: «No tenemos otro dios que Baal y
Astarté». 14 Me habéis devuelto males a cambio de los bienes que os di, deshonra en vez de gloria. 15 Habéis entregado vuestros presentes a Baal y vuestros hijos pequeños a Astarté; cada cual ha avasallado a su prójimo, pues no hay sobre vosotros un rey justo.
3 1 Mas ahora, si persistís en todas estas acciones -dice el Dios todopoderoso- enviaré mi cólera y mi ira como el torrente de lluvia al que no se puede contener. 2 A vuestros jóvenes los matarán a espada; vuestros ancianos morirán de hambre y de sed; 3 a vuestras hijas las llevarán cautivas, y vuestras ciudades serán arrasadas por el fuego y quedarán desiertas. 4 Pero yo os soporto por si os volvierais a mi, mas no habéis querido. También yo volveré mi rostro lejos de vosotros. ,.
5 Cuando me obedecéis y guardáis mis mandamientos, y me llamais: «Señor», entonces os escucho; 6 si de nuevo decis: «Padre nuestro», en seguida os respondo: Aquí estoy, hijos míos. 7 Los días en que me obedecéis y guardáis mis mandamientos, el rocio del cielo os llega a su tiempo; 8 cuando me obedecéis, todos los pueblos temen en .vuestra presencia; uno solo de vosotros persigue a un millar y dos a diez mil; 9 los días en que me obedecéis y guardáis mis mandamientos hago que el ángel de la alianza vaya con vosotros y los caminos por los que. andáis
os bendigan. 10 Pero desde que habéis transgredido mis mandamientos, el sol y la luna odian salir sobre vosotros al contemplar las abominaciones que cometéis, y todas vuestras idolatrías.

Primer anuncio del profeta al rey Sedecías
4 1 Jeremías replicó ante el Señor:
-Perdóname mi Señor dueño en cuyas manos esta mi vida, 2 pues tú sabes, oh mi Señor, que desde el primer momento en que salí del vientre materno te he obedecido cuando me envías al rey Sedecias. Si le hablo en tu nombre, él aumentará sus maldades hacia mí, como en otras muchas ocasiones, pues no quiere, de ningún modo, que le hable en tu nombre.
4 Respondió el Señor a Jeremías:
-Levántate y ve hasta él. Yo soy el que te envía. 5 Jeremías se levantó, fue y buscó al rey Sedecías. Lo encontró sentado junto a la puerta de Benjamín, y los profetas de Baal profetizaban
en falso para él. 6 Sucedió que cuando el rey vio al profeta Jeremías, se levantó al instante de su trono, se quedó en pie y lo saludó así:
7 -¡Hombre que a mí vienes! ¿Hay palabra del Señor en tu boca?
Le respondió el profeta:
-Todo lo que me ha dicho el Señor, te lo diré.
8 Le dijo el rey:
-Habla.
Entonces Jeremías repitió las palabras que el Señor le había dicho, comunicándoselas al rey Sedecías.

Primera prisión de Jeremías y piedad de Abimelec
5 1Cuando el rey escuchó estas palabras que el Señor le dirigía por medio de Jeremías, se encolerizó muchísimo y ordenó a Ananías:
2 -Comunica todas estas cosas a los sacerdotes de Baal, a ver si es verdad lo que este loco me ha dicho. 3 El falso profeta Ananías colocó sobre su cabeza unos cuernos de
hierro, y dijo al rey:
-Esto dice el Señor: 4 Tú destruirás a tus enemigos con unos cuernos de hierro como éstos, y no habrá quien pueda luchar contigo; 5 las huellas del rey de los caldeos no atravesarán este lugar; la palabra del Señor no ha estado en absoluto en Jeremías.
6 Cuando el rey escuchó esto de boca del falso profeta Ananías, dijo:
-Prended a Jeremías y arrojadlo al pozo de fango. 7 Dejadlo allí; dadle pan y agua de tribulación, hasta que yo sepa si la palabra del Señor ha venido sobre Jeremías. 8 En seguida cogieron a Jeremías y lo arrojaron al pozo de fango, según la orden del rey Sedecías.
6 1 Dijeron a Abimelec, el etíope, que el rey Sedecías había arrojado al profeta Jeremías al pozo. Se levantó al momento y fue hasta el rey. 2 Y cuando éste vio a Abimelec ---el etíope ilustre ante Agnpa rey de Zabulón-le dijo:
-¡Te saludo! ¿Por qué ha venido hoy hasta nosotros Abimelec?
3 Le respondió:
-No eres recto en tus caminos, oh rey, porque has arrojado al profeta del Señor al pozo de fango. 4 Hoy has apagado la lámpara de Israel
que es el pueblo de Dios.
5 Dijo el rey a Abimelec:
-Ve y sácalo de ese lugar; vosotros desatadlo y que se marche.
6 Abimelec se procuró una soga y harapos; dobló la soga con los
harapos y dijo a Jeremías:
-Colócatelo debajo de los brazos.
7 Lo hizo así y (Abimelec) lo sacó del pozo, lo desató y (Jeremías)
marchó.

Revelación a Jeremías sobre el castigo de Sedecías
7 1 El Señor volvió a hablar al profeta Jeremías:
-Levántate, ve a Sedecías y dile: Esto dice el Señor, rey de Israel:
2 ¿Hasta cuándo vas a encolerizarme derramando sangre inocente, desgarrando el vientre de las embarazadas, tomando el fruto de sus entrañas y ofreciéndolo sobre el fuego? 3 ¿Es que los he dado yo a Baal? Ese es tu sacrificio. 4 La sangre de aquellos que tú has asesinado sube hasta mí, y el grito de los que has oprimido se eleva hasta la bóveda de los cielos, porque no has caminado según las obras de tu padre. 5 Pero si persistes en estas acciones, yo enviaré mi cólera y mi ira sobre ti. Te quitaré tu casa y te arrebataré tu trono; tomarán lo que es tuyo y lo darán a tus enemigos, y tu reino a los que te odian. 6 Haré que te saquen los dos ojos y te los pongan en las palmas de las manos; que maten a tus dos hijos, uno a tu derecha y otro a tu izquierda. 7 Haré que te coloquen cadenas al cuello, como a un perro se pone el collar.
8 Te llevarán atado a Babilonia e irás corriendo tras el carro de Nabucodonosor, rey de los caldeas, y te pondrán en el molino hasta que mueras allí.
9 Haré que lleven cautivo a este pueblo, y a Jerusalén que la destruyan hasta sus cimientos, 10 porque habéis promovido la discordia dentro de ella, habéis dado culto a dioses extranjeros y habéis roto la alianza que hice con vuestros padres.
11 Todo esto lo dijo el Señor a Jeremías para que lo repitiera al oído del rey.

Jeremías envía a Baruc ante el rey
8 1 Jeremías insistió así:
-¡Mi Señor y mi Dios! ¡Padre de toda bondad y dueño de la virtud!
2 Perdóname, mi Señor; no me envíes a Sedecías. El no es, en absoluto, un hombre deseoso de que se le hable en nombre tuyo. 3 A tus profetas los ha matado y a tus santos los apedrea; y en cuanto a mí, también persigue mi vida para destruirla. 4 Si vuelvo a él otra vez, ¿no me arrojará al pozo y moriré allí?
5 Dijo el Señor a Jeremías:
-Escribe todas estas palabras y dáselas a Baruc, tu secretario; 6 que él las tome y las lea al rey y a todo el consejo de los ancianos de Israel.
7 Jeremías actuó en seguida como el Señor le había dicho; escribió todas las palabras que el Señor le había hablado y se las dio a Baruc, su joven secretario. 8 Este las tomó y las leyó al rey y a todos los ancianos del pueblo de Israel. El rey, cuando escuchó todo de boca de Baruc se encolerizó muchísimo. 9 Ordenó al momento que encendieran el brasero, trajo el libro en seguida y lo quemó delante de todos. 10 Mandó que azotaran a Baruc y le obligó a decir dónde estaba escondido Jeremías.

