"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

viernes, 16 de marzo de 2012

MITOS HEBREOS -EL NACIMIENTO DE ABRAHAM-


MITOS HEBREOS
NACIMIENTO DE ABRAHAM

POR ROBERT GRAVES y RAPHAEL PATAI



El príncipe Téraj mandaba los ejércitos reales, y una, noche todos los cortesanos, consejeros y astrólogos del rey Nimrod se reunieron en su casa para divertirse con é l . Esa misma noche nació el hijo de Téraj, Abram, y los reunidos volvieron a sus casas y contemplaron en el firmamento un enorme cometa que corría por el horizonte desde el este y se tragaba cuatro estrellas, cada una de ellas fija en una parte diferente del Cielo. Los astrólogos estaban pasmados, pues sabían que esa visión era un presagio, y se cuchicheaban unos a otros: "El hijo recién nacido de Téraj será un emperador poderoso. Sus descendientes se multiplicarán y
heredarán la tierra para toda la eternidad, destronarán a los reyes y poseerán sus tierras".
Cuando llegó la mañana volvieron a reunirse y dijeron: "Ese cometa no ha sido visto por nuestro señor Nimrod. Si ahora oye hablar de él nos preguntará:
'¿Por qué me habéis ocultado una maravilla tan grande?' y al momento nos matará.
Es mejor que nos libremos de toda culpa revelándoselo espontáneamente".
Así lo hicieron y le dijeron a Nimrod: "Paga a Téraj su precio y mata al niño antes que pueda engendrar hijos que destruyan la posteridad del rey y la nuestra".
Nimrod mandó llamar a Téraj y le ordenó: "¡Véndeme tu hijo!" Téraj respondió: "Todo lo que el Rey ordene a su sirviente será hecho. Pero solicito humildemente el consejo de mi señor en cierto asunto. Anoche tu consejero Aayun comió a mi mesa.
Y d i j o : 'Véndeme ese caballo semental alto y veloz que nuestro amo te concedió recientemente, y yo llenaré tu casa con oro, plata y forraje excelente'.
¿Cómo, mi señor, podía haber evitado la ofensa accediendo?" Nimrod exclamó airado: "¿Serías tan tonto como para ni siquiera considerar semejante venta?
¿Carece tu casa de plata y oro? ¿O para qué serviría su forraje si vendes mi regalo, el mejor caballo semental viviente?" Téraj replicó suavemente: "¿No me ordena el Rey que venda a mi hijo? ¿Y no es su propósito matarlo? ¿Y para qué me servirán la plata y el oro después de la muerte de mi heredero? ¿No deben volver todos mis tesoros al Rey si muero sin hijos?" Al oír eso Nimrod se enojó todavía más, pero Téraj dijo tranquilamente: "¡Todo lo que es mío se halla en las manos del Rey! Que obre con su servidor a su voluntad y tome mi hijo sin pago".
Nimrod d i j o : "No, pero seguramente te pagaré bien por el niño.
Téraj respondió: "¿Me permite mi señor que le pida un pequeño favor?" Y cuando obtuvo el permiso añadió: "Sólo pido que me concedas tres días para comunicarme con mi alma y con mis parientes, para que podamos hacer de buena gana lo que nuestro señor nos exige airado".
Nimrod le concedió ese favor y, en el tercer día, sus mensajeros fueron en busca del niño. Téraj, quien sabía que él y sus parientes serían atravesados con la espada si no obedecían, tomó el hijo de una esclava, nacido en la misma noche que Abram, lo entregó al rey y aceptó el precio en plata y oro.
Nimrod mató al niño y luego olvidó el asunto. Téraj ocultó a Abram en una cueva con una madre adoptiva y les llevaba alimentos un mes tras otro. Dios cuidó de Abram durante los diez años siguientes; aunque algunos dicen que pasaron trece años antes que Téraj dio por fin permiso a Abram para salir de la cueva, donde no había visto la luz del sol ni de la luna; y que cuando salió hablaba el idioma sagrado de los hebreos, despreciaba los bosques sagrados, aborrecía a los ídolos y confiaba en la fuerza de su Creador .
Abram fue en busca de sus antepasados Noé y Sem, en la residencia de los cuales estudió la Ley durante treinta y nueve años, pero ninguno de ellos sabía quiénes eran sus padres.
Según otro relato, el rey Nimrod mismo estaba versado en astrología y se enteró por los astros de que pronto nacería un niño que derrocaría a los dioses que él reverenciaba. Nimrod hizo llamar a sus principales príncipes y consejeros y les preguntó: "¿Qué puedo hacer contra ese hijo del hado?" Ellos le aconsejaron que erigiese un gran edificio y diese la orden de que todas las mujeres embarazadas diesen a luz allí; además debía apostar centinelas en las puertas y poner parteras para que vigilasen a las mujeres y matasen a todos los niños varones tan pronto
como nacieran. "Pero —añadieron— perdona la vida a todas las niñas, viste a sus madres con la púrpura regia y prodígales los regalos, diciendo: '¡Esto se debe hacer con las madres de hijas!'" Nimrod siguió ese consejo y los ángeles que veían esa matanza se la reprocharon a Dios, preguntando: "¿No has visto cómo el blasfemo Nimrod asesina a inocentes?" Dios contestó: "Yo nunca duermo ni desvío Mis ojos, sino que observo todo lo que sucede en la tierra, abiertamente o en secreto. No tardaré en castigarle".
