"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

viernes, 23 de julio de 2010

MITOLOGIA -CERYNITIS Y EL PERDON DE DIANA-

MITOLOGIA
LOS TRABAJOS DE HERCULES

Cerynitis y el perdón de Diana


Patas de bronce, cuernos de oro, tamaño gigantesco. Pero mucha delicadeza en todos los gestos. Tal la cierva Cerynitis. Vive en Enoe, en Arcadia. Y vive en paz. En el pescuezo lleva una inscripción que la hace sagrada: “Taigete me dedicó a Diana”.
Cierto día la joven Taigete corría por los campos. Júpiter se enamoró de su belleza e intento seducirla por la fuerza. Pero Diana (Artemisa), diosa de la caza, pasaba también por allí y socorrió a la joven mortal, librándola de la violencia del rey olímpico. Para agradecerle el gesto, Taigete ofreció la bella cierva a la diosa, como regalo y recuerdo de su amistad.
Por eso Cerynitis es intocable. Ningún cazador osa perseguirla, bajo pena de sufrir el castigo de la diosa.
Pero eso es precisamente lo que Euristeo ordena a Hércules: hacer prisionera a la cierva Cerynitis. Hasta ese entonces, el héroe se había enfrentado con horrendos monstruos destructores. En su vida ha hecho mal a nadie, Y no molesta a persona alguna.
En verdad, Juno quería obligarlo a luchar contra quien no estuviese en condiciones de defenderse. Quería imponerle más remordimientos. Y hacerlo buscar otras expiaciones.
Hércules persigue al animal que, sumamente veloz, consigue escapársele varias veces. Finalmente, la cierva intenta atravesar el rio Ladón, y el héroe le arroja una flecha. El cansancio le impide esquivarla. Sangrando, se hunde en las aguas del rio.
Hércules la recoge y retoma el camino de Micenas, para depositar la cierva herida a las puertas del palacio de Euristeo.
Pero, al atravesar Arcadia, se encuentra con Diana y Apolo. La divina cazadora reclama el animal. El dios luminoso acusa al hijo de Júpiter de sacrílego.
Como única justificación, el héroe le explica que el soberano Euristeo lo ha obligado a realizar esa tarea de expiación.
Conmovidos por sus palabras, los gemelos olímpicos lo perdonan y le permiten seguir su camino con la cierva sobre los hombros. Y Hércules se apresura a llevarla a Euristeo descontando así un trabajo más.

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