Amenazas del rey a Jeremías. Anuncio del castígo al rey y al pueblo
9 1 El rey ordenó que arrestaran a Jeremías; que lo arrestaran y lo trajeran hasta él atado con cadenas. 2 Los soldados fueron con Baruc y éste los condujo a una tumba; encontraron a Jeremías sentado dentro de ella, lo sacaron fuera y lo llevaron hasta el rey Sedecías. 3 Cuando
éste lo vio, el diablo entró en él al momento llenando todos sus miembros, puesto que él, ciertamente, era un hijo del diablo. 4 Rechinó los dientes ante Jeremías y le dijo:
-Te sacaré la sangre y la echaré en la bandeja en que como. Daré tu cuerpo a las aves del cielo y tu carne a las fieras del campo. 5 ¿Qué poderosas palabras son esas sobre las que das testimonio: «te arrebatarán tu reino, tu trono y tu pueblo; 6 te arrancarán tu trono, llevarán cautivo a este pueblo glorioso e incluso Jerusalén será destruida hasta sus cimientos»?
7 Te juro por los dioses vivos, Baal y Astarté, que te castigaré severamente.
8 No te mataré con fuego, sino que te arrojaré al pozo de fango que está en la prisión, 9 y haré que mueras allí de hambre y de sed, hasta que vea si lo que me has dicho es verdad o no.
10 Ordenó en seguida que encadenaran al profeta y le colocaran grillos en las manos. 11 Lo condujeron a la prisión, al lugar de las inundaciones de lodo, y no le dieron pan ni agua para que muriera de hambre y de sed.
10 1 El profeta volvió su rostro hacia el rey, mientras todo el pueblo le escuchaba, y habló así:
-Que el Señor nos juzgue a ti y a mí. 2 En tantos años que he sido profeta de Dios no he proferido jamás una palabra falsa con mis labios, 3 pero las que el Señor pone en mi boca te las diré.
4 Esta es la tercera vez que me envías a prisión, prefiriendo a los profetas de Baal, que te profetizan en falso. 5 Pero escucha ahora la palabra del Señor, la que él ha puesto en mi boca. 6 Esto dice el Señor:
Puesto que has dado culto a dioses extranjeros, yo también apartaré mi rostro de vosotros. 7 Agravaré despiadadamente mi ira contra vosotros y sobre este lugar santo. 8 He aquí que viene el rey de los caldeos contra vosotros, numeroso como las langostas y que derriba las murallas de
Jerusalén, la ciudad santa. 9 Dios lo enviará e impondrá su trono en medio de vosotros.
10 Y a ti, Sedecías, cuando veas todo esto, te sobrevendrá una congoja como a la que está de parto. 11 Te acostarás en tu lecho y te pondrán un sudario sobre el rostro, al modo de un cadáver; 12 tus criados correrán contigo, como con un muerto, hacia el Jordán para pasarte
al otro lado y que te salves. 13 Pero Dios hará una sugerencia al corazón del rey de los caldeos para que te persigan y te alcancen junto al río Karmis, 14 que te bajen al suelo, descubran tu rostro y te conduzcan ante él. 15 Tu boca le hablará, pero él te sacará los ojos y los pondrá sobre tus manos; 16 colocará una cadena sobre tu cuello como se pone el collar a un perro. 17 Ordenará matar a tus dos hijos, uno a tu derecha y otro a tu izquierda; 18 serás atado al carro de Nabucodonosor, conducido a Babilonia y puesto en el molino; 19 arrearás a los caballos y te darán pan de sufrimiento y agua de tribulación, hasta que mueras.
11 1 Entonces Sedecías hizo que sus criados se lanzaran sobre Jeremías, lo azotaran y arrojaran a la cárcel. 2 Jeremías dijo a los criados:
-Tened paciencia conmigo, pues tengo una palabra que decir al rey y a este pueblo transgresor de la ley.
3 Dijo el rey a sus criados:
-Es preciso permitir al que va a morir que diga todo.
4 Jeremías habló entonces así:
-Oíd también vosotros, pueblo alejado de Dios. Esto dice el Señor:
5 Igual que os regocijasteis cuando os saqué de Egipto, así también os sacaré de Jerusalén y me alegraré cuando los cautivos os convoquen a Babilonia. 6 Ordenaré al sol que aumente su ardor sobre vosotros, y a la luna y a las estrellas que retiren de vosotros su luz. 7 Todos los bienes que os otorgué durante esos cuarenta años en el desierto, os los duplicaré en males. 8 A vuestros padres los saqué de la tierra de Egipto y los alimenté durante cuarenta años en el desierto. 9 Sus vestidos no se desgastaron, su calzado no se rompió ni creció el cabello de su cabeza. 10 Pero a vosotros os conducirán a la cautividad. Antes de que pase un mes, los vestidos que lleváis se desgastarán, se volverán como pellejos encima de vosotros y los zurciréis con agujas de caña. 11 Vuestro calzado se romperá y agujereará. El cabello de vuestras cabezas se volverá como el de los carneros y os crecerá como el de las mujeres. 12 En lugar de la columna de flama que iluminaba a vuestros padres en el desierto durante el día, y de la de fuego que avanzaba ante ellos por la noche, 13 vosotros os llenaréis de confusión, cayendo unos sobre otros.
14 Tendréis hambre de pan y pasaréis sed de agua. Levantaréis vuestros ojos al cielo y diréis: «¿Dónde están el rocío y el maná que Dios envió a nuestros padres?~. 15 En vez del buen rocío y del buen maná vendrán sobre vosotros polvo y ceniza, embadurnarán todo vuestro cuerpo y os
producirán dolor. 16 Haré que el agua que bebáis amargue en vuestra boca hasta que muráis. Vuestros huesos se secarán. 17 En vez de la bandada de codornices que di a vuestros padres, enviaré sobre vosotros setenta plagas, 18 y seréis esclavos del rey de los caldeos hasta que cesen
mi cólera y mi ira.

Nueva prisión de Jeremías y profecía sobre Abimelec
12 1Todo el pueblo escuchó estas palabras de Jeremías y gritaron a una:
-¡Viva eternamente el rey Sedecías! 2 Agarraron luego a Jeremías y lo arrojaron al pozo de fango. 3 Esta es la forma de aquel pozo: se emplean tres horas andando bajo tierra hasta que se llega; su fondo es angosto y del tamaño de una botella de cristal, 4 y el espacio para estar erguido tiene la anchura de un pie humano. Y Jeremías estaba dentro de aquel lugar.
5 Abimelec era un etíope, siervo del rey Agripa, gobernador de Israel. 6 Venía cada día y pagaba un estáter al encargado de la prisión para que le permitiera dar a Jeremías pan, una mezcla de agua y un poco de fruta, que cogía del servicio de su señor. 7Hizo esto durante veinte días. Luego Abime1ec se presentó al rey Sedecías. Le dijo el soberano:
-¿Has venido hoy hasta nosotros, Abimelec? Te saludo.
8 Le respondió Abimelec:
-Sí, ¡oh rey!
Sedecias le preguntó:
-¿A qué has venido aquí?
9 Le dijo Abimelec:
-¿No te ha bastado haber arrojado al profeta de Dios a la cárcel la primera vez, la segunda o la tercera? Has apagado la lámpara de Israel. 10 ¿No sabes que él es la luz para el pueblo de Dios? ¿Qué otra cosa te dijo sino lo que Dios puso en su boca?
11 Contestó el rey:
-Bien has opinado en esto, Abimelec. Si es ésta tu petición ve sácale del pozo de fango y ponlo en el patio de la prisión. "
12 Fue Abimelec con los servidores del rey, sacó a Jeremías del pozo de fango y lo dejó en el patio de la prisión. 13 Abimelec se acercó entonces a Jeremías, y éste le dijo:
-Bendito seas, Abime1ec, hijo mío, 14 puesto que has usado de misericordia conmigo en este momento de tribulación. Esto te dice el Señor, Abime1ec: 15 No verás la destrucción de Jerusalén ni caminarás bajo el yugo de Nabucodonosor; no morirás ni sufrirás. 16 El sol te alimentará y el aire te abrigará; 17 la tierra sobre la que te acuestes te proporcionará descanso, y la piedra bajo tu cabeza te dará reposo. 18 No pasarás frío en invierno ni desfallecerás en verano 19 sino que tu alma permanecerá en reposo durante setenta años, hasta que veas a Jerusalén
cuando sea gloriosamente habitada.

II. CASTIGO DIVINO POR MEDIO DE NABUCODONOSOR

A) Preparación del castigo

Nuevos pecados de Sedecías
13 1 Después de esto sucedió que el rey Sedecías pecó delante del Señor. 2 Entró en el templo y se llevó las columnas resplandecientes que alumbraban, sin lámpara, en el templo del Señor. 3 Las tomó y las colocó en la casa de Astarté, el ídolo de oro. 4 Arrancó las tablas de piedra preciosa que estaban dentro del santo de los santos, 5 las llevó y las colgó en su comedor, allí donde él come, bebe y se divierte con sus concubinas. 6 Hizo que volcaran la mesa de oro en la que se colocaban las ofrendas del Señor y que las trasladaran al templo de Astarté, y se llevaron las ofrendas del Señor. 7 Mandó traer el arca del Señor Dios e hizo que tomaran el efod de oro con el que se consulta al Señor, que se lo trajeran, hicieran una corona de oro y la pusieran sobre la cabeza de Astarté a la que servía. 8 Fabricó unas sedes de plata en la que fue transportado Baal. 9 Y pecó delante del Señor; encendió fuego sobre un altar e hizo que le trajeran a las mujeres embarazadas, abrió sus vientres y tomó sus frutos. 10 Hizo que le trajeran a los niños pequeños que aún estaban en brazos de sus madres, desde dos años para abajo; fueron sacrificados delante de Baal y su sangre distribuida por el altar.
11 Cuando (el rey) hubo cometido estas transgresiones delante del Señor, la tierra tembló y se conmovió; el Señor tronó desde los cielos. 12 Los ángeles de la presencia vieron a Dios exaltarse muchísimo, porque Sedecías entró en el santuario y se llevó la copa de la oración, es decir, lo santo. 13 El fuego maloliente entró en el santuario del Padre.
14 Los patriarcas del pueblo, Abrahán, Isaac, Jacob y Moisés, se postraron enseguida y adoraron al Dios todopoderoso para que tuviera misericordia del pueblo y no lo destruyera. 15 Al momento la misericordia de Dios se manifestó al no extirparlos.

