"No hay decisiones buenas y malas, solo hay decisiones y somos esclavos de ellas." (Ntros.Ant.)

sábado, 22 de agosto de 2009

MITOLOGIA: - VENUS Y PIGMALION -

MITOLOGIA
VENUS Y PIGMALI
ON

Pigmalión: el amor a una estatua


Era de Chipre el escultor Pigmalión, artista que no gustaba de las mujeres porque, según consideraba, éstas eran imperfectas y pasibles de muchas críticas. Y tan convencido estaba del acierto de su opinión que resolvió no casarse nunca y pasar el resto de su vida sín compañía femenina.
Pero, como no soportaba la completa soledad, el artista chipriota esculpió una estatua de marfil tan bella y perfecta como –según juzgaba- ninguna mujer verdadera podría serlo. Y, de tanto admirar su propia obra, acabo enamorándose de ella. Le llegó a comprar las más bellas ropas, joyas y flores: los regalos más caros. Todos los días pasaba horas y horas contemplándola, y, de cuando en cuando, besaba los labios fríos e inmóviles.Tal vez hubiera vivido hasta el fin de sus días ese amor silencioso, de no mediar la intervención de Venus. Pues la diosa era objeto de intenso culto en la isla donde vivía Pigmalión. En su homenaje se celebraban las más pomposas ceremonias y los más ricos sacrificios, y su templo de Pafos, por ejemplo, era el más importante de los santuarios venusinos de todo el mundo helénico.
En una de esas fiestas, según cuenta el poeta Ovidio, el escultor estuvo presente. También ofreció sacrificios y elevó al cielo sus ardorosas suplicas: “A vosotros, ¡oh dioses!, a quienes todo es posible, os suplico que me deis por esposa” –no se atrevió a decir mi virgen de marfil- “una doncella que se parezca a mi virgen de marfil”.
Atenta, la diosa del amor escuchó el pedido, y, para mostrar a Pigmalión que estaba dispuesta a atenderlo, hizo elevar la llama del altar del escultor tres veces más alto que las de los otros altares. Pero el infeliz artista no comprendió el significado de esa señal.
Salió del santuario y, entristecido, tomó el camino de su casa. Al llegar, fue a contemplar de nuevo su estatua perfecta. Y después de horas y horas de muda contemplación, la besó en los labios. Tuvo entonces una sorpresa: en vez< del frío marfil, encontró una piel suave y una boca ardiente. A un nuevo beso, la estatua despertó y adquirió vida, transformándose en una bella mujer real que se enamoró perdidamente de su creador.
Para completar la felicidad del artista, Venus propicio la unión y le garantizó la fertilidad. Del casamiento nació un hijo, Pafo, que tuvo la dicha de legar su nombre a la ciudad, consagrada a la diosa, que había nacido alrededor del santuario dedicado al numen de la atracción universal.

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