"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

domingo, 29 de noviembre de 2009

LOS CONCILIOS ECUMENICOS - I DE LYON -

LOS CONCILIOS ECUMENICOS
I De Lyon (1245 d.c.)


Papa Inocencio IV. Contra el Emperador Federico II y por la reforma del clero. Llevó a cabo una sentencia de deposición contra el emperador Federico II, usurpador de bienes y opresor de la Iglesia, y reguló el proceso de los juicios eclesiásticos.

Condenación de Federico Segundo.- Declaraciones rituales y doctrinales para los griegos (Sacramentos, legitimidad de las segundas nupcias, Purgatorio, Paraíso, Infierno.)

Los griegos orientales deseosos de coincidir con Roma y alcanzar la unión, incentivaron la convocación de un nuevo concilio a sólo treinta años del anterior. Concretaron los temas discutidos y los aprobaron y firmaron en su gran mayoría.

Cuando regresaron a sus respectivas comunidades, las autoridades, monjes, clero y pueblo se opusieron rotundamente y los llamaron traidores y vendidos a los romanos; la unión fracasó. Sin embargo, algunos grupos aislados quedaron adheridos a Roma y se les llama en su lengua eslavo, "Uniatas", que aún hoy mantienen lazos de jerarquía y de fidelidad a la Iglesia Católica.

Magisterio del C.E I de Lyon
XIII ecuménico (contra Federico II)

No publicó decretos dogmáticos
Acerca de los ritos de los griegos
[De la Carta Sub catholicae, al obispo de Frascati, Legado de la Sede Apostólica entre los griegos, de 6 de marzo de 1254]

§ 3. 1. Acerca, pues, de estas cosas nuestra deliberación vino a parar en que los griegos del mismo reino mantengan y observen la costumbre de la Iglesia Romana en las unciones que se hacen en el bautismo.2. El rito, en cambio, o costumbre que según dicen tienen de ungir por todo el cuerpo a los bautizados, si no puede suprimirse sin escándalo, se puede tolerar, como quiera que, hágase o no, no importa gran cosa para la eficacia o efecto del bautismo.3. Tampoco importa que bauticen con agua fría o caliente, pues se dice que afirman que en una y en otra tiene el bautismo igual virtud y efecto.

4. Sólo los obispos, sin embargo, signen con el crisma en la frente a los bautizados, pues esta unción no debe practicarse más que por los obispos. Porque de solos los Apóstoles se lee, cuyas veces hacen los obispos, que dieron el Espíritu Santo por medio de la imposición de las manos, que está representada por la confirmación o crismación de la frente.5. Cada obispo puede también, en su Iglesia, el día de la cena del Señor, consagrar, según la forma de la Iglesia, el crisma, compuesto de bálsamo y aceite de olivas. En efecto, en la unción del crisma se confiere el don del Espíritu Santo. Y, ciertamente, la paloma que designa al mismo Espíritu Santo, se lee que llevó el ramo de olivo al arca. Pero si los griegos prefieren guardar en esto su antiguo rito, a saber, que el patriarca juntamente con los arzobispos y obispos sufragáneos suyos y los arzobispos con sus sufragáneos, consagren juntos el crisma, pueden ser tolerados en tal costumbre.

6. Nadie, empero, por medio de los sacerdotes o confesores, sea sólo ungido por alguna unción, en vez de la satisfacción de la penitencia.7. A los enfermos, en cambio, según la palabra de Santiago Apóstol [Iac. 5, 14], administreseles la extremaunción.

8. En cuanto a añadir agua, ya fría, ya caliente o templada, en el sacrificio del altar, sigan, si quieren, los griegos su costumbre, con tal de que crean y afirmen que, guardada la forma del canon, de una y otra se consagra igualmente.9. Pero no reserven durante un año la Eucaristía consagrada en la cena del Señor, bajo pretexto de comulgar de ella los enfermos. Séales, sin embargo, permitido consagrar el cuerpo de Cristo para los mismos enfermos y conservarlo por quince días y no por más largo tiempo, para evitar que, por la larga reserva, alteradas tal vez las especies, resulte menos apto para ser recibido, si bien la verdad y eficacia permanecen siempre las mismas y no se desvanecen por duración o cambio alguno del tiempo.10. En cuanto a la celebración de las Misas solemnes y otras, y en cuanto a la hora de celebrarlas, con tal de que en la confección o consagración observen la forma de las palabras por el Señor expresada y enseñada, y en la celebración no pasen de la hora nona, permítaseles seguir su costumbre...

18. Respecto a la fornicación que comete soltero con soltera, no ha de dudarse en modo alguno que es pecado mortal, como quiera que afirma el Apóstol que tanto fornicarios como adúlteros son ajenos al reino de Dios [1 Cor. 6, 9 s].