Jeremías elige el castigo
14 1 Vino a Jeremías la palabra del Señor cuando estaba sentado
en el patio de la cárcel:
-Jeremías, mi elegido.
2 El Señor añadió:
-Me he jurado a mí mismo apaciguar mi ira pero sacaré fuera a este pueblo y sufrirá;. 3 puesto que yo no engaño a mis profetas ni a mis santos. Si tu petición no fuera como una muralla férrea en torno a ellos, ahora mismo los habría extirpado; 5 y si tu oración no fuera como una columna de luz en medio de Jerusalén 6 sin duda la habría destruido .hasta sus cimientos, como a Sodoma y Gomorra. 7 Porque se han atrevido contra mi santa casa, sobre la que se ha aposentado mi nombre, y la han. profanado; y mi altar ha sido derribado. 8 ¿Es que no quieres que mis ojos hayan derramado lágrimas por la sangre de los niños arrojada a los demonios mientras decían: «el que quiera pecar que lo haga»? 9 ¿Quién es el que ha bajado al infierno, sabiendo que allí está la condenación? 10 He contenido mi deseo de destruir a este pueblo porque tú estás en medio de ellos.
11 Pero elige tu, uno de estos tres castigos que voy a enviarles. 12 ¿Quieres que mande desde los cielos a Mistrael el ángel de la ira con su vara de fuego, 13 y que 1os go1pee y extirpe de entre los pueblos, desde el anciano hasta el niño, sin dejar de ellos ni un solo viviente?
14 ¿O prefieres que les envíe el hambre y haga que la tierra se vuelva hierro y el cielo bronce, 15 que no les llegue el rocío ni su tierra produzca fruto; que deje sus viñas y sus árboles sin fruto 16 y que haga persistir la carestía sobre sus almacenes repletos, hasta que queden vacíos; que les. haga morir, con sus hijos, de hambre y de sed, 17 y deje que se coman incluso la carne unos de otros hasta perecer todos a una sobre la tierra? 18¿ 0 deseas que envíe a Nabucodonosor, rey de los caldeos, que venga a Jerusalén y los entregue en sus manos, 19 y los lleve a su tierra castigándolos durante setenta años?
15 1 Cuando Jeremías oyó esto de boca del Señor, exclamó entre amargas lágrimas:
2 -¡Dueño de la virtud, rey de todos los siglos! Te suplico que tengas compasión de tu pueblo y te apiades de tu heredad. 3 Perdónales a causa de Abrahán tu amado y de Isaac tu siervo. 4 Si envías a Mistrael, el ángel de la ira, y los extirpa, ¿cómo observarás el juramento que hiciste a Abrahán? 5 También dijiste: «convertiré el cielo en bronce y la tierra en hierro, y morirán de hambre y de sed»; 6 ¿cómo observarás la alianza que estableciste con los hijos de Israel, de que «vuestros hijos estarán en mi presencia»? 7 Y ahora, Señor, si he hallado gracia ante ti es mejor para ellos que los entregues en manos de Nabucodonosor, rey de los caldeos; 8 que los conduzca a su tierra y los castigue, pues un padre suele castigar a sus hijos.

El arcángel Miguel anuncia a Nabucodonosor el castigo del pueblo
9 Al momento, la misericordia de Dios escuchó la oración de Jeremías; llamó al arcángel Miguel y le dijo:
10 -Miguel, mi fiel administrador, mi ilustre portador de buenas noticias, te envío para que vayas a la tierra de los caldeos. 11 Di a Nabucodonosor: levántate, congrega todas las fuerzas de los caldeos, ve a Jerusalén, invade la tierra de Judea y toma cautivo a todo el pueblo de Israel. 12 Que sus jóvenes fabriquen ladrillos, que los ancianos corten madera y transporten agua; 13 que sus mujeres trabajen la lana y todos den su rendimiento cada día, como esclavos. 14 Pero ten piedad de ellos porque es mi pueblo, y te los he dado para que los castigues durante breve tiempo. 15 Después yo tendré misericordia de ellos a causa de sus padres y de Jeremías mi elegido.
16 1 Después que Dios dijo esto a Miguel, salió éste del cielo y fue a Nabucodonosor, de noche. 2 Se puso de pie a su lado, mientras dormía en su cama, y le golpeó el costado derecho a la vez que le decía:
3 -Levántate, que te hablo a ti, Nabucodonosor.
El rey dio un salto, lleno de gran temor y espanto. 4 Arrojó la colcha dorada que le cubría, miró y vio a Miguel de pie; 5 su rostro despedía un resplandor luminoso, en sus manos había flechas terribles y una coraza de perlas lo rodeaba; 6 una espada terrible blandía su mano derecha, y sus pies eran como bronce bruñido.
7 Nabucodonosor cayó a los pies de Miguel, éste tendió su mano, lo cogió (por sus vestidos) y le dijo:
-No temas, Nabucodonosor.
8 Respondió el monarca:
-¡Ay de mí, mi Señor! ¿Eres tú uno de los dioses de Babilonia, o eres realmente el Dios del cielo que ha creado todo ser viviente?
9 Le respondió Miguel:
-Yo no soy el Dios del cielo, sino servidor suyo. Soy uno de los siete arcángeles que están ante el trono del Padre. 10 Esto dice el Señor:
Levántate, congrega todas las fuerzas de los caldeos, ve a Jerusalén y ocupa aquel lugar, Judea; hazlos cautivos y llévalos a la tierra de los caldeos. 11 Que sean para ti siervos durante setenta años; que sus jóvenes fabriquen ladrillos, que sus ancianos corten madera y transporten agua, 12 que sus mujeres trabajen la lana y den todos su rendimiento cada día, como esclavos. 13 Pero tendrás misericordia y justicia con ellos, porque es mi pueblo. Te los he dado para que los castigues durante un breve tiempo. 14 Después me apiadaré de ellos a causa de sus padres.
17 1 Replicó Nabucodonosor:
-¡Ay de mí, Señor! Sin duda el Señor se ha airado contra mí por mis pecados, y me ha enviado a esa tierra. 2 Si es así, entonces destrózame con tus propias manos junto a toda mi gente. ¿Quién es Nabucodonosor, o quién es el rey de Babilonia ante el pueblo de Dios? 3 ¿Quién soy yo para ir a Jerusalén y hacer la guerra al pueblo justo? ¿No es éste el pueblo con el que luchó el faraón y bajó al abismo cubriéndole las aguas? 4 ¿No es éste el pueblo que se adueñó del amorreo, tras aniquilar a siete de sus príncipes? 5 ¿Quién soy yo para vencer al pueblo justo? Pues he oído, ciertamente, que cuando van a hacer la guerra 6 no llevan consigo espadas, ni lanzas, ni ningún otro equipo guerrero, sinoque extienden sus manos y Miguel lucha por ellos.
7 Le respondió Miguel:
-Está bien, Nabucodonosor, que sientas miedo ante Dios. 8 A todos los pueblos que han pecado contra él los entrega en manos de sus enemigos y son castigados. 9 Pero ahora ese pueblo ha pecado. Levántate y domínalos, hasta que reconozcan a Dios que los ha creado. 10 Tras estas palabras, el arcángel Miguel extendió su mano, tocó el coraz6n del rey y lo encoleriz6 contra el pueblo. 11 Miguel volvió al cielo, mientras el rey lo miraba con miedo.

