"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

domingo, 28 de marzo de 2010

SALMANASAR I

Salmanasar I
(1274-1
245 a C.)


La más importante de las inscripciones de Salmanasar I, relativa a la reconstrucción del Eharsagkurkurra, el templo de Assur, presenta una introducción histórica que constituye la primera campaña en la línea de los anales asirios posteriores. El texto alude a la actividad asiria en Uruadri (Urartu, el nombre aparece por vez primera aquí) y revela las pretensiones del rey en parte del territorio hitita.

Salmanasar, prefecto de Bel (Marduk), sacerdote de Assur, el santo, virrey de los dioses, príncipe favorito de Ishtar, que restaura (purifica) el culto y las ofrendas, que aumenta los sacrificios sangrientos y las ofrendas a los dioses; fundador de espléndidas ciudades, constructor del Eharsagkurkurra, la morada de los dioses, la montaña de las tierras; déspota que inspira temor, pastor de todos los pueblos, cuyas hazañas aumentan el bien de Assur; guerrero poderoso, fuerte en el combate, que incendia al enemigo, truena (como Adad) entre sus enemigos, que estalla como una llama de fuego, irreductible en la batalla y, como la trampa de una muerte cierta, es el ataque de sus armas, gobernante legítimo, que marcha confiado en Assur y los grandes dioses, sus señores, que no tiene rival, que se apodera del territorio enemigo al Norte y al Sur; el señor a cuyos pies Assur y los grandes dioses han traído en sumisión a todo príncipe y gobernante. Cuando el dios Assur me eligió como su adorador legítimo y, para el gobierno de las cabezas negras, me entregó el cetro, la espada y el báculo, me presentó la diadema del gobierno legítimo.
En ese tiempo, al comienzo de mi sacerdocio, la tierra de Uruadri se rebeló, y a Assur y los grandes dioses, mis señores, alcé mis manos en oración, movilicé mis ejércitos y marché contra sus poderosas plazas fuertes montañosas. Las tierras de Himme, Uadkun, Bargun, Salua, Halila, Luha, Nilipahri, Zingun (regiones todas de Urartu), ocho países con sus fuerzas conquisté. Capturé y quemé a 51 de sus ciudades, y como botín me apoderé de su propiedad. En sólo tres días, ante los pies de Assur, mi señor, traje en sumisión a toda la tierra de Uruadri (Urartu). Seleccioné a sus hombres jóvenes, los tomé a mi servicio, los elegí para que me temieran. Para siempre les impuse pesado tributo en su región montañosa. La ciudad de Arina una plaza fuerte defendida, que antes se había revelado contra el dios Assur, con la ayuda de Assur y de los grandes dioses mis señores, tomé esa ciudad, la destruí y esparcí kudime por todo el lugar. Reuní su polvo, y los deposité en la puerta de mi ciudad Assur (como testigo) para días venideros. En ese tiempo, el pais entero de Musri (al Este del alto Tigris) traje en sumisión a los pies de Assur mi señor.
Cuando, por orden de los grandes dioses, avancé contra el país de Elanigalbat con las poderosas huestes de mi señor Assur, forcé mi camino por rutas difíciles y pasos estrechos. Shattuara, rey de Hani (Hanigalbat, nombre asirio-babilonio de Mitanni), a los ejércitos de los hititas y Ahlami con él rendí. El cortó los pasos y mis suministros de agua. A causa de la sed y de la fatiga, mi ejército avanzó bravamente entre las masas de sus tropas, combatí una batalla y logré su derrota. Maté a una catntidad innúmera de sus huestes derrotadas. Contra el propio rey combatí con la punta de la lanza en la puesta del sol. Derribé a sus hordas, y a 14.400 tomé como cautivos. Me apoderé de 9 de sus fortalezas, y de su capital. A 180 de sus ciudades reduje a tells y ruinas. Maté cual ovejas a los ejércitos de hititas y Ahlami, sus aliados. En ese tiempo, de la ciudad de Taidi a la de Irridi (ambas en Hanigalbat), la region montañosa de Kashiari entera, hasta la ciudad de Eluhat, la fortaleza de Sudi, la fortaleza de Harran hasta Carquemish, que está en las orillas del Eufrates, capturé sus ciudades. Tomé sus tierras con mi espada, y al resto de sus ciudades quemé con el fuego.
En seguida, la tierra de los Kuti (en los montes Zagros), cuyo número es incontable como las estrellas del cielo, que saben cómo saquear, llegaron y me combatieron. A Assur y los grandes dioses, mis señores, alcé mi mano en oración, diciendo: "Ellos me prometieron buena fe". Dejé atrás el campamento de los mios, escogí al tercio elegido de mis carros y me lancé en medio del combate con ellos. Desde la frontera del país de Uruadri al país de Kutmuhi, remotas (?) regiones, un país distante, los cuerpos de sus huestes dispersas derramé cual si de agua se tratara. Con los cadáveres de sus guerreros llené el amplio llano. Su botín, su ganado, su familia y su propiedad me llevé a mi ciudad Assur.

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