19. Además, queremos y expresamente mandamos que los obispos griegos confieran en adelante las siete órdenes conforme a la costumbre de la Iglesia romana, pues se dice que hasta ahora han descuidado y omitido tres de las menores en los ordenados. Sin embargo, los que ya han sido así ordenados por ellos, dada su excesiva muchedumbre, pueden ser tolerados en las órdenes así recibidas.

20. Mas, como dice el Apóstol que la mujer, muerto el marido, está suelta de la ley del mismo, de suerte que tiene libre facultad de casarse con quien quiera en el Señor [Rom. 7. 2; 1 Cor. 7, 39]; no desprecien en modo alguno ni condenen los griegos las segundas, terceras y ulteriores nupcias, sino más bien apruébenlas, entre personas que, por lo demás, pueden lícitamente unirse en matrimonio. Sin embargo, los presbíteros no bendigan en modo alguno a las que por segunda vez se casan.

23. Finalmente, afirmando la Verdad en el Evangelio que si alguno dijere blasfemia contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni el futuro [Mt. 12, 32], por lo que se da a entender que unas culpas se perdonan en el siglo presente y otras en el futuro, y como quiera que también dice el Apóstol que el fuego probará cómo sea la obra de cada uno; y: Aquel cuya obra ardiere sufrirá daño; él, empero, se salvará; pero como quien pasa por el fuego [1 Cor. 3, 13 y 15]; y como los mismos griegos se dice que creen y afirman verdadera e indubitablemente que las almas de aquellos que mueren, recibida la penitencia, pero sin cumplirla; o sin pecado mortal, pero sí veniales y menudos, son purificados después de la muerte y pueden ser ayudados por los sufragios de la Iglesia; puesto que dicen que el lugar de esta purgación no les ha sido indicado por sus doctores con nombre cierto y propio, nosotros que, de acuerdo con las tradiciones y autoridades de los Santos Padres lo llamamos purgatorio, queremos que en adelante se llame con este nombre también entre ellos. Porque con aquel fuego transitorio se purgan ciertamente los pecados, no los criminales o capitales, que no hubieren antes sido perdonados por la penitencia, sino los pequeños y menudos, que aun después de la muerte pesan, si bien fueron perdonados en vida.

24. Mas si alguno muere en pecado mortal sin penitencia, sin género de duda es perpetuamente atormentado por los ardores del infierno eterno.25. Las almas, empero, de los niños pequeños después del bautismo y también las de los adultos que mueren en caridad y no están retenidas ni por el pecado ni por satisfacción alguna por el mismo, vuelan sin demora a la patria sempiterna.

***

UNIATAS
Las Iglesias uniatas son >Iglesias orientales católicas, la mayoría de las cuales fueron reconciliándose con la Iglesia a lo largo de los siglos, aunque dos de ellas, la Iglesia católica maronita (principalmente en el Líbano) y la Iglesia católica ítalo-albanesa (en el sur de Italia), nunca estuvieron en cisma o herejía. Agrupadas por ritos, las veintiuna Iglesias uniatas son: de rito alejandrino: la Iglesia copta (patriarcado; >Coptos) y la Iglesia etíope; de rito antioqueno: la Iglesia malankar, la Iglesia maronita (patriarcado) y la Iglesia siria (patriarcado); de rito armenio: la Iglesia armenia (patriarcado); de rito caldeo: la Iglesia caldea (patriarcado) y la Iglesia siro-malabar; de rito constantinopolitano/bizantino: la Iglesia albanesa, la bielorrusa, la búlgara, la griega, la húngara, la ítalo-albanesa, la melquita (patriarcado), la rumana, la rusa, la rutena, la eslovaca, la ucraniana y la yugoslava (croata). El número total de sus miembros, algo más de 10 millones, en un total de más de 550 millones de católicos en todo el mundo, no guarda proporción con su importancia, ya que mantienen en la Iglesia católica las tradiciones y los ritos de Oriente como parte de la herencia de toda la Iglesia (OE 5). De este modo potencian la diversidad en la unidad, que es uno de los dones de la catolicidad (>Católico) de la Iglesia. Es común entre los católicos romanos considerar a estas Iglesias como puentes hacia las Iglesias ortodoxas y orientales; el Vaticano II dijo: «Corresponde a las Iglesias orientales en comunión con la sede apostólica romana la especial misión de promover la unión de todos los cristianos, especialmente de los orientales» (OE 24). Pero la actitud hacia ellas de la Iglesia ortodoxa y de las Iglesias orientales es en general negativa; se las considera infieles a la ortodoxia; engañadas por Roma o romanizadas/latinizadas; se piensa que han renunciado a su propia identidad; que constituyen un obstáculo para toda auténtica comunicación entre la ortodoxia y el catolicismo romano. Estas acusaciones siguen haciéndose a pesar de los intentos del Vaticano II de tratar de modo íntegro y abierto con la Iglesia ortodoxa y con las otras Iglesias orientales en el Decreto sobre ecumenismo (UR 14-18) y en el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas (OE). Se ha dejado sentir particularmente el nombramiento de obispos uniatas en la Europa del Este tras la caída del comunismo en 1989. Son muchos los ortodoxos que creen que la Iglesia católica está llevando a cabo un >proselitismo encubierto.

