"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

viernes, 9 de diciembre de 2011

MITOS HEBREOS -LOS HIJOS DE DIOS Y LAS HIJAS DE LOS HOMBRES-


MITOS HEBREOS
LOS HIJOS DE DIOS Y LAS HIJAS DE LOS HOMBRES


POR ROBERT GRAVES y RAPHAEL PATAI


En la décima generación la raza de Adán había aumentado mucho. Como faltaba la compañía femenina, los ángeles llamados "Hijos de Dios" encontraron esposas entre las bellas Hijas de los Hombres. Los hijos de estas uniones habrían heredado la vida eterna de sus padres, pero Dios decretó: "No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días".
Estas nuevas criaturas eran gigantes, llamados "los caídos", y sus maldades decidieron a Dios a exterminar de sobre la haz de la tierra a todos los hombres y mujeres, con sus corruptores gigantescos.
Los hijos de Dios fueron enviados para que enseñasen a la humanidad la verdad y la justicia; y durante trescientos años enseñaron ciertamente al hijo de Caín, Enoc, todos los secretos del cielo y de la tierra. Más tarde, sin embargo, codiciaron a las mujeres mortales y se corrompieron mediante el trato sexual. Enoc registró no sólo sus instrucciones divinas, sino también su subsiguiente pérdida de la gracia; antes del final gozaban ya indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y animales.
Algunos dicen que Shemhazai y Azael, dos ángeles que gozaban de la confianza de Dios, preguntaron: "Señor del Universo, ¿no te advertimos el Día de la Creación que el hombre demostraría que es indigno de Tu mundo?" Dios replicó:
"Pero si destruyo al hombre, ¿qué será de Mi mundo?" Ellos respondieron:
"Nosotros habitaremos en é l " . Dios preguntó: "¿Pero si descendéis a la tierra, no pecaréis más que el hombre?" Ellos suplicaron: "Permítenos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Tu nombre".
Dios permitió que descendieran, pero inmediatamente los subyugó la belleza de las hijas de Eva, y Shemhazai engendró con ellas dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de los cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Azael inventó además los adornos y cosméticos que se ponen las mujeres para descarriar a los hombres. Dios les advirtió, en consecuencia, que dejaría en libertad las Aguas de Arriba y así destruiría a todos los hombres y animales. Shemhazai lloró amargamente, temiendo por sus hijos, los que, aunque eran bastante altos para no ahogarse, morirían de hambre.
Esa noche Hiwa soñó con una gran roca sobre la tierra parecida a una tabla de mesa y en la que había inscrita una leyenda que un ángel raspaba con un cuchillo, dejando solamente cuatro letras. Hiya soñó también con un huerto de árboles frutales y con otros ángeles que lo talaban hasta que sólo quedaba un árbol de tres ramas. Relataron sus sueños a Shemhazai, quien les explicó: "Tu sueño, Hiya, significa que el Diluvio de Dios destruirá a toda la humanidad menos a Noé y sus tres hijos. Sin embargo, consolaos, pues el sueño de Hiwa significa que vuestra
fama, por lo menos, nunca puede morir, pues siempre que los descendientes de Noé labren piedras, saquen rocas de las canteras o halen embarcaciones gritarán:
'¡Hiwa, Hiya!' en vuestro honor" .
Posteriormente Shemhazai se arrepintió y se colocó en el firmamento meridional, entre el Cielo y la Tierra, cabeza abajo y los pies arriba y allí cuelga hasta el presente; es la constelación llamada Orion por los griegos.
Pero Azael, lejos de arrepentirse, sigue ofreciendo a las mujeres adornos y ropas multicolores con los que descarrían a los hombres. Por esta razón, en el Día de la Expiación los pecados de Israel son amontonados en el chivo emisario anual, y luego lo arrojan por un risco a Azazel, como algunos llaman a Azael.
Otros dicen que ciertos ángeles pidieron a Dios permiso para recoger pruebas seguras de la iniquidad del hombre y asegurar así su castigo. Cuando Dios accedió, se transformaron en piedras preciosas, perlas, tinte purpúreo, oro y otros tesoros, que inmediatamente robaron hombres codiciosos. Entonces tomaron la forma humana, con la esperanza de enseñar la rectitud a la humanidad.
Pero esta asunción de la carne humana los sometió a la lujuria humana: al ser seducidos por las Hijas de los Hombres se encontraron encadenados a la Tierra e incapaces de reasumir sus formas espirituales.
Los Caídos tenían apetitos tan grandes que Dios hizo llover sobre ellos maná de muchos sabores diferentes, para que no sintieran la tentación de comer carne, la que les estaba prohibida, y excusaran su culpa alegando la escasez de cereal y hortalizas.
Pero los Caídos rechazaron el maná de Dios, mataron animales para comerlos y hasta probaron la carne humana, viciando así el aire con vapores nauseabundos. Fue entonces cuando Dios decidió purificar la Tierra.
Otros dicen que Shemhazai y Azael fueron seducidos por las mujeres diabólicas Naamá, Agrat hija de Mahlat, y Lilit, que había sido esposa de Adán.