Dudas y consultas de Nabucodonosor
18 1 Cuando llegó la mañana, salió de su dormitorio y despertó a Jeljiane, su mujer, y le contó todo lo que Miguel le había dicho. 2 Pero Jeljiane, su esposa, cuando escuchó todo, 1loró amargamente mientras decía:
3 -¡Ay de mí, mi señor y hermano! ¡Ay qué camino vas a recorrer!
¡Que pueda yo verte otra vez! 4 ¿Qué rey peleó jamás con ese pueblo y se salvó? ¿Es que no sabes que ése es un pueblo que está cerca deDios? Cualquier cosa que piden a Dios, él se la concede.
s Dijo Nabucodonosor:
-Es su Dios quien me envía.
6 Le respondió su mujer:
-Si su Dios es quien te envía, coge una oveja y ponla en el camino que une Jerusalén con la tierra de los caldeos. 7 Baja de tu carro, extiende tu cayado de oro, el que está en tu mano, y colócalo sobre la cabeza de la oveja. 8 Si ésta se dirige por el camino de Judea, síguela, porque el Señor ha puesto al pueblo en tus manos. 9 Si la oveja se vuelve hacia Babilonia, nuestra ciudad, síguela. 10 De lo contrario, si vas, aun siendo tu ejercito numeroso como las arenas del mar ni un solo hombre retornará aquí.
19 1 Las. palabras de Jeljiane agradaron al rey. Este mandó que le trajeran a Ciro y a Amesaros, generales de su ejército. 2 Vinieron y se presentaron ante el rey. El rey les dijo:
-He visto grandes prodigios esta noche por mediación de un ángel de Dios.
3 y empezó a contarles todo. Ciro y Amesaros le respondieron:
-¡El rey viva eternamente! Pregunta y mira si ese pueblo ha pecado o no. 4 Si el pueblo de los hebreos ha ofrecido sacrificios a dioses extranjeros y no al Dios de sus padres, entonces Dios estará airado con ellos. 5 Ahora, pues, oh rey, levántate y envía un criado a Jerusalén a Sedecías, rey de Israel, y mándale regalos con palabras de paz. 6 Si nos enteramos que no han servido a otros dioses salvo al Dios del cielo, que son los profetas de Dios quienes les profetizan 7 y que el arca del Señor va delante de ellos, tal como hemos oído sobre ella, que hirió a los reyes de los amorreos; si es asi, no vayamos ni luchemos, no sea que Dios se encolerice contra nosotros y envíe del cielo un fuego que nos devore.
2o 1 Estas palabras agradaron al rey. Envió un embajador y treinta mil soldados; escribió una carta a Sedecías y le mandó oro e incienso de Persia. 2 El embajador marchó con aquella muchedumbre de soldados hasta llegar a Jerusalén. 3 Entró en la ciudad y preguntó por el palacio del rey Sedecías. 4 El monarca salió ante él, montado en un carro de oro. Baal y Astarté, el ídolo de oro, le precedían, y mujeres necias danzaban delante de sus ídolos.
5 El embajador se acercó a Sedecías, lo saludó y le entregó la carta de su señor con el regalo. 6 Sedecías tomó el oro que le traían y lo transformó en una corona sobre la cabeza de Astarté; 7 y el incienso lo ofreció ante Baal. Escribió la respuesta a la carta de este modo:
8 «Sedecías escribe así a Nabucodonosor: Existe una gran paz entre tú y yo, 9 porque tu pueblo es mi pueblo y los dioses a los que tú sirves son también los míos».
10 Selló la carta y la entregó al embajador con regalos, vestidos lujosos y piedras preciosas. Cuando los falsos profetas oyeron esas palabras, dijeron al rey Sedecías:
12 -¿Dónde están ahora las palabras que ha pronunciado Jeremías:
«El rey de los caldeos vendrá sobre esta tierra y la destruirá?».
21 1 A los pocos días volvió de Babilonia el mensajero de Nabucodonosor y le entregó la carta del rey. 2 Cuando Nabucodonosor leyó la carta y llegó a este pasaje: «mis dioses son tus dioses», rugió como un león. 3 Inmediatamente gritó con fuerte voz:
-Reunidme todo el ejército de los caldeos. 4 Los generales del ejército de Nabucodonosor reunieron a numerosos soldados. 5 Y Nabucodonosor salió aquel día de Babilonia con todo el ejército de los caldeos: 6 setecientos setenta mil infantes con espadas desenvainadas en sus manos, setenta mil cubiertos de armadura, 7 setenta mil armados con corazas de hierro y montados a caballo; setenta mil carros con doce hombres hábiles en cada uno; 8 seiscientos mil hombres con armas en ambas manos. Sumaban en total doce millones y diecisiete.
9 En seguida Nabucodonosor llegó al camino de la Panoplia, que es la frontera entre Jerusalén y Babilonia; 10 descendió de su carro e hizo que le trajeran el hígado de un macho cabrío. 11 Al momento se levantó y clavó su bastón de oro en tierra; 12 colocó el hígado del macho cabrío
a su izquierda y el manto de púrpura a su derecha. 13 Se quitó la diadema que llevaba sobre la cabeza y volvió el rostro hacia el este. Oró así:
14 -¡Oh Dios a quien no conozco! ¡Dios de los hebreos llamados Abrahán, Isaac y Jacob! 15 Aquel cuyo nombre no soy digno de pronunciar con mi boca, porque mis labios están manchados. 16 Temo que no entregues en mis manos a tu pueblo amado. Tengo miedo, mi Señor, de combatir a tu pueblo. 17 Seguramente mis pecados y los de mi pueblo han subido a tu presencia, como en el caso del faraón, rey de Egipto, que luchó contra tu pueblo y pereció con toda su gente. 18 Si es así, ¡oh mi Señor!, extiende tu mano sobre mí en mi país y destrúyeme con toda mi tierra. 19 Pero si eres tú quien me envía, haz que la sombra de mi bastón se vuelva hacia mi manto de púrpura. 20 En seguida el sol dio la vuelta y la sombra del bastón cayó sobre su manto de púrpura. 21 Entonces el rey tomó su manto de púrpura y lo colocó a la izquierda, y puso el hígado del macho cabrío a su derecha.
Añadió:
22 -Mi Señor, fortalece mi corazón todavía un poco. Si eso es así, haz que la sombra vuelva sobre mi manto de púrpura otra vez. 23 Inmediatamente la sombra dio la vuelta y cayó sobre su manto de púrpura. 24 El corazón del rey se convenció entonces de que Dios había entregado al pueblo en sus manos.

Sueño de Abimelec
22 1 Después de esto, Dios se acordó de Abimelec, el etíope, por todo el bien que había hecho a Jeremías; 2 y no le permitió ir a la cautividad con los hijos de Israel.
3 Abimelec se levantó según su costumbre para salir al huerto de Agripa y recoger frutos ya maduros. 4 Avanzaba acercándose a la ciudad cuando Dios obró conforme a la palabra del profeta: «Tú no verás la destrucción de Jerusalén». 5 Llegó a un sitio fresco a la hora quinta del
día. Levantó la mirada al cielo y pensó:
6 -Hay tiempo. Todavía no es el momento de que mi señor tome la comida 7 ni es la hora de ir a visitar a mi padre Jeremías a la cárcel. 8 Entraré un poco a este lugar fresco y sombreado, me sentaré y descansaré un poco. 9 Y Abimelec dejó la cesta de higos, uvas y demás frutos que traía consigo del huerto de Agripa, y los cubrió con ramas. 10 Se durmió y quedó en reposo. La tierra le proporcionó descanso; la esquina de una piedra lo cubrió como un refugio. 11 El rocío lo alimentó y el aire le dio calor; no tuvo hambre ni sintió sed, 12 ni el frío del invierno lo molestó, ni el calor ardiente del verano; 13 hasta que fue destruida Jerusalén y habitada de nuevo. Mientras tanto, el poder del Señor lo protegía.

B) Invasión y cautividad

Los caldeos conquistan la tierra
23 1 Nabucodonosor recordó la palabra de su mujer e hizo que le trajeran una oveja. 2 La colocó en el camino y le puso su bastón sobre la cabeza. El animal volvió su cabeza hacia Jerusalén. 3 Después de un mes, Nabucodonosor llegó a los límites de Israel y ocuparon aquella tierra. 4 Los caldeos batieron palmas mientras decían:
-Luchemos contra los hebreos y repartámonos sus despojos. 5 Todos los pueblos están irritados contra Israel, porque han oído su fama de que ninguno puede dominarlos.
6 Nabucodonosor se adentró en la tierra de Judea y la sometió. 7 Los jóvenes cayeron ante él, e Israel se encontró sin fuerza como una mujer cuando tiene los dolores. 8 El rey hizo apresar a los hebreos de Israel, que fueron conducidos a él atados. 9 A los que estaban en las terrazas no les permitieron bajar, ni entrar en la ciudad a los que estaban en el campo, 10 sino que pusieron a todos cadenas de hierro, tal como los encontraron.
11 El rey Nabucodonosor ordenó que reunieran al pueblo de los hebreosy los contaran. Encontraron que eran un millón ochocientas milpersonas. 12 Contaron también a los caldeos que habían venido con el rey Nabucodonosor; eran siete soldados por cada hebreo. 13 Y Nabucodonosor estableció su trono a la entrada de la puerta de Jerusalén.