Cuando Téraj vio que el vientre de Amitlai se hinchaba y su rostro palidecía, preguntó: "¿Qué te duele, esposa?" Ella contestó: "Esta dolencia, la qolsani, la tengo todos los años". Él le d i j o : "Descúbrete para que pueda ver si estás embarazada, pues si es así tenemos que obedecer la orden del Rey". Pero el niño no nacido aún subió al pecho de ella, por lo que Téraj tentó el vientre de Amitlai y no encontró nada. "Es ciertamente la qolsani", dijo.
Amitlai, quien sabía que le iba a llegar su hora, fue a través del desierto a una cueva situada junto al río Eufrates. Allí comenzó a sentir los dolores del parto y dio a luz a Abram, el resplandor de cuyo rostro iluminó la cueva de un extremo al otro.
Amitlai exclamó: "¡Ay, te he dado a luz en este mal momento! El rey Nimrod ha matado a setenta mil infantes varones y temo mucho por t i " . Se quitó parte de su vestido y envolvió en él a Abram mientras decía: "¡Quédate con Dios y que Él no te abandone!" Y luego se fue.
Abram se quedó solo en la cueva sin comida y comenzó a llorar, pero Dios envió al arcángel Gabriel para que le diera leche, que manaba del dedo meñique de su mano derecha, y así amamantó al niño.
Cuando se puso el sol el décimo día, Abram se levantó y bajó a la orilla del río. Vio que salían las estrellas y pensó: "Seguramente son dioses". Cuando amaneció y las estrellas desaparecieron, se d i j o : "Sin embargo, no las adoraré, porque los dioses no desaparecen". Luego salió el sol en todo su esplendor y Abram preguntó: "¿Es ese mi dios al que debo alabar?" Pero cuando se puso de nuevo al anochecer, exclamó: "¡No era dios! El Sol, la Luna y las estrellas son seguramente
movidos por Uno más grande que ellos". Apareció Gabriel y le dijo: "¡La paz sea contigo!" Abram contestó: "¡Y contigo sea la paz! ¿Cómo te llamas?" El ángel declaró: "Soy Gabriel, el mensajero de Dios". Inmediatamente Abram se lavó la cara, las manos y los pies en un manantial y se prosternó ante é l.
Algunos días después la afligida Am i tía i, pálida por falta de sueño, volvió a la cueva donde había dejado a su hijo, pero no encontró señal alguna de é l , y sus lágrimas fluyeron de nuevo creyendo que lo habían devorado las fieras. En la orilla del río vio a un muchacho ya crecido y le dijo "¡La paz sea contigo!" Luego se entabló entre ellos el siguiente diálogo: Abram— ¡Y contigo sea la paz! ¿Qué haces?
Amitlai — Vengo en busca de mi hijo infante.
Abram — ¿Y quién lo trajo aquí? Amitlai — Yo estaba embarazada y temía que nuestro Rey matara a mi hijo como ha matado a otros setenta m i l .
En consecuencia vine aquí, lo di a luz en esa cueva, volví a casa sola y ahora no se lo ve en ninguna parte.
Abram— ¿Cuándo nació tu hijo? Amitlai—Hace veinte días.
Abram — ¿Puede alguna mujer abandonar a su hijo en una cueva del desierto y esperar que lo encontrará vivo al cabo de veinte días? Amitlai — Sólo si Dios muestra misericordia.
Abram— ¡Madre, yo soy tu hijo! Amitlai—¡No puede ser! ¿Cómo has crecido tanto y aprendido a andar y hablar en veinte días? Abram — Dios ha hecho esas cosas por mí para mostrarte cuan grande, terrible y eterno es.
Amitlai — Hijo mío, ¿puede haber alguien más grande que el rey Nimrod?
Abram — Así es, madre. ¡Dios ve, pero no puede ser visto! ¡Vive en el Cielo, pero Su gloria llena la tierra! ¡Vete a ver a Nimrod y repítele mis palabras! Amitlai volvió y cuando Téraj oyó su relato se inclinó profundamente ante el Rey y le pidió permiso para hablarle, Nimrod dijo: "¡Levanta la cabeza y di lo que deseas que oiga!" Téraj le relató todo y repitió el mensaje de Abram, y Nimrod palideció.
Preguntó a sus principales príncipes y consejeros: "¿Qué se debe hacer?"
Ellos contestaron: "Rey divino, ¿temes a un niñito? ¿No cuenta tu reino con príncipes por millares, además de innumerables nobles menores e inspectores?
Envía al ínfimo de tus nobles para que se apodere del niño y enciérralo en tu prisión regia".
Pero Nimrod preguntó: "¿Qué infante se hizo alguna vez muchacho en el término de veinte días o me envió un mensaje con su madre diciendo que hay un Dios en el Cielo que ve pero no puede ser visto y cuya gloria llena el mundo?" Entonces Satán, vestido con seda negra de cuervo, se postró ante el Rey, y cuando éste le dio permiso para levantar la cabeza, d i j o : "¿Por qué te perturba el balbuceo de un niño? Permíteme que te dé un buen consejo". Nimrod preguntó: "¿Qué consejo es ese?" Satán contestó: "Abre tus armerías y entrega armas a todos los príncipes,
nobles y guerreros de tu país, para que puedan apoderarse del niño y traerlo aquí para que te sirva".
Nimrod hizo eso, pero cuando Abram vio que se acercaba un ejército rogó a Dios que lo librara y Dios interpuso una nube de oscuridad entre él y sus enemigos. Estos corrieron aterrados a ver al Rey y le dijeron: "¡ Sería mejor que nos marchásemos de Ur!" Nimrod les dio permiso para que se ausentasen, les pagó el viaje y él mismo huyó a la tierra de Babel.

1 comentario:

  1. serian tam amables de citar este documento tan interesante

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