En esa época sólo una virgen, llamada Istahar, permanecía casta. Cuando los Hijos de Dios le hicieron solicitaciones lascivas, ella exclamó: "¡Antes prestadme vuestras alas!" Ellos accedieron, y ella voló al Cielo y se acogió a sagrado en el Trono de Dios, quien la transformó en la constelación Virgo, o, según dicen algunos, en las Pléyades. Los ángeles caídos, habiendo perdido sus alas, quedaron varados en la tierra hasta que, muchas generaciones después, subieron por la escala de Jacob y así volvieron a su lugar de origenf.
El sabio y virtuoso Enoc subió también al Cielo, donde se convirtió en el principal consejero de Dios, y desde entonces se le llamó "Metatron". Dios puso Su corona en la cabeza de Enoc y le dio setenta y dos alas así como numerosos ojos.
Su carne se transformó en una llama, sus nervios en fuego, sus huesos en ascuas, sus ojos en antorchas y su cabello en rayos de luz, y lo rodearon la tormenta, el torbellino, el trueno y el rayo.
Algunos dicen que los Hijos de Dios se llamaban así porque la luz divina con la que Dios había creado a su antepasado Samael, el padre de Caín, brillaba en sus rostros. Dicen que las Hijas de los Hombres eran hijas de Set, cuyo padre era Adán y no un ángel, y que, por consiguiente, sus rostros se parecían a los nuestros.
Pero otros dicen que los Hijos de Dios eran piadosos descendientes de Set, y las Hijas de los Hombres pecadoras descendientes de Caín, y explican que cuando Abel murió sin hijos, la humanidad no tardó en dividirse en dos tribus: los cainitas, quienes, aparte de Enoc, eran completamente malos, y los setitas, que eran completamente justos. Estos setitas vivían en una montaña sagrada en el lejano norte, cerca de la Cueva del Tesoro, a la que algunos toman por el monte Hermón. Los cainitas vivían aparte en un valle situado al oeste. Adán, en su lecho de muerte, ordenó a Set que separara su tribu de la de los cainitas; y cada patriarca setita repetía públicamente esa orden de generación en generación. Los setitas eran extraordinariamente altos, como su antepasado, y como vivían tan cerca de la Puerta del Paraíso, recibieron el nombre de "Hijos de Dios".
Muchos setitas hacían voto de celibato, siguiendo el ejemplo de Enoc, y vivían como anacoretas. En contraste, los cainitas practicaban un libertinaje desenfrenado y cada uno tenía por lo menos dos esposas: la primera para que le diera hijos y la segunda para satisfacer su lujuria. La que paría hijos vivía en la pobreza y el abandono, como una viuda; a la otra se le obligaba a beber una pócima que la hacía estéril, después de lo cual, ataviada como una ramera, entretenía a su marido lujuriosamente.
El castigo de los cainitas consistía en que les nacían cien hijas por cada hijo, lo que tenía como consecuencia tal deseo de marido que las mujeres comenzaron a irrumpir en las casas y llevarse a los hombres. Un día se decidieron a seducir a los setitas, para lo cual se embadurnaron los rostros con colorete y polvo, los ojos con antimonio y las plantas de los pies con escarlata; se tiñeron el cabello y se pusieron pendientes y ajorcas de oro, collares de joyas, brazaletes y vestidos multicolores. Mientras ascendían a la montaña sagrada punteaban arpas, tocaban
trompetas, redoblaban tambores, cantaban, bailaban y aplaudían. Luego llamaron a los quinientos veinte anacoretas con voces alegres y cada una se apoderó de su víctima y la sedujo. Esos setitas, después de ceder a los requiebros de las mujeres cainitas, se hicieron más obscenos que los perros y olvidaron por completo las leyes divinas.
En adelante hasta los "Hijos de Jueces" corrompían a las hijas de los pobres. Siempre que una novia se embellecía para el novio, uno de ellos entraba en la cámara nupcial y la gozaba el primero.
El cananeo Genun, hijo del ciego Lamec, vivía en la región de los Pozos de Limo, gobernada por Azael desde su más tierna infancia, e inventó toda clase de instrumentos musicales.
Cuando los tocaba, Azael se introducía en ellos, haciendo que produjeran sonidos seductores que embelesaban los corazones de todos los oyentes. Genun solía reunir grupos de músicos que se inflamaban mutuamente con la música hasta que su lujuria ardía como el fuego y luego se acostaban promiscuamente. También elaboraba cerveza, reunía a mucha gente en las tabernas, les daba de beber y les enseñaba a forjar espadas de hierro y puntas de lanza, para que matasen al azar cuando estaban borrachos.
Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel le dijeron a Dios que una perversidad como aquella nunca se había dado en la tierra. En vista de ello, Dios envió a Rafael para que atase a Azael las manos y los pies y amontonase sobre él rocas melladas en la oscura Cueva de Dudael, donde se halla hasta el Día del Juicio.
Gabriel destruyó a los Caídos incitándolos a la guerra civil. Miguel encadenó a Shemhazai y sus compañeros en otras cuevas oscuras durante setenta generaciones, Uriel se convirtió en el mensajero de salvación que visitó a Noé.

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