Castigo de Sedecías
24 1 Al rey Sedecías le sobrevino una angustia como a una mujer que da a luz, y quedó espantado. 2 Hizo que le trajeran una cama, se acostó sobre ella y mandó que le cubrieran con un lienzo blanco, tapándole también la cara. 3 Lo envolvieron como a un cadáver y sus servidores
lo alzaron y corrieron con él para pasarlo al otro lado del Jordán.
4 Nabucodonosor ordenó que le trajeran a Sedecías, rey de Israel.
Ciro, el general supremo del ejército de los caldeos, entró en Jerusalén y se dirigió al palacio del rey Sedecías, el que se había hecho construir en marfil. 5 Allí estaba, preparado, su lecho de plata, y Astarté, el ídolo de oro al que ofrecen perfumes, junto a él. 6 Casi estaba aún la huella
de su cuerpo, con su sudor y los vestidos encima. 7 Y Dios inspiró el corazón del rey Nabucodonosor, por lo que corrieron desde la cama de Sedecías y le alcanzaron junto al Jordán. 8 Entonces destaparon su rostro y encontraron sus ojos abiertos. Lo llevaron ante Ciro, el general supremo del ejército de los caldeos, 9 y éste mandó sacarle los ojos y ponérselos en las palmas de las manos. 10 Ordenó que mataran a sus dos hijos, uno a su derecha y otro a su izquierda. 11 Hizo que le colocaran una cadena al cuello, como a un perro le ponen el collar. Luego lo condujeron al rey Nabucodonosor. 12 Este mandó que castigaran a todo el pueblo de los hebreos: a los jóvenes los colgó en su presencia; 13 a los ancianos, les pusieron cadenas al cuello y les rompieron la espina dorsal, 14 a las mujeres embarazadas las tendieron sobre el vientre y les colocaron piedras encima.

Nabucodonosor consulta a Jeremías
25 1 El rey Nabucodonosor bramó contra ellos como relincha un caballo en el carro. Les decía:
2 -¿Dónde está el profeta del Dios que me ha enviado aquí, a destruir la ciudad entera, porque de lo contrario me habría vuelto atrás? 3 ¿Dónde está el arca de Dios que contiene las tablas de la alianza, y de la que he oído que viaja delante de vosotros?
4 Todo el pueblo de Israel levantó la voz llorando amargamente mientras decían:
-¡Señor nuestro! ¿Dónde encontraremos al profeta? 5 Sedecías mandó que fuera encarcelado y que no le dieran pan ni agua hasta que muriera de hambre y sed.
6 Pero añadían:
-Dios envió un espíritu y sacó a Jeremías de la cárcel.
7 Dijeron también:
-¿Dónde encontraremos el arca del Señor? Se ha recubierto de polvo en la montaña de Jericó; 8 Sedecías elevó a Baal y Astarté en las varas con las que se alzaba. 9 ¡Oh Dios, tú eres justo y todos tus juicios son rectos, porque nos has pagado según nuestras acciones!
26 1 Gritaron todos los ancianos de Israel:
-¡El rey viva eternamente! Te suplicamos que nos permitan enderezarnos para poder contestarte.
2 Les replicó el rey:
-Hablad encorvados, porque vuestro Dios os ha doblado. ¿Qué dios tendrá misericordia de vosotros?
3 Respondieron los ancianos de Israel:
-iEI rey viva eternamente! Si buscas al profeta del Dios que te ha enviado hasta nosotros, sábete que es joven. 4 Mira a todos los jóvenes que aquí están. Pon en fila a todos los de veinte años para abajo. 5 Coloca varas en sus manos, y aquel cuya vara florezca, ése es el profeta
de Dios.
6 Estas ralabras agradaron al rey. Hizo salir doce mil jóvenes según las tribus. En seguida colocaron en fila a los de la edad de Jeremías -que el rey había apartado-, 8 y el monarca ordenó que les pusieran varas en las manos. Pusieron también una vara en la mano de Jeremías y pasaron ante el rey de mil en mil. 9 Jeremías también pasó delante del rey; su vara floreció y produjo fruto maduro. 10 Nabucodonosor se levantó de su trono y besó los pies de Jeremías. Luego le dijo:
11 -Verdaderamente tú eres el profeta de Dios. Ve y pregunta al Señor si el me ha enviado a esta tierra, 12 o si quiere que vuelva a mi pais y me congracie con vosotros con grandes regalos.
13 Respondió Jeremías:
-¡Te lo suplico, mi señor! Ordena que dejen descansar un poco a este pueblo, 14 hasta que vaya, pregunte al Señor y vuelva a ti. Lo que él me diga te lo comunicaré.
15 El rey Nabucodonosor ordenó que dejaran descansar al pueblo:
hizo soltar a .los ancianos, bajó a los jóvenes que estaban colgados 16 e hizo que retiraran de las mujeres embarazadas las piedras que había sobre ellas. Dejó descansar a todo el pueblo.
27 1 Cuando el profeta entró en el templo de Dios, miró fuera de él y lo vieron. 2 La sangre manchaba las gradas del altar que Sedecías había profanado. Vio el pedestal de Baal colocado frente al lugar santo.
3 Gritó luego:
-¡Oh, esta casa de oración se ha convertido en templo de ídolos!
4 Jeremías cayó sobre su rostro en las escaleras del altar, y clamó a
Dios así:
5 -¡Dios de esta casa, padre de bondad, compasivo y misericordioso! ¡Señor de mi alma y de mi cuerpo, rey de todos los siglos! 6 Miradesde el cielo a tu pueblo que Nabucodonosor tiene humillado. Compadécete de ellos, tenles piedad y líbralos de sus enemigos.
7 Después que Jeremías adoró al Señor, la voz de éste vino hasta él:
8 -¡Jeremías, mi elegido! ¿No te dije que no intercedieras por este pueblo de dura cerviz? ¿No sabes que yo soy un Dios piadoso? 9 Mira, aquí está todo el pueblo, y es la hora sexta del día. Levántate, enciende una lámpara y examina a Jerusalén. 10 Si encuentras un hombre en el que
habite la misericordia de Dios, yo haré volver a este pueblo y no le permitiré ir a la cautividad. 11 Si encuentras a un solo hombre cuya boca esté limpia de la comida sacrificada a los ídolos, yo haré volver a este pueblo y no le permitiré ir a la cautividad. 12 Si encuentras un solo hombre en cuyo corazón opere la misericordia de Dios hacia su prójimo, yo haré volver a este pueblo. 13 Si encuentras un solo hombre inocente de lo que te he dicho, yo haré volver a este pueblo.
14 Entra en el templo y coloca la lámpara sobre el candelabro del lugar santo; 15 no se extinguirá ni se apagará durante estos setenta años, hasta que el pueblo vuelva aquí, y sientan temor y temblor en mi presencia.
16 Cuando hayas colocado la lámpara, quítate el vestido profético y anda de saco; marcha delante de este pueblo y acompáñales a la cautividad. 17 Cargaréis el yugo de Nabucodonosor y le serviréis durante setenta años.

Jeremías esconde los utensilios del templo
28 1 Al oír esto Jeremías de boca del Señor, se apresuró y encendió la lámpara; salió ante todo el pueblo de Israel para examinarlo.
2 Los ancianos gritaron:
-¡Padre nuestro Jeremías! ¿A quién buscas así con esa lámpara al mediodía? "
3 Les contestó:
-Estoy buscando a un hombre, uno solo en cuyo corazón esté la misericordia de Dios hacia su prójimo, y no lo encuentro.
4 Jeremías examinó a todo el pueblo y no halló un solo hombre como el Señor le había dicho. 5 Entonces el profeta fue a la oscuridad esto es, a la parte occidental del templo, y sacó la vestidura del sumo sacerdote. 6 Subió al tejado del templo, se puso en pie y dijo:
-jA ti te hablo, piedra angular! 7 Toma la forma de una persona excelsa y venerable, porque has sujetado los dos muros y los has mantenido derechos. 8 Has tomado la figura del Hijo de Dios que viene al mundo al final de los días 9 y reina sobre el trono de los judíos, siendo señor de las dos alianzas: la nueva y la antigua.10 Por eso será destruido todo este templo, excepto la piedra angular. 11 jEscúchame! Abre la boca y recibe tú la vestidura del sumo sacerdote. 12 Sé tú su guardián hasta el día en que el Señor haga volver de la cautividad a su pueblo. 13 Entonces se las entregarás y servirán con ella al Señor. 14 Inmediatamente la piedra angular se abrió por medio, recibió de él las vestiduras y se cerró como antes. 15 Jeremías tomó luego la lámina de oro en la que está escrito el nombre del Señor, 16 la que Aarón y sus hijos se ponían sobre sus espaldas en el momento de entrar al altar del Señor. 17 Miró al sol y dijo:
-¡Te hablo a ti, gran lucero, ministro fiel! 18 No hay ninguno entre todos los vivientes que pueda constituirse en responsable de esta lámina, en la que está escrito el nombre del Señor, excepto tú. 19 Ahora, pues, tómala de mi mano, hasta que venga a reclamártela.
20 Inmediatamente la arrojó hacia arriba, y los rayos del sol la recibieron en ellos. 21 El resto de los instrumentos de la casa de Dios se los llevó Nabucodonosor a su tierra.
29 1 Cuando Jeremías acabó de hacer esto, se despojó de su vestidura profética y la arrojó en medio del templo de Dios. 2 Cogió todas las llaves y las puso dentro de la torre. Añadió:
3 -¡Te estoy hablando a ti, oh torre! Recibe tú las llaves de la casa del Señor y guárdalas contigo hasta que el pueblo vuelva de la cautividad.
4 Entonces la piedra abrió su boca y las recibió de él. 5 Jeremías salió al encuentro del rey y se acercó a él. 6 Cuando el pueblo vio al profeta vestido de saco y llena la cabeza de tierra, gritaron todos con amargo llanto y rasgaron sus vestidos. 7 Se cubrieron de polvo la cabeza y tiraron tierra al aire; cayeron en la cuenta, entonces, que el Señor no les había perdonado.
8 Porque toda oración que pronunciaba Jeremías la hacía por el pueblo de Dios. 9 Y cada vez que el profeta entraba en el templo, rezaba y salía vistiendo un manto blanco y con ungüento sobre su cabeza 10 -que le bajaba por la barba y goteaba sobre las franjas de su manto--,. 11 entonces la misericordia divina llegaba a todo el pueblo. 12 En cambio, cada vez que la ira de Dios estaba sobre el pueblo y no les habla perdonado, 13 el profeta salía vestido de saco y con tierra sobre la
cabeza. Entonces ellos sabían que Dios no les había perdonado.