El Decreto sobre las Iglesias orientales católicas del Vaticano II fue un paso importantísimo en la comprensión y valoración de la tradición oriental dentro de la Iglesia. Muy influenciado por los observadores de las Iglesias orientales, tuvo en algunas de ellas, de manera significativa, una acogida al mismo tiempo positiva y cautelosa, aunque hubo algún distinguido teólogo ortodoxo que lo consideró «un texto latino sobre la tradición oriental». Se pueden distinguir en el documento seis partes: tras la introducción, trata en general (OE 2-4) de las Iglesias o >ritos particulares, afirmando claramente que «gozan de igual dignidad: ninguna de ellas aventaja a las demás por razón del rito» (OE 3); la herencia espiritual de Oriente (OE 5-6) se ve reforzada por el hecho de gobernarse ellas mismas según su propia tradición y a través de un conocimiento cada vez mayor de su propio rito; los >patriarcas (OE 7-11) son padres y maestros de sus patriarcados, por lo que el concilio decreta «que sus derechos y privilegios sean restaurados según las antiguas tradiciones de cada Iglesia y los decretos de los sínodos ecuménicos»; se promulgan leyes canónicas en relación con los sacramentos (OE 13-18), el culto divino (OE 19-23) y las relaciones con los hermanos de las Iglesias separadas (OE 24-29); en la conclusión se afirma que las disposiciones jurídicas «se establecen para las circunstancias actuales, hasta que la Iglesia católica y las Iglesias orientales separadas lleguen a la plenitud de la comunión» (OE 30). A las Iglesias uniatas se les dio en 1990 un Código de Derecho canónico denominado Código de cánones de las Iglesias orientales (abreviado en latín CCEO, >Derecho canónico); en este código se refleja el Vaticano II y el trabajo de décadas anteriores.

Un desarrollo importante fue la legislación sobre la communicatio in sacris (>Intercomunión). Dado que los peligros asociados habitualmente a la intercomunión están en gran medida ausentes entre la Iglesia católica y las otras Iglesias de Oriente, puede seguirse «una manera de obrar más suave» (OE 26): si están bien dispuestos y ellos mismos lo piden espontáneamente, hay que administrar a los miembros de las otras Iglesias orientales los sacramentos de la penitencia, la eucaristía y la unción de enfermos; los católicos, por su parte, pueden pedir estos mismos sacramentos «a ministros acatólicos de Iglesias que tienen sacramentos válidos, siempre que lo aconseje la necesidad o un verdadero provecho espiritual y sea física o moralmente imposible acudir a un sacerdote católico» (OE 27). Este desarrollo no ha tenido correspondencia por parte ortodoxa.

Un importante ámbito para la renovación es la forma específicamente oriental del monaquismo, que ha desaparecido casi por completo en algunas Iglesias uniatas o ha sido desplazada por congregaciones religiosas de estilo occidental. Llevará varias décadas comprobar hasta qué punto dará resultados la revisión del derecho canónico oriental de 1990 en este y otros terrenos (>Ritos, >Derecho canónico). Pero el principal reto con que se enfrentan las Iglesias uniatas y el Occidente latino es dar testimonio vivo de la descripción que hace el Vaticano II del primer milenio: «Las Iglesias de Oriente y de Occidente, durante muchos siglos, siguieron su propio camino, unidas, sin embargo, por la comunión fraterna de la fe y de la vida sacramental, siendo la sede romana, por común consentimiento, la que resolvía cuando entre las Iglesias surgían discrepancias en materia de fe o de disciplina» (UR 14). La Iglesia ortodoxa observa atenta y continuamente para ver si esto vuelve a ser realidad hoy.

Durante siglos el uniatismo fue la estrategia principal de la Iglesia católica. En el diálogo entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica romana, la Comisión Conjunta, en su declaración de Balamand (1993), afirmaba que el uniatismo «no puede seguir aceptándose como un método a seguir ni como el modelo de la unidad que buscan nuestras Iglesias»>. Dada la aprensión que suscita la palabra entre los ortodoxos, se ha sugerido recientemente sustituir el nombre de «uniatas» por el de «católicas» para referirse a las Iglesias orientales en comunión con Roma.

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