Camino de Babilonia
3O 1 Jeremías llegó hasta Nabucodonosor y le dijo:
-Levántate de prisa y engancha tus carros; 2 verdaderamente Dios ha entregado a este pueblo en tus manos.3 Nabucodonosor saltó como un león y mandó enganchar los carros. 4 Condujo a los hebreos a Babilonia, aunque ordenó a algunos de entre el pueblo que permanecieran en la tierra de Israel y le pagaran tributo. 5 Cuando el rey vio a Jeremías marchando delante del pueblo, le dijo:
6 -¿Qué delito has cometido tú, Jeremías? Quítate ese saco de encima. 7 Jeremías respondió al rey:
-He pecado junto a todo este pueblo. 8 iVive el Dios de Abrahán que no dejaré de llevar este saco hasta que Dios tenga piedad de este pueblo y lo rescate de la cautividad! 9 Pero el rey hizo señas al general supremo de su ejército de que hicieran subir con ellos al carro a Jeremías.
10 El pueblo de los hebreos anduvo el camino de Babilonia. 11 Después que dejaron su tierra, al cabo de un mes, sus vestldos se desgastaron y se volvieron como pellejos encima de ellos.12 El calzado de sus pies se rompió y quedó por el camino. 13 El cabello de sus cabezas crecio y les llegaba a las espaldas, como el. de las mujeres. 14 El calor sofocante los agobió durante el día y la oscuridad durate la noche.15 Caminaban confundidos cayendo unos sobre otros y diciendo:
16 -¿Dónde están el rocío y el mana que Dios dio a nuestros padres en el desierto, y la fuente de agua dulce?.17 El cielo envió sobre ellos un polvo pegajoso que se adhería a sus cuerpos y sus vestidos se ajaron. 18 El agua que bebían se hizo amarga en sus bocas, y les salió por el cuerpo una sarna salvaje. 19 Sus vestidos se rompieron y los cosieron con agujas de caña. :20 Las embarazadas abortaron por las penalidades de los caminos; las que estaban amamantando
abandonaron a sus hijos al no tener leche en sus pechos a causa delhambre y la sed. 21 Y todos lloraron a un tiempo, mientras confesaban:
-Tú eres justo, oh Dios, porque nos has pagado según nuestros pecados, 22 pues dimos nuestros hijos a Astarté y el fruto de nuestro vientre lo ofrecimos a Baal. 23 Ahora nuestros pecados recaen sobre nuestrascabezas.

Penalidades del destierro
31 1 Nabucodonosor los condujo violentamente a la tierra de los caldeos. 2 Cuando entró en su casa, saludó a sus hijos y a todos sus magnates, y se puso una túnica regia. 3Respeto y sabiduría rodeaban. su trono; luego dio disposiciones sobre los hebreos. 4 Fue contado el pueblo de Israel y encontraron que había disminuido en doscientos veinticinco mil hombres, 5 muertos en el camino por el hambre, la sedy las penalidades del viaje. 6 Nabucodonosor puso capataces sobre ellos para que les apurasen en los trabajos. 7 Mandó que los jóvenes fabricaran ladrillos y que los ancianos cortaran madera y transportaran agua con el pozal. 8 A sus mujeresmandó trabajar la lana, realizando su labor diariamente como esclavas.
9 Hizo que les dieran cada día pan y una medida de agua. 10 Y los hebreos sometieron su cuello al yugo de Nabucodonosor. 11 Empezaron a construirle corredores y salones para beber, junto al río; y graneros y altas torres alrededor de la ciudad. 12 Los hijos de Israel colgaban sus instrumentos musicales en los sauces, mientras descansaban hasta el momento de reemprender el trabajo.
13 Los caldeos les decían:
-Entonad una de las canciones que cantabais en la casa de Dios enJerusalén.
14 Respondían ellos entre suspiros:
-¿Cómo podemos cantar canciones de nuestro Dios en tierra extranjera?
15 Pero los caldeos los afligían. Israel solía caminar por las calles de la ciudad mientras se lamentaba con cantos fúnebres:
16 -¡Jerusalén, ciudad gloriosa! Levántate y llora con tus amados hijos, porque nos han privado de la abundancia de la tierra. 17 Mira y contempla cómo a nosotros -que teníamos los vestidos empapados devino y nuestra leche corría con la miel- 18 nos dan ahora pan y una medida de agua. 19 Además, es grande nuestra vergüenza; tuyas son la verdad y la justicia, Dios todopoderoso.
20 Y el pueblo hebreo continuó trabajando para los caldeos a las órdenes de capataces. 21 Jeremías estaba dentro de una tumba orando por el pueblo. 22 Al rey Sedecías lo condujeron a Babilonia atado al carro de Nabucodonosor, y lo pusieron en un molino para moler y arrear a los caballos. 23 Le daban pan de sufrimiento y agua de tribulación, pasando entre angustias cuarenta años en la cautividad. 24 Después murióallí según la orden de Dios.
32 1 Sucedió, después de esto, que murió Nabucodonosor, rey de los caldeos, y reinó en su lugar Ciro, el persa. 2 El gemido del pueblo hebreo subió hasta Dios a causa del hambre, la sed y los muchos trabajos; ya que Ciro les redujo el pan y la ración de agua y les dobló los trabajos.
3 El pueblo decaía y disminuía poco a poco: de un millón ochocientas mil personas quedaron seiscientos mil solamente. 4 Había algunos niños hebreos que estaban en la escuela de los caldeos
instruyéndose; eran en total setenta. 5Entrte ellos, había uno por nombre Esdras, que iba en brazos de su madre y todavia no distmguia el bien del mal. 6 Cuando cumplió la edad fue enviado a la escuela, y el espíritu del señor estaba en él. 7 Los niños hebreos y caldeos iban. al río al atardecer a buscar agua para rociar la escuela. Pero mientras andaban unos con otros en el camino del río, con sus vasijas llenas de agua, la que tenía en la mano Esdras se rompió. 9 Los muchachos caldeos
lo rodearon diciendo:
-¡Hebreos! Sois hombres de huesos endebles. Pero aquí os enseñarán. 10 Esdras levantó los ojos a lo alto y exc1amó entre lágrimas:
-¡Dios de Abrahán, Isaac y Jacob! Tú ves lo que nos están haciendo. 11 Cuando Esdras acabó de decir esto, bajó hasta el agua y llenó con ella su túnica al modo de una vasija. Se la echó sobre la espalda y caminócon los niños. 12 Cuando llegó a la escuela, dejó en el suelo su túnica llena de agua cual un recipiente y roció la escuela. 13 Al terminar, tomó su túnica, que estaba seca, y se la puso. 14 El maestro de la escuela, cuando lo vio, se inclinó y adoró a Esdras diciendo:
-Tú eres el que librará a este pueblo de la cautividad. 15 Esdras iba progresando cada día en sabiduría, edad y gracia por el favor de Dios.
16 Pocos días después, los niños caldeos se dirigían al río a coger agua. Iban caminando y se decían unos a otros:
17 -No andemos con los niños hebreos, porque ellos no adoran a Bel ni a Dagón; sino echémoslos de la escuela. 18 y se lanzaron sobre los niños hebreos, que llevaban las vasijas cargadas a sus espaldas en dirección al río para coger agua. 19 Esdras, al ver a sus hermanos perseguidos por los caldeos, extendió su mano, golpeó una piedra y al momento manó agua. 20 Los pies de los pequeños escolares quedaron empapados por el agua. El maestro de la escuela se inclinó y adoró a Esdras. Le suplicó así:
21 –No te enfades por estos perros, ni destruyas nuestra ciudad. Recuerda que yo soy Sennario, tu maestro, y ten piedad de mí. 22 Ruegaa tu Dios que haga cesar el agua y no destruya la ciudad entera pornuestra causa.
23 Mientras decía esto a Esdras, el agua corría como una catarata.
24 Pero éste se compadeció de su maestro que le suplicaba y mandó que la roca cesara de manar agua; 25 puso su mano sobre la lastra y dijo:
-¡Basta, oh elemento, de manar agua! Tierra, abre tu boca y recibe estas aguas, porque el Señor te dijo otrora: 26 «No habrá otro diluvio, sino que llega la ira: un fuego abrasador que quemará el mundo entero y lo purificará». 27 Inmediatamente la tierra abrió su boca y recibió en ella el agua. Esdras sacó a los niños hebreos de la escuela de los caldeos.

IlI. VUELTA DEL DESTIERRO AL CESAR LA COLERA DIVINA

El cántico de los levitas
33 1 Después de mucho tiempo, el rey ordenó reunir al pueblo hebreo, y así lo hicieron los escribas encargados de los trabajos. 2 El rey Ciro les dijo:
-Traed vuestros instrumentos musicales y vuestras cítaras con que entonáis himnos a vuestro Dios en Jerusalén, y tocad aquí.
3 Le contestaron:
-Tenemos miedo de pulsar nuestros instrumentos aquí, en una tierra extranjera; no es ésta, en absoluto, la voluntad del Señor.
4 Les dijo el rey: -Soy yo quien os digo que cantéis a vuestro propio Dios.
5 Le replicaron:
-El Señor segregó a los hijos de Leví para que fueran sus sacerdotes; ellos son los que entonan himnos; 6 ellos, los que de pie portan sus Instrumentos y nuestras cítaras, con las que entonamos himnos a Dios.
7 Entonces el rey hizo separar a la tribu de Leví. Se pusieron de pie ante el pueblo, 8 levantaron sus instrumentos y empezaron a pulsarlos como solían tañer en la casa de Dios, y tocaron perfectamente al unísono. Inmediatamente el suelo sobre el que cantaban se elevó, de manera que los caldeos dijeron:
-Quiere llevar a los hijos de Israel a Jerusalén. 10 Los muros del palacio retemblaron y entonaron himnos con ellos. Los santos escucharon el sonido de sus cánticos, y la gloria de Dios los cubrió. 11 Los habitantes de Jerusalén supieron entonces que había llegado el tiempo en que él iba a tener piedad de su pueblo. 12 Pero Ciro el persa, tuvo miedo y conjuró a los hebreos:
-No toquéis vuestros instrumentos hasta que volváis a vuestra tierra, Judea.

Sacrificio de Esdras, Ezequiel y Daniel
34 1 Después de estos sucesos, se cumplieron los setenta años de cautividad. 2 Esdras, hijo de Yojanán; Daniel, hijo de Esdras, y Ezequiel, hijo de Buzi, eran los tres profetas; 3 y la palabra de Dios había venido sobre ellos cuando estaban profetizando en Babilonia. 4 Dijeron a los niños de su edad:
-Levantaos, vamos al desierto; llevemos con nosotros una oveja y ofrezcámosla en sacrificio, 5 como venimos oyendo que hicieron nuestros padres, para que Dios tenga misericordia y nos acepte nuestro sacnfIcio. Levantaos, vayamos precisamente hoy, porque Dios se acordará
de nosotros y aceptará nuestro sacrificio.
7 Esdras guió a los niños, que eran setenta. Tomaron la oveja y subieron a la montaña de Babilonia. 8 Esdras amontonó los leños unos sobre otros, uno de estoraque y otro de bálsamo sucesivamente, y colocó encima la oveja. 9 Volvió el rostro hacia oriente y rezó así:
-Dios de los padres, el único consustancial, que escuchó el grito de Abel, el primer mártir, 10 y castigó la venganza de Caín; 11 que eligió a Noé a causa de su justicia, dio poder a Adán antes de que pecara y lo hizo señor de todas las cosas. 12 ¡Yo te suplico, Dios mío! Escucha mi oración y recibe el clamor de mis lágrimas. 13 Recuerda la alianza que estableciste con nuestros padres diciendo: «Si tus hijos guardan la alianza, humillaré a sus enemigos». 14 Ahora proclamamos tu alianza, estamos dispuestos a morir por tu misericordia. 15 Escúchanos desde tu santo cielo, acepta nuestro sacrificio y ten piedad de tu. pueblo. 16 Concluyó Esdras y su oración llegó hasta los oídos del Señor. Este envió a su ángel y recibió el sacrificio de aquél. 1? El ángel Eremiel vino y se quedó de pie junto al sacrificio de Esdras; quemó la oveja y la leña; 18 el fuego salió del cielo y las consumió. El ángel se mantuvo en el aire y se manifestó a aquellos niños.

Miguel es enviado de nuevo a Babilonia
35 1 Jeremías estaba dentro de un sepulcro, a las afueras de Babilonia, orando por el pueblo con estas palabras:
2 -Señor, Dios de Israel, escúchame cuando te suplico por este pueblo.
He aquí que se ha cumplido el tiempo señalado para este pueblo.
3 Tú, Señor, destruyes en tu ira, pero también eres compasivo ¡oh Dios!, amante de las almas.
4 Mientras suplicaba Jeremías, dijo Dios a Miguel:
-Miguel, mi administrador, levántate de prisa ve a la tierra de los caldeos y libra a mi pueblo de la cautividad. 5 si el rey los retiene, yo cerraré el Cielo y la tierra hasta que los libre con mano poderosa y brazo extendido. 6 Llégate a Jeremías, mi elegido, y comunícale esta excelente noticia. Envíale a los reyes de Babilonia, pues él va a salvar a mi pueblo de la mano de los caldeos.
7 Todavía estaba orando Jeremías, cuando Miguel se colocó junto a él, en forma de llama ígnea, 8 y le dijo:
-Alégrate, Jeremías, pues es tiempo de alegría; sé fuerte, pues es momento de fortaleza.
9 Jeremías miró hacia él y le dijo:
-Mi Señor, he reconocido la voz de tu saludo. Tu dulce voz ha puesto bálsamo en mis huesos. 10 ¿Dónde has estado, mi Señor, que no has venido a mí en todo este tiempo de angustia para el pueblo?
11 Le respondió Miguel:
-Jeremías, elegido de Dios, mira lo que te digo: He venido a liberar a este pueblo y a conducirlo a la tierra de sus padres. 12 Ahora, pues, Jeremías, quítate el saco de la lamentación y vístete la túnica blanca. 13 Reúne a todos los ancianos de Israel; anda y habla al rey Ciro y a Amesaros, el general supremo del ejército de los caldeos. 14 Diles: «Esto dice el Señor: Deja libre a este pueblo para que me sirvan, pues se ha cumplido el tiempo señalado que les fijé en mi ira. 15Ahora, pues, déjales libres y que vayan a su tierra, a la casa de sus padres. 16 Si se lo impedís, yo os golpearé, cerraré el cielo y la tierra hasta que los libere a ellos. Si los detenéis, os trataré como hice con el faraón, rey de Egipto»
36 1 Al terminar estas palabras, el supremo general, Miguel, añadió:
-Quédate aquí, que voy y te traigo a todo el pueblo.
2 Miguel tomó la forma de un hebreo, fue a los jóvenes que fabricaban ladrillos y les dijo:
-Deteneos, id a vuestro padre Jeremías.
3 Después fue a los que estaban cortando madera y transportando agua y les dijo:
-¡Os saludo, hijos de Israel! El Señor os hace cesar en vuestras penalidades. 4 Id a vuestro padre Jeremías, porque el tiempo señalado para la ira se ha cumplido.
s El ángel bondadoso entró en la ciudad, donde las mujeres estaban
trabajando la lana para el rey, 6 y les dijo:
-Salid de vuestro taller. Ya basta para vosotras. Porque vuestro Dios me ha enviado a liberaros.
7 Miguel reunió a todos junto a Jeremías. El elegido entre los hombres libres de los hijos de Israel entró al palacio del rey 8 y dijo a Ciro y a Amesaros:
-¡Oíd las palabras del Dios de Israel! y empezó a decir todo lo que el Señor había dicho a Miguel.

Resistencia de Ciro y Amesaros
a dejar marchar al pueblo
9 Ciro y Amesaros ordenaron a los encargados de los trabajos, es decir, a los capataces, que los trataran con dureza. 10 El rey Ciro subió a su carro y Amesaros montó en su caballo. Trajeron a los hebreos y les dieron fuertes golpes. 11 Entonces el cielo produjo truenos tremendos y los cimientos de la tierra temblaron. Los cuatro vientos salieron de sus aposentos y soplaron. 12 El sol se puso a mitad del día y las tinieblas sobrevinieron en toda la tierra. 13 Los que montaban a caballo fueron obstaculizados, sus pies se pegaron al cuerpo de sus monturas y los cascos de los caballos quedaron adheridos a la tierra. 14 Todos los que estaban en el país de los caldeos fueron obstaculizados, cada uno a su manera.
15 La multitud gritó:
-¡Ciro y Amesaros! No retengáis a este pueblo de Dios. ¿Acaso queréis que su Dios haga con nosotros como con los egipcios?
37 1 El rey Ciro cayó del carro y se partió la espina dorsal. También Amesaros se cayó del caballo y se rompió el antebrazo derecho.
2 Gritaron Ciro y Amesaros:
-¡Dios de estos hebreos! Ten piedad de nosotros porque hemos pecado contra ti, pues hemos retenido a tu pueblo, 3 y no los hemos dejado libres en el momento en que tu misericordia los alcanzo. 4 ¡Oh Jeremías! Ten piedad de nosotros, porque os enviaremos en paz a vuestra
tierra. s Jeremías oró por Ciro y Amesaros, y Dios los curó. El Señor vio que se habían convertido y volvió atrás su ira. 6 La tierra se quedó fija, la creación dejó de estar revuelta y el sol restableció su luz.

Vuelta a Jerusalén
7 Ciro y Amesaros ordenaron la presencia de los escribas que habían anotado el trabajo de los hebreos desde el día en que vinieron al país. 8 Les pagaron su salario de cada día y les dieron grandes y abundantes riquezas. 9 El rey de Babilonia trajo su carro y subió en él a Jeremías.
Le dio millas, caballos y camellos. 10 Y publicó un edicto en todas las ciudades de los caldeos que decía así:
«Todas las ciudades de los caldeos salgan ante Jeremías y el pueblo de Dios, 11 les honren y presten auxilio según su capacidad. Que nadiese atreva a obstaculizarles hasta que hayan pasado».
12 Jeremías y el pueblo se marcharon, y cuando habían atravesado Babilonia comenzaron a entonar este cántico:
13 -¡Jerusalén, Jerusalén! Levántate y adorna tus puertas, porque se llevaron de ti a tus hijos en tristeza, mas he aquí que te los devolverán entre alegria y regocijo.
14 Jeremías llegó a su tierra con honor; le glorificaron todos, ciudad por ciudad. 15 Los sacerdotes de Babilonia marcharon delante de él, entre soldados escogidos que el rey envió con ellos. 16 Los soldados fueron delante y adornaron las puertas de Jerusalén ante Jeremías y todo el pueblo.

Despertar de Abimelec
38 1 Después de esto, Abimelec, el etíope, se removió en el lugar en que estaba dormido. 2 La roca que le cubría como refugio se retiró de encima. 3 El se incorporó y vio la cesta de higos y frutas; los frutos recogidos estaban todavía jugosos, y las ramas, lozanas sobre ellos.
4 Dijo:
-Todavía no ha pasado mucho tiempo desde: que me dormí. Tengo la cabeza un poco pesada, pero no siento el cansancio de cada día. 5 Voy a levantarme e ir a la ciudad; ha llegado el momento de que lleve el pan a mi padre Jeremías en la cárcel. 6 Abimelec, el etíope, se levantó. Era el año setenta desde que se había dormido y los higos estaban frescos como antes. 7 Entró en Jerusalén y vio sus murallas destruidas. 8 Vio las higueras al lado de las palmeras,y las palmeras al lado de las viñas. 9 Recorrió la ciudad y viosus calles cambiadas. 10 Se volvió y se detuvo, sin encontrar a nadie quele fuese conocido. 11 Continuó mirando a una y otra parte maravillado;
12 clamó entonces a Dios:
-¿Qué es este engaño en el que he caído hoy?
39 1 Miró a su alrededor y vio a un hombre anciano que estaba recogiendo leña. Le dijo:
-Anciano, ¿no es esto Jerusalén?
2 Le contestó:
-Sí, hijo mío.
3 Abimelec le preguntó:
-¿Ha liberado de la cárcel el rey Sedecías a mi padre Jeremías?
4 Contestó el anciano:
-¿Qué son esas palabras que estás diciendo? ¿Quién es Sedecías y quién Jeremías? 5 En realidad, hace ya setenta años que Nabucodonosor saqueó Jerusalén y 6 el pueblo fue deportado a Babilonia. También Jeremías fue conducido con ellos a la cautividad.
7 Le dijo Abimelec:
-Si no fueras un anciano, sin duda te diría que estás loco. 8 Precisamente después de haber ido al huerto de Agripa a por fruta, anduve un poco de regreso y tomé un descanso, ¿y el pueblo fue llevado a la cautividad en ese instante? Pienso que aun cuando una catarata hubiera
abierto su boca y los hubiera tragado, yo habría tropezado con ellos.
10 Le respondió el anciano:
-Verdaderamente, hijo mío, eres un justo a quien Dios no ha permitido ver la destrucción de Jerusalén. 11 Por eso Dios te envió esesueño hasta hoy. Ahora estás viendo a Jerusalén en su alegría. 12 Es el día primero desde que Jeremías fue enviado y adornó las puertas de Jerusalén, porque el pueblo ha sido liberado de la cautividad. 13 No esel tiempo de esos higos que tienes en tu mano; hoyes el doce de Parmute. En verdad tú eres un justo, hijo mío.

Encuentro de Jeremías y Abimelec
40 1 Mientras hablaban el uno con el otro, la avanzadilla del pueblo se aproximó, todos a una, y llegaron a la ciudad de Jerusalén, con palmas en sus manos. 2 Abimelec miró, vio a lo lejos a Jeremías sentado en el carro del rey y salió corriendo hacia él. 3 Cuando Jeremías vio al etíope, se dio prisa y bajó del carro; lo abrazó y lo besó. 4 Jeremías le dijo:
-Abimelec, mira qué gran honor toca al que tuvo piedad de mí. 5 Por eso Dios te ha protegido y no has visto la ruina de Jerusalén ni has sido conducido a la cautividad. Todo el que oiga lo que te ha ocurrido alabará la misericordia de Dios.
6 Jeremías, tras pronunciar estas palabras, hizo subir al carro a Abimelec, honrándole todos los días de su vida. 7 El pueblo entr6 en la ciudad cantando delante de él:
-Levántate, Jerusalén, engalánate, hija sacerdotal, y adorna tus puertas, 8 porque se te llevaron tus hijos con lamento, mas ahora te los devuelven con cánticos y salmos. 9 Que los ejércitos celestes exulten ylos habitantes de la tierra se alegren sobre los hijos de Abrahán, Isaac y Jacob.
10 Regocijaos porque vuestros hijos llevados a la cautividad han sido devueltos de nuevo a su tierra. 11 Que los cantores de alabanzas se alegren a una con nosotros porque los hijos de Isaac han vuelto a su tierrade nuevo. 12 Alégrense los querubines y los serafines porque los hijos de
Jacob han vuelto a su tierra.

Restauración del culto
41 1 Jeremías entró en el templo y dijo a la columna:
-Devuélveme las llaves que te entregué, porque el Señor ha tenido compasión de su heredad.
2 Inmediatamente la columna de la casa de Dios bajó las llaves al templo y las entregó a Jeremías. 3 Este abrió la puerta a todo el pueblo; entraron dentro y adoraron al Señor. 4 Jeremías penetró en el santo de los santos y vio la lámpara ardiendo; no se había consumido en esos setenta años durante los que la dejó abandonada. 5 Salió y habló de ella a los hijos de Israel, quienes adoraron al Señor con estas palabras:
6 -Tú eres justo, Señor, en todos tus caminos, porque nos has castigado según nuestros pecados.
7 Jeremías llamó a los hijos de Aarón y les dijo:
-Purificaos y atended el culto del Señor. 8 y subió por las escaleras de la casa del Señor y se detuvo en un ángulo de ésta. 9 Dijo:
-¡A ti te hablo, piedra angular, que has tomado un aspecto grande y venerable! Abre tu boca y entrégame el depósito que te confié: la vestidura del sumo sacerdote. 10 Porque el Señor ha querido percibir el olor de este sacrificio. 11 Inmediatamente la piedra se abrió y entregó la vestidura del sumo sacerdote a Jeremías. Después de esto, el profeta fue a la parte del sol
y dijo:
12-¡A ti te hablo, servidor grande y fiel! Devuélveme la lámina que te confié y en la que está escrito el nombre del invisible. 13 Tengo necesidad de ella porque el Señor ha salvado a su pueblo.
Inmediatamente el sol separó sus labios; Jeremías la tomó y la devolvió al sumo sacerdote. 14 Los restantes utensilios de la casa del Señor los había arrebatado Nabucodonosor.
15 Los hijos de Aarón se colocaron alrededor del altar, y cada uno atendió a su cometido. Tocaron sus trompetas y ofrecieron los sacrificios. 16 La gloria del Señor descendió, llenó toda la casa y bendijo el sacrificio. 17 Todo Israel celebró una fiesta y bendijeron a Dios porque habían entrado de nuevo en la casa del Señor. 18 Bendijeron al autor de todas estas bendiciones, al Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre por todos los siglos de los siglos